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Muhammad, ¿dónde estás?

Fuentes: Gush shalom

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

Suena a broma. Pero no lo es.

Hace aproximadamente un mes, en la víspera del Año Nuevo judío, la oficina de estadística del Gobierno publicó una serie de artículos interesantes sobre la población del Estado. Se pretende que sea un regalo a los ciudadanos. La población está creciendo, cada vez es más rica y está satisfecha.

Uno de los temas es la lista de los nombres más populares dados el año pasado a los recién nacidos.

Cuando los trabajadores de las estadísticas vieron los resultados se quedaron asombrados. Al parecer el nombre que encabeza la lista es Muhammad.

¿Muhammad? ¿El nombre más popular del Estado judío?

Hay una explicación simple. Los árabes constituyen más del 20% de la ciudadanía. A los padres árabes les gusta dar a sus hijos el nombre del Profeta, que Dios bendiga su alma. Además, los ciudadanos árabes tienen muchos más hijos que los ciudadanos judíos. Si cada segundo niño árabe se llama Muhammad, se obtiene, en principio, el 5%.

Los ciudadanos judíos tienen una gama mucho más amplia. Hay cientos de nombres  y la lista está creciendo todo el tiempo porque a los padres jóvenes les gusta inventar nombres hebreos frescos. Incluso si una décima parte de los padres judíos prefieren el nombre de Josef, el nombre hebreo más popular según la lista, obtiene sólo el 4%.

¿Qué pasa entonces? Sencillo: sólo suprime los nombres árabes. No a Muhammad.

Cuando esto se supo, muchos israelíes se rieron. ¿Hasta dónde se puede considerar la ignorancia?

Pero no es una broma. Esto demuestra que los ciudadanos árabes no son considerados realmente «pertenecientes». 66 años después de la fundación de Israel, el lugar de los árabes en el «Estado judío» sigue siendo problemático, por decir lo menos.

El martes pasado, leyendo el Haaretz, me di cuenta de que toda una página -la número 4- estaba dedicada a noticias relativas a las relaciones árabes judías.

Tema 1: Decenas de colonos judíos invadieron el barrio árabe de Silwan, junto al Monte del Templo, en medio de la noche. Silwan, la Shiloah bíblica, es un pueblo árabe que fue unido a Jerusalén cuando Jerusalén Oriental fue anexado por Israel después de la Guerra de los Seis Días. Desde hace años una asociación de colonos llamada Elad ha estado tratando de judaizar el barrio comprando en secreto propiedades de árabes pobres, utilizando a traidores árabes como testaferros. Ahora la asociación ha decidido ocupar estas casas entrando como ladrones en la noche.

(El presidente de Elad es Elie Wiesel, el escritor del Holocausto y Premio Nobel de la Paz. Me jacto de haberlo detestado desde la primera vista, e incluso inventé una nueva palabra hebrea para él. Se traduce aproximadamente como «Holocaustist»).

Tema 2: Se pone en conocimiento que la organización central que construye para los colonos, fuertemente subsidiada por el Gobierno, está dando grandes donaciones a un grupo llamado «si se quiere», que se especializa en la caza de profesores de izquierda en las universidades y otros lugares .

El grupo ha construido un sistema de informantes semejante al de la Stasi y declara «promover los valores sionistas en Israel», denunciando a los profesores que exigen la igualdad para los árabes y otras comunidades no judías.

Tema 3: El profesor (emérito) Hillel Weiss, siendo un profesor de la Universidad Bar-Ilan, publicó una convocatoria en Facebook para el genocidio de los palestinos. «Puesto que no son un pueblo, esto no constituye genocidio», afirmó, «sino la erradicación de la chusma». Aconsejó a los palestinos abandonar Eretz Israel (la tierra que llega hasta el Jordán) de una vez, antes de que el genocidio inevitable ocurra.

La Universidad Bar Ilan, se debe recordar, es el Alma Mater de Yigal Amir, el asesino de Yitzhak Rabin.

Tema 4: El ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Lieberman, exigió que se recluya a Hanin Zuabi «en prisión por muchos años».

Zuabi, una mujer miembro de la Knesset por una pequeña facción nacionalista árabe, tiene un don para proferir declaraciones muy provocativas. Últimamente dijo que no hay ninguna diferencia entre un luchador de ISIS que corta cabezas de personas individuales y un piloto israelí que aprieta un botón y mata a muchos palestinos.

Lieberman dijo a Zuabi que se vaya a vivir en Gaza. Sugirió que «como mujer soltera que se viste como se viste (ropa moderna)» sufriría bajo el gobierno de Hamas. También exigió que se le despoje de su ciudadanía israelí.

Tema 5: Esto no se refiere directamente a los árabes, sino que representa el racismo en su peor momento. El Tribunal Supremo de Israel, que actúa como un tribunal constitucional (aunque Israel no tiene una constitución escrita, sólo algunas «leyes básicas»), ha ordenado al Gobierno que cierre de una vez una cárcel «abierta», construida en el medio del desierto para dar asilo a los inmigrantes africanos en demanda de asilo, que son confinados allí indefinidamente sin juicio, hasta que se comprometen a abandonar Israel «voluntariamente».

El Gobierno se ha negado a obedecer la orden, algo absolutamente sin precedentes, y ahora está en el proceso de promulgación de una nueva ley que permitiría a 61 (de 120) miembros de la Knesset revocar las decisiones de la Corte Suprema.

Israel se jazta de ser la única democracia de Oriente Medio.

Estos artículos tomados al azar, y las publicadas en cualquier otro día, arrojan algunas dudas sobre esta afirmación.

