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Los provocadores bolcheviques de Cáritas

Fuentes: Rebelión

«Creo que el capitalismo es intrínsecamente malo: porque es el egoísmo socialmente institucionalizado, la idolatría pública del lucro, el reconocimiento oficial de la explotación del hombre, la esclavitud de muchos al yugo del interés y la prosperidad de los pocos. Una cosa he entendido claramente con la vida: las derechas son reaccionarias por naturaleza, fanáticamente […]

«Creo que el capitalismo es intrínsecamente malo: porque es el egoísmo socialmente institucionalizado, la idolatría pública del lucro, el reconocimiento oficial de la explotación del hombre, la esclavitud de muchos al yugo del interés y la prosperidad de los pocos. Una cosa he entendido claramente con la vida: las derechas son reaccionarias por naturaleza, fanáticamente inmovilistas cuando se trata de salvaguardar el propio tajo, solidariamente interesadas en aquel Orden que es el bien… de la minoría de siempre»

(Pedro Casaldáliga, Obispo Emérito de São Félix do Araguaia – Brasil)

 

Pronto les verán desfilar por Semana Santa. Tal vez ya estén ensayando sus muecas de devoción, sus sonrisas beatíficas, sus fervorosas persignaciones. Las medallas y cruces, ya abrillantadas para el lucimiento público de su alma piadosa. Este collar, ¿será demasiado ostentoso, hará reflejo con las fotos? El rosario, ¿de lapislázuli o mejor el de ónice? Tres monedas dispuestas: la del pobre a la entrada, la del cepillo, la del pobre a la salida. Algunas incluso se pondrán peineta y mantilla: tal vez tengan mucho pecado que expurgar.

Son nuestros gobernantes, nuestros políticos. Aprendieron en casa a utilizar la fe del pueblo para obtener rentabilidad electoral, y lo hacen con gran mimo, desde el mismo juramento de su cargo. Sin embargo, tal vez por su admirable constancia en esta exhibición de devoción cristiana, de vez en cuando incluso ellos se toman una licencia, y se permiten condenar sin reparos a aquellas instituciones de la Iglesia que se escapen a su control. Estoy hablando de la reacción de Cristóbal Montoro contra Cáritas Española y la Fundación Foessa, después de que éstos presentaran el Informe «Análisis y Perspectivas» de este año, que se centra en la Precariedad y la Cohesión Social.

Dicho informe muestra que España es uno de los países donde la renta se reparte de manera más desigual, y que hemos alcanzado los primeros puestos del ranking europeo en cualquier clasificación de indicadores de pobreza. La pobreza infantil, la más vergonzosa que puede existir en cualquier sociedad, ya es la segunda más alta de Europa, sólo por detrás de Rumanía. Sólo en el último trimestre, los hogares sin ningún tipo de ingreso se han duplicado, rozando ya los 700.000. Las personas que el informe califica con «integración plena» somos por primera vez en años minoría, y el espacio social de la exclusión social supera ya el 25%, de los que 5 millones de personas se encuentran ya en exclusión severa. El Informe arroja además una conclusión de notables consecuencias políticas: los recortes en derechos sociales son uno de los problemas principales de nuestro país, y una de las causas elementales por las que crecen la exclusión social y las diferencias sociales en España. Un ejemplo del informe, la mitad de lo que gasta en el «rescate de las Autopistas» bastaría para rescatar a los 700.000 hogares sin ingresos.

Esa conclusión política (no la pobreza) es la que ha indignado al Ministro Montoro, quien afirma que el informe «no se ajusta a la realidad» y pide a Cáritas que no «provoque» debates en este sentido. Incluso el ABC reproduce la noticia, aunque, eso sí, no en su totalidad. Si nos detenemos a contemplar la intervención completa de Montoro veremos una acusación más indicativa. Según nuestro Ministro, estos «informes «sistemáticos» mezclan conceptos erróneos, ya que «esto de que la pobreza en España se erradica con un poco más de presupuesto público está bien para las sociedades, en fin, centralizadas, de planificación central». Hablando en plata: según Cristóbal Montoro las recomendaciones de Cáritas son las propias de una economía comunista.

Vistas las cuantiosas cantidades de dinero público invertidas en salvar bancos o financiar la deuda ilegítima causada por los mismos, cabría preguntarnos si las llamadas sociedades capitalistas o «de libre mercado» son acaso algo distinto a una economía de planificación central, pero a favor de los de arriba. Pero eso será objeto de otra columna. Lo que capta mi atención ahora, y nos permite intuir algo del manual de estilo del PP, es la sistemática utilización del «enemigo comunista» en cada una de las intervenciones públicas gubernamentales para descalificar a cualquier crítica. Que dicho manual se haya aplicado a un informe de Cáritas muestra dos cosas: que nuestros gobernantes están dispuestos a practicar la defensa extrema del capitalismo hasta el paroxismo, y que cualquier atisbo de crítica social será criminalizada sin ningún reparo. Llamaron batasunos a las Plataformas de Afectados por la Hipoteca, nazis a las Marchas de la Dignidad del 22M y ahora bolcheviques a los de Cáritas.

Mientras tanto, después de quedarse tan a gusto, nuestros gobernantes volverán a lucir su devoción la próxima Semana Santa. El Jueves Santo, cuando escuchen la lectura del Éxodo, ¿les recordará a los manifestantes desalojados por los UIP el 22 de Marzo mientras escuchaban el Coro de los Esclavos Hebreos de Verdi? Escuchando la escena del lavatorio de pies, ¿no sentirán vergüenza por los niños que no pueden lavarse con agua caliente? Recordando el beso de Judas, ¿no habrá un ápice de autoconsciencia de su propia hipocresía?

Es harto probable que no. Pero tampoco dejemos pasar que la pataleta de Montoro no sólo una manipulación, sino que también refleja una verdad: bajo el capitalismo el cumplimiento de los derechos humanos que reclama Cáritas no es posible. Ha llegado la hora de plantearse otras opciones de sociedad. Y empieza a ser urgente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.