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Apuntes al artículo de Edmundo Fayanás

No existen milagros educativos pero sí posibilidad de mejora

Fuentes: Rebelión

Edmundo Fayanás Escuer ha publicado en la página de rebelión del domingo 16 de diciembre de 2007 un magnífico artículo titulado «¿Existen milagros en la educación?«. No existen, responde el autor, y señala las razones de tal inexistencia. Pretendo en este breve artículo destacar algunas de sus afirmaciones, disentir en algún punto marginal y proponer, […]

Edmundo Fayanás Escuer ha publicado en la página de rebelión del domingo 16 de diciembre de 2007 un magnífico artículo titulado «¿Existen milagros en la educación?«. No existen, responde el autor, y señala las razones de tal inexistencia. Pretendo en este breve artículo destacar algunas de sus afirmaciones, disentir en algún punto marginal y proponer, en línea con el trabajo de Fayanás Escuer, algunas reformas que en mi opinión podrían posibilitar alguna mejora, acaso no sustantiva, en el sistema educativo español.

Por lo demás, que a estas alturas del siglo y del dominio casi total del lenguaje publicitario, alguien cite a Danton y su «después del pan, la primera necesidad del pueblo es la educación» no sólo sorprende sino que exige reconocimiento y agradecimiento y recuerda los viejos y admirables valores de la tradición republicana española o francesa..

Coincido con el ciudadano Fayanás Escuer en que los continuos vaivenes legislativos no son nada buenos para la educación que se imparte en escuelas e institutos y que incluso generan hilaridad entre miembros de la propia comunidad. Es cierto también que los niveles de inversión en educación son insuficientes, un punto por debajo de la media de la OCDE y lejos del de la Unión Europea, con el escándalo añadido que parte de ese dinero público sirve para financiar negocios privados, que no tienen por qué generar ni generan virtudes públicas, cuando, además, si recordamos nuestro pasado reciente, se nos dijo en su momento que la financiación de la enseñanza privada era provisional mientras el Estado no pudiera alcanzar lugares donde a mediados de los setenta reinaba el olvido público. Coincido también con Fayanás Escuer cuando apunta que asegurar «la eficiencia» -acaso mejor, el buen uso, para no usar terminología empresarial en absoluto aplicable sin matices al mundo de la educación- del necesario aumento de la asignación de recursos al sistema educativo.

Tiene razón también cuando señala la inconveniencia de la pérdida de prestigio social de la educación. No acabo de ver claro es sí, aunque admito que es tema marginal, la corrección de la expresión «donde cualquiera sin la menor preparación cuestiona las prácticas educativas». Está bien, creo yo, que cualquier ciudadano o ciudadana, sin necesidad de tener una preparación especializada, pueda cuestionar aspectos que le parezcan incorrectos o mejorables como pienso también que un ciudadano no especializado en Medicina o enfermería puede sugerir, con acierto, mejoras del sistema público de salud. Pero en todo caso es verdad que es hora de que entre todos, por decirlo rápido y con escasa precisión, trabajemos para recuperar el prestigio social de la educación y de sus prácticas. Sin esto, tiene razón Fayanás Escuer, será difícil, muy difícil mejorar la educación.

Mis disensos marginales. No creo absolutamente necesario que la educación deba de ser el primer objetivo que debe tener la sociedad española para conseguir mejorar nuestro sistema educativo. Bastaría con que estuviera en un lugar destacado, detrás, por ejemplo, de la violencia de género, de los mal denominados accidentes laborales, de la necesaria revisión de los trabajos y días a las que se ven sometidos capas amplias de trabajadores y del control o eliminación de contratas y subcontratas llenas de impiedad y ánimo ilimitado de lucro, para que la mejora estuviera en el horizonte de los objetivos alcanzables.

Mi segunda diferencia es algo más profunda. El llamamiento a la Iglesia católica, sin duda bienintencionada, por parte de Fayanás Escuer me parece inútil. Por ahora, la Iglesia católica y romana española sólo entiende el lenguaje de un poder firme no sumiso. Si creemos en los milagros acaso sea posible vislumbrar algún cambio radical en la institución pero no hay ningún indicio que señale esa dirección. La asignatura de la religión y de la educación para la ciudadanía, que desde luego son un campo de batalla de la Iglesia detrás del cual existen intereses económicos y cuotas incrementadas de poder, no son asuntos marginales, no son problemas «muy colaterales y de menor importancia en el mundo educativo». La impartición de la dogmática religiosa en los centros educativos españoles, se sea creyente, agnóstico, ateo o indiferente al tema, fue y sigue siendo un escándalo. No es asunto marginal, aunque sea cierto que en centros públicos, en algunos de ellos, la asignatura se reconvierta en ocasiones en una historia de las religiones o una asignatura donde se discuten temas éticos controvertidos sin imposición de un punto de vista moral religioso.

