Pueblos indígenas norteamericanos se preparan para resistir físicamente a la instalación de un oleoducto que, prevén, contaminará todos los lugares por donde pase.
«TransCanada tendrá que atropellarnos o meternos a la cárcel», reta Debra White Plume, de la tribu oglala sioux de Dakota del Norte. White Plume es parte de un grupo llamado Moccasins on the Ground (Mocasines en tierra), que enseña acciones directas a comunidades indígenas y no indígenas, en caso de que el presidente estadunidense Barak Obama apruebe la construcción del oleoducto Keystone XL, que transportará arenas bituminosas.
El polémico oleoducto es un proyecto petrolero de mil 661 kilómetros de longitud operado por TransCanada, que transportará 830 mil barriles de crudo diariamente de Alberta, en Canadá, a refinerías de la Costa del Golfo de Texas, en Estados Unidos. El proyecto fue presentado por primera vez en 2008, con el respaldo total de los legisladores canadienses y la mayoría de los republicanos estadunidenses, así como el apoyo de los sectores empresariales y de la energía.
Sin embargo, la fuerte oposición de base de ambientalistas, pueblos indígenas y otros activistas forzó a Obama a posponer la toma de la decisión final sobre el proyecto, y a presionar al Departamento de Estado para llevar a cabo análisis de riesgo ambiental. Los activistas y la oposición acusan que el proyecto supone riesgos muy graves y permanentes a la salud pública, el medio ambiente y el patrimonio cultural que está en su camino.
El medio ambiente, afectado
Con el procesamiento del petróleo que se extrae de las arenas bituminosas, los niveles de emisiones de dióxido de carbono son de tres a cuatro veces más altos que los del petróleo convencional, debido a los procesos de extracción y refinación más intensiva. En los Estados Unidos, resultará en la emisión diaria de sustancias dañinas por el equivalente a 5.6 millones de automóviles.
Durante el proceso de extracción se necesitan grandes cantidades de calor, agua y productos químicos para separar la sustancia de alquitranada de la arena, el limo y la arcilla, de manera que fluya en la tubería.
El agua utilizada en el proceso viene de los ríos y los acuíferos subterráneos, con un promedio de tres barriles de agua para extraer un barril de petróleo. El 95 por ciento de líquido empleado para extraer el petróleo, que se estima en 2.4 millones de barriles al día, queda tan contaminado que debe ser almacenado en grandes piscinas artificiales conocidas como balsas de residuos. A medida que el alquitrán se hunde hasta el fondo de estos estanques, el lodo tóxico, lleno de sustancias nocivas como cianuro y amoniaco, se abre camino a los suministros de agua limpia aledaños.
También existe un riesgo constante de derrames. Químicos y expertos en medio ambiente advierten que los mayores niveles de acidez en el petróleo de arenas bituminosas, junto con las diversas condiciones meteorológicas que las tuberías enfrentan, pueden provocar un mayor potencial de corrosión y daños a las líneas, lo que trae costosos y peligrosos derrames.
En 2010, un millón de galones de petróleo de arenas bituminosas contaminaron el río Kalamazoo, en Michigan. El combustible salió de un oleoducto dirigido por la empresa canadiense Enbridge. Aunque se gastaron casi mil millones de dólares en los últimos tres años para limpiar el derrame, todavía están contaminadas casi 40 millas del río. En 2013 hubo otro derrame en el pueblo Mayflower, Arkansas, por parte de la petrolera Exxon, que contaminó el acuífero que abastece a la comunidad. Además, el primer oleoducto de TransCanada presentó más de una docena de derrames en su primer año de operaciones.
Si el proyecto se completa, cruzará seis estados de Estados Unidos, atravesará más de tres ríos principales: Missouri, Yellowstone y el río Rojo, así como el acuífero Oglala, que provee agua potable para más de dos millones de estadounidenses.
Con todo y estos peligros, el 31 de enero de 2014 el Departamento de Estado publicó un informe de 11 volúmenes, en el que declaró que el gasoducto no traerá mayores riesgos que los que ya representan las actuales formas de extracción de arenas bituminosas, minimizando el impacto global de la tubería. Esto da a la administración de Obama «luz verde» para el proyecto, además de una forma de «silenciar» las críticas y la oposición al plan.
Poco después de la publicación del informe, activistas y la oposición señalaron que la empresa consultora contratada para llevar a cabo el análisis de riesgos, Gestión de Recursos Ambientales (ERM), fue también la firma consultora de TransCanada. Los activistas puntualizan que se trata de un conflicto evidente de intereses.
«Este informe defectuoso no debería tener un lugar en la toma de decisiones en este oleoducto», consideró Doug Hayes, del grupo ambientalista Sierra Club. «El Departamento de Estado contrató a un consultor de la industria petrolera para hacer el análisis ambiental de Keystone XL, sin tomar medidas para protegerse del sesgo de la industria. No es ninguna sorpresa que el informe trate de minimizar la contaminación de carbono masiva y las amenazas a la salud humana y la calidad del agua que traerá el ducto».
«Mediante la contratación de ERM, el Departamento de Estado ignoró sus propias directrices e invitó al zorro a entrar al gallinero», denunció Ross Hammond, de Amigos de la Tierra. «El proceso que les permitió conseguir este contrato fue corrupto desde el primer día y el pueblo estadounidense se merece algo mejor de su gobierno».
Prometen resistencia
Para muchos pueblos indígenas cuyas tierras y vidas serán afectadas por el oleoducto (conocido por ellos como «serpiente negra»), hay pocas opciones y vías para expresar su oposición. Una anciana de la tribu sioux, Spotted Eagle, declaró: «No hay camino para que la gente nativa diga no. Nuestra historia nos ha llevado a no ser optimistas. Cuando hay capitalismo, hay que tener una clase inferior, y nosotros lo somos». Aunque el informe reciente del Departamento de Estado provocó pesimismo entre algunos, también trajo entusiasmo para luchar.
Una declaración conjunta de los líderes del pueblo oglala lakota sioux se publicó poco después del análisis del Departamento de Estado. Rechaza todos los planes del oleoducto y declara que se resistirá con la acción directa si el proyecto inicia.
«La nación lakota oglala tomó el liderazgo al decir ‘NO’ al oleoducto Keystone XL Pipeline. KXL no cruzará su territorio incluido en el tratado, que se extiende más allá de los límites de la reserva. Sus caballos están listos. Estamos con la nación lakota, estamos del lado de la protección del agua sagrada, representamos formas de vida indígenas que no serán dañadas por un ducto de tóxicos peligrosos».
Durante el año 2013, los miembros de la organización Moccasins on the Ground viajaron a diferentes estados y reservas donde el oleoducto tendrá efectos. Entrenen en acción directa no violenta por si el gobierno da luz verde al proyecto. White Plume describe que las capacitaciones incluyen talleres sobre «conoce tus derechos», bloqueo y autodefensa.
Con la gran cantidad de territorio que puede ser afectado y la dispersión de las comunidades -lo que puede limitar la ayuda-, las capacitaciones permiten a una comunidad a hacer «lo que tiene que hacer cuando se sienten amenazada. Tendrán las capacidades para resistir justo aquí, y eso es realmente importante», explica White Plum.
Moccasins on the Ground llama a estos entrenamientos de acción directa y desobediencia civil, pero otros mayores y líderes indígenas lo llaman derecho tradicional. Mayor Phil Lane, del pueblo Dakota, precisa: «No es desobediencia civil. Es simplemente actuar según el orden jurídico nativo para defender lo que es correcto. Está de pie una antigua orden jurídica aborigen que nunca se ha extinguido».