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Obama, el administrador

Fuentes: El Telégrafo

«De vez en cuando», el Presidente de Estados Unidos debe dar al Congreso información sobre el Estado de la Unión, una especie de rendición de cuentas. Y si el presidente Obama sabe hacer algo, es dar discursos. Es una mezcla entre tu pana de barrio al que invitan a todo lado y esa voz que […]

«De vez en cuando», el Presidente de Estados Unidos debe dar al Congreso información sobre el Estado de la Unión, una especie de rendición de cuentas. Y si el presidente Obama sabe hacer algo, es dar discursos. Es una mezcla entre tu pana de barrio al que invitan a todo lado y esa voz que te motiva en las mañanas a salir de la cama porque él tiene el secreto de la felicidad. Me gustó su discurso sobre el Estado de la Nación. No estoy solo. Según CNN, al 81% de las personas que lo oyeron le gustó. Y por qué no habría de hacerlo. Obama recordó que el desempleo bajó a los niveles previos a la crisis, y que el déficit se recortó en dos tercios. Las tropas bajaron de 180.000 (antes de su presidencia), a 15.000 ahora. Fue la primera vez que se menciona a la comunidad LGBT.

Es, como todo en política, un espectáculo que se mide a partir de número de aplausos y ovaciones de pie. En la dinámica de este espectáculo, el bando republicano quedó como una suerte de millonarios idiotas. Obama habló sobre la clase media, habló sobre salud universal y gratuita, sobre educación superior universal y gratuita, sobre acceso universal y gratuito a guarderías, y todo lo que falta por hacer. Los republicanos no aplaudieron una sola vez. Ni por los niños. Qué bandada de ogros. Todo bien hasta acá. El problema es todo aquello de lo que no se habló (aunque es un espacio para que el Presidente se luzca, no tiene por qué resaltar lo malo). Mientras el desempleo ha disminuido, también ha bajado el nivel de empleo. Mientras se ha buscado ayudar a la clase media, las relaciones de inequidad se han mantenido y, en algunos sectores, empeorado. Mientras hay menos tropas en Medio Oriente, fue Obama quien ordenó las operaciones en Siria; operaciones que apenas inician y que solo pueden empeorar. Es decir, siempre hay dinero para «esparcir democracia» en Medio Oriente; ofrecer salud o educación universal y gratuita es de comunistas.

 Lo más peligroso son las manipulaciones discursivas en torno a su política exterior. «En África Occidental, nuestras tropas, científicos, doctores, enfermeras y trabajadores de salud están retrocediendo el ébola», mientras los doctores cubanos hacen barra desde el costado (¿?). Eso nos lleva a esa promesa de cerrar Guantánamo. La misma que ha hecho todos los años desde 2007. Dos veces en 2009 y en 2014. Y luego esto: «Como americanos, respetamos la dignidad humana, incluso cuando hemos sido amenazados, por lo que he trabajado para que la tecnología, como drones, esté adecuadamente restringida». Restringida a esa familia en una boda, ¿se acuerdan? O cualquier árabe con edad de estar en el ejército. O, ¿por qué no?, ciudadanos estadounidenses.

En 2008 Obama se postuló bajo el eslogan de cambio, de esperanza. Buscaba cambiar el sistema. Palabras de él. Después de seis años, Obama ha logrado administrar, con sus altibajos, el sistema de la manera más competente que puede hacerlo alguien apresado por un Congreso posicionado a zancadas gigantes a su derecha. Agente de cambio no es. Ha buscado moldear las esquinas del sistema; y el martes, en su discurso sobre el Estado de la Nación, logró poner en su lugar a los republicanos, pero todo a bordo de una máquina de guerra.

Tomando en cuenta la recepción del discurso, EE.UU. tendrá un presidente dispuesto -si la entrelínea es verdad- a vetar toda ley que vaya en contra de su plan de gobierno. Lo cual, para el ciudadano medio nor- teamericano (e incluso para los migrantes de estatus dudoso o para las islas comunistas), puede que no sea malo. Pero dos años más de dedicarse a vetar no es gobernar.

Y cuando la política interna se pone muy jodida, los presidentes tienen esa tendencia de regresar a ver al resto del mundo. Y para el resto del mundo, lo ha mostrado la historia, suele terminar mal.

Fuente: http://www.telegrafo.com.ec/ediciones-impresas/el-telegrafo/doc_details/4869-22-de-enero-de-2015-edicion-final.html?tmpl=component