Por supuesto en su tratamiento de la minoría nacional Israel no está solo, y no es el peor. Casi todos los estados e

de todo el mundo tiene una o varoas minorías nacionales y casi todas tienen motivos de queja. Solo hay que pensar en los kurdos en Siria, las personas de habla rusa en Ucrania o los tamiles en Sri Lanka para encontrar un poco de sentido de la proporción.

Me imagino que en cualquier revisión imparcial a nivel mundial de la situación de las minorías, Israel figuraría en algún punto intermedio.

Supongo que la posición de todas las minorías es única, condicionada por la historia y las circunstancias locales. La posición de la minoría árabe en Israel sin duda lo es.

En primer lugar, al igual que los aborígenes de Australia y los inuit en Canadá, ellos estaban aquí mucho antes de la actual mayoría. El caso de Zuabi-Lieberman es un ejemplo de ello.

La familia de Hanin Zuabi ha residido en la Baja Galilea, durante siglos, tal vez milenios. Después de la fundación de Israel Saif-al-Din Zuabi ha sido miembro del Partido Laborista Sionista y vicepresidente de la Knesset. Otro pariente, Abd-al-Rahman Zuabi, ha sido juez de la Corte Suprema. Abd-al-Aziz Zuabi, miembro de la Knesset del partido sionista Mapam (ahora Meretz) era viceministro.

El nombre original de Lieberman fue Evet. Nació en Kishinev, Moldavia soviética, y su lengua materna es el yiddish. A pesar de que llegó a Israel en 1978, todavía se considera un «nuevo inmigrante» y habla hebreo con marcado acento ruso. De los dos, Hanin Zuabi habla sin duda mejor hebreo.

Fue Abd-al-Aziz quien acuñó la frase «mi tragedia es que mi país está en guerra con mi gente».

Esa es la segunda anomalía: los «árabes israelíes» son parte integrante del pueblo palestino. Casi cada ciudadano árabe israelí tiene familiares en Cisjordania, en la Franja de Gaza o en ambos lados, así como en los campos de refugiados.

Cuando la lucha real está ocurriendo, como en la reciente guerra de Gaza, su corazón está con el otro lado, el «enemigo». En este momento, varios ciudadanos árabes israelíes jóvenes están luchando con el ISIS, después de cruzar a Siria a través de Turquía.

Como muestra el árbol de Zuabi, hay otra cara de la moneda. Los ciudadanos árabes están profundamente entrelazados en el tejido de Israel.

A menudo me pregunto qué pasaría si el deseo de Lieberman (y otros de su calaña en todo el mundo) se cumpliera, y la minoría abandonara el país.

Sabemos por la historia. Cuando los hugonotes franceses fueron expulsados ​​de Francia, muchos de ellos huyeron al estado prusiano en ciernes. El retrasado Berlín se convirtió en un centro económico y Prusia floreció, mientras que Francia se debilitó. Lo mismo, pero aún más remarcado, pasó en España después de la expulsión de los judíos y musulmanes. España nunca más fue la misma y ​​el imperio otomano, que absorbió con mucho gusto a la mayoría de ellos, se enriqueció.

Los ciudadanos árabes de Israel no sirven en el ejército. No quieren luchar contra sus hermanos palestinos y tampoco el ejército quiere entrenarlos y darles armas, Dios no lo permita. (Aunque en este momento, al ejército le gustaría conseguir árabes cristianos, una minoría de la minoría, con el fin de crear una división. Se alistan algunos árabes, en su mayoría beduinos y drusos).

Pero, aparte del servicio militar, los ciudadanos árabes cumplen todos los deberes de un ciudadano. Pagan sus impuestos. El IVA y otros impuestos indirectos constituyen una gran parte de los ingresos del Gobierno, no pueden evadirlos. Realizan muchas tareas.

De hecho los árabes están mucho más profundamente arraigados en la sociedad israelí de lo que a muchos de ellos le gustaría admitir. Son médicos, abogados, ingenieros, jueces. Cuando llevé a mi difunta esposa al hospital, tomó varios días hasta que me di cuenta que el jefe de la sala era un médico árabe.

Todos los ciudadanos árabes aprenden hebreo y lo hablan bien, mientras que nuestro departamento de inteligencia del ejército tiene dificultades para encontrar judíos que hablan árabe.

Los ingresos de los ciudadanos árabes son, en promedio, menor que los de los ciudadanos judíos, pero todavía muy superior al de sus familiares en los territorios ocupados. También los árabes en las áreas anexadas de Jerusalén Este, a quienes no se ha concedidos la ciudadanía israelí, pero que son oficialmente «residentes», disfrutan de plenos derechos en el marco del sistema nacional de seguros, que son considerables.

En general la situación de los ciudadanos árabes está muy lejos de lo que nosotros (y ellos, por supuesto) deseamos. Debemos luchar por la igualdad total. Esta lucha debe ser continua y debe ser librada tanto por los activistas de derechos humanos judíos como árabes, mano con mano.

Sin embargo, la triste realidad es que esta cooperación, que una vez fue cercana y casi íntima, se ha tornado distante y escasa. Los árabes tienen miedo de la «normalización», que podría parecer como apoyo a la ocupación. Los judios tienen miedo a ser tildados por la extrema derecha de «simpatizantes de los árabes» y traidores.

Esta situación, aunque natural, hay que superarla. La izquierda israelí no tiene ninguna posibilidad de recuperar el poder sin la cooperación activa con «los zuabis», como el ministro de Finanzas Yair Lapid, una vez llamó despectivamente a todos los ciudadanos árabes. Incluyendo a Hanin, aunque sea mujer, soltera y se vista como le da la gana.

Y todos los muhammads ausentes.

Fuente: http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1414157039/