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Los productos básicos cuestan a las familias más de lo que permiten los beneficios de los cupones de alimentos

Los pobres no pueden darse el lujo de tener una alimentación sana

Fuentes: Seattle Post-Intelligencer

Traducido por Elier Martínez

En una ciudad como Seattle, preocupada por la alimentación, donde los consumidores están dispuestos a pagar de más por todo lo que sea silvestre, orgánico y cultivado en el área, es muy posible que se pueda encontrar y comprar alimentos saludables dondequiera que uno viva.

Sin embargo, ¿puede uno pagar y comer alimentos saludables si es pobre?

Un investigador comparó los precios de los alimentos en los barrios Rainier Valley y Queen Anne, en Seattle, y descubrió que una familia de cuatro personas, aprovechando al máximo los cupones para alimentos, apenas puede comprar los productos básicos.

Jamillah Jordan, miembro del Congressional Hunger Center (centro contra el hambre del Congreso de los Estados Unidos) con sede en Washington D.C., fue a comprar víveres: manzanas, papas, rosquillas, hojuelas de maíz, macarrones, melocotones en conserva, picadillo de pavo y otros artículos, y descubrió lo que aquellos con ingresos limitados saben bien: Incluso los productos básicos cuestan un poco más a las familias de lo que permiten los beneficios de los cupones para alimentos.

«Alimentarse es importante, pero es en verdad un aspecto económico,» dijo Jordan, que ha estado trabajando en el Grocery Gap Project [1] con Solid Ground, una organización sin fines de lucro en Seattle. «Las personas nos comentaban: ‘Si no puedo pagar una dieta nutritiva, no la compro’… Si las personas sencillamente no pueden pagarla, ¿cómo repercute eso en su salud?»

El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos emite cupones para alimentos para medio millón de personas en este estado, y 26 millones en todo el país, que pone precio a artículos en su Plan de Alimentos Económicos: una canasta básica que suministra una dieta nutritiva a un bajo costo. Los beneficios cambian todos los meses según se comporte la inflación.

Jordan encuestó a nueve establecimientos minoristas en Queen Anne y diez en Rainier Valley para saber si se puede encontrar y comprar comida para una semana siguiendo ese Plan de Alimentos Económicos con $121,30 a la semana: máximo beneficio que podría recibir una familia de cuatro personas dos niños en edad escolar.

Como promedio, los víveres en Queen Anne para una semana cuestan $1,97 más que la media nacional, en tanto que en Rainier Valley cuestan 29 centavos más.

Según Jordan, las personas que no reciben el máximo de los beneficios de los cupones de alimentos no pueden darse el lujo de alimentarse de manera saludable en Seattle. Una familia de cuatro personas podría recibir un beneficio máximo mensual de $525,60 en cupones para alimentos, pero la realidad es que la mayoría no los recibe, continuó diciendo. El año pasado, el beneficio promedio para artículos del hogar fue de $183,38 mensuales en Washington, cifra menor a la media nacional de $213,91.

Afirma Jordan que la prestación del Plan de Alimentos Económicos está basada en un «criterio poco realista» y que no toma en consideración las diferencias regionales en los costos de los alimentos.

Su estudio arrojó además que existían más artículos de la canasta básica en los estantes de Queen Anne que en Rainier Valley y que tiendas, que no pertenecen a una cadena, como Viet Wah y Trader Joe’s ofrecían una mayor variedad de alimentos saludables a precios más bajos que los supermercados más importantes.

Bobbie Cook, de 64 años, residente de Rainier Valley, trata de ajustarse a su presupuesto, pero nota que debe modificarlo con frecuencia. Cuando es posible, compra alimentos nutritivos, pero la mayoría de las veces son más caros.

«Tengo que comprar lo mejor que encuentre sin derrochar,» dijo. «Hay que ser en extremo cuidadoso y estar informado cuando se compra alimentos.»

Cook gasta unos $45 a la semana en víveres y su única fuente de ingresos son los beneficios por discapacidad.

«Puede que no sean los más saludables, pero podría comerse alimentos saludables si se comprara como debe ser.»

Al ser diabética, Becky Mustoe sabe que debería tener una dieta alta en fibra y baja en grasas, además, consumir frutas y vegetales y balancear los carbohidratos. Pero no siempre puede hacerlo por tener un presupuesto limitado, afirmó.

«Debería consumir poca sal, pero la mayoría de los productos que compro tienen alto contenido de sal. Pero hay que hacer lo que se puede con el precio y la disponibilidad,» añadió Mustoe, de 58 años, quien recibe unos $50 mensuales en cupones para alimentos y cuya única fuente de ingresos son los beneficios de discapacidad.

