Entrevista a la investigadora cubana María del Carmen Ariet, a propósito de la publicación del libro Retos de la transición socialista en Cuba (1961-1965), editado por Ocean Sur en asociación con el Centro de Estudios Che Guevara
    «Siempre visualizo  al Che como un adelantado, luchando contra el dogmatismo y el quietismo, en un  proceso revolucionario como el cubano que había alcanzado su poder precisamente  por medio de decisiones radicales, con un proyecto autóctono muy nuestro y  expresión de lo más avanzado en el largo camino por el que tuvimos que transitar  para obtener nuestra soberanía», expresa en esta entrevista la doctora en  Ciencias Históricas e investigadora cubana María del Carmen Ariet, coordinadora  científica del Centro de Estudios Che Guevara. 
 
Conocida  mundialmente por ser quien organizó y ejecutó la investigación socio-histórica  que finalizó con el hallazgo, en 1997, de los restos del Che y de sus compañeros  de la guerrilla en Bolivia, Ariet expone el alcance continental de las ideas  guevarianas: «Muchas de sus posiciones y acciones llevadas a cabo dentro de la  realidad cubana se convirtieron en tácticas y estrategias pensadas también para  que sirvieran de experiencias a procesos revolucionarios futuros y con similares  características al nuestro». 
 
Ariet demuestra que en el pensamiento  del Che se encuentran las claves de ese mundo, mejor y posible, al que tantos  aspiramos: «No nos damos cuenta de que el tiempo se nos agota y que se hace  necesario y casi urgente abogar por un cambio de correlación de fuerzas en el  planeta que permita una organización más humanizada del acceso a los recursos de  manera igualitaria, unas relaciones económicas más flexibles y abiertas entre  las principales regiones del mundo y la creación de instituciones políticas que  representen los intereses sociales a escala mundial». 
 
María del  Carmen Ariet es autora y de los libros Pensamiento político de Ernesto Che  Guevara, Pensamiento del Che y Lecturas y reflexiones sobre el  Che. Ha compilado y prologado libros como Justicia  Global; América Latina, despertar  de un continente; Punta del Este;  Che Guevara  presente; Apuntes  críticos a la economía política; El  socialismo y el hombre en Cuba; Notas de viaje y  Otra vez,  muchos de ellos ediciones del Proyecto editorial Che Guevara, desarrollado por  el Centro de Estudios Che Guevara y las editoriales Ocean Press y Ocean Sur.  
 
Reconocida como una de las personas más conocedoras de la vida y  la obra de Ernesto Che Guevara en el mundo, la investigadora accedió amablemente  a conversar sobre el libro Retos  de la transición socialista en Cuba (1961-1965), antología que reúne  los conceptos esenciales del pensamiento guevariano sobre la construcción del  socialismo en Cuba a través de discursos y escritos del Che, ordenados  cronológicamente. Estas reflexiones que emanan del debate, la polémica y su  «asombrosa» proyección de futuro, resultan fundamentales no solo para  comprender, sino para emprender los nuevos caminos de transformación social que,  aunque sustentados en un auténtico pensamiento socialista y marxista, tienen el  reto de no excluir lo autóctono de cada proceso, cada lugar, cada cultura.  
 
En estos tiempos, una antología que exponga tales retos se  convierte en un valioso documento histórico, en una mirada crítica al presente y  una formidable luz hacia un futuro por el que se lucha más que nunca en  Latinoamérica. De estos y otros temas conversamos con María del Carmen Ariet.  
 
¿Qué importancia le concede al hecho de que, precisamente  en estos tiempos de cambio en América Latina, aparezca un libro como Retos  de la transición socialista en Cuba (1961-1965), que contiene el núcleo de  lo que fuera para el Che el socialismo en Cuba? 
 
-En estos  tiempos, después de años inciertos, de retrocesos y de nuevas búsquedas en los  movimientos revolucionarios y sociales, se percibe como una necesidad casi  obligada de que todas esas fuerzas de avanzada reconstruyan las nuevas  alternativas de poder bajo una mirada escrutadora del legado histórico dejado  por procesos que, como el cubano, apostaron por una transformación radical y  consecuente de sus estructuras de dominación, signada por el socialismo y  enfrentada a un agresivo poder hegemónico imperialista. 
 
