Daqqa enriqueció el campo de los estudios penitenciarios (en el que ahora se le considera una referencia) con novelas, artículos, cartas y dibujos que describen las realidades cotidianas de los presos palestinos en las cárceles sionistas.
Walid Daqqa (18 de julio de 1961—7 de abril de 2024), nacido en la ciudad ocupada de Baqa al-Gharbiyye, en el norte de Palestina, fue un líder revolucionario, pensador y prolífico escritor palestino que resistió contra el colonialismo de asentamiento de los colonos israelíes desde el interior de sus prisiones, donde libró encarnizadas batallas durante 38 años de su vida, hasta su asesinato por negligencia médica grave a la edad de 62 años. En el momento de su muerte era el preso político palestino que más tiempo llevaba en prisión.
En 1986 Daqqa y sus compañeros de la resistencia palestina fueron detenidos y condenados a cadena perpetua tras llevar a cabo una operación de resistencia contra un soldado de la ocupación israelí, cargos que Daqqa siempre negó. La condena de Daqqa se redujo a 37 años en 2012, pero se le denegó la excarcelación el 24 de marzo de 2023. En 2018 un tribunal militar israelí añadió dos años más a su condena, supuestamente por introducir teléfonos móviles de contrabando en la prisión. A pesar de los llamamientos a favor de su liberación anticipada y urgente, puesto que Daqqa padecía una enfermedad terminal y había cumplido su condena, su fecha de liberación del 24 de marzo de 2025 no fue modificada. Durante su injusto encarcelamiento, Daqqa fue torturado física y psicológicamente, se le denegaron los derechos de visita a su familia y se le negó atención médica incluso en su lecho de muerte, a pesar de que se le había diagnosticado leucemia en 2015 y mielofibrosis en 2022.
La brutalidad de las autoridades de ocupación israelíes no pudo disuadir su resistencia. Desde dentro de las cárceles sionistas, Daqqa obtuvo una licenciatura en Estudios Democráticos en 2010 y más tarde un máster en Estudios Regionales en 2016, y siguió escribiendo y publicando textos que inspiraron a generaciones de palestinos. Daqqa enriqueció el campo de los estudios penitenciarios (en el que ahora se le considera una referencia) con novelas, artículos, cartas y dibujos que describen las realidades cotidianas de los presos palestinos en las cárceles sionistas. Su obra de 2010, La conciencia moldeada o la re-identificación inducida por la tortura, muestra cómo las cárceles sionistas atacan la conciencia palestina —el espíritu y la mente revolucionarios— utilizando la tortura psicológica y el aislamiento para fragmentar aún más la resistencia palestina.
Walid Daqqa se dio a conocer también por la concepción de su querida hija Milad. En 1996 la periodista Sana Salama visitó a Daqqa en la cárcel para una entrevista. Se enamoraron al instante y se casaron entre rejas en 1999, con el sueño de tener un hijo juntos. La pareja soñó con Milad durante 20 años antes de que naciera en 2020, después de que consiguieran sacar el esperma de Daqqa de la prisión israelí en la que estaba recluido, una ingeniosa encarnación del corazón de la resistencia palestina: la vida.
Tres meses después de su asesinato, Israel sigue reteniendo el cadáver de Daqqa. El régimen colonial de asentamiento lleva mucho tiempo reteniendo los cadáveres de los mártires palestinos para utilizarlos después como moneda de cambio. Esta forma de castigo colectivo equivale a una tortura psicológica para las familias palestinas, que tienen que sortear obstáculos burocráticos o esperar en la incógnita durante décadas antes de que les devuelvan los cuerpos de sus seres queridos.
Conmemoramos la vida, la
resistencia y el espíritu revolucionario del mártir Walid Daqqa con una
traducción de su famosa carta de 2005, “Tiempo paralelo.”
Tiempo Paralelo: una carta de Walid Daqqa en el aniversario de su vigésimo año en prisión
25 de marzo de 2005
Querido hermano mío, Abu Omar, saludos.
Hoy, 25 de marzo, es el primer día de mi vigésimo año de cautiverio. Hoy es también el cumpleaños de uno de los jóvenes camaradas, que cumple veinte años. Esta “ocasión” hace que me pregunte: ¿Qué edad tiene Lina ahora que es madre de dos niños? ¿Qué edad tiene Najla, que ya tiene tres hijos, o Haneen, que tiene una hija? ¿Qué edad tiene Ubaida, que se fue a estudiar a Estados Unidos, despidiéndose de su adolescencia sin que yo me despidiera de él? ¿Qué edad tienen mis sobrinos, los que dejé cuando eran niños el día que me detuvieron y los que nacieron años después de mi detención? ¿Qué edad tienen mis hermanos “pequeños” que ahora están casados y tienen sus propios hijos?
