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Más acá del soberanismo-independentismo

Noticias de (otra) Catalunya (IX)

Fuentes: Rebelión

I Las tasas de matrícula en las universidades públicas catalanas han aumentado entre un 70% y un 300% en los seis últimos cursos. II El Casal dels Infants de Barcelona, un colectivo que atiende a los menores en riesgo de exclusión social de los barrios más deprimidos y empobrecidos de la «millor botiga del món», […]

I

Las tasas de matrícula en las universidades públicas catalanas han aumentado entre un 70% y un 300% en los seis últimos cursos.

II

El Casal dels Infants de Barcelona, un colectivo que atiende a los menores en riesgo de exclusión social de los barrios más deprimidos y empobrecidos de la «millor botiga del món», ha denunciado que el 80% de los niños que acuden a sus centros están en situación de urgencia social. Sufren graves carencias alimenticias, materiales y de vivienda. El 30% de los niños y niñas no tienen garantizadas» tres comidas diarias. Más del 80% de sus familias viven o malviven con un único sueldo o con ninguno en muchas ocasiones. Sólo el 35% de las familias que atiende el Casal reciben ayudas públicas.

Mientras tanto, el ICS, el Instituto Catalán de Sanidad, quiere revisar los criterios para diagnosticar problemas nutricionales en la infancia. Según Jaume Benavent, director de Asuntos asistenciales del ICS, «no podemos decir en estos momentos que se dé un vínculo entre ingresos y desnutrición.»

III

La Coordinadora de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (LGTB) de Cataluña, una entidad nacida en 1986 que ha sido vanguardia en la defensa de los derechos de estos colectivos y en las campañas de prevención del SIDA y en mil temas complementarios, se ha disuelto. Los recortes, los hachazos sociales, son la causa.

IV.

La juez que lleva el caso Benítez ha señalado que el consumo de cocaína tuvo escasa influencia en su fallecimiento. Para la magistrada, tanto los golpes propinados «en la persona del señor Benítez» como «las maniobras de contención» que efectuaron los Mossos «pueden ser considerados como elementos participantes en el resultado de la muerte». El hecho de que sufriera una enfermedad, ha añadido, no implica que deba descartarse como causa fundamental la agresión que recibió.

Mientras tanto, el departamento de Interior del gobierno de la Generalitat ha levantado la suspensión a los mossos implicados en el denominado «caso Raval».

V

Los Mossos, por orden judicial, desalojaron el pasado 13 de diciembre los dos bloques, propiedad de la SAREB, el «banco llamo», ocupados por la PAH en Salt. En el desalojo participaron centenares de agentes.

Es necesario observar -mirar y ver- la fotografía que publica El País-Cataluña en su edición del 14 de diciembre con el pie de foto siguiente: «Una de las personas desalojadas ayer de los bloques ocupados de Salt, en el descampado que hay entre los edificios.» ¡La desesperación, la indignación, el no poder más, están en ella fotografiadas!

VI

Disminución del consumo de agua en Barcelona en la última década: un 18% (a pesar del fuerte incremento del turismo). Consumo actual por cápita: 105 litros por habitante y día (la cifra más baja de las grandes ciudades europeas). Incremento del recibo del agua en un lustro (entre 2008 y 2013): más de un 60%.

VII

Ni que decir tiene, ha señalado Vicenç Navarro, «que las derechas (en realidad las ultraderechas) españolas estimularán el tema nacional, presentándose -como siempre han hecho- como las defensoras de España (que es su versión de España), postura que les será muy rentable políticamente». Un tanto semejante ocurre Catalunya, señala, «donde las derechas catalanas (CiU) también intentarán capitalizar aquel rechazo hacia el establishment españolista, ocultando en esta movilización su propio ataque frontal al Estado del Bienestar». En definitiva, concluye el profesor de la UPF, lo que veremos todo este año próximo «será la centralidad del tema nacional a costa del tema social». Lo que nos espera en 2014 es un año en el que toda la atención de los medios «se centrará en este tema, olvidándose del tema central, tanto en Catalunya como en España, que es el gran deterioro del bienestar social y calidad de vida de la población española y catalana.» El resultado, concluye VN, es obvio: «Esta atención beneficiará enormemente a las derechas españolistas y catalanas, cuya alianza en los temas económicos y laborales es responsable de dicho deterioro, y que, para mayor inri, utilizarán los sentimientos nacionalistas a favor de sus posturas, a fin de ocultar la trágica realidad social en la que se vive a los dos lados del Ebro.»

