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Mitos y realidades del Estado de Israel contemporáneo

Fuentes: Rebelión

A propósito de la candente situación medioriental, medios de prensa israelitas, así como políticos y analistas de marcada tendencia sionista, de dentro y fuera de Israel, especialmente del actual gobierno, han comenzado con destacada insistencia a reclamar esa supuesta necesidad de un «Gran Israel», que ampliando sus fronteras a costa de sus vecinos países árabes […]

A propósito de la candente situación medioriental, medios de prensa israelitas, así como políticos y analistas de marcada tendencia sionista, de dentro y fuera de Israel, especialmente del actual gobierno, han comenzado con destacada insistencia a reclamar esa supuesta necesidad de un «Gran Israel», que ampliando sus fronteras a costa de sus vecinos países árabes consolide su capacidad defensiva.

Especulando sobre un eventual ataque misilístico iraní y una posible respuesta israelita, asumen con basamento bíblico (Antiguo Testamento), un Israel que abarque un territorio desde la península del Sinaí y partes de Líbano, Siria y Jordania. ¿Podemos considerar válida desde algún punto de vista esta pretensión sionista, que nos arroja un acercamiento histórico den esta situación?

Desde la Antigüedad hasta 1948 el territorio que ocupa en la actualidad el Estado de Israel ha sido gobernado por innumerables potencias e imperios extranjeros. Las fronteras nunca fueron las mismas, como tampoco su nombre. La mayor parte del tiempo, excepto durante la etapa de los reinos de Israel y Judea y de los cruzados, el territorio no fue un ente político independiente, sino que constituyó una provincia menor gobernada por las metrópolis de los distintos imperios ocupantes.

En el año 638 los árabes capturaron Jerusalén, y Palestina dejó de ser parte del imperio de Bizancio. Durante el califato árabe del 638 al 1099 la mayoría de la población adoptó el idioma árabe y se produjeron numerosas conversiones al Islam por parte de la población cristiana. Ni siquiera los aproximadamente 200 años de control cruzado y sus Reinos Francos pudieron cambiar esta tendencia y la caída de Jerusalén a manos del Sultán Selyúcida Saladino, marcó el principio del fin de las cruzadas en estos territorios.

A partir de 1517 después de la conquista del Sultán Suleiman El Magnifico y hasta 1918 Palestina formó parte del Imperio Turco Otomano, como una provincia más de este, con Jerusalén como capital administrativa.

Debido a las persecuciones de judíos en Rusia de 1881 y al incremento del antisemitismo en Europa, con su momento más candente en el juicio del oficial francés de origen judío Richard Dreyfus, acusado de espiar a favor del ejército alemán, comienzan con fuerza a partir de 1882 las emigraciones a la provincia palestina del imperio otomano.

Teodoro Herlz, ideólogo sionista, inició la campaña para la fundación de un Estado para el pueblo judío, idea que encontró apoyo en los judíos de Europa Oriental. En 1897 se celebraba en Basilea el primer Congreso Sionista, que eligió una bandera, un himno y fundó una organización internacional.

En el año 1917, en el mes de diciembre, el general británico Allenby entró en Jerusalén terminando así con cuatro siglos de dominación turca. En el mes de noviembre de ese mismo año se produjo la declaración unilateral del gobierno británico que dio su apoyo al establecimiento de un Hogar Nacional judío en Palestina, es la conocida Declaración Balfour.

Durante los años 1918 y 1919 los contactos entre el líder sionista, Chaim Weizmann, y el líder árabe, Emir Faisal, alentaron la esperanza de que las aspiraciones nacionales de árabes y judíos pudieran tener lugar en el marco de la cooperación y la justicia internacionales.

El 10 de agosto de 1920 se firma el Tratado de Sevres entre Turquía y las Naciones Aliadas vencedoras en la I Guerra Mundial. En su artículo 95 se recoge explícitamente los términos de la Declaración Balfour sobre el establecimiento del Hogar Nacional judío en Palestina.

En 1920 se firma el Tratado de San Remo, en el que la Sociedad de Naciones acuerda dar el Mandato de Palestina a Gran Bretaña, en aplicación del artículo 22 del Pacto de la Sociedad de Naciones. Los territorios que incluía el mandato eran los actuales territorios de Jordania, Israel, Cisjordania, Gaza y los Altos del Golán (Estos últimos fueron entregados a Francia, potencia mandataria de Siria).

El 24 de julio de 1922 el Consejo de la Sociedad de Naciones ratifica los términos de la Declaración Balfour.