Señala Fayanás Escuer tres senderos de mejora en el ámbito del profesorado: recuperar para la función docente el prestigio social que tuvo, prestigio que en su opinión debería ir acompañado de una cierta revalorización económica para atraer a los mejores universitarios, línea sobre la cual yo tengo dudas importantes y algún problema moral; la mejora de los criterios de selección mediante formulas mejores que la actual oposición memorística, aunque yo tampoco esté tan seguro de que sea realmente un avance la realización de un master con duración de un año que prepare al futuro opositor en «el ámbito de la pedagogía, psicología y en la practica para poder entrar en el campo educativo» por las diferencias sociales y dificultades económicas que puede acarrear para algunos licenciados, por el abuso terminológico y vaciedad de algunas tendencias psicopedagógicas y por la calidad intelectual de los masters españoles realmente existentes, y, finalmente, estimular al profesorado con amplitud de miras. Por ello, estima Fayanás Escuer, es más necesario que nunca la aprobación del Estatuto Docente y el desarrollo de la carrera docente, «donde el esfuerzo por hacerlo bien y la preparación continua sea un valor que estimule al profesorado». Tengo también alguna dificultad sobre el término «carrera docente» y sobre los estímulos de la misma. Pero dejémoslo por ahora.

Sin duda, tiene nuevamente razón Fayanás Escuer cuando recuerda que la mejora de la educación no depende exclusivamente de los centros educativos y del personal docente, sino del conjunto de la sociedad y especialmente del apoyo y cooperación de las familias, siendo importante, como se vio, el aumento de la valoración de la escuela y de la educación.

Telegráficamente señalaré algunas pequeñas reformas que creo pueden mejorar algunos aspectos del sistema educativo español, señalando eso sí que mientras el papel de la cultura en el capitalismo impío actualmente existente sea el que es (pura mercancía alienadora) y la situación de las familias trabajadoras sea la que es (explotación sin freno, trabajos alienantes en grado sumo, horarios sin limitación, falta de tiempo y energía para ocuparse de asuntos educativos y de sus mismos hijos, desprestigio creciente de los asuntos públicos) las raíces del asunto no quedan alteradas y por consiguiente estamos ante una política de reformas, acaso hoy necesaria, que no altera el subsuelo de la situación.

Sea, pues, el siguiente catálogo reformista:

  1. Organización de de clases de repaso impartidas en los centros públicos para alumnos que las necesiten y cuyas familias no puedan ayudarles.

  2. Convertir la lectura en un asunto clandestino que provoque, por negación de le negación, el interés del alumnado o, si no es el caso, elección de otras lecturas y, sobre todo, la diversidad de las mismas dada la creciente diversidad del alumnado.

  3. Considerar la figura del ayudante de aula absolutamente necesaria, en mi opinión, en gran parte de los cursos de la enseñanza obligatoria.

  4. Reducir sustantivamente el número de alumnos por clase. Es imposible, en general, enseñar matemáticas, inglés o ciencias naturales a 30 alumnos a la vez.

  5. Reducir el horario escolar lectivo e introducir actividades intelectuales en los centros (seminarios, conferencias).

  6. Tratar de forma individualiza a algunos alumnos, esto es, deberían existir profesores encargados de formar a un alumno o a un grupo de alumnos muy reducido.

  7. Introducir la figura de los colaboradores en los Institutos: padres, ex alumnos, vecinos.

  8. Atención a algunos provenientes de países con un idioma distinto al castellano. Relacionar, al mismo tiempo, alumnos de diferentes etnias u orígenes admitiendo la posibilidad de la enseñanza de otros idiomas en los centros educativo por parte de los propios alumnos a sus compañeros.

  9. Revisión de los textos escolares que en algunos casos rozan el disparate, la obra mal hecha, el libro mal pensado.

  10. Humanizar o introducir elementos no técnicos en los ciclos formativos de grado medio y superior, y evitar que esos ciclos se conviertan en una salida solicitada, básicamente, por jóvenes de familias trabajadoras

Los decálogos existen un resumen en dos principios normativos. Estos son en este caso: tratar de formar desigual lo que son situaciones muy desiguales y conseguir que el sistema educativo genere inquietudes intelectuales y críticas y no se convierta en un aparato al servicio de las necesidades del nunca satisfecho empresariado español. El sistema educativo no debe ser un dependencia más de la fábrica global del capitalismo.