VIII

¡En qué compromiso nos han puesto a los historiadores con motivo del congreso organizado por la Generalitat de Catalunya!, ha señalado el historiador Carlos Arenas Posadas. Qué posición tomar, se pregunta, «sobre un congreso cuyo título o tesis final ya está preestablecido desde antes que se produzca el debate científico: «España contra Cataluña»». Puedes dar la callada por respuesta, prosigue, porque entiendes que se trata de una piedra o piedrecita más que una parte de la clase política catalana, señala matizadamente, «ha puesto en el camino de la independencia, que tal congreso no tiene propósito de debatir y que no compete, por tanto, a los historiadores». Empero, «con tal actitud se corre el riesgo de parecer que otorgas o que no tienes criterio, con lo cual tu poco o mucho crédito como historiador se esfuma».

Se puede uno enfadar, admite CAR. El congreso ha sido «un ejemplo más de la vomitiva manipulación de la historia por parte de todos los nacionalismos que en el mundo han sido; de su abyecta pasión por inculcar el odio hacia otros seres humanos, que es la base fundamental de toda conciencia nacional y de hacer que el pueblo actúe más con las vísceras que con el cerebro.

Se lo puede tomar uno en broma, es otra posibilidad apunta CAR. ¿Los catalanes, así, en general, unas víctimas? «Las carcajadas se oyen desde Finisterre al cabo de Gata. Adam Smith decía que cuando tres o más comerciantes se reúnen no hay mano invisible que valga porque los tres se ponen de acuerdo, controlan el mercado a su favor, imponen precios y viven de los costes de transacción que pagan los clientes». Le faltó decir, señala CAR irónicamente, «salvo que los comerciantes sean catalanes, que son oprimidos por España desde 1714».

La opción paternal puede tenerse en cuenta también. «Si el problema es 1714 y eso consuela, volvamos a la situación anterior, a una España como confederación de Estados, pero para ello no hace falta manipular la historia.»

Te puedes dar la trabajera de enumerar catorce mil quinientos agravios que los no catalanes han tenido respecto a Cataluña en los últimos tres siglos, en opinión de CAR. Su ejemplo: a comienzos del XIX, Gaspar de Remisa, un empresario catalán, se hizo cargo de la explotación de las minas de Riotinto (Huelva). «Hombre de gran espíritu emprendedor arrasó el arbolado en muchos kilómetros a la redonda para usar la madera como combustible con el que quemar el mineral, arruinando flora, fauna y todas las riquezas que el bosque, la agricultura y la ganadería generaban y podían haber seguido generando». El beneficio entonces de «Cataluña», señala, «fue de cientos de miles de reales; ¿quién se hace cargo hoy de aquel estropicio? Como este caso concreto, miles, pero para resumir podrían los congresistas agraviados calcular los saldos de las balanzas comerciales, de pagos y fiscales entre Andalucía y Cataluña en los últimos tres siglos. ¿Adivinan el resultado?».

Finalmente, apunta CAR, te puedes tomar las cosas con más o con calma, con mayor distancia y decir «que la rabieta nacionalista está producida sencillamente por el traspaso de poder político que la oligarquía industrial catalana se ha visto obligada a ceder a la oligarquía financiera con sede en Madrid desde hace veinte años». No es para molestarse mucho. ¿Por qué? Por lo siguiente:

«También la oligarquía agraria andaluza perdió la hegemonía política a últimos del siglo XIX a manos de industriales catalanes y vascos aupados con el nacimiento de los respectivos nacionalismos. Desde entonces las oligarquías catalanas y vascas coparon y se sirvieron del Estado español (¡), diseñaron políticas arancelarias y fiscales, se aprovecharon de la información privilegiada y de los contratos del Estado, obtuvieron la millonada de mano de obra atrapada en los cortijos que le resultaba necesaria para sus cadenas de montaje, etc. Un congreso de historia catalana en el franquismo podría haberse titulado: «España al servicio de Cataluña». Y nadie se molesta. Pelillos a la mar».