No me había planteado estas preguntas hasta ahora. El tiempo, como concepto y medida de carácter general, no me ha preocupado demasiado. Me ha importado mucho más lo rápido que pasan los minutos durante las breves visitas familiares. Esas visitas que nunca dan para la lista de apuntes y tareas garabateada en la palma de mi mano, y que requieren de Sana un gran esfuerzo de memorización ya que no se nos permite lápiz y papel en las visitas. La memoria es nuestro único medio para recordar.
Noto que me olvido de contemplar las líneas que empezaron a grabar el rostro de mi madre hace años, y me olvido de contemplar su pelo, que empezó a teñir con henna para ocultar las canas y evitar que le pregunte por su verdadera edad. ¿Su verdadera edad? No conozco la verdadera edad de mi madre. Ella tiene dos edades: su edad cronológica, que desconozco, y su edad de detención. Se puede decir que, en el tiempo paralelo, su edad es de diecinueve años.
Te escribo desde el Tiempo Paralelo. Aquí, donde el espacio es constante, solo utilizamos vuestras unidades normales de medición del tiempo (como los minutos y las horas) cuando nuestras líneas temporales se chocan en la sala de visitas. Solo entonces debemos utilizar vuestras unidades de tiempo que, de todas formas, son lo único que permanece inalterable en vuestro tiempo y que aún sabemos usar.
Me llegan noticias a través de los jóvenes de la Intifada que entran en la cárcel y a través de mis contactos personales de los muchos cambios en vuestro tiempo. Cuentan que los teléfonos ya no tienen un cuadro de teclas para marcar y funcionan con una tarjeta, y que los coches tienen neumáticos sin cámara de aire.
Me gusta este nuevo sistema de neumáticos, cómo el propio material cierra sus huecos internos automáticamente, y se autocontiene para evitar fugas. Es como el prisionero que a menudo no tiene más remedio que resistirse a los “clavos” del carcelero mediante la autorreparación. Hemos aprendido que “nuestro conductor”, “nuestros conductores”, no dejan clavo en la carretera sin pisar, ni badén sin hacernos chocar con él, creyendo que toman un atajo. No se trata sólo de que nuestros conductores sean imprudentes, sino más bien de que dan por sentado este tipo de “neumático”, como si no fuera de carne y hueso, como si no tuviera razón de ser. Se nos ha reducido a dinero en efectivo y se ha comerciado con nosotros en el mercado de la política. Coged algunos neumáticos y dadnos algo del vehículo. ¿Pero de qué sirven los “neumáticos” sin el “vehículo”?
Espero que los líderes palestinos y árabes mejoren. Espero que nuestro pueblo y sus fuerzas políticas adopten el modo de reforma por auto-reparación, sin necesitar falsos mecánicos como los americanos y otros que están causando estragos en el Líbano hoy en día.
Y si debemos hablar de política, aunque me había propuesto no hacerlo hoy: existimos en un Tiempo Paralelo, donde os vemos pero no nos veis, donde os escuchamos pero no podéis oírnos. Es como si hubiese una separación de cristal entre nosotros, cuyos paneles están teñidos solo en vuestro lado, como las ventanas de los coches de los VIP. Algunos de nosotros hemos llegado a destilar la arrogancia de auténticos VIP. Lograron convencernos que somos auténticos VIP.
Y ¡¿por qué no debería ser así?! El prestigio de nuestra situación seguro que lo exige. En todo el mundo, hay Estados y gobiernos que tienen prisioneros. Pero nosotros no. ¡Somos prisioneros que tienen su propio ministerio sin Estado!
Para los que no lo sepan, los que estamos en el tiempo paralelo estamos en el tiempo anterior al final de la Guerra Fría y al colapso de la Unión Soviética y su bloque socialista. Estamos en el tiempo anterior a la caída del Muro de Berlín, anterior a la primera, segunda y tercera Guerra del Golfo, anterior a [los acuerdos de] Madrid y Oslo, anterior al estallido de la primera y segunda Intifada. En un tiempo paralelo, somos tan viejos como esta revolución, antes de que surgieran sus múltiples facciones, antes de los canales árabes de televisión por satélite, antes de que la cultura de la hamburguesa se adueñara de nuestras capitales, antes de los teléfonos móviles, de los sistemas modernos de comunicación y de Internet. Formamos parte de una historia, y la historia es obviamente un estado de acontecimientos pasados que han terminado. Excepto para nosotros. Para nosotros la historia es un pasado continuo que nunca termina. Nos comunicamos contigo desde este pasado-presente para que no se convierta en tu futuro.
