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Not in our nombre

Fuentes: WireTap

Traducido del inglés al castellano por Germán Leyens, miembro del colectivo de traductores de Rebelión y asimismo de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística ([email protected]). Esta traducción es copyleft.

Sí señores, también soy de México. Es de donde vengo, y mírenme.
También ustedes pueden hacer lo mismo – Oskar Castro.

 

El creciente reclutamiento de jóvenes latinos y latinas por las fuerzas armadas [de USA] no es nada nuevo. La campaña existe desde el gobierno del presidente Clinton, cuando salió a la luz la cantidad desproporcionadamente pequeña de latinos en las fuerzas armadas. Pero lo que es nuevo es la creciente cantidad de activistas latinos contra el reclutamiento en todo el país.

 

«Activistas antimilitares han tenido esta conversación durante los últimos 10 años, y nunca hemos visto el tipo de actividad que presenciamos ahora,» dijo Oskar Castro, activista contra el reclutamiento en el Comité de Servicios de la Sociedad Usamericana de Amigos de Filadelfia, Pa. «Pienso que es porque [latinos y latinas] prestan más atención que nunca antes. Tienen que hacerlo. Se trata de una guerra, y es una guerra sin fin. No es sólo la guerra en Iraq. Es la así llamada guerra contra el terror.»

 

Activistas latinos contra el reclutamiento han estado apareciendo en ambas costas, y en focos en todo el país. En grandes ciudades como San Diego y Chicago, y en pequeñas ciudades como Hartford, Conn., donde Latinos Contra La Guerra, dirigidos por Milly Guzmán-Young, moviliza a numerosos jóvenes.

 

«Activistas latinos que no han estado necesariamente involucrados en esta conversación o tan involucrados como en el anticolonialismo, y en el trabajo antiimperialista, anticapitalista, y por la justicia social, han descubierto que [el activismo contra el reclutamiento] es igual de imperioso e importante para su trabajo,» dijo Castro.

 

Oskar Castro se involucró recientemente en el movimiento contra el reclutamiento debido al caso de su tío, que falleció el año pasado. Era un veterano de Vietnam, enrolado en el Cuerpo de Marines.

 

«Cuando comencé, había una guerra inminente, pero ahora estamos en esa guerra. Y veo a numerosos jóvenes hombres y mujeres que vuelven y que se verán ante los mismos problemas, si no más, que mi tío,» dijo Castro.

 

«Lo vi deteriorarse lentamente durante 37 años, debido en gran parte a sus experiencias en Vietnam y a su asociación con los militares, y todas las cosas malas que le ocurrieron posteriormente – relacionadas con su salud y con la asistencia social. La administración de asistencia social no lo apoyó, ni tampoco los militares,» dijo Castro. «Si yo pudiera impedir que alguna persona se convierta en lo mismo que mi tío, habría hecho algo de bueno. Y por eso continúo, con él presente en mi mente.»

 

Presentándose en brillantes Humvees en plazas de juego, salones automovilísticos, torneos de baloncesto, y fiestas de fraternidad latinas, y apareciendo en juegos de vídeo como «Ejército de Usamérica» y en tableros de anuncios y revistas en comunidades latinas, los militares están determinados a cortejar y a conquistar los corazones y las mentes de los jóvenes latinos.

 

En esas canchas de baloncesto, llegan en sus Hamvees con la información de reclutamiento traducida al castellano. Y muchos jóvenes de todas las edades se acercan a los Humvees,» dijo Tomás Alejo, activista contra el reclutamiento, y uno de los miembros fundadores de los Brown Berets [Boinas marrón] de Watsonville, Calif., «Llegan, muy atractivos en sus mejores uniformes. Capturan la atención de los jóvenes. Ven el brillo y el machismo.»

 

Los Brown Berets de Watsonville fueron fundados en 1994, como reacción ante los temas sociales que los chicanos y los centroamericanos enfrentaban en el área – malas condiciones escolares, acosos policiales, falta de representación política en el consejo municipal y en los consejos escolares, acoso de los estudiantes, y una alta tasa de abandono de los estudios secundarios. El local fundador de los Brown Berets fue formado en 1967 en el este de Los Ángeles, por los mismos motivos – y la Guerra de Vietnam.

 

Watsonville es una comunidad agrícola rural, de inmigrantes, donde cerca de un 80% de los residentes son mexicanos e inmigrantes recientes de Centroamérica. Es una comunidad de clase trabajadora con áreas muy empobrecidas y pocos recursos. Watsonville es también el área en la que se desarrollaron muchas de las luchas de los Trabajadores Agrícolas Unidos dirigidos por César y Helen Chávez, y las huelgas Canary, dirigidas por trabajadores agrícolas migrantes, incluyendo a los padres de Alejo.