Después de un retraso de dos años se establecieron los Mandatos el 23 de septiembre de 1923. El texto del Mandato de Palestina contenía en su preámbulo el texto de la Declaración Balfour: «…conexión histórica del pueblo judío con Palestina…la creación de su hogar nacional…». Y en su artículo 6: «…a la potencia administradora (Reino Unido) se impone la tarea de facilitar la inmigración judía y su asentamiento siempre asegurando que los derechos y posición de los otros habitantes para que no sean perjudicados».

En los años 20 y 30 del pasado siglo el aumento de la inmigración judía aumentó de manera significativa, las compras de tierras a los árabes palestinos originarios y los enfrentamientos entre ambas partes se hicieron norma en los territorios. Ante la imposibilidad de controlar la situación en Palestina, Gran Bretaña estableció la Comisión Peel en 1937, en cuyo informe se proponía la partición de Palestina en un Estado judío y otro árabe, quedando bajo mandato británico Jerusalén, Belén y Nazaret.

Un tercio del territorio sería judío y el resto sería árabe uniéndose a Jordania. Estos términos fueron aceptados por el Congreso Mundial Sionista y por el Emir Abdullah de Jordania, mientras que fueron rechazados por el Alto Comité Árabe en su reunión de Bludan (Siria). El intento de aplicación del Informe Peel provocó el aumento de los ataques de militantes independentistas árabes en los territorios.

La situación inestable obligó a Gran Bretaña a designar una nueva comisión, liderada por Woodhead, para reconsiderar el Informe Peel. El resultado de la comisión fue rechazado por árabes y judíos.

En 1939 Gran Bretaña publicó el Libro Blanco, que no satisfizo a ninguna de las partes. La Comisión Permanente de los Mandatos dictaminó (no era vinculante) que el Libro Blanco no estaba de acuerdo con la interpretación que, de acuerdo con el Estado administrador y el Consejo, la Comisión había establecido para el Mandato de Palestina y que en la práctica había establecido la inmigración judía sin restricciones y en detrimento de los árabes palestinos originarios.

El Libro Blanco significó un cambio de la política británica, no tan a favor como anteriormente del establecimiento del Hogar Nacional judío en Palestina, al intentar limitar la migración judía y en ello jugó un papel determinante el interés de Gran Bretaña de mantener el apoyo de los líderes árabes de la región, ante la inminente guerra con Alemania.

En 1942 comienzan las masivas emigraciones de judíos europeos a Palestina por el genocidio de la Alemania Nazi. En Nueva York tiene lugar la Declaración del Baltimore, que solicitó una inmigración judía sin restricciones en Palestina y el establecimiento de un Estado, mientras el apoyo de la causa judía comienza a ser evidente en sectores del gobierno estadounidense.

En 1945 el presidente de los EE.UU., Truman, declaró que urgía la inmediata admisión en Palestina de los refugiados judíos europeos. Esta declaración provocó el establecimiento de una Comisión anglo-americana que publicó sus conclusiones el 20 de abril de 1946 donde se llamaba a la terminación de las restricciones de admisión a los refugiados judíos y a la creación de un Estado binacional bajo responsabilidad de las Naciones Unidas.

La imposibilidad de Gran Bretaña para llevar a cabo el mandato de la Sociedad de Naciones hace que en abril de 1947 pida la inclusión de la «Cuestión Palestina» en el orden del día de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Se encomendó a una Comisión Especial de Información (UNSCOP) la preparación de un informe con propuestas para el futuro de la zona.

Las Naciones Unidas adoptaron, en 1947, la resolución 181(II) que establecía la partición de Palestina. La comunidad judía aceptó la citada resolución, pero no así los países árabes. El 14 de mayo de 1948, Israel acepta la resolución 181(II) y declara su independencia, de facto reconocida por los Estados Unidos y un día más tarde por la Unión Soviética.

En 1949, después de continuas luchas intermitentes, se firmó el Armisticio de Rodas bajo los auspicios del doctor Bunche, mediador de las Naciones Unidas. El citado armisticio fue firmado con Egipto, Líbano, Jordania y Siria, mientras que Iraq se negó.

El mapa de la zona quedó, entonces, de la siguiente forma:

El Estado Israel, que al 54 % del territorio que le había concedido el Plan de Partición de Palestina le agregó un 26 % de territorio ocupado en los combates

El reino de Transjordania se anexionó el Margen Occidental y cambió su nombre por el de reino Hachemita de Jordania. Esta anexión fue reconocida por Gran Bretaña y Pakistán, pero no por ningún gobierno árabe o por las Naciones Unidas.

Gaza quedó bajo control egipcio en calidad de territorio administrado, pero no anexionado.

Hasta aquí esta aproximación histórica que consideramos deja establecido, que el Estado de Israel contemporáneo solo puede ser enmarcado en los años que median entre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.