Ha fallecido Abdalá, rey de Arabia Saudita, país que produce unos doce millones de barriles diarios y sus reservas le dan para extraer la misma cantidad unos setenta años más. ¿Cómo van a cambiar la política de ese país? Sólo Dios lo sabe y el tiempo lo dirá. Era partidario de mantener alta la producción […]
Ha fallecido Abdalá, rey de Arabia Saudita, país que produce unos doce millones de barriles diarios y sus reservas le dan para extraer la misma cantidad unos setenta años más. ¿Cómo van a cambiar la política de ese país? Sólo Dios lo sabe y el tiempo lo dirá. Era partidario de mantener alta la producción de petróleo de la OPEP para eliminar del mercado a los EEUU, cuya extracción de hidrocarburos mediante la fractura hidráulica es muy costosa, además de ser dañina para el medio ambiente. Se trata de un reino con leyes draconianas, donde toda reforma es vetada antes de ser siquiera pronunciada, se trata de un conglomerado de seis mil príncipes herederos que compiten entre sí por el poder. Ya pueden imaginarse el cúmulo de usurpaciones, traiciones, ruindades, intrigas, zancadillas y asesinatos que deben producirse entre tantos varones aspirantes al trono; digo varones porque allá las mujeres no cuentan, ya que ni siquiera pueden vestirse como quisieran ni casarse con quien les gustare ni manejar un carro sin correr el riesgo de ir presas, peor dirigir un reino tan rico en dinero pero tan pobre en los derechos más elementales. Por eso, lo que sucede en ese país mantiene en vilo al mundo entero, pues su gobierno es factor fundamental en el mantenimiento de las caducas estructuras en toda esa conflictiva región del planeta. La casta que allí gobierna basa su poder en el wahabismo, una doctrina contraria al islam tradicional por ser sectaria y fanática, algo semejante a adorar a satanás. En comparación con sus dogmas y prácticas, el catolicismo medieval es progresista; predica la obligación de convertir por la fuerza a los descreídos así como a los malos creyentes. Fundada por el jurista Abdul Wahhab (1703-1792), toma al pie de la letra cada palabra, cada frase del Corán y manipula su contenido para consolidar el gobierno terrenal de la familia Saud, reinante en Arabia Saudita.
El concepto de yihad, que es el esfuerzo por alcanzar la perfección, la guerra contra nuestras debilidades, pasiones y tentaciones generadas por el Mal que convive con nosotros en nuestro interior, no puede ser impuesto por nadie a nadie. Si embargo, al imponer la obligación de la yihad de combatir a los infieles y malos creyentes, el wahabismo comete lo que para los doctos en el Corán es una aberración que conduce al infierno.
De las arcas de este reino ha salido el financiamiento de casi todos los crímenes cometidos por al Qaeda, la Hermandad Musulmana y el Emirato Islámico, claro está, en contubernio con el imperialismo mundial globalizado, IMG. De allí, no de los creyentes del Islam, salen los que decapitan al que capturan, acto que profana cualquier idea religiosa; de allí salen los fanáticos que cometen actos de terror en Francia, España, Rusia, EEUU y demás lugares del mundo; de allí salen los cabezas calientes que buscan imponer la guerra entre las civilizaciones.
No importa quien herede el reino de Arabia Saudita, más temprano que tarde sus habitantes y los del mundo entero alcanzarán la hoy tan escasa y ansiada libertad.
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