Mitxel Sarasketa es el prototipo del luchador vasco impenitente. Ex prisionero político, permaneció en las cárceles españolas durante 20 años, desde 1978 a 1998, debido a su condición de militante de ETA, y una vez obtenida su libertad se puso a trabajar con ahínco para que salgan a la calle todos sus compañeros y compañeras, […]
Mitxel Sarasketa es el prototipo del luchador vasco impenitente. Ex prisionero político, permaneció en las cárceles españolas durante 20 años, desde 1978 a 1998, debido a su condición de militante de ETA, y una vez obtenida su libertad se puso a trabajar con ahínco para que salgan a la calle todos sus compañeros y compañeras, que en número de aproximadamente 700 se encuentran cumpliendo penas altísimas en establecimientos penitenciarios que son, sin exagerar, prisiones de exterminio. Recientemente estuvimos con Sarasketa en Euskal Herria y lo entrevistamos en el marco de un homenaje a otro gudari (guerrillero vasco), Iñaki Rike, recientemente fallecido después de sufrir 18 años de detención.
-¿Qué nos puede decir de su prolongado paso por las prisiones españolas?
-Estuve destinado en 16 prisiones diferentes debido a la política de dispersión que aplica el Estado a los presos y presas vascas. Fui trasladado en cerca de 55 ocasiones y al final fui liberado por una cuestión médica ya que tuve un derrame cerebral estando en aislamiento en la cárcel de Almería. En todo este tiempro (desde el 98) he estado en libertad condicional hasta el año paso que terminó mi condena y ahora estoy militando en una organización de apoyo a los presos políticos vascos, que se llama Askatasuna.
-Pero lo continúan persiguiendo…
-Así es, por este trabajo en Askatasuna fui procesado en un sumario por el que me piden diez años de cárcel, ya que asimilan la militancia en este organismo como si fuera de ETA y me acusan de colaboración «con organizaciones terroristas».
–ETA cumple un alto el fuego desde hace unos meses, y entonces la pregunta es ¿qué es lo que ha cambiado para los prisioneros políticos en esta instancia?
–Lo que define su situación de presos políticos son los parámetros en los que se desarrolla el conflicto vasco en el Estado español. En este sentido, ETA declaró una tregua en el mes de marzo, este alto el fuego no es un hecho aislado sino que fue precedido de un proceso de lucha que llevó a esta situación. Los presos políticos vascos se encuentran dispersados en 80 prisiones diferentes, porque tanto el gobierno español como el francés los utilizan como rehenes políticos con los que intenta condicionar el proceso. Desde que comenzó la tregua hasta ahora, la situación de los presos no ha cambiado, y de hecho ha empeorado. Y esto se da sobre todo en cuestiones judiciales, donde se producen alargamiento de condenas y también en cuestiones de régimen interno. No obstante, siempre que el proceso de negociación vaya hacia delante, se prevé que haya un acercamiento de los presos al País Vasco (algunos se encuentran dispersados a miles de kilómetros). Pero hasta la fecha no ha habido ningún cambio en ese sentido.
-¿Siguen produciéndose hechos de represión dentro de las cárceles (palizas, torturas, etc), como acostumbraban a hacerlo los carceleros españoles en otras ocasiones?
-La política penitenciaria tiene diferentes momentos y siempre ha estado vinculada al tiempo de enfrentamiento político. Los castigos físicos, buscando que los presos se desentendieran de su organización, se vieron acentuados en un momento concreto, en el que los carceleros o los policías que nos trasladaban recibían órdenes de golpearnos sin ningún motivo. Eso, hoy en día, no es una cuestión generalizada. Se producen malos tratos respondiendo a situaciones concretas y la política penitenciaria va dirigida a plantear que los presos cumplan 40 años en prisión y de esa manera castigar a los detenidos.
-La propaganda mediática que habitualmente se escucha en Latinoamérica habla de que ETA llegó a este momento porque está golpeada y débil, y por otro lado se muestra a Rodríguez Zapatero como un hombre progresista que ha decidido encarar la negociación con la organización armada. ¿Cuál es tu opinión sobre esto?
–Desde el punto de vista de la izquierda independentista vasca, el llegar a esta situación significa un avance. Lo que se plantea ETA es el reconocimiento del País Vasco como una Nación, y que daría paso a un proceso de autodeterminación. Que el Estado español, acepte, de alguna manera, este planteamiento (con todas las dudas que nos pueda inspirar), significa un éxito. No hay que olvidar que el conflicto vasco lleva siglos produciéndose en España y Francia, y siempre, los Estados han intentado dominar a los vascos. Hoy, esta situación se está replanteando, está encima de la mesa que los vascos puedan elegir su propio futuro.
-Estas definiciones son la que en última instancia van a hacer que este proceso sea reversible o irreversible?
-Que el proceso sea irreversible o no, se da en que distinguimos dos fases diferentes: el proceso de paz y el de normalización política. El primero significa que se termine la violencia política, lo que significaría por una parte que ETA abandonase su actividad armada, y también que los Estados español y francés, dejasen de utilizar la violencia para perseguir al movimiento político vasco. En este momento, hay que decir que ETA cumple el alto el fuego y no practica la lucha armada y los Estados siguen utilizando los métodos de represión como el castigo a los presos, la ilegalización de organizaciones independentistas vascas, la utilización de la tortura, el control sistematico del movimiento político, los controles de carreteras, etc.
-En América Latina se han dado diversos procesos de negociación y muchos de ellos fueron a la baja y terminaron prácticamente con la existencia de las organizaciones insurgentes. ¿Cuáles son los parámetros que se piensan aquí para que tal cosa no les suceda?
–Al independentismo vasco hay que entenderlo más como un movimiento que como un partido o una organización armada. ETA es una organización política militar que realiza acciones armadas y su planteamiento es que seguirá con su actividad militar en cuanto no se dé al pueblo vasco la posibilidad de vivir su futuro y su reconocimiento como Nación en un marco democrático. ETA plantea una resolución democrática para el conflicto. Si se diera un reconocimiento de la naturaleza política de Euskal Herria, esto traería una normalización, en la cual las organizaciones independentistas vascas plantearán una confrontación tanto política como social. Nosotros ahora estamos metidos de lleno en este proceso y tenemos confianza tanto en las organizaciones independentistas vascas como en el sector social en el que nos apoyamos.
-¿Qué mensaje quiere enviar para la enorme diáspora vasca que vive habitualmente el continente latinoamericano y que sigue con atención la posible resolución de este conflicto?
–Esta etapa es muy importante, ya que tenemos una oportunidad de estructurar el País Vasco como Nación. En cuanto a los vascos que viven en Latinoamérica, les queremos transmitir ese mensaje, pero también decirles que es una cuestión que nos afecta a todos y todas. No hay una fórmula concreta de decir hay que hacer esto o aquello, la cuestión es participar y construir Euskal Herria entre todos los vascos. Aquí tenemos un sitio para todos, los que querramos vivir aquí y desde luego que seamos todos los vascos los que decidamos qué cuál va a ser nuestra vida política y social en un futuro.