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Bush reduce el gasto social

Menos mantequilla, más cañones

Fuentes: Rebelión

No es noticia para ninguno que el gobierno de Bush está constituido por capitanes de empresa, oligarcas y dirigentes de transnacionales, especialmente de grandes corporaciones petroleras. Por eso tampoco es insólito que en su segundo período de gobierno el estólido mandatario esté decidido a demoler las ventajas sociales alcanzadas por sus antecesores. En el nuevo […]

No es noticia para ninguno que el gobierno de Bush está constituido por capitanes de empresa, oligarcas y dirigentes de transnacionales, especialmente de grandes corporaciones petroleras. Por eso tampoco es insólito que en su segundo período de gobierno el estólido mandatario esté decidido a demoler las ventajas sociales alcanzadas por sus antecesores.

En el nuevo presupuesto que se está conformando en Washington, que regirá partir del 2006 por cuatro años, hay drásticas reducciones en los gastos destinados a la educación, el desarrollo científico, asistencia médica para veteranos y ayuda para la nutrición de madres de bajos ingresos y niños de familias infortunadas.

El auxilio médico a los veteranos será recortado en un 16%, (pese a la guerra en Irak), la educación en un 16%, la investigación científica perderá el 13% de sus actuales fondos, la ayuda nutricional perderá el 9% de sus recursos. Los programas de Seguridad Social y Medicare serán disminuidos en dos tercios de sus actuales requerimientos. La asistencia para nuevas viviendas mermará en tres billones de dólares.

Sin embargo, Bush aumentará los gastos militares en un 4.6% el próximo año y gradualmente serán estimulados hasta alcanzar 419 billones de dólares. Los gastos en «seguridad doméstica» o sea represión interna, vigilancia de sus ciudadanos, velado sometimiento y freno a las voces disidentes serán elevados en un 3%. Los programas espaciales de la NASA (o sea, espionaje mediante satélites) se incrementarán en un 1.3%.

Básicamente el gobierno de Bush pretende reducir el alcance de la autoridad del gobierno, disminuir impuestos y entregar la conducción nacional a la empresa privada. Según algunos analistas la meta suprema de Bush y su corte de brontosaurios consiste en devolver el orden doméstico de Estados Unidos a una etapa anterior al New Deal de Roosevelt.

Consideran que el país ideal era el que existía alrededor de 1900, cuando William McKinley era presidente. La prioridad de la propiedad privada, estiman, debe estar por encima de los intereses públicos, el individuo debe prevalecer sobre la comunidad. La hacienda particular debe estar libre de la escala fiscal progresiva que aumenta los impuestos a mayores ingresos. La percepción principal de estos teóricos es que la acción colectiva debe desvanecerse ante la iniciativa individual. Para lograr esos fines hay toda una campaña que tiende a desacreditar la llamada «decadente» cultura liberal.

Se han boicoteado los esfuerzos para vender medicamentos más baratos a los necesitados. Se han eliminado las trabas legales que impedían que grandes territorios vedados por la preservación ambiental sean sometidos a la explotación económica abriendo, por tanto, una brecha a la contaminación ambiental masiva. Se pretende desguarnecer de fondos al sistema de jubilaciones. Se intenta eliminar el impuesto a los dividendos que producen las inversiones en acciones en Bolsa de Valores. Existe una aspiración a devolver a las iglesias y la educación privada un papel determinante en la conformación de la vida social y para ello se estudia la concesión de subvenciones estatales. Tratan de aumentar el número de jueces conservadores en la carrera judicial y de incrementar los magistrados tradicionalistas en el Tribunal Supremo. No falta la intención de debilitar el movimiento obrero, desvalorizando sindicatos y disminuyendo su poder de convocatoria y de influencia política.

Olvida el clan Bush que todas estas políticas ya fueron implementadas y condujeron a la gran crisis nacional de los años veinte y a la depresión, el desempleo y la desconfianza en los valores nacionales que fueron superados con la política de beneficio social de Roosevelt.

La supremacía de la fe sobre la razón, de la tradición sobre la libre encuesta, de la jerarquía sobre la igualdad, del individualismo sobre los intereses colectivos, son algunos de los postulados que animan el pensamiento conservador. El derecho de una elite a la dirección social, a un encumbramiento, debido a quienes por su origen, fortuna o educación encarnan una capa superior de la nación, es una de las prerrogativas que reclaman para sí.

Mussolini solía decir que el fascismo es un hecho, más que una teoría. Para Hitler la historia del mundo estaba construida por minorías. Esos principios: el predominio de la acción, la arrogancia aristocrática y el desdén hacia los infortunados están en el corazón del fascismo, que heredó y desarrolló las premisas del pensamiento conservador. Son esas premisas las que rigen el gobierno de Bush en su programa conservador.

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