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Los tuertos en el mundo de los ciegos

Fuentes: Information Clearing House

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Hay un fenómeno interesante que podemos llamar «la confesión del político jubilado». No quiero decir todas esas memorias exageradamente promocionadas, escritas por escritores fantasmas para todo tipo de altos ex funcionarios de alto rango. Me refiero a declaraciones de importantes dirigentes políticos y burócratas, retirados o a punto de dejar vacantes sus puestos, que nos dicen en público lo que realmente debemos hacer. Por ejemplo, lo que hay que hacer para obtener la paz, o apuntando exactamente a los que obstruyen la paz. Esas declaraciones pueden ser chocantes en su honestidad, pero por raro que sea, nunca se hacen, y menos todavía se  ponen en práctica, mientras el proclamador de verdades se encuentra en una posición de poder. Nos llegan solo con la jubilación o poco antes de la jubilación.

Por ejemplo, tomemos al ex primer ministro israelí Ehud Olmert. Olmert fue primer ministro desde 2006 (en reemplazo de Ariel Sharon, que sufrió una apoplegía) hasta principios de 2009. Unos meses antes de dejar su puesto Olmert dijo al periódico Yediot Aharonot que, a fin de cuentas, Israel tendrá que devolver «casi toda» Cisjordania a los palestinos, incluido Jerusalén Este. No existe otra manera de lograr la paz con el mundo árabe, siguió diciendo, «la decisión que tendremos que tomar es negar lo que nos hemos estado negando a contemplar con los ojos abiertos durante 40 años… Ha llegado la hora de decir estas cosas. Ha llegado la hora de ponerlas sobre la mesa.» Por cierto «la hora» coincidió extrañamente con un período en el cual el primer ministro no podía pasar de su visión de la teoría a la práctica.

Ahora tenemos otro ejemplo de este extraño fenómeno. Esta vez de EE.UU. Según Jeffrey Goldberg, corresponsal nacional de la revista The Atlantic, el ex secretario de Defensa Robert Gates, «en una reunión del Comité de los Principales del Consejo Nacional de Seguridad realizada poco antes de su retiro en este verano [2011]» dio su opinión de experto de que el gobierno israelí no mostraba gratitud por la asistencia de EE.UU. Eso, a pesar de lo que el gobierno de Obama había hecho por Jerusalén: «acceso a armas de máxima calidad, ayuda en el desarrollo de sistemas de defensa de misiles, inteligencia compartida a alto nivel… EE.UU. no había recibido nada a cambio». Y además, a juicio de Gates el primer ministro Netanyahu está «poniendo en peligro a su país al negarse a encarar el creciente aislamiento de Israel…» Nadie en esa reunión de alto nivel estuvo en desacuerdo con este análisis.

Es agradable conocer el enojo públicamente revelado de Gates pero, como la epifanía de Olmert, significa poco en la práctica. Netanyahu ha sido grosero, artero y categóricamente desagradable hacia el presidente Obama en lo que en realidad fue una reedición de la conducta de Menachem Begin hacia Jimmy Carter a finales de los años setenta. El consejero nacional de seguridad de Carter, Zbigniew Brzezinski, aprendió a desconfiar de los dirigentes israelíes y más tarde, cuando ya no ocupaba su puesto, propugnó una línea cada vez más dura hacia Jerusalén. Por cierto, una vez sugirió un enfrentamiento militar con Israel si los dirigentes de ese país arriesgaban una guerra regional atacando instalaciones de desarrollo nuclear de Irán (sugirió que la Fuerza Aérea de EE.UU. derribara los aviones israelíes). Fue una sugerencia razonable en vista de lo que estaba en juego pero, claro está, se hizo cuando Brzezinski ya carecía de influencia.

Volviendo al artículo sobre la opinión negativa de Gates respecto a Netanyahu y su gobierno, Jeffrey Goldberg escribe que el ex secretario de Defensa realmente «articuló claramente lo que tanta gente en el gobierno parece creer». Bueno. ¿Entonces, qué están haciendo al respecto? Absolutamente nada. Todos esperarán hasta que ya no tengan posiciones de influencia para pronunciarse y desahogarse. La situación es repugnante. Y es repugnante porque tanto en EE.UU. como en Israel (y sin duda alguna también en muchos otros países) hay dirigentes y consejeros que saben lo que hay que hacer en Israel-Palestina para que el mundo sea más seguro y estable, y a pesar de ello mantienen su reserva y no hacen nada.

¿Por qué no hacen nada estos dirigentes en asuntos de tanta importancia? Hay dos razones interconectadas:

1. En su libro de 1972 Victims of Groupthink [Víctimas del pensamiento grupal] Irving L.Janis muestra cómo las élites políticas gobernantes crean decisiones auto-reforzadoras que forman círculos que los aíslan de un cuestionamiento serio. Es raro que alguien dentro de esos círculos «piense afuera de la caja». Sin embargo, resulta que la «caja» siempre tiene que poder acomodar las demandas e intereses de otros grupos cuyo dinero y poder apoyan la viabilidad política del «círculo». Es un sistema que debe producir frustración y sentido de impotencia entre (los pocos) funcionarios que pueden ver las cosas con, aunque sea un poco, más claridad que sus pares. A propósito, no solo es un problema de las elites políticas. Seguramente existe en la mayoría de las estructuras organizativas. Solo que cuando tiene que ver con el gobierno lo que está en juego es tanto más importante para todos nosotros.

2. Atrapados como están en un sistema de política de grupos nacionales de interés que dictan la suerte de sus diversos partidos políticos y sus propias carreras, los que sean capaces de sospechar un mundo afuera de la caja guardarán silencio. La estrecha suerte de partido y carrera vale aparentemente más que la paz mundial. Vale más que las vidas de millones de civiles y soldados condenados. Vale más que la justicia de las naciones y pueblos. Algunas de estas personas solo recobran el habla cuando se ven libres de este sistema debilitador. Pero para entonces todo lo que les queda son palabras impotentes. Es lo que vemos en la aparición retrasada de críticas racionales y de análisis de fuentes inesperadas como Olmert y Gates.

Conclusión

¿Con que frecuencia leemos sobre individuos y grupos que cuando ven un accidente o un crimen simplemente observan y no hacen nada? Esa gente no quiere «verse involucrada». Después, esa gente usualmente es muy tranquila y humilde. No quiere que sus vecinos sepan que solo observaron y no hicieron nada. Pero la posición de estos jubilados políticos que confiesan es bastante diferente. Ya están involucrados. Y ahora, a posteriori, esos tuertos en el mundo de los ciegos quieren que todos sepamos que han visto la luz. Maravilloso. ¡Ahora nos lo dicen!

Lawrence Davidson es profesor de historia en la Universidad West Chester, en Pensilvania, EE.UU. Su trabajo académico se concentra en la historia de las relaciones de EE.UU. con Medio Oriente. También da cursos en la historia de ciencia y de la historia intelectual moderna de Europa. http://www.tothepointanalyses.com/

Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article29105.htm

rCR