La detención de la líder de la agrupación Tupac Amaru, Milagro Sala, por causas relacionadas a la protesta social que se lleva a cabo en Jujuy, después de que 66 mil cooperativistas quedaran sin empleo, exhibe el modo revanchista con que se pretende disciplinar a todas las personas que, desde que asumió la presidencia Mauricio Macri, vienen tomando las calles en defensa de derechos adquiridos durante la gestión anterior. Organismos de derechos humanos internacionales, como Amnistía Internacional, han alertado sobre el carácter político de esta detención que delata tanta misoginia como racismo contra una mujer orgullosa de su clase y de ser parte de los pueblos originarios, y es por eso que su obra no sólo levanta casas, escuelas y lugares de recreación, sino también la dignidad y el derecho al goce de todos y todas.
Esa tarde le tocó a Pajarito, la referente de la Túpac Amaru de Humahuaca, apretar el micrófono entre sus manos para dirigirse a una Plaza de Mayo colmada de personas y banderas. Es una escena que jamás se imaginó vivir. Y no se la imaginó por dos razones, no solo por el brusco atropello contra Milagro Sala y su comunidad, que convocó, el lunes 18 de enero, a la multitud porteña, sino también por lo humilde de su origen. Pajarito fue una de esxs nadies que antes de ser tocadxs por la varita milagrosa de la organización que aloja en su seno a lxs excluidxs del empleo, la nutrición, la educación, la salud, la igualdad sexual y de género, fue tomada por la tristeza. Pajarito tenía una tristeza sin piletones, sofocada de calor. Una tristeza sin dientes para masticar poco más que pan y mortadela. Una tristeza sin asistencia médica, sin autoestima, sin posibilidad de hacer de la vida un lugar habitable, deseable y común. A todas luces, ese lujo era de otrxs. Pero llegó Milagro, que ya había puesto los primeros ladrillos de las diez mil casas sobre la tierra jujeña -donada, pero árida y pedregosa, como de segunda, porque en el 2003 ni Néstor terminaba de darle su voto de confianza-, la invitó a incorporarse al proyecto comunitario y Pajarito, como tantxs otrxs, empezó a estar mejor. «Milagro nos ayudó cuando nadie daba una moneda por nosotros. Éramos los rezagados. La Túpac nos dio oportunidades a las personas, a los alcohólicos, a las mujeres que no tenían un sentido del rumbo de su vida, a los chicos, a los jóvenes. Hoy somos jujeños: tenemos escuela, trabajo, nuestra dignidad. Y lo que quieren es quitarnos lo que hicimos. Pero yo no te bajo la cabeza a vos, gobierno. Yo no te tengo miedo. Y te lo digo: No nos vas a dirigir la vida. Yo soy Milagro Sala como todos los que estamos acá», dice la referente humahuaqueña dirigiéndose ahora al gobernador Gerardo Morales. Pajarito le habla a este hombre blanco en una segunda persona que instala en el discurso público una paridad que otrora parecía imposible. Le habla, como lo haría Milagro, para que él y el gobierno nacional recuerden lo que ya saben que pasa cuando su pueblo, un pueblo liderado por mujeres empoderadas y corridas de los estereotipos de la femineidad, se decide a resistir. «Milagro se expresa como quiere, desafía los poderes sin importarle si los encarna un varón o una mujer, trata de igual a igual no importa a quién, y rompe con los estándares establecidos y los mandatos provinciales – dice Eva Arroyo, integrante de la agrupación H.I.J.O.S. de Jujuy; persona muy cercana a Milagro Sala -. Lo que ocurre si mis roles no están establecidos es que si te tengo que putear te puteo, si tengo que ir a trabajar en la obra, voy, si tengo que trabajar en la textil también lo hago. Al radicalismo, que siempre ha tenido una postura muy misógina con sus mujeres -al igual que el PJ-, debe resultarle insoportable que los desafíe una negra y una mujer. Milagro rompe con ese orden natural instalado, que en esta provincia es el poder de los Blaquier».