Lo que fastidia, eso sí, señala CAR, «es que mientras detrás de aquel capitalismo industrial español de los sesenta había tres pueblos: el vasco y catalán al timón y el pueblo andaluz en la sala de máquinas, hoy en el predominio del capitalismo financiero y «por la cara», como me gusta llamarlo, los que están al mando son Montoro y Asociados. Comprendo que sentirse español en este momento no sea plato de gusto». El problema está, por tanto, concluye el historiador andaluz, «en la diversidad de capitalismos no de naciones, lenguas, historias y culturas singulares que han convivido en España desde hace tres siglos». Remarca: «capitalismos con intereses antagónicos cuyos gerifaltes, como ocurrió en las dos guerras mundiales, no tienen el menor pudor en arrojar a unos seres humanos contra otros».

El programa, la línea defendida por CAR: «Pongamos al ser humano y sus necesidades y no a la nación en el centro del debate. Devolvamos el odio contra quienes lo promueven.» 

IX

Reflexión inicial de Josep Fontana en su intervención inaugural en el Congreso «España contra Catalunya (1714-2014)» celebrado en el IES el pasado diciembre de 2013: «Con todo, lo que hoy tiene que quedar claro es que el proyecto catalán no se había planteado en términos de separación. Los lazos que se habían establecido con Castilla o con Andalucía por la vía de las relaciones y de los intercambios eran lo suficientemente fuertes como para aspirar a conservarlos en una monarquía compuesta, del estilo de lo que sería el Imperio austrohúngaro». Los catalanes eran verdaderamente conscientes, además, prosigue Fontana, «de que el éxito que pudiesen conseguir en sus demandas de libertad era una condición para la democratización del conjunto de los reinos de la monarquía, que es lo que explica que sostuvieran durante la guerra que su lucha era también «por la libertad de todos los españoles». Su derrota significó, en efecto, que las posibilidades de evolución política de la Corona de Castilla se aplazasen al menos un siglo.»

X

El Departament de Territorio de la Generalita catalana ha decidido cancelar el planeamiento de 12 áreas residenciales estratégicas (ARE), nuevos barrios proyectados en 2008 para construir vivienda protegida. Se suspenden entre otros los ARE de Balaguer, Reus, Roses y Palafrugell.

El pasado lunes, don Artur Mas, en una entrevista a TV3, habló de la defensa de su gobierno del Estado de bienestar, de cuidar lo esencial de las conquistas sociales. 

XI

Choque de trenes nacionalistas. Pleno parlamentario del pasado miércoles, 18 de diciembre de 2013.

Don Artur Mas: pidió una interpretación de las leyes que permita realizar la consulta. Puso dos ejemplos: «Si las leyes sólo fueran leyes y no tuvieran espíritu, las mujeres hoy no votarían y los esclavos continuarían siendo esclavos.»

Doña Alicia Sánchez-Camacho: lamentó que Mas considerara legítima la mayoría nacionalista del Parlament y no la mayoría -«que no le gusta»- del Congreso de diputados español. Añadió: «Esto no es Venezuela ni Bolivia. Esto es España y hay un Estado de derecho que está para ser cumplido.» [el énfasis es mío]

XII

Josep Maria Fradera, catedrático de Historia de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, publicó el pasado 17 de diciembre en El País un artículo con el título «Siete llaves para el sepulcro de Felipe V». Apuntaba, defendía y argumentada en él tesis del siguiente tenor:

«Como historiador catalán me parece obligado que nos preguntemos sobre por qué acontecimientos ocurridos en 1714, hace nada menos que 300 años, pueden adquirir una importancia tan desmesurada en la actual coyuntura política catalana». Lo primero que resulta llamativo, señala, «es que lo que se expresa pluralmente en mi país no coincide en absoluto con el estado mental del resto de españoles, donde la urgencia de cambios en la estructura del Estado no se contempla como necesidad agónica» [las cursivas son mías]