«Esas  pudieran ser razones suficientes para conocer una experiencia histórica,  revolucionaria y transgresora, que por sus particularidades y dinámica propia  consiguió ser referente casi obligado de los movimientos de liberación que desde  las regiones más atrasadas del mundo se plantearon alcanzar sociedades más  humanas y dignas. Sin embargo, existen razones más abarcadoras que no se ciñen a  las enunciadas y que tienen que ver con la validez y la necesidad del  surgimiento de nuevos proyectos de cambio que, como Cuba, se planteen como  alternativa la vía socialista como parte de un nuevo orden mundial, conscientes  de los errores y dificultades por los que transitó el denominado «socialismo  real», pero por encima de todo ello sabedores de que solo mediante una acertada  transición socialista, sin calco ni copia -como pedía Carlos Mariátegui-, se  podrá enfrentar un poder omnímodo como el actual, capaz de hacer desaparecer al  mundo con tal de no perder su poderío. 
 
«Pensemos brevemente en las  dimensiones por las que transitó el Che en su carácter de actor revolucionario y  de pensador, y se verá con claridad su trascendencia al dejar sentado un  análisis crítico del imperialismo y el capitalismo con un involucramiento  activo, sumado a sus reflexiones en torno a la transición socialista. Son, a no  dudar, principios activos en la política revolucionaria contemporánea que nos  permiten plantearnos múltiples estrategias y tácticas, aun cuando él era  consciente de las variaciones históricas y de la contextualización de  determinadas posiciones y acciones que debió asumir en su tiempo.  
 
«En el plano particular, ajustándonos al contenido del libro, y  teniendo en cuenta lo expresado anteriormente, aunque su estructura se diseñó  con el objetivo de ordenar el cuerpo teórico y práctico de lo expuesto por el  Che en años tan decisivos de la transición socialista en Cuba (1961-1965), es  importante remarcar que su sólida formación teórica y política, su dedicación y  entrega al proyecto revolucionario cubano, y su experiencia adquirida como  dirigente de la Revolución cubana en sus vínculos con los países socialistas,  los partidos comunistas del mundo y con los dirigentes de los principales  movimientos de liberación de su época, se conjugan para entregarnos un legado  que representa un nexo obligado para los futuros cambios que debían producirse  en el mundo». 
 
«MAYÚSCULA  AMÉRICA»
 
«Siempre he pensado que su pensamiento y su obra  miraban hacia el futuro con la experiencia del presente sin ataduras ni dogmas,  con el espíritu puesto en un quehacer mayor, en el que participaría lo más  avanzado de la humanidad toda y, sin lugar a dudas, en ese espacio América  Latina ocupaba un lugar preponderante en sus aspiraciones de alcanzar un  verdadero proyecto de cambio en el continente. 
 
«En el caso de  Latinoamérica, si alguien estaba preparado para percibir un futuro de cambios  era el Che, porque demostró su sentido de pertenencia desde que en épocas  tempranas de su juventud fue atrapado por esa «Mayúscula América», de la que  nunca quiso salir por voluntad propia, y a la que le entregó lo mejor de sí. Es  cierto que sus tesis más avanzadas apuntaban hacia la unidad tricontinental y de  lucha global, pero nunca dejó de ser un actor principal en la región al  vislumbrar una América integrada, apta para enfrentar las transformaciones a  partir de los procesos revolucionarios que necesariamente se debían asumir como  parte de los caminos de la lucha contra el poder del capital, basados en el  surgimiento de un nuevo hombre, donde primara la solidaridad y la justicia  social como base de la plena emancipación humana, lo que renueva el contenido  moral en la política. 
 