Nuestro tiempo es diferente del vuestro; aquí el tiempo no se mueve según el eje de pasado, presente y futuro. Nuestro tiempo, que fluye mientras el espacio descansa, eliminó de nuestro lenguaje los conceptos de tiempo y espacio convencionales, o los confundió si lo prefieres. Aquí no preguntamos, por ejemplo, cuándo o dónde encontrarnos, pues siempre nos encontramos en el mismo lugar. Aquí, viajamos a gusto, yendo y viniendo por el eje del pasado y el presente. Más allá del presente, cada momento es un futuro desconocido del que ya no podemos ocuparnos. Nuestro futuro está fuera de nuestro control, como el de todos los pueblos árabes, con una diferencia crucial: a nosotros nos ocupan extranjeros mientras que a ellos los encarcelan otros árabes. Nosotros estamos en cautividad porque buscamos el futuro, mientras que su futuro ha sido enterrado vivo.
En nuestro tiempo paralelo, la mayoría de nosotros no tenemos respuesta a la pregunta que se suele hacer a los niños: ¿Qué quieres ser cuando seas mayor? Tengo 44 años y ¡aún no sé qué quiero ser cuando sea mayor!
Si el Tiempo es la dimensión móvil de la materia, y el espacio es su constante, entonces nosotros, en el Tiempo Paralelo, representamos unidades de tiempo. Somos el tiempo que está en lucha con el espacio, en contradicción interna con él. Nos hemos convertido en las unidades de nuestro tiempo, en los puntos de su eje: el punto en que fulano fue detenido, el punto en que fue encarcelado, el punto de su liberación. Estas son las coordenadas temporales que importan en nuestras vidas de tiempo paralelo. Sabemos cómo fijar la hora, el día y la fecha según vuestras normas, pero no lo hacemos. En su lugar, utilizamos “el día que entró en prisión” o “el día antes (o después) de ser liberado”. Y como no sabemos cuándo alguien será detenido o trasladado, no tenemos forma de marcar el futuro en nuestro eje temporal. Así que tomamos prestadas vuestras unidades de tiempo para hablar del futuro. El vuestro es el tiempo real. El vuestro es el tiempo del futuro.
En la dialéctica de nuestra relación con el espacio, en el tiempo paralelo llegamos a formar relaciones extrañas con los objetos, que solo quienes somos cautivos en él podemos descifrar. ¿Cómo podemos explicar el vínculo entre un prisionero y la camiseta que llevaba puesta cuando le arrestaron? ¿Cómo podemos explicar la intensidad de nuestro apego a objetos específicos cuya pérdida nos produce dolor e incluso lágrimas? Objetos como un cierto mechero o un paquete de cigarrillos nos emocionan porque fueron nuestras últimas posesiones en el “futuro”. Son la afirmación de que una vez estuvimos fuera del tiempo paralelo, la prueba de nuestra pertenencia a vuestro futuro. Lejos de ser objetos de consumo para desechar, trascienden la dimensión material. Representan el agarrarse a un clavo ardiendo de los que se ahogan en las profundidades del tiempo paralelo.
En 1996 escuché el claxon de un coche Subaru por primera vez en diez años y me eché a llorar. En nuestro tiempo, el claxon de un coche no sirve para alertar a los peatones, sino para despertar las emociones humanas más profundas.
Como con los objetos, en el tiempo paralelo formamos relaciones extrañas con el espacio. Aquí podemos crear un vínculo con una mancha de agua en el techo de nuestra celda, con una grieta en la pared o una rendija en la puerta.
Si no fuera así, cómo podríamos dar sentido al siguiente diálogo, cuyo fervor, ritmo, y pasión son más propios de un intercambio sobre las puertas del cielo que sobre las grietas de una celda.
Preso 1: El bloque número 4 ya no está … Ay, si pudiéramos volver a los viejos tiempos del bloque 4.
Preso 2: Total … pero lo mejor del Bloque número 4 era la celda número 7.