Como casi todxs sabemos, el octogenario Carlos Pedro Blaquier es uno de los ricos más ricos de la Argentina. A su fortuna se le endilgan flotas de todo tipo: yates, marineros y aviones, como también colecciones de arte, relojes y objetos únicos y principalmente la posesión de Ledesma, el descomunal ingenio azucarero jujeño. Carlos Pedro fue procesado por la justicia de la provincia norteña por haber facilitado camionetas para efectuar el traslado de 400 trabajadores del ingenio a centros clandestinos de detención, durante la famosa «noche del apagón» en 1976. Según Coco Garfagnini, referente de la Túpac Amaru en Buenos Aires y mano derecha de Milagro Sala desde los comienzos de la organización: «Esta es una provincia donde los gobernadores son elegidos por Blaquier, que financió la campaña de Morales y aportó dinero a la de Massa y de Macri; acordate que en campaña los dos aterrizaron en el aeropuerto del Ingenio Ledesma».
El radical Morales, actual gobernador de Jujuy, declarado enemigo de la líder tupaquera desde tiempos inmemoriales, debe haber respirado un aire renovado el pasado sábado 16 de enero al verla detenida por un grupo de policías en la puerta de su casa. Varios hombres, en una escena ejemplificadora, la obligaron a subir a un gran auto blanco, blanquísimo, como el color de la piel de los que se la llevaron y el azúcar refinada. Las cámaras televisaron durante estos días el rotundo momento del ajuste de cuentas que según expresó Raúl Noro, marido de Milagro Sala, a Morales lo tenía obsesionado. Pero más allá de esta cuestión personal, es evidente que se trata de un ejemplo público de lo que puede pasarle a unx militante social en el caso de manifestarse en contra de la lógica política gobernante. «Milagro es la inaceptable de la política de los últimos años -dice Graciana Peñafort, abogada y coautora de la ley medios-. Es la inaceptable porque es mujer y porque es indígena. Porqué se paró como mujer india en un lugar donde todavía hay un profundo feudalismo. Esa es parte de la obsesión de Morales, la otra parte pasa por la política de Cambiemos: acallar la protesta social porque los cambios que están haciendo en materia económica van a tener efectos cruciales».
El nuevo modelo económico que ya empieza a aplicar la severidad de sus medidas corta, por supuesto, el hilo por lo más fino. Es esto lo que observa y analiza la teórica feminista descolonial Yuderkys Espinosa Miñoso: «Llega un período de pérdida en sentido amplio de pequeñas cuotas de acceso de gente que nunca estuvo en lugares de manejos de recursos, gente negada por la política, la cuerda se corta por aquí, por lxs que son más fáciles de deshacerse. Si ya va a ser malo para una mayoría, incluso de personas de clase media que van a comenzar a sentir este proceso negativamente, mucho peor será para la población más vulnerable. Es sobre esta gente a la que con más saña se le aplica este proceso de pérdida que trae aparejada la recuperación de la derecha».
La imputación de Milagro Sala por «Instigación a cometer ilícito y tumulto», estaría disfrazando, por supuesto, el verdadero motor del allanamiento en su domicilio, de la incomunicación en cárcel común y de la criminalizaron del inolvidable acampe que el pueblo del Alto comedero lleva adelante desde el 14 de diciembre pasado. Graciana Peñafort dice respecto de la causa: «Milagro sigue detenida por dos delitos que tienen penas menores, asociados a la protesta, habiendo sido rechazado un hábeas corpus. Y sigue vigente la condición de que cuando se levante el acampe, ella saldría libre. Es decir, la cuestión extorsiva. Cada vez que en los medios se discute el tema de Milagro Sala, no se discuten las causas por las que ha sido detenida. Hay una suerte de sentido instalado de que Milagro Sala es culpable de algo. Es lo que dice (Jorge) Lanata en su nota: que está detenida por acusaciones poco sólidas, pero que igual debería estar presa. Necesitan medios dominados culturalmente para justificar la represión a la protesta social y a los militantes sociales».