«Esos enunciados por sí solos hablan  permanentemente y para todos los tiempos de la herencia dejada por el Che y que  estamos en la obligación ética de conocer y estudiar no solo como punto de  partida, sino como ejes y principios que mantienen un valor per se en  los nuevos espacios de poder y en los que surgirán sin dudas de ningún tipo,  porque no se puede perder de vista que la perspectiva revolucionaria del Che se  sitúa en la lucha de todos y entre todos por cambiar el mundo».  
 
A su criterio, ¿dónde radica la validez del pensamiento  del Che sobre la transición socialista para la realidad cubana  actual?
 
-El «asombro» ante la vigencia de los «llamados»  del Che sobre la transición socialista se debe esencialmente a que existe, en  general, un desconocimiento de su papel en Cuba sobre el difícil reto que  significó asumir el socialismo, la multiplicidad de sus responsabilidades y el  tremendo esfuerzo que realizó para teorizar sobre muchos de los problemas que  existían y se debatían en torno a los modos y maneras de cómo realizar la  construcción socialista. 
 
«A ello habría que sumarle elementos  vitales para entender la magnitud de la empresa, porque muchas de sus posiciones  y acciones llevadas a cabo dentro de la realidad cubana se convirtieron en su  caso en tácticas y estrategias diseñadas no solo para la realidad de nuestro  país, sino que fueron pensadas también para que sirvieran de experiencias a  procesos revolucionarios futuros y con similares características al nuestro, si  se tiene en cuenta además los problemas que desde esa época se manifestaban en  los países socialistas y que con tanta exactitud pronosticó, muy a su pesar.  
 
«Como podrás darte cuenta, estamos hablando de una suma de  factores en extremo complejos, que por sí solos generaban y motivaban la  polémica y el debate, porque se ubicaban no solo en cómo ejecutar, sino en cómo  repensar el socialismo en un contexto específico, lo que constituía para muchos  una osadía y peor una herejía, olvidándose, como ha afirmado Alfredo Guevara,  del carácter revolucionario del hereje. 
 
«Siempre visualizo al Che  en esa época como un adelantado, luchando contra el dogmatismo y el quietismo,  en un proceso revolucionario como el cubano que había alcanzado su poder  precisamente por medio de decisiones radicales, con un proyecto autóctono muy  nuestro, expresión de lo más avanzado en el largo camino por el que tuvimos que  transitar para obtener nuestra soberanía. 
 
«En ese proyecto,  pensado y defendido por nuestra vanguardia revolucionaria, encabezada por Fidel  y su liderazgo indiscutible, el Che fue un factor relevante porque llega a  nosotros después de transitar y conocer profundamente la realidad lacerante de  nuestro continente y de haberse decidido por el camino de la revolución, ya para  esa época con un apellido: socialista. Con eso quiero indicar que nadie más  preparado que el Che para impulsar un proyecto tan radical como el cubano,  apoyado además en su preparación teórica marcada por la filosofía y en  particular por el marxismo y su filosofía de la praxis, componentes que  constituirían la columna vertebral de su pensamiento y acción.  
 
«Aunque expuesto a grandes rasgos, lo anterior es en extremo  importante para convertir el reto de la transición en un reto de cada uno de  nosotros por conocer y entender el verdadero legado del Che acerca de la  transición socialista y por qué fue el centro de sus ideas y posiciones más  preclaras. 
 
«Afirmaciones como el marxismo creador del Che y dentro  de ello el papel central que tenía que desempeñar el hombre, juzgadas como una  de sus mayores contribuciones, se adentran precisamente en el plano de cómo y de  qué forma se debía enfrentar una revolución socialista, convencido de que no se  produce mecánicamente, sino que como premisa esencial debe ser construida por  medio de la actividad humana y donde la transformación de la conciencia es parte  inseparable del proceso, aspectos que a su juicio se habían relegado no solo de  la terminología marxista imperante en los países socialistas y su consiguiente  vulgarización de categorías teórico-políticas -olvidándose de premisas  esenciales desarrolladas por Marx-, sino además por su comportamiento e  involución que provocaron la crisis y la restauración paulatina del capitalismo.  
 
