Tan denostada como esperada, la conferencia de Annapolis sobre la paz en Oriente Próximo tuvo lugar los días 26, 27 y 28 de noviembre en Maryland (Estados Unidos). A ella acudieron representantes de la Organización por la Liberación de Palestina (OLP)/Autoridad Nacional Palestina (ANP), el Gobierno de Israel, así como 44 países invitados, incluyendo a […]
Tan denostada como esperada, la conferencia de Annapolis sobre la paz en Oriente Próximo tuvo lugar los días 26, 27 y 28 de noviembre en Maryland (Estados Unidos). A ella acudieron representantes de la Organización por la Liberación de Palestina (OLP)/Autoridad Nacional Palestina (ANP), el Gobierno de Israel, así como 44 países invitados, incluyendo a 16 Estados árabes y la Liga Árabe, la Unión Europea y Naciones Unidas. El resultado: una declaración conjunta que merece algunos comentarios si la tomamos como un referente para la pacificación de Oriente Próximo.
En primer lugar, la declaración reafirma el compromiso de los actores implicados para llegar a una solución definitiva y a la voluntad de poner fin al derramamiento de sangre en la región. De cumplirse (esta cuestión estaba ya implícita en los Acuerdos de Oslo), podría ser una gran novedad, porque supondría el reconocimiento del Estado palestino y, por tanto, la creación de dos estados. En este sentido, se expresa la voluntad de alcanzar un acuerdo global que incluya todos los asuntos centrales de la región sin excepción. Sería la primera vez que se pudiesen tratar los temas de los refugiados, las fronteras y Jerusalén.
En segundo lugar, la declaración expone su compromiso contra el terrorismo y con una paz basada en negociaciones bilaterales, lo que situaría, desde la lógica de Israel y Estados Unidos, a la OLP y la ANP como socios contra una parte de su propia gente, considerada incorrectamente una organización terrorista y la gran ausente en la cumbre. Recuperar el bilateralismo como solución para la paz en la región es volver a una estrategia que no funcionó en el pasado, ignorar la iniciativa de la Liga Árabe que expresaba una solución multilateral y apostar realmente por el unilateralismo, ya que hasta el propio Jerusalem Post en su edición del 28 de noviembre señalaba que el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, tiene muy poco que ofrecer a Israel para alcanzar un acuerdo.
En tercer lugar, el punto de partida desde el que se inicia es la Hoja de Ruta que fracasó en 2003. Ésta exige el cese total de las hostilidades palestinas hacia Israel, algo que la ANP no puede garantizar en Gaza ya que está gobernada por Hamás, que ya ha declarado que no se siente obligada por la declaración. Además, se trata de una apuesta que no respeta el Derecho Internacional, se olvida de la ocupación de los Altos del Golán, no tiene en cuenta la desmilitarización de la región, ni tampoco el fin de la invasión en Iraq o la normalización de las relaciones entre Israel y sus vecinos árabes.
En cuarto lugar, la declaración indica que las conversaciones tendrán como árbitro únicamente a Estados Unidos, y no al Cuarteto formado por EE.UU, Unión Europea, ONU y Rusia. Con ello, la Comunidad internacional pierde la capacidad de actuar en el marco de las negociaciones y de interpretar los contenidos de la Hoja de Ruta, que quedará exclusivamente en manos de Estados Unidos.
La reunión de Annapolis ha abierto una puerta, pero ha cerrado otra a muchos ciudadanos de la región. Éstos, incluyendo muchos que padecen una situación de ocupación, violaciones de los Derechos Humanos y apartheid, tendrán la oportunidad de alzar su voz en Madrid, que durante los días 14, 15 y 16 de diciembre, acogerá el Foro por una Paz Justa en Oriente Próximo. Por primera vez en la historia de este proceso, los portavoces sobre Oriente Próximo no serán los gobiernos, sino los ciudadanos. Una sociedad civil cansada y olvidada que es, en última instancia, la que hará posible la paz. En Madrid, en Alcorcón concretamente, encontrarán un espacio abierto al diálogo, en el que podrán expresar sus criterios y soluciones para una paz justa, basada en sus derechos como seres humanos y como pueblos. Madrid, tal y como sucedió con la conferencia de paz de 1992 vuelve a convertirse en el auténtico referente internacional para la paz, porque para Madrid la paz es presente, pasado y futuro.
De esta manera, el proceso tomará un impulso ciudadano, imprescindible para llegar a acuerdos y avanzar en el proceso de pacificación de la región: está claro que la paz la firman los gobiernos, pero si no trasciende a la ciudadanía, se queda en papel mojado. Estos días en la prensa, junto a la foto de los apretones de manos de Annapolis, pudimos ver la foto de los ciudadanos de Cisjordania y Gaza protestando contra «otro acuerdo de paz» protagonizado por líderes en los que no confían y que tampoco les representan. Deben ser los ciudadanos los que decidan sobre su propio futuro, los que emitan su opinión para poder mostrar la brecha entre el discurso político y la situación real de los ciudadanos.
Pronto veremos los resultados tanto de la reunión de Annapolis como del Foro por una Paz Justa en Oriente Próximo en Madrid (www.foroporlapaz.org). El Foro de Madrid será el engranaje que haga pasar de un proceso liderado por dos líderes con poca legitimidad, a uno eminentemente ciudadano; de un enfoque que prima el bilateralismo a uno basado en una visión regional y multilateral, con todos los actores implicados; de un punto de partida asimétrico a tomar el Derecho Internacional y la Declaración de los Derechos Humanos como referencia. Bien mirado, parece que los ciudadanos tienen mucho que enseñar a los gobernantes. Esto es, a hacer la paz.
FIRMANTES:
Michel Warschawski, israelí, presidente del Centro de Información Alternativa
Mustafa Barghouthi, secretario general de la Iniciativa Nacional Palestina, diputado
Carlos Girbau, Portavoz del Foro por una Paz Justa en Oriente Próximo y Coordinador del Foro Social de Madrid
José Martín Moisés, Director de ACSUR- Las Segovias