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El noticiero ICAIC latinoamericano

Noticias con… arte

Fuentes: La Jiribilla

  Los que soñamos en imágenes en movimiento y vivimos en esta isla, a veces en la sala oscura sentimos una nostalgia que nos lleva a décadas atrás cuando en los cines se apreciaban noticias hechas con arte. Porque de eso se trataba el Noticiero ICAIC latinoamericano, de devolvernos con un empaque especial el hecho que […]

  
Los que soñamos en imágenes en movimiento y vivimos en esta isla, a veces en la sala oscura sentimos una nostalgia que nos lleva a décadas atrás cuando en los cines se apreciaban noticias hechas con arte.

Porque de eso se trataba el Noticiero ICAIC latinoamericano, de devolvernos con un empaque especial el hecho que había sido difundido por periódicos, radio y televisión. O, podía suceder que era ese noticiero, y no otro, el que se adentraba en los más disímiles entuertos de la sociedad humana de entonces.

Un ejemplo: el Silvio Rodríguez sacado de la pequeña pantalla era presencia habitual en las salas grandes, donde nació y creció su mito. Así, ver ese noticiero te permitía estar informado y disfrutar de lo mejor del arte no solo cubano. Los Beatles (es un caso) se veían y oían en ese espacio cuando estaban vetados en otros.

Santiago Álvarez, fundador y director del noticiero, se rodeó de un importante grupo de jóvenes que si bien eran inexpertos, tenían muchos deseos de hacer y talento.

A ese núcleo de hacedores del noticiero perteneció Fernando Pérez, el cineasta vivo más importante de Cuba. Sobre tan singular experiencia ha dicho: «El documental fue mi escuela, yo me formé haciendo documentales, y más que haciendo documentales, siento que mi formación definitiva estuvo en los cuatro años que trabajé en el Noticiero ICAIC Latinoamericano, bajo la dirección de Santiago Álvarez. Allí coincidí con Daniel Díaz Torres, Rolando Díaz, Jorge Abello, Raúl Pérez Ureta, Julia Yip, Daniel Diez… y toda una serie de jóvenes que queríamos, que aspirábamos a realizar cine de ficción. Sin embargo, estábamos haciendo noticieros, y durante cuatro o cinco años el Noticiero se convirtió en un taller de creación donde nosotros ensayábamos hacer todo tipo de cine, no solo el Noticiero; con sus recursos hacíamos documentales. Para mí fue un período muy creativo, muy dinámico, de mucha energía, y durante el que sentía que el hecho de salir a la calle casi toda la semana y plantearme: cómo filmo esto, dónde pongo la cámara, cómo filmo la realidad, y después, cómo la edito, cómo la monto, cómo la asocio, qué sonido le pongo, etc.; me fue exigiendo y me fue desarrollando también. Encontré que el cine tiene sus leyes, tiene sus reglas de lenguaje, pero también tiene mucha magia, y tiene muchas posibilidades a través de la intuición y de la creación improvisada. Y esa fue mi escuela».

Daniel Diez, documentalista, actualmente vicepresidente del ICRT, estuvo en el Noticiero ICAIC por más de tres lustros. Se inició como sonidista y esta es una de las anécdotas que cuenta relacionada con el primer transplante de corazón que se realizó en el mundo. «Recuerdo que cuando eso acontecía que fue en los años sesenta -sesenta y pico, sesenta y siete, sesenta y ocho, por ahí está-, allá en Cuba se recibían de la Reuter unos rollos de película que eran los que se tomaban y se ponían en el Noticiero, y el Noticiero para Santiago no era como los de la época, aquellos que se exhibían. El Noticiero casi se convertía en un documental, porque pensaba que se exhibía en el cine mucho tiempo después de que se había producido la noticia y era tomar esa noticia y convertirla en un hecho artístico para que quedara siempre en la mente de la gente, llegara a la razón a través de la emoción.

«Y bueno, con esta noticia se recibió aquella imagen, era importantísimo un transplante de corazón, pero se recibió sin sonido, entonces montamos la escena, toda aquella secuencia de transplante de corazón y Santiago quería un sonido de corazón. Un sonido del corazón. Y fuimos a los archivos del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficas. No funcionaba lo que había en cintas anteriores porque no era el sonido que quería Santiago. Él quería un sonido… ese sonido del corazón y no podía ser otro. Nos fuimos al Instituto Cubano de Radio y Televisión a buscar aquel sonido. Nada tampoco.

«Nos fuimos a los discos, esos discos grandes de 78 revoluciones -estoy hablando de aquella época en que se ponían en un tocadiscos grande así, y se ponían con la mano y empezaban a sonar los discos de los efectos. Pero tampoco eran los que nos funcionaban. Buscamos unos imitadores que hacían sonidos del corazón y tampoco era lo que se buscaba. Serían como las cuatro o las cinco de la mañana, ya nadie podía y Santiago no paraba, el quería ese sonido del corazón porque él lo que necesitaba era expresar realmente aquello. Ya todos estábamos que no dábamos más, las obsesiones de Santiago que nosotros no entendíamos porque éramos muy jóvenes. De pronto en el estudio se empezó a sentir un sonido que era: tum tum, tum tum, tum tum, aquello parecía un corazón, pensamos que era alguien que estaba haciéndolo con la boca, no nadie, todos estábamos ahí reunidos, éramos como ocho los reunidos en el estudio, alguien dijo: es alguien que golpea en la pared, nada de eso existía, Santiago dijo: ‘Ese es el sonido. ¿Dónde está? ¿Qué cosa es?’ Y el problema era que, en aquella época, cuando los tocadiscos llegaban al final no regresaban atrás sino que la aguja se quedaba en la parte no grabada y ese ruido que producían: tum tum, tum tum, es el sonido del corazón que aparece en el Noticiero ICAIC Latinoamericano, cuando se anuncia el primer transplante de corazón».