«Esto explica por qué para el Che la transición no podía verse  como un esquema lineal, tenía necesariamente que transitar hacia un cambio total  y abarcador de todas las dimensiones de la existencia humana y su base no podía  apoyarse restrictivamente en una socialización económica, sino que tenía que  concebirse en su sentido sociológico y político como un proceso simultáneo».  
 
RETOS PARA TODO PROCESO NUEVO
 
«Si  analizamos detenidamente los discursos y escritos seleccionados en el libro que  presentamos, más allá de contextos específicos y hechos puntuales que no  alcanzaron un desarrollo sistemático, en todos se percibe la esencia de sus  posiciones conceptuales y prácticas en un esfuerzo extraordinario por dejar una  síntesis teórica de las cuestiones cruciales de la transición referidas a Cuba,  marcadas por la acción humana como el centro y en la que se inserta la  conciencia, la organización disciplinada y la claridad ideológica como lo  verdadero y auténticamente transformador y revolucionario, encaminado a un  proceso de emancipación de los individuos válido para cualquier movimiento  socialista a escala mundial, pero sin perder su carácter nacional, más allá del  internacionalismo y la solidaridad política y sobre todo con la advertencia de  que cada proceso debe asumirse a partir de sus realidades y de la decisión  colectiva para encontrar sus vías: recuerden su prevención de que no todo había  que copiarlo ni era válido y que se debían encontrar las especificidades  propias. 
 
«Aun cuando el tiempo no le alcanzó para sistematizar su  pensamiento por la urgencia de la lucha, el hecho de dejar esclarecidas ideas y  acciones emanadas de la práctica cotidiana, nos acerca a un modelo propio de  socialismo a alcanzar y que abarca un proyecto de nación que debe construir un  nuevo ser humano con una nueva ética, afianzada en una educación masiva del  pueblo capaz de generar un proyecto de consenso libertario con la intervención  consciente de las masas en contra del autoritarismo, de la burocracia y las  brechas que pudieran abrirse entre la dirigencia y el pueblo, poniendo en riesgo  el proyecto. 
 
«Por eso no faltan las definiciones esclarecedoras  sobre el socialismo, ahí está su fórmula de producción más conciencia, que  apunta a hacernos entender que el socialismo tiene que demostrar su  superioridad, pero nunca con herramientas melladas del capitalismo, hay que  producir no solo para entregar bienes materiales al pueblo, cuestión de hecho  vital, pero hay que insistir en su esencia consciente donde el hombre sea capaz  de entregar lo mejor de sí, como la obligación moral que nos corresponde a cada  uno como deber social. No debemos olvidarnos cuando nos advierte que el hombre  debe transformarse conjuntamente con la producción, porque de nada nos vale que  fuéramos productores de artículos y no fuéramos a la vez productores de hombre.  
 
«Si esos ejes son analizados bajo el prisma de la realidad cubana  actual, después de cincuenta años de revolución, tamizados por nuestros propios  problemas y errores internos, así como la traslación de los de carácter externo  copiados del llamado modelo soviético, sin lugar a dudas sorprende la exigencia  y el rigor del ejemplo y las enseñanzas dejadas personalmente por el Che para  transitar por una sociedad heredera de una conciencia del pasado muy difícil de  destruir, pero que se puede transformar si entre todos luchamos por alcanzar una  plena democracia participativa, conscientes de nuestras responsabilidades y  deberes mediante la disciplina y la autoridad que emana de una dirección que se  involucra en el trabajo y la vida cotidiana y que enseña dando ejemplo, no por  decreto o mandato, con una organización del trabajo como base de la  productividad, requisito indispensable para el desarrollo económico del futuro y  para desterrar el capitalismo. 
 
«Por supuesto, en su actuar está  presente una práctica ética que marcó su influencia política no a partir del  engrandecimiento individual, sino por su concepto de la ética de la política que  lo condujeron, en el plano interno, a enfrentar críticamente a la burocracia, al  sindicalismo y a todo el pensamiento sectario, a defender a un partido capaz de  ejercer funciones en lo interno y en lo externo, al conjugar la acción política  y su acción educativa para obtener un nivel más alto de cultura general para sus  cuadros en su funcionamiento democrático y participativo con el objetivo de  eliminar la corrupción, la doble moral, la economía burocrática y no socializada  y la demagogia. 
 