Mustoe se abastece cuando hay rebajas, compra a granel y por lo general evita artículos de marcas reconocidas. Según ella, las tiendas Safeway tienen precios muy altos, así que compra en las tiendas Saars Grocery o Grocery Outlet, cuando logra llegar hasta allá, y se abastece de alimentos enlatados que busca dos veces al mes del banco de alimentos donados.

«Muchos adultos mayores y personas de bajos ingresos y/o discapacitados terminan consumiendo alimentos que no tienen la calidad óptima,» afirmó. «Considero que alimentos orgánicos y muy frescos o congelados serían lo ideal para mí, pero debo hacer concesiones por causa del dinero.»

Adam Drewnowski expresa que con frecuencia el aspecto económico queda fuera de la ecuación cuando se habla de alimentarse de forma saludable.

«Cuando analizamos los alimentos nutritivos que nos dicen debemos comer nos damos cuenta de que cuestan una fortuna,» asegura Drewnowski, director del Center for Public Health Nutrition (centro de salud relacionado con la nutrición) de la Universidad de Washington. «Es impresionante cómo los alimentos nutritivos se han convertido en un lujo y son cada vez menos accesibles para un número cada vez mayor de personas.»

Es más barato consumir alimentos con muchas calorías ricos en fécula, azúcar y grasas que consumir carnes magras, pescado y productos frescos, opinó.

Un estudio del Boston Medical Center (centro médico de Boston) en 2005 mostró que el Plan de Alimentos Económico cuesta $27 más por mes en Boston que la media nacional.

Pero no todo apunta a que el Plan de Alimentos Económicos no se ajusta a la realidad. Investigadores del Departamento de Agricultura encuestaron 34 establecimientos minoristas de la capital de los Estados Unidos en el año 2000 y descubrieron que el Plan tenía un promedio de $3,19 menos que el beneficio semanal estimado. Además, una mujer perteneciente al grupo de las Blogging Mom (madres que publican artículos en un blog en Internet) y autotitulada obsesa de la política trató de alimentarse un mes siguiendo el Plan de Alimentos Económicos y haciendo uso del máximo de beneficios y terminó con $50 por debajo del límite mensual.

«En general, considero que es razonable y no consume mucho tiempo,» aseguró Mark Lino, economista del Centro para la Promoción y Normas de la Nutrición del Departamento de agricultura de los Estados Unidos que ayudó a realizar el estudio en Washington D.C. «Cuando uno compra siguiendo el Plan de Alimentos Económicos, es necesario ser compradores más habilidosos: comprar a granel, usar los cupones cuando los tenemos, comprar alimentos que no sean de marca. Hay que utilizar las habilidades para comprar.»

Aún así, el Departamento de Agricultura tiene programado modificar el Plan de Alimentos Económicos en los próximos meses.

Algunos investigadores, como Diego Rose, profesor de la Universidad de Tulane, sostienen que el plan del Departamento de Agricultura no toma en cuenta el tiempo que demoran las familias que trabajan en preparar los alimentos.

Lino no está de acuerdo. «Es cierto que cocinar requiere de tiempo, pero no es necesario estar dos horas frente al fogón.»

Carol Tinkham es más cuidadosa al comprar desde que la despidieron de su trabajo el verano pasado. Sus hábitos de compra y alimentarios han cambiado y se da cuenta de que ha subido de peso.

«Al tener un fondo establecido, no puedo alimentarme como antes,» refirió. «No puedo darme el lujo de comprar todo lo bueno que compraba antes, como las carnes magras.»

Anteriormente, compraba uvas, ciruelas y manzanas cosechadas en el área cuando era la temporada, pero raramente puede comprar un pimiento rojo por el precio de $1 o $2 la unidad. En la actualidad, acostumbra a comprar cenas congeladas cuando están en rebaja de diez por $10.

«Normalmente, no las compraría, pero eso es lo que puedo pagar,» confesó.

En vez de comprar carnes magras, opta por hamburguesas baratas. Sabe que la mantequilla es mejor que la margarina, pero la última es más barata.

«Sólo tienes que ver bien lo que compras,» añadió.

 
Nota
[1] Estudio piloto que trata de identificar la disponibilidad, calidad y diferenciación de precios en los alimentos saludables en comunidades de personas negras con bajos ingresos.
 
 
Para contactar al periodista Phuong Cat Le se le puede escribir a: [email protected].
 
Elier Martínez es miembro de Cubadebate y Rebelión. Esta traducción se puede reproducir libremente con fines no comerciales, a condición de mencionar al autor, al traductor y la fuente.