 

«El activismo contra el reclutamiento comenzó a interesarnos durante la última guerra de Iraq. Nos dimos cuenta que muchos de los reclutas provenientes del Condado de Santa Cruz provenían de Watsonville,» dijo Alejo. «Los reclutadores apuntaban especialmente a diario a nuestras escuelas. Estaban también en nuestros campos de juego, en las canchas de baloncesto. Tenían todo un programa establecido para ser nuestros amigos, nuestros mentores.»

 

Alejo, con los Brown Berets de Watsonville y grupos de activismo social de Santa Cruz, realizó protestas y tuvieron éxito en sacar a los reclutadores militares de sus escuelas y de su universidad local.

 

«Tenían una amplia variedad de reclutadores, desde la Armada hasta la Guardia Nacional pasando por el Ejército,» dijo Alejo. «Pudimos aprobar una resolución en el consejo de nuestra escuela que posibilitaba la declaración de «exclusión» en nuestras tarjetas de emergencia en nuestras escuelas. Ahora los padres tienen la opción de excluir a los militares de la posesión de esa información.»

 

Cuando se presentan en las escuelas secundarias en la forma del Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales Junior de Reserva (JROTC, por sus siglas en inglés] y de programas pro-ciudadanía, los reclutadores militares utilizan a menudo promesas irrealizables para atraer a los jóvenes: ciudadanía, dinero para la universidad y capacitación profesional.

 

«Ciertamente, en los últimos años, una de las promesas que hemos escuchado con la comunidad latina es que el reclutador le dice a alguien: «Te puedo ayudar a conseguir la ciudadanía,» dijo Jorge Mariscal, activista contra el reclutamiento en el Proyecto sobre Oportunidades Juveniles y No-Militares de San Diego, Calif., (YANO), y veterano de Vietnam. «Ahora, la realidad es que no te pueden ayudar a conseguir la ciudadanía – pueden ayudarte a solicitarla antes si te enrolas. Pero no pueden garantizar la ciudadanía. Hemos encontrado a muchachos latinos que fueron efectivamente a combatir en Iraq y regresaron, y les negaron la ciudadanía por cualquier infracción legal menor que puedan haber cometido cuando niños.»

 

Los jóvenes tienen que ser residentes legales para enrolarse en las Fuerzas Armadas y, técnicamente, tienen que mostrar un diploma de escuela secundaria. Pero ya que el ejército usamericano, que se halla al límite de sus posibilidades, tiene dificultades para cumplir con sus objetivos de reclutamiento, las Fuerzas Armadas han tenido que aceptar a más gente sin diploma secundario. La Ley Sueño da a los jóvenes que no están documentados dos opciones para una residencia condicional – tienen que asistir a la universidad o ingresar a las fuerzas armadas. Ya que los jóvenes latinos tienden a provenir de familias de bajos recursos, la universidad es raramente considerada una opción factible.

 

«La mayor mentira que los reclutadores cuentan en general es la cantidad de dinero que se recibirá para la universidad,» dijo Mariscal. «Son muy engañosos, porque pocos reciben tanto dinero. Y existe toda la letra pequeña en lo que tienes que hacer para conseguir mucho dinero. Así que, si estás en una comunidad latina, donde tus padres ni siquiera entienden inglés, les es muy fácil a los reclutadores manipular toda esa información.»

 

«Y luego la tercera promesa más engañosa es que te van a conseguir un trabajo en las fuerzas armadas,» dijo Mariscal. «Sólo tienen posibilidades limitadas de darte el trabajo que quieres porque una vez que estás ahí, te hacen una serie de tests. Y si los resultados no son suficientemente elevados, podrías no conseguir algunos de los trabajos que pensabas que ibas a obtener. De manera que numerosos muchachos latinos dicen que quieren ir y trabajar con ordenadores y asuntos de alta tecnología. Pero luego, cuando pasan sus exámenes con resultados bajos porque vienen de escuelas secundarios malas, no están cualificados para esos puestos de alta tecnología. Y los colocan en la infantería, y como conductores de camiones.»

 

Con un día de trabajo promedio de 12 horas en las fuerzas armadas, es casi imposible asistir a clases para un nivel universitario. Según Mariscal, hay estudios que muestran que a personas que están enroladas en las fuerzas armadas les cuesta un promedio de 10 años para lograr una licenciatura.