Preso 1: (Suspira profundamente, recordando, e interrumpiendo) Ya sé lo que vas a decir… Esa celda te permitía oír cosas, la madrugada concretamente, el sonido de los coches en la autopista.
Preso 2: (que también interrumpe al otro) Pero era mucho más que eso. ¿Recuerdas la puerta de la celda? ¡Esa puerta! Entre la puerta y la pared, a lo largo de las bisagras, había una grieta, de unos 2 centímetros de ancho… Y desde tu cama podías ver el pasillo entero, hasta el final…
Preso 1: Sobran las palabras… El bloque 4 era la leche.
Qué sencillos los sueños, qué grande el ser humano, qué pequeño el lugar, qué grande la idea.
Hoy no tenía previsto escribir sobre el tiempo y el espacio, o sobre el tiempo paralelo o sobre nada que tenga que ver con la política o la filosofía. Quería escribir de mis preocupaciones, de las cosas que amo y odio. Sin embargo, mi escritura no guionizada se parece a mi vida no guionizada. Confieso que nada estaba planeado. No tenía ningún plan de convertirme en un activista, un militante, o de involucrarme en la política, y no porque pensase que haya algo equivocado en estos caminos. Para mí, la política no era un asunto reprobable como lo es para algunos, pero sí me parecía compleja e inmensa. No soy un activista ni un político premeditado. Podría haber seguido pintando casas o trabajando en una gasolinera, como lo hice hasta mi detención. Como otros muchos, podría haberme casado joven con una de mis parientes, y ella podría haberme dado siete o diez hijos. Podría haberme comprado un camión de mercancías y haber aprendido el oficio de automovilista y a cambiar divisas. Todo esto podría haber sido posible, hasta que fui testigo de las atrocidades de la guerra del Líbano y sus masacres. La masacre de] Sabra y Shatila me conmocionó profundamente.
Dejar de sentir conmoción y desconcierto, dejar de sentir las penas de la gente (de cualquier gente), entumecerse ante la atrocidad (cualquier atrocidad) … se convirtieron en mi némesis diaria, la forma en que medía mi sumud [tenacidad, perseverancia]. La esencia mental de una persona es su voluntad, su esencia física es su trabajo y su esencia espiritual es su capacidad de sentir. Ser capaz de sentir por la gente, sentir el dolor de la humanidad, es la esencia de la civilización.
Es esta misma esencia que deviene la diana de la opresión en la vida de un prisionero, hora tras hora, día tras día, año tras año. En primera instancia, no buscan oprimirte como ser político o religioso ni cómo un consumidor al que denegar los placeres de la vida material. Se te permite adoptar cualquier convicción política, practicar rituales religiosos, y satisfacer muchas de tus necesidades como consumidor. La diana es el ser social, lo humano que tienes dentro de ti.
Lo que intentan machacar o arrancarte es cualquier relación que puedas tener fuera de ti mismo, con otras personas, con la naturaleza — incluso con los guardas de la prisión como otros seres humanos. Hacen todo lo que pueden para inducirnos a odiar estas cosas. La diana es el amor.
En mis veinte años de cautiverio, confieso que aún no se me da bien el odio ni la dureza que puede imponer la vida en prisión. Confieso que sigo sintiendo la alegría de un niño hacia la más simple de las cosas. Una buena palabra, un cumplido, cualquier estímulo me llena de alegría. Confieso que mi corazón palpita al ver una rosa en la televisión, o una escena de la naturaleza, el mar. Confieso que, a pesar de todo, soy feliz. No echo de menos ninguno de los placeres de la vida, con dos excepciones: la escena de los niños que se juntan por el pueblo de camino a la escuela por la mañana; la escena de los trabajadores que se agrupan desde los callejones y los barrios hasta el centro de la ciudad, dirigiéndose a su lugar de trabajo en una fría y brumosa mañana de invierno. Y admito que ninguna de estas emociones, ninguno de estos amores, persistiría sin el amor que siento hacia mi madre Farida, hacia Sana, mi esposa, hacia mi hermano Hosni, o sin el apoyo de familiares, amigos y seres queridos.
Confieso que sigo siendo una persona que se aferra al amor como si fueran brasas. Permaneceré firme en este amor. Seguiré amándote, pues el amor es mi humilde y única victoria sobre mi carcelero.
Mis saludos… Milad.
Traducción: Maurizio Montipó Spagnoli y Julia Choucair Vizoso.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/palestina/victoria-carcelero-legado-del-revolucionario-walid-daqqa