En un documentado ensayo, el investigador y teórico Ambrosio Fornet afirma: «En la década de los 70 se produjeron, como promedio anual, 35 documentales -incluyendo largometrajes-, 52 noticieros, siete dibujos animados y solo tres largos de ficción (el mismo promedio que en los 60)». Y añade: «El famoso Noticiero ICAIC Latinoamericano, dirigido por Santiago Álvarez, duraba diez minutos y salía todas las semanas, en blanco y negro. Uno de sus mayores méritos, en opinión de los espectadores, era que no parecía un noticiero; el otro, en opinión de uno de sus camarógrafos, era su capacidad de hacer cine informativo de calidad con equipos de museo».

Para la reconocida editora Julia Yip, su paso por el noticiero fue esencial: «Cuando entré a aquel cuarto de edición y vi cientos de pies de película… Sin embargo, comencé como asistente de Justo Vega en la edición de un documental de José Massip titulado Nuestra Olimpiada en La Habana. Justo me ayudó mucho, me fue explicando para que entendiera. Fui asistente cinco años y en 1973 me promovieron a editor. El Noticiero ICAIC no tenía editor por entonces y allí me ubicaron. Era un ritmo de trabajo muy fuerte, con mucho material, trabajando sobre todos los acontecimientos de la época; era empezar el trabajo el lunes para concluir martes, pues el Noticiero semanal se estrenaba los jueves. (…) Los directores que tenía el Noticiero traían sus ideas para documentales. Pero allí la rapidez era esencial en el trabajo. No obstante, con el tiempo yo sabía dónde iba el corte, aparte de que debido al carácter del Noticiero, que no era el típico compendio informativo, se hacía un producto con cualidades artísticas, fuese a través de la imagen o del sonido. Por mencionar un ejemplo: imagínate resumir un discurso de Fidel, con metros y metros de material, en diez o veinte minutos, hallar la idea central. Puede ser una escuela, pero una escuela que empieza integradora. (…) Mientras trabajaba en la edición del Noticiero solicité repetidamente que me dejaran hacer trabajos de ficción. Le decía a Santiago Álvarez: Tengo más noticieros que tú. Y él: Tengo 400, 500. Y le contestaba: Pues yo voy por 682. Así que quería experimentar, hacer otra cosa. Y nunca los directores pensaban en mí para trabajos de ficción. Me decían que no me subestimara, que el Noticiero era una especificidad para la que no todo editor estaba apto. Así que estuve 20 años en el Noticiero, hasta que por motivos económicos y carencia de película virgen (que venía de Europa del Este) el Noticiero desaparece».

El dramaturgo Nicolás Dorr razonó: «Al trascender lo circunstancial, Álvarez encuentra los resortes internos del asunto, sus antecedentes y repercusiones, y se fuerza en mostrárnoslos -independientemente de la duración del documental- en diversos niveles de síntesis y de expresión, con lo que amplía también nuestra concepción intelectual. Habría que precisar que su interés de comunicación por vía emotiva, sentimental y casi sensorial se complementa con la necesidad, simultánea, de aportar reflexiones o criterios, en ocasiones con ánimo pedagógico. La convivencia de ambas intenciones, como en Brecht, propone un tipo de acercamiento múltiple y sacudidor que violenta las costumbres receptivas. La convivencia con lo poético en Santiago Álvarez parece asegurar, aun en lo estrictamente urgente del tema seleccionado, la vivencia personal intensa que hace previamente suyo el hecho y nos lo devuelve como realidad apasionadamente compartible. Es solo cuando alcanza ese camino de complicidad íntima, subjetiva, que logra involucrarnos, no por manipulación, sino por solidaria identificación. Es como si asistiéramos a un diálogo entre la interioridad del yo creador y el interior de nosotros».

Quizás ni el propio Santiago Álvarez estaba consciente de que el 6 de junio de 1960 sembraba una escuela. Aquel día se exhibió por primera vez en las pantallas cubanas el noticiero ICAIC Latinoamericano. Duraba diez minutos e informaba del viaje del presidente Osvaldo Dorticós por los Países Latinoamericanos. Desde entonces hasta el 19 de julio de 1990 se realizaron 1490 emisiones semanales.

En cada una de ellas estuvo la realidad de la mayor de las Antillas, siempre ofreciendo opinión a veces crítica, pero con el amor que sentían Santiago, sus muchachos y muchachas por aquellas noticias, en buena parte, devenidas arte por la presentación singular con la que llegaban a millones de espectadores.