«Es cierto que llegar a alcanzar todo esto no ha  sido ni es tarea fácil, cuesta años de sacrificio y trabajo, de avances y  retrocesos, de incomprensiones y dudas, pero aunque yo no lo alcance a ver  recuerdo al Che cuando miraba hacia ese futuro y nos expresaba que alguna señal  queda de lo que hicimos «en ese bello edificio que estamos empezando a  construir» y que esa es la recompensa de un verdadero revolucionario.  
 
«Siguen siendo retos para todo proceso nuevo que surja al estar  obligados a barrer con un pasado donde la dominación imperial y las relaciones  de clase permanecen en el centro de las disputas políticas. Concebir una  estrategia de lucha integral, la conquista del poder político, la hegemonía del  poder apoyada en un amplio consenso y la creación de una sociedad nueva son  problemas difíciles y no existen recetas para solucionarlos, pero hay  experiencias que indican la importancia de la ética en el socialismo y la  formación de hombres que asumen los nuevos proyectos, porque sin socialistas no  puede haber socialismo». 
 
¿Cree usted que se asumen el  pensamiento y la ética del Che en el actual mundo individualista y enajenado en  que se vive?
 
-Creo que la enumeración última puede  ayudarnos a entender por qué en un mundo enajenado, consumista y en crisis,  muchas banderas se enarbolen con la imagen del Che como el símbolo tangible de  la rebeldía. Pudiera pensarse que muchos lo asumen por agotamiento y lógica,  ávidos de asirse a algo que los aleje del abismo en que se encuentran  prisioneros de un sistema que cada día en su devenir profundiza las  desigualdades e impide la capacidad de los pueblos y naciones para actuar y  poder construir un proyecto social alternativo y anticapitalista.  
 
«¿Se podrá transitar por ese proceso?, ¿se podrá luchar  conscientemente contra la explotación económica y la dominación política y  cultural? Son preguntas que desesperanzadoramente muchos no se hacen o quizás no  se hacían, porque los tiempos de crisis nos catapultan a posiciones impensadas.  De pronto ese poder omnímodo que emana de los centros de poder del capitalismo  actual y que definen el marco en que opera la ley del valor que rige en el  mundo, se nos presenta como el eje del mal que nos anula y limita en nuestros  espacios naturales, imponiendo una jerarquía más desigual que ninguna otra por  las que se ha transitado. 
 
«¿Podemos, queremos y es posible  construir un proyecto alternativo y humanista, socialista por demás, a pesar de  los errores y dificultades por las que transitaron experiencias anteriores? La  pregunta muchas veces se diluye, no se enfrenta o se pasa por alto, y no nos  damos cuenta que el tiempo se nos agota y que se hace necesario y casi urgente  abogar por un cambio de correlación de fuerzas en el planeta que permita una  organización más humanizada del acceso a los recursos de manera igualitaria,  relaciones económicas más flexibles y abiertas entre las principales regiones  del mundo y la creación de instituciones políticas que representen los intereses  sociales a escala mundial. 
 
«Aunque también parezca asombroso,  todos esos indicadores fueron expuestos y analizados por el Che en tribunas  internacionales en esos años decisivos de los sesenta y pasados por alto -al no  avenirse a los intereses y estrategias de los que estaban en el deber de  sustentarlos-, sin embargo todo nuevo proyecto está en la obligación de  reconstruir los valores universales desvirtuados por el capitalismo e intentar  modelar una política de desarrollo que responda a las necesidades de la mayoría,  contra la discriminación, contra las desigualdades y la dependencia de las  naciones, que luche por frenar el deterioro del planeta, por acabar con la  explotación económica, la opresión política y la dominación cultural mediante la  socialización del saber y que su razón de ser y su fin último sea crear un  hombre nuevo más avanzado y mejor, capaz de luchar por la igualdad, la justicia  social, la dignidad humana y la defensa de sus derechos. Ahí está, con una total  validez, su ensayo mayor El socialismo y el hombre en Cuba, síntesis  preclara de lo que afirmamos y que cumplirá cuarenta y cinco años de haberse  publicado en marzo del próximo año, al que estamos comprometidos a volver una y  otra vez y a divulgarlo y estudiarlo en fecha tan especial. 
 
