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Nacionalismo español y nacionalismos minoritarios

Fuentes: Rebelión

En algunas ocasiones, personas que se consideran de izquierdas realizan duras y contundentes críticas hacia todo lo que tenga el más mínimo indicio de nacionalismo, especialmente de nacionalismo catalán o de nacionalismo vasco. Afirmaciones que podrían ser propias de cualquier alto cargo del Partido Popular, son a veces defendidas por importantes dirigentes del PSOE o […]

En algunas ocasiones, personas que se consideran de izquierdas realizan duras y contundentes críticas hacia todo lo que tenga el más mínimo indicio de nacionalismo, especialmente de nacionalismo catalán o de nacionalismo vasco. Afirmaciones que podrían ser propias de cualquier alto cargo del Partido Popular, son a veces defendidas por importantes dirigentes del PSOE o incluso, aunque no sea habitual, por algunas personas próximas a Izquierda Unida.

A diferencia de los conflictos de clase o de genero, en los cuales las partes enfrentadas raramente utilizan lenguajes o denominaciones que se puedan confundir entre sí, la palabra nacionalismo es usada habitualmente desde posiciones radicalmente diferentes e incluso antagónicas.

Así hablamos, a veces sin darles este nombre, de nacionalismos ideológicamente tan lejanos como el nacionalsocialismo alemán, el integrismo islámico, el sionismo judío, o en el estado español, del nacionalsindicalismo franquista (y su Movimiento Nacional), del nacionalismo de CiU y el PNV, o del nacionalismo de izquierdas de ERC o el BNG, por ejemplo.

Identificar de manera automática el nacionalismo con la derecha burguesa es tan absurdo como identificar de manera simplista el feminismo con la izquierda obrera. Simplemente, estamos hablando de contradiciones distintas que tienen su propia dinámica, mas o menos interrelacionada con el resto de conflictos sociales, contradicciones que en algunas ocasiones pueden hacer pasar a segundo plano los conflictos de clase própiamente dichas, como puede ser el caso de Palestina, masacrada de manera alternativa por la derecha sionista del Likud y por el centro-izquierda laborista.

En todo caso, no es ningún dirigente de la derecha, sinó Lenin, quien escribe y defiende en 1914 El derecho de las naciones a la autodeterminación.

Ni tampoco es ningún nacionalista conservador, sinó Andreu Nin, fundador y dirigente del Partido Obrero de Unificación Marxista, el que escribe en los años treinta que los pueblos solo luchan por su separación cuando la opresión nacional hace insoportable su convivencia en común.

Ni siquiera es Convergència i Unió, con su habitual victimismo, sino el Partido Comunista de España, el que afirma en su XV Congreso (1998) que Históricamente, el Estado se ha conformado bajo la hegemonía del nacionalismo español, lo que ha dado lugar a situaciones de opresión de los derechos lingüísticos y culturales y a la perdida de la capacidad de autogobierno de los pueblos.

Los que atacan, desde posiciones conservadoras, o en algunos casos progresistas, al nacionalismo catalán o al nacionalismo vasco, parecen olvidar precisamente que hay un nacionalismo español infinitamente más poderoso desde cualquier punto de vista. Como hay un nacionalismo norteamericano, con ese u otros nombres, aún mucho más potente también en lo económico, lo político, lo militar, lo cultural, lo que hace bastante inútil, por poner un ejemplo, las medidas proteccionistas y de discriminación positiva del cine español o europeo frente a las grandes producciones norteamericanas, por mas justas y necesarias que sean estas medidas.

Que en el Estado Español no se llegue nunca a una situación como el que se ha producido en los Balcanes desde los años noventa entre los nacionalistas croatas, bosnio-musulmanes o albano-kosovares, por un lado, y el demográfica y militarmente mas poderoso nacionalismo serbio, pilar central del hoy disuelto estado yugoslavo por otro, dependerá en parte de los nacionalistas vascos, catalanes, gallegos y demás nacionalismos minoritarios, desde luego, pero seguramente en mayor medida de los nacionalistas españoles, muchos de ellos ignorantes de su propio y profundo nacionalismo, pero dispuestos a impedir por todos los medios cualquier intento de divorcio dentro del matrimonio hispánico que nos une desde el siglo XV, olvidando que el derecho de autodeterminación de los pueblos, a pesar de no estar hoy recogido en la Constitución ni en los Estatutos de autonomía, es un derecho profundamente democrático.

* Jordi Córdoba es miembro del Consell Nacional de Esquerra Unida i Alternativa (EUiA)