Recomiendo:
0

Nación de secuestro

Fuentes: Progreso Semanal

Hasta el presidente Obama no creía que iban a llegar a ese extreme. La administración estaba convencida de que el secuestro -recortes generales de los gastos del gobierno que entraron en vigor el viernes pasado- no iban a suceder. Obama lo declaró en un discurso de campaña en 2012. El presidente razonó de que hasta […]

Hasta el presidente Obama no creía que iban a llegar a ese extreme. La administración estaba convencida de que el secuestro -recortes generales de los gastos del gobierno que entraron en vigor el viernes pasado- no iban a suceder.

Obama lo declaró en un discurso de campaña en 2012. El presidente razonó de que hasta los republicanos infestados por el Tea Party de hoy no estaban lo suficientemente locos como para caerle a hachazos al presupuesto para extraer una libra de carne hasta del santo de los santos del Partido Republicano: los militares. Los republicanos se verían forzados a encontrarse a medio camino con Obama y acordar atacar el déficit con una mezcla de incremento de los impuestos a los ricos y recortes a los programas gubernamentales.

No sucedió así. Obama estaba equivocado; los republicanos están así de locos. Su fanatismo acerca de los impuestos es ilimitado. Parafraseando una vieja canción, cuando se trata del PR de 2013, ¿qué tiene que ver la razón con esto? Después de enfrentarse a la intransigencia republicana durante cuatro años, una buena pregunta es: ¿qué parte de invariable NO republicano sigue sin entender el presidente?

El celo del PR por recortar cualquier parte del gobierno que impida hacer las cosas exactamente como desea, desde contaminar el aire y el agua, hasta el tipo de argucia financiera que creó la debacle de 2008, es excedido solo por su odio por cualquier programa que transfiera dinero desde los obscenamente opulentos hacia los desesperadamente necesitados, e incluso hacia la luchadora clase media.

Ese odio tiene una larga historia: los republicanos se opusieron a toda medida progresista durante el último siglo, desde el Nuevo Trato de Roosevelt y su programa insignia, la Seguridad Social, hasta la creación por LBJ de Medicare y sus otras grandes iniciativas, hasta la ley de reforma de la salud de Obama.

Su problema fue que durante décadas fueron impotentes para traducir ese odio en política. Herbert Hoover (HH), el presidente republicano bajo cuya égida se dio en [I]crack[/I] de la bolsa de Wall Street en 1929, y que disparó la Gran Depresión, hizo tan impopular la ideología básica del partido que no pudo retomar su inclinación reaccionaria hasta el surgimiento de Ronald Reagan en 1980.

De cómo Hoover pudo lograr esta dudosa hazaña debiera ser una lección para los inflamados ideólogos republicanos, y sin embargo, como si no hubiera sucedido. Hoover respondió a la Depresión recortando el gasto gubernamental, exactamente lo mismo que propone hoy el PR. Fue un desastre, y desde entonces ha quedado claro que una fórmula para la depresión es recortar el gasto público en momentos en que el gasto privado es inadecuado para impulsar la economía.

La política de austeridad fue una debacle en la década de 1930 y preparó el camino para el ascenso de Hitler, el fascismo y la 2da. Guerra Mundial. Actualmente, la misma política de austeridad está devastando a España, Irlanda, Grecia y Portugal, y dificulta gravemente las economías de Italia y Gran Bretaña, entre muchos otros.

Enceguecido por su fundamentalismo de Mercado, incapaz de aceptar la evidencia que contradice sus creencias, desde la ciencia climática hasta la evolución, pasando por la economía keynesiana, con el secuestro el PR ha dejado en claro que está dispuesto a enterrar más profundamente a la renqueante economía de la nación a fin de honrar su dogma.

Es difícil calcular el costo exacto de esta demencia, incluso para economistas laureados con el premio Nobel. Lo que está claro es que, aunque la totalidad de los efectos adversos no se experimentarán de inmediato, la pérdida de la economía del país será significativa y que los que sufrirán los efectos adversos será el 99 por ciento, no el 1 por ciento que paga tasas tributarias ridículamente bajas y que los republicanos están dispuestos a infligir dolor generalizado a fin de protegerlos.

Uno pudiera pensar que al menos el puro pragmatismo político debiera persuadir a los republicanos a cambiar de curso. Después de todo, cada encuesta ha demostrado que más norteamericanos favorecen el enfoque balanceado de Obama para enfrentarse al déficit que la estrategia de tierra arrasada del PR. Pero esa no es la manera que se desarrolla la política norteamericana, en especial hoy. En la actualidad, los republicanos en el Congreso temen más a su base que odia a los impuestos y de la posibilidad de un reto primario en el seno del partido por parte de la extrema derecha que de la desaprobación del ciudadano promedio.

Adicionalmente, la extrema derecha que controla ahora el Partido Republicano tiene un proyecto mayor y a más largo plazo: la transformación de la sociedad norteamericana en algo que es como el salvaje capitalismo social-darwinista del siglo 19.

Esto es irónico, porque incluso en los días de gloria del supuesto estado de bienestar la red de seguridad social de EE.UU. era bastante patética comparada con casi cualquier otra nación rica en el mundo. Estaba llena de huecos enormes, como la ausencia de cobertura de atención médica universal. El apoyo gubernamental al ingreso, las «prestaciones» entregadas a madres solteras, nunca era suficiente para que ellas pudieran proveer tan siquiera un nivel de vida decente para sus familias.

Además, el costo de esta ayuda mezquina era alto. La gente que recibía prestaciones eran marcadas automáticamente con un hiriente y cruel estigma y sujetas a condescendientes actitudes y a supervisión regular por parte de trabajadores del gobierno encargadas de garantizar que complementaban las regias sumas provistas por el estado con un poco de efectivo de un trabajo temporal mal pagado o la rara generosidad de un novio, el tipo de cosas pudiera hacer posible que los hijos tu8vieran un juguete de Navidad.

Pero incluso esto era demasiado magnánimo para las legiones de Scrooge en este país que supuestamente creen en la independencia, excepto cuando se trata de subsidios y regalos a casos verdaderamente merecedores de ello, como Exxon y el complejo militar-industrial en su totalidad.

Comenzaron a demonizar a los más vulnerables, las «reinas de las prestaciones», que recibían un cheque del gobierno y conducían autos de lujo. No importó que esos personajes fueran uno en cada millón. Los Scrooge querían creérselo. Así que con la desvergonzada ayuda de algunos demócratas, de manera notable Bill Clinton, atacaron primero a las madres que recibían prestaciones. Gran parte de la clase trabajadora y de la clase media aplaudió; ellas no eran madres de prestaciones.

Pero los republicanos no se detuvieron en eso. Atacaron a los sindicatos y a los trabajadores de bajos salarios dejando que el valor real del salario mínimo se erosionara por medio de la inflación. Los padres y madres de clase media no pusieron ninguna objeción; ellos no pertenecían a sindicatos ni ganaban el salario mínimo.

Pero ahora, clase media, los republicanos vienen por ustedes, a atacar su Medicare y su Seguridad Social. Ya han utilizado el bisturí, el cuchillo de cocina y el de carnicero para cortar la carne de los menos privilegiados. Y ustedes hicieron… casi nada.

Al fin vienen por ustedes. Para eso necesitan un arma mayor. El secuestro es el hacha que están blandiendo a sus derechos. ¿No será -al fin- hora de alzarse?

Fuente: http://progreso-semanal.com/ini/index.php/eeuu/6637-nacion-de-secuestro