«Sin  dudas, el compromiso es de todos sin distinción, porque estamos frente a una  disyuntiva impostergable. En particular a «las izquierdas» les corresponde  interrogarse a sí mismas, buscar espacios perdidos, avanzar y unirse a la  resistencia que se levanta y enfrenta el pensamiento único. Yo estoy convencida,  aunque parezcan adversos los tiempos, de que el Che y todos los que han  contribuido con su pensamiento y acción a marcarnos los caminos de la lucha por  la emancipación de la humanidad, mantienen su validez en los cambios que  obligatoriamente se vislumbran y no solo en los por venir, ahí están los países  del ALBA y sus presidentes dando un ejemplo de dignidad y soberanía y de plena  continuidad con el legado histórico de Bolívar, Martí, el Che y Fidel».  
 
En un entorno mundial donde la información se monopoliza  por los grandes centros de poder y son difíciles las iniciativas  contrahegemónicas, ¿cómo valora el Proyecto Editorial Che Guevara?  
 
-Si asumimos el contenido de las afirmaciones anteriores, creo hoy  más que nunca en un proyecto editorial como el que desde el Centro de Estudios  Che Guevara y la Editorial Ocean Sur se han propuesto desarrollar en torno a la  vida y la obra del Che. 
 
«Es real y asfixiante el poder de la  información monopolizada por los grandes centros de poder, pero también es  cierto que a pesar de las dificultades y limitaciones materiales, a partir de  los avances tecnológicos empleados también por nosotros -muy a su pesar-, se  están abriendo espacios alternativos que ganan en credibilidad y afianzan las  iniciativas contrahegemónicas basadas en un principio marxista y guevariano: la  transformación de la conciencia como precepto inseparable de los cambios  estructurales. 
 
«Es imprescindible asumir a Gramsci cuando  reafirmaba la necesidad de un cambio total que abarcara la política, la cultura,  las relaciones sociales, la ideología, entre otros factores sustanciales, como  concepción estratégica y revolucionaria de la lucha. Si no se lucha por su  obtención no alcanzaremos el poder hegemónico ni seremos capaces de construir  una nueva sociedad bajo los signos rectores de la filosofía de la praxis, y en  esa línea de pensamiento y acción el Che ocupa un espacio indiscutible que es  necesario divulgar para acabar con «los asombros», sin magnificarlo ni hacerlo  extraterrenal. 
 
«La obra del Che parte de los años de su formación  política con ejes temáticos y disciplinas insoslayables desarrolladas en su  etapa de madurez intelectual, esta última vinculada esencialmente a su actividad  práctica como dirigente de la Revolución cubana. Existe entre esas etapas una  continuidad teórica y aunque se realiza en un breve tiempo el resultado es muy  coherente, al irrumpir como un teórico de la revolución mediante una obra  dinámica que contiene una dialéctica del cambio y una concepción estratégica,  expresión cualitativa de su marxismo creador. 
 
«En ese espíritu  renovador y crítico es que se ha asumido el ordenamiento de su obra, avalado por  un proceso investigativo y de rescate de documentos inéditos invaluables, para  ofrecer un producto lo más acabado posible de su trayectoria revolucionaria y de  su pensamiento, que nos acerca actualmente a la edición de más de dieciséis  títulos, que abarcan desde la recuperación de la memoria histórica hasta los más  polémicos y sugerentes, en total consonancia con los tiempos actuales de fuertes  debates y definiciones necesarias».
Retos de la transición socialista en Cuba (1961-1965)
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