 

«Juegan con los cerebros de los jóvenes y con sus actitudes,» dijo Fernando Suárez del Solar, fundador del Proyecto Guerrero Azteca en Escondido, Calif., otro activista contra el reclutamiento. «Algunos reclutadores dicen que te pueden dar la oportunidad de servir a tu nuevo país. O que ‘Eres hispánico, tus padres no tienen bastante dinero, tu madre limpia retretes, tu padre trabaja en las granjas – ven acá, tendrás oportunidades de integridad. La gente de la comunidad te respetará. Muchos jóvenes ingresan a las fuerzas armadas con los ojos cerrados,» señaló Suárez del Solar.

 

Suárez del Solar visita cerca de 140 escuelas de todo el país por año, educando a los jóvenes sobre la decisión de entrar a las Fuerzas Armadas. Comenzó el Proyecto Guerrero Azteca después de que su hijo, Jesús, murió después de pisar una bomba racimo usamericana mientras combatía en Iraq el 27 de marzo de 2003.

 

«Muchos reclutadores dicen a menudo: ‘¿No quieres defender a tu país?’ – explotando el tema del terror para toda la guerra, mientras tratan de reclutar a jóvenes,» dijo Mariscal. «Para los muchachos inmigrantes, a menudo se basan en ‘¿No quieres mostrar tu gratitud a tu nuevo país?’ ‘¿No quieres irte de la casa de tus padres?’ Tendrás libertad para viajar.»

 

 

«Los reclutadores dicen a menudo a los estudiantes en los colegios comunitarios: ‘Miren, aquí no llegarán a ninguna parte’, mientras que yo les puedo ofrecer esto, esto y eso. Así que algunos de ellos desalientan abiertamente la idea de ir a la universidad. Hablan de modo muy abierto en su literatura de que la universidad es su competidor principal,» agregó Mariscal.

 

En cuanto a la diferencia en la táctica utilizada según el sexo, los jóvenes varones pueden suponer que se les dirá que el entrenamiento y la experiencia militares los convertirán en más hombres. Y las jóvenes pueden esperar que se les diga que no serán sólo muchachas, que realmente tendrán hombres a su cargo.

 

¿Y si los reclutadores militares no pueden conseguir que los jóvenes se enrolen? Hacen que sus padres lo hagan.

 

«[Las fuerzas militares] reconocen la perspectiva sociológica de que la abrumadora mayoría de las familias latinas- en las comunidades de inmigrantes y en las comunidades no-inmigrantes – todavía mantienen a sus niños muy cercanos de su corazón. Y como resultado, la joven persona no tiene el mismo tipo de conciencia o de libertad que otros miembros de grupos étnicos minoritarios respecto a su responsabilidad hacia sí mismos y sólo hacia sí mismos,» dijo Castro. «Existe un sentido más fuerte de la familia en las comunidades latinas, y los militares lo reconocen. Y por lo tanto se ha realizado mucho marketing y propaganda con los padres latinos en mente. La idea es que si pueden convencer a los padres de que es bueno para su hijo, tendrán su bendición.»

 

Además, numerosos jóvenes y padres en comunidades inmigrantes sienten la presión para que se convenzan, y al resto de la nación, de que ellos, también, forman parte de este país, y que ellos, también, pueden servir en las fuerzas armadas.

 

«Yo consideraría que sería el mismo tipo de sentimiento que la gente en la comunidad afro-usamericana puede o debe haber tenido cuando los militares estaban segregados,» dijo Castro. «Querían mostrar que ellos, también, podían combatir por su país. Los latinos y latinas están en la próxima ola de los que tienen que probar que pertenecen aquí, y que están a la par con otras comunidades. Una manera de hacerlo es sumarse al servicio.»

 

Sin embargo, en lugar de impulsar la paz a cualquier precio, numerosos activistas latinos contra el reclutamiento ven el movimiento como sobre todo de educación de los jóvenes para que tomen decisiones informadas sobre sus futuros.

 

«Lo primero que decimos es que no estamos contra los militares,» dijo Mariscal. «Lo que expresamos en segundo lugar es que no nos presentamos para decirle a alguien lo que debe hacer. Pero lo que les decimos, como veteranos militares, es cuál es nuestra experiencia y que tenemos los últimos documentos de reclutamiento – éstas son las promesas que te hicieron y no van a cumplir esas promesas. Ahora que tienes los dos puntos de vista, anda a ver a tu familia y toma la decisión.»

 

 

Celina R. De León es escritora colaboradora de WireTap basada en Brooklyn, N.Y.

 

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