La pintura de la culpa de Milagro Sala viene haciéndose desde mucho tiempo atrás con infinitos pincelazos de color sobre la tela blanca del odio racial y la misoginia. Pero si se ha trabajado tan arduamente con el fin de demonizarla, gran parte de las veces se ha pagado la evidente intención con el bochorno periodístico. Un ejemplo entre miles es esta nota de Marcos Aguinis, publicada en La Nación en 2012: «Las fuerzas (¿paramilitares?) de Milagro Sala provocaron analogías con las Juventudes Hitlerianas -dice-. Estas últimas, sin embargo, por asesinas y despreciables que hayan sido, luchaban por un ideal absurdo pero ideal al fin, como la raza superior y otras locuras. Los actuales paramilitares kirchneristas, y La Cámpora, y El Evita, y Tupac Amaru, y otras fórmulas igualmente confusas, en cambio, han estructurado una corporación que milita para ganar un sueldo o sentirse poderosos o meter la mano en los bienes de la nación». Plop.
La aplicación del castigo a la líder indigenista salta a la vista de la teórica dominicana Espinosa Miñoso, quien por un lado se manifiesta sorprendida del rumbo político actual de la Argentina -donde estuvo viviendo durante quince años-, pero por el otro lado reconoce su detención como una consecuencia lógica y tristemente esperable del tipo de gobierno recientemente elegido. Dice: «No me parece raro que termine siendo sobre el cuerpo de Milagro, que representa no solamente la lucha de mujeres por acceso al poder sino que además está en una situación no privilegiada en todo sentido, porque es indígena y viene de clases populares, desprotegidas. Al final termina habiendo un escarmiento para que quienes están en determinadas posiciones de menor poder sientan que es con ellxs con lxs que se va a dar el ejemplo. Más allá de la opinión que sobre ella se pueda tener respecto del manejo del poder, no podemos negar a qué sectores representa y porqué es sobre ella que viene el primer gran castigo público: una kirchnerista que hizo todo lo que pudo por gente de su propio grupo social. Es obvio que se trata de una lección. No creo que solamente sea por ser mujer, seguramente esto es también por ser una mujer indígena cercana al movimiento contra el sexismo. Ella representó un ala que no todo el movimiento k estaba dispuesto a asumir, ella supo ver el racismo, el sexismo, al homolesbotransfobia. Alguien con una mirada interseccional en su búsqueda de justicia».
Aquél 14 de diciembre en que se instalaron las primeras carpas sobre la plaza principal de San Salvador de Jujuy, Rogelio Frigerio, Ministro del Interior, en consonancia con lo que hoy reconocemos como política macrista de desempleo, y con las intenciones de Morales para con la organización dirigida por Sala, decidió dejar de apoyar a las cooperativas de viviendas de todo el país y fue esto lo que motivó la medida de protesta. La consecuencia de la decisión de Frigerio se traduce en un número altísimo de desocupadxs: 66.000 (¿acaso se suscite ahora una gran demanda de trabajo a los ingenios a cambio de salarios bajos?). 66.000 es el número (casi el de la bestia) pintado sobre la bandera colgada la tarde del lunes detrás de Pajarito, en Plaza de Mayo. Durante los treinta y cinco días que siguieron a la ruptura con las cooperativas, Milagro no logró ni siquiera ser recibida por Gerardo para comenzar un diálogo. Tal vez por miedo de tenerla frente a frente, odio o intolerancia, Morales -que no dio el brazo a torcer ni ante la intermediación de la iglesia jujeña- se dedicó exclusivamente a exigir el levantamiento del acampe por el que Sala, ni aún hoy, está dispuesta a otorgar como moneda de intercambio por su libertad.