Esto en sí ya sería motivo de reflexión, señala JMF, pero una reflexión que no tiene respuesta sin introducir un matiz que clarifica el fondo del problema: «no estamos discutiendo sobre el pasado remoto, sobre el final de la Guerra de Sucesión; lo que se debate con acritud es el éxito o fracaso de la Transición en un aspecto concreto, la organización territorial del Estado.» No se discute sobre el cambio dinástico a principios del XVIII, sino sobre la sombra alargada del franquismo en la etapa democrática: «discutimos acerca de las razones por las que las sociedades que creyeron colmar sus expectativas y deseos con el sistema autonómico se sienten hoy poco identificadas con el mismo. De ahí que exista una íntima conexión entre las lecturas del pasado remoto, el diagnóstico sobre el reciente y el debate de hoy; y que es preciso distinguir esos terrenos con la mayor cautela y sofisticación.»

Cómo leer entonces el significado y la relevancia de 1714, si es que todavía la tiene, se pregunta el profesor de la UPF. «No se me ocurre manera mejor de hacerlo que recordando algunas de las constataciones elementales que se desprenden de la mejor bibliografía».

Las constataciones:

En primer lugar: «que la Guerra de Sucesión a la Corona española no fue un conflicto entre Cataluña y España -ni entre Cataluña y Castilla-, sino entre dos propuestas dinásticas de alto nivel, la de los Borbones y los Habsburgo, ambas con sus aliados externos y sus partidarios dentro de la Monarquía hispánica. Aparte de rivalizar por el poder en Europa existía, además, el propósito de controlar el enorme legado de las posesiones americanas de los Habsburgo españoles». La estrecha alianza que se formó entre uno de los contendientes y el partido austriacista catalán, a pesar recuerda Fradera de que en 1701-1702 Felipe V hubiese renovado su pacto con las Constituciones, «así como la endeblez de la alianza internacional en torno al archiduque Carlos, dejó al final a los catalanes en una posición desairada».

Dos precisiones: que fue toda la vieja Corona de Aragón, toda la Corona sin exclusiones, «la que perdió sus Constituciones particulares, un hecho de gran relevancia para sociedades asentadas en tradiciones legales centenarias que les conferían personalidad jurídica». En el caso de Cataluña, la Nueva Planta «añadió medidas de innegable carácter represivo a menudo, brutales». Aquello, recuerda, «fue un puro ejercicio de autoridad brutal, como solía ser en la época».

La segunda: «el modelo que se impuso -que respetó el derecho civil, el pacto implícito con los partidarios de Felipe V en Cataluña- nada tuvo que ver con la dinámica francesa, donde a pesar de los levantamientos nobiliarios -como la Fronda- y el avance de la centralización administrativa, persistía un complejo equilibrio entre el viejo sistema de representación en Estados y la justicia real parisiense.» En aquella coyuntura, prosigue JMF, «lo que estaba en juego era la continuidad de las viejas formas de la Monarquía hispánica como Estado compuesto (en términos de Elliott), basado en gran medida en complejas fórmulas de equilibrio y, por lo general, de respeto escrupuloso a los derechos privativos y los progresos de un Leviatán moderno que empezaba a asomar la cabeza».

Lo que sucedió en Cataluña en 1714 tiene precedentes: «la represión en Portugal para garantizar su plena incorporación a la Monarquía en 1580, la fracasada ocupación de los Países Bajos, así como en el episodio igualmente fallido del conde duque de Olivares de 1640». La tradición de los Austrias, en opinión de JMF, «se veía dominada por dos pulsiones: la de sumar y conservar territorios y la de afirmar la supremacía del poder monárquico sobre los cuerpos particulares. Ambos desarrollos estuvieron muy presentes tanto en el reino de Francia como en el Imperio de los Habsburgo vieneses.»