Las carpas siguen ahí, llenando la capital de una vergonzante mugre periférica para la oligarquía jujeña, al cierre de esta edición: «Hay un sector de clase alta de Jujuy que la odia -dice Coco Garfagnini-. Hasta la llegada de Néstor que puso en funcionamiento la cooperativa y empezaron a construir viviendas, muchas personas de la periferia de Jujuy no podían ir al centro porque las detenían por averiguación de antecedentes o por cualquier motivo. Los delegados nuestros cuando iban a las reuniones, en el tiempo en que recién formábamos la agrupación, eran detenidos permanentemente. Esto pasa también en Salta. Ahí los collas pueden vender sus artesanías de noche, porque de día no se los quiere mostrar en la Plaza principal. El surgimiento de las organizaciones sociales llevó a que los compañeros pudieran comprarse su moto o su autito, a consumir en los negocios del centro o incluso a tener su propia marcha del Orgullo gay, multitudinaria, llena de gente que no se avergüenza de su identidad. Una invasión que a cierto sector social le resulta insoportable».
El 21 de octubre de 2013, mientras Milagro recorría el barrio Mariano Moreno, en compañía de otros militantes del Frente Unidos y Organizados, un grupo grande de personas, en una emboscada, abrieron fuego sobre ellxs. Querían matarla. Y no era la primera vez. Tampoco es esta oportunidad la primera en que Milagro termina encarcelada sin razón. «Una vez me metieron en la cárcel injustamente ocho meses, por ser pobre, porque no tenía quién me defienda -declaró en el año 2009-. Y cuando estaba en la cárcel me puse a pensar que así como el poder era injusto conmigo, con cuántos chicos humildes también era injusto. La Justicia es justa con los que tienen plata y con los que no tienen no. Entonces me juré ahí en la cárcel que el día que saliera iba a luchar para que no hubiera más injusticia».
La exclusión de lo diferente resulta ser una realidad muy palpable en Jujuy, que justifica o más bien explica, la creación de un «Estado paralelo» que Morales denunció en los medios -como si se tratara de una conspiración y no de una consecuencia natural de la deficiencia política- para referirse a la organización liderada por Sala. Tal «estado paralelo», cuya exitosa gestión podría despertar la envidia de más de un funcionario, viene siendo durante los últimos 15 años el espacio físico y simbólico que absorbe y soluciona las diversas problemáticas de las personas que las políticas sociales, económicas, educativas y sanitarias jujeñas dejan caer de sus márgenes. En el número dos de la revista tupaquera Pachakuti, publicada en el año 2013, Pachila, una de las mujeres fuertes de la organización, relató su historia, la de una vida plagada de experiencias cruentas: abandono infantil, situación de calle, violencia física y sexual, indiferencia social. Esto fue así para ella hasta que conoció a Milagro. «Si la flaca no se hubiese sentado esos veinte minutos al lado mío para hacerme sentir que sí puedo, tal vez no estoy acá -escribió Pachila-. Entonces yo no puedo ser egoísta. Si veo que un chico o una señora, lo que sea, tiene un problema, tengo que ayudarlo y encontrar la manera de hacerles sentir que se puede cambiar». La situación de Arón es otro ejemplo: nacido sin piernas ni brazos, este niño no era admitido por ninguna escuela jujeña, en todas se argüía que el establecimiento no contaba con las condiciones necesarias. En todas menos en una, claro, porque la escuelita de la Tupac no dudó en abrirle sus puertas. Es que este mundo indio con leyes propias de convivencia (se hacen asambleas incluso para dirimir asuntos maritales o tomar decisiones comunales como la que le ordenó a Milagro Sala levantar la huelga de hambre que arrancó en el momento de su encarcelamiento, porque se la necesita sana y en condiciones óptimas para la resistencia), este mundo levantado en una dirección alternativa al Estado en su forma convencional, está lleno de Arones, desde lxs pobres y desdentadxs hasta las travestis que habrían terminado eyectadas a Buenos Aires, muchas sin querer prostituirse, huyendo de la vergüenza familiar, o a lxs enfermxs para los cuales no hubiese sido posible una asistencia digna dentro de los hospitales públicos. «El trabajo sobre la autoestima también ha sido crucial para toda esta gente que ha podido salir desde el esfuerzo propio del lugar de marginación absoluta. Eso te da fortaleza y seguridad. El lunes en Plaza de mayo varios de los tupaqueros decían: ‘Somos argentinos y tenemos derecho a que nos traten como iguales, a no estar sometidos’. Esto es lo que resulta absolutamente revulsivo a ciertos sectores de la sociedad. Milagro Sala representa no solo el derecho a la protesta sino el derecho a la defensa de los sectores más postergados de la sociedad y la capacidad de organización para exigir lo que corresponde. Ella reúne todas las características para la estigmatización: es mujer de origen humilde, rebelde, vivió en la calle, se hizo así misma y se transformó en una líder con una capacidad de concreción que no ha tenido ningún tipo de gobierno», dice la periodista Nora Vieiras.