Por lo demás, si el ejemplo de lo sucedido en Cataluña ha tenido relevancia posterior, comenta JMF, «es porque supone el punto de partida exitoso del modelo de gobierno militar (y fiscal, en segundo e inexorable plano)». Esta creciente militarización de la Administración, con su sistema de capitanías generales, fue exportada unas décadas después: «a América durante las llamadas reformas borbónicas para recolonizar aquellas sociedades, por motivaciones fiscales, con absoluto desprecio de la jurisprudencia tradicional y los derechos de ciudades y minorías criollas, lo cual acabaría alimentando el proceso independentista.»

Se entiende, concluye el gran historiador de la UPF, «en definitiva, que en el momento de la gran crisis del largo siglo XVIII los americanos clamaran por otra forma de Gobierno y que, al no ser escuchados, se acabaran marchando. Como se entiende que la nueva Constitución de 1812 aboliera por inservible toda la legislación anterior; y que los liberales sinceros de matriz cultural castellana abominasen de los Austrias y exaltasen a los comuneros, así como los catalanes abominaron de los Borbones y exaltaron -y exaltan hoy- a los austracistas derrotados de 1714.»

XIII

Francisco Morente, profesor de historia de la UA de Barcelona, ha escrito un artículo que lleva por título «La izquierda sonámbula». Señala en él: «El movimiento independentista es socialmente transversal pero se basa fundamentalmente -como es reconocido por sus propios impulsores- en las clases medias. Es un movimiento mesocrático y socialmente conservador en su fracción abrumadoramente mayoritaria. Y es esa fracción la que lidera el proceso ahora y la que lo seguirá liderando si las encuestas aciertan y trasladan el testigo de fuerza más votada desde CiU a ERC».

La pregunta entonces, señala, es la siguiente: «¿qué pinta ahí la izquierda?»

Hace unos días, recuerda, Herrera de ICV-EUiA afirmó que el conflicto social debía ocupar la centralidad del debate público. FM está de acuerdo. «Lo que el líder ecosocialista obvió es que, en los términos en que está planteado el debate político catalán, la posición que mantiene su coalición es contradictoria con esa afirmación». La cuestión nacional, en su opinión, «está tapando el conflicto social y contribuye a desinflar la protesta contra la brutal ofensiva que desde el Govern se ha desencadenado contra las clases populares catalanas».

Guste o no guste leerlo y oírlo, prosigue, «el susodicho derecho a decidir no hace sino dividir a las clases trabajadoras mientras cohesiona a buena parte de las clases medias y de las clases burguesas». De poco sirve denunciar por la mañana los recortes del gobierno conservador de CIU (que cuenta con el apoyo parlamentario de ERC) si por la tarde «se acude a hacerse la foto con quien es el causante directo de los padecimientos de tanta gente». Qué sentido tiene afirmar, pregunta FM, «como ha hecho Herrera, que si nos mantenemos unidos ganaremos el derecho a decidir. ¿Unidos con la derecha? ¿Y ese es ahora el objetivo de la izquierda: ni siquiera decidir, sino el derecho a hacerlo sobre no se sabe bien qué? ¿Y para ello hay que dar oxígeno, aunque sea indirectamente, al gobierno más descarnadamente neoliberal que este país ha conocido?»

En Cataluña, recuerda el historiador de la UA, «cada vez que la cuestión identitaria ha sacado del tapete a la cuestión social, las fuerzas nacionalistas han barrido a las izquierdas consideradas en su conjunto». Es lo que está volviendo a pasar, en su opinión, «y esta vez más radicalmente si cabe porque en esta ocasión no hay terreno de juego suficiente para las propuestas integradoras». Si el partido se juega a sí o no, la izquierda social ya ha perdido sin jugar porque entra dividida al encuentro. «No vale decir que la cuestión social ha de ir de la mano de la nacional. Las derechas (catalanas y españolas) lo tienen claro: la cuestión nacional es la que se debate». Estas derechas marcan la agenda, fijan las reglas de juego, establecen los límites del campo y el árbitro lo eligen ellas. «La izquierda, sonámbula, está en el centro de la pista bailando con su enemigo. Cuando despierte quizás caiga en la cuenta, tarde, de que esto iba de otra cosa». «Lucha de clases» le llamaban los clásicos, concluye Morente.

Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.