Para lxs integrantes de la Túpac, esta organización ha ido transformando la desocupación en trabajo, la indigencia en dignidad y la negritud indígena en la fisonomía que les devuelve el orgullo de su pueblo. Todos los años la organización recibe en el Alto comedero a lxs representantes indígenas de Latinoamérica para festejar el Inti Raimi, el 21 de junio, en una larga ceremonia que se realiza en la réplica construida por este ejército de albañilxs, del inmenso templo boliviano de Kalassaya. Dura doce horas, hasta que sale el nuevo sol y con él la esperanza de recuperar lo que les fue arrebatado por «lxs inquilinxs de la tierra». Acaso en la unión de lo sagrado con las prácticas políticas radique el secreto que hace incansable la lucha de este pueblo liderado por Milagro, «la flaca», una mujer que como la Mama Quilla -suerte de Papiza india- es símbolo de su fuerza espiritual y puente para la transformación de las adversas circunstancias humanas.
«Milagro se atrevió a desafiar junto con los organismos de los derechos humanos la impunidad de los poderosos -dice Eva Arroyo-. Se atrevió a hacer que un gobierno como el kirchnerista saltara las decisiones del ejecutivo provincial y otorgara un poder económico para poder llevar adelante todo lo que durante décadas ningún gobierno llevó adelante. Este gobierno ha empoderado a cierto sector de la sociedad. Ha empoderado, incluso, a los que han hecho un voto anti Milagro y ahora se creen con derecho a demandar». En este punto, Arroyo se refiere a esa porción de la población que tras haber ascendido en la escala social durante los últimos años pasó a integrar el entramado neoliberal que otorga confort o status a cambio de que un racismo feroz e internalizado mantenga al pueblo desunido y alejado de la apropiación del poder. «El kirchnerismo le ha permitido también a la clase empobrecida llegar al auto, a la casa, y eso parece que les hubiera hecho perder dos tonos menos de piel. No quieren ver en Milagro y en la Túpac el rostro que les recuerde eso que fueron. Ahora creen pertenecer a esa parte de la sociedad que aglutina a la gente de clase media con un estándar de vida deseable que a su vez repudia lo que antes fueron ellos mismos. Este deseo tiene que ver con romper la sociedad, dejar de ser negro y parecerse al radical blanco y correcto, y también con la construcción de estereotipos: después de que tenés dos pesos más aborrecés el lugar de donde venís. Ese es el logro del neoliberalismo». La organización social Túpac Amaru parece haber cortado con este funcionamiento social y quebrado el circuito: fiel a sus principios comunitarios, la red humana que la mantiene cohesionada atenta contra el corazón del capitalismo porque el acceso a un mejor nivel de vida redunda en ayuda para lxs que menos tienen y por ende, en poder popular. «La capacidad de Milagro fue la de entender y decodificar las demandas sociales que tenía ese sector de la población, porque ella nació en ese lugar y se reivindica como tal -explicó Arroyo-. Yo soy esta y merezco más de lo que me dan. Soy india, negra y mujer. Y quiero los mismos derechos, pero sin abandonar mi conciencia de clase».
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-10327-2016-01-23.html