La montaña parió y ha nacido un ratón. Ese sería un epitafio apropiado para la conferencia sobre Palestina celebrada en Annapolis. Después de cuatro meses de interminables conversaciones, Condoleezza Rice, la secretaria de estado norteamericana, no ha conseguido obtener lo que Washington y Abbas tan desesperadamente necesitaban: un acuerdo sobre al menos los puntos principales […]
La montaña parió y ha nacido un ratón. Ese sería un epitafio apropiado para la conferencia sobre Palestina celebrada en Annapolis. Después de cuatro meses de interminables conversaciones, Condoleezza Rice, la secretaria de estado norteamericana, no ha conseguido obtener lo que Washington y Abbas tan desesperadamente necesitaban: un acuerdo sobre al menos los puntos principales de un pacto que finalmente crearía un estado palestino al lado de Israel.
A la conferencia de Annapolis asistieron 40 líderes, muchos de estados islámicos sin relaciones diplomáticas con Israel. Arabia Saudí envió a su ministro de exteriores, una acción que sorprendió a muchos observadores. Este interés inusual en una conferencia que claramente no iba a decidir nada sustancial refleja algo, y ese algo son los crecientes temores de las camarillas dominantes de todo Oriente Medio.
La pregunta que surge es por qué muchos gobiernos decidieron asistir a una conferencia que estaba condenada al fracaso antes de su comienzo. Las acciones del imperialismo estadounidense han tenido unos resultados que ellos no pretendían. Han provocado una inestabilidad general que amenaza a todos los regímenes árabes existentes, eso explica el deseo de Bush de crear un frente unido suní contra las fuerzas chiíes encabezadas por Irán.
Los saudíes no tenían otra opción que asistir. La reaccionaria monarquía saudí pende de un hilo. Esta banda corrupta cada vez es más impopular e intenta aferrarse al poder, por un lado, dan mano libre al fanático clero wahabí que tiene vínculos con Bin Laden; por otro lado, intentan tomar iniciativas con relación a Palestina para intentar reducir la influencia chií de Irán y Hezbolá. Dependen en exceso de EEUU, aunque este hecho les acarree la acusación abierta (correcta) de ser títeres del imperialismo norteamericano. No se pueden permitir desafiar a los estadounidenses, a quienes podrían culparles del fracaso de Annapolis.
La política de Bush en Iraq ha socavado aún más a la camarilla dominante saudí. Al eliminar el ejército iraquí, la única fuerza que podría actuar como contrapeso a Irán, Washington alteró la correlación estratégica de fuerzas en toda la región. Esta situación ha beneficiado a Irán, que ha extendido su influencia entre la población chií de Iraq y a través de toda la región. Esta circunstancia amenaza directamente los intereses de Arabia Saudí y los estados del Golfo, donde las monarquías reaccionarias pro-norteamericanas están sentadas sobre enormes reservas de petróleo. La correlación de fuerzas en la región se ha desbaratado y toda la región está desestabilizada. Los saudíes y los otros estados del Golfo temen el creciente poder de Irán y los chiíes. Como resultado de esta situación, los norteamericanos en secreto apoyan la formación un frente anti-chií en la región.
La monarquía saudí, uno de los principales aliados del imperialismo norteamericano en la región, podría ser derrocada en cualquier momento y cualquiera que sea el régimen que la sustituya no será un amigo de Washington. Por lo tanto, la Casa de Saud ha estado suplicando a Washington que la ayude en dos frentes: intensificando la presión diplomática, económica y militar sobre Teherán, y negociando alguna especie de acuerdo de paz que, esperan, resolvería la cuestión palestina y disiparía algo de la presión que sufre Arabia Saudí.
La cuestión palestina
La cuestión palestina es el centro de la crisis de Oriente Medio. Los norteamericanos saben que es un factor importante en la turbulencia que hay en Oriente Medio. Esta última región es clave para la política exterior norteamericana, tanto por razones económicas como estratégicas. Durante décadas, la cuestión palestina ha sido como una úlcera enconada que está envenenando las relaciones entre los estados y provocando el riesgo de nuevos conflictos, terrorismo, inestabilidad y guerras. Pero son incapaces de resolverlo. La conferencia de paz de Annapolis no ha solucionado nada. En realidad, sobre bases capitalistas este problema no se podrá resolver.
En Washington estarían encantados de solucionar el problema palestino, pero hay varios problemas de naturaleza muy espinosa. El problema principal es Israel, que ahora es el único aliado de confianza que Washington tiene en toda la región. El imperialismo norteamericano no tiene mucha influencia con Tel Aviv en la situación actual, en las presentes condiciones, Washington propone pero la clase dominante israelí dispone.
Después del colapso de la Unión Soviética, los imperialistas norteamericanos deseaban aumentar su influencia en los países árabes. Por tanto, presionaron a Israel para que hiciera concesiones a los palestinos. Este hecho llevó a las conversaciones de Camp David, a los acuerdos de Madrid y Oslo que establecieron un territorio palestino truncado. Fue una caricatura patética que de ninguna manera satisfizo las aspiraciones nacionales de los palestinos.
No contentaron a nadie, el resultado fue más violencia, terrorismo, enfrentamiento y rencor. El gobierno de la OLP era corrupto y represor. Esta circunstancia llevó al crecimiento de Hamás que, a pesar de su dirección burguesa reaccionaria, se presentaba como menos corrupta que la OLP. Aunque los imperialistas pretendían defender la democracia, cuando Hamás ganó las elecciones, se negaron a reconocerlas y cortaron toda la ayuda, provocando un enorme sufrimiento y miseria.
Esta situación llevó a una división abierta en las filas de los palestinos, con Hamás haciéndose con el control de Gaza, aumentando el caos y la inestabilidad, y con elementos de guerra civil. Lo que ocurrió en Gaza fue una guerra civil ente Hamás y la OLP con Abbas. La retirada de Israel de Gaza fue un movimiento táctico destinado a fortalecer su dominio en Cisjordania. Vemos el cinismo de los imperialistas (no sólo de los norteamericanos sino también de la UE) cuando inmediatamente suspendieron los fondos para el gobierno de Hamás que, dirán lo que quieran, pero fue elegido democráticamente.
Tel Aviv observa con bastante satisfacción cómo luchan ente sí los palestinos y, de vez en cuando, envía tanques o aprieta los tornillos económicos sólo para demostrar quién es el jefe. Tan pronto como sucedió el enfrentamiento entre Abbas y Hamás, ellos reanudaron los fondos para Cisjordania y el títere Abu Mazen. Quieren utilizar a una de las partes para dividir a los palestinos y de esta manera garantizar que los palestinos estarán controlados.
«Lo que tenemos lo mantenemos»
El lema de Tel Aviv es: lo que tenemos lo mantenemos. Los sionistas no tienen intención de dar ninguna concesión importante. Hamás alardeaba de que ellos habían expulsado al ejército israelí de Gaza, eso es un chiste. La retirada israelí de Gaza es un movimiento táctico para silenciar las críticas internacionales y dar la impresión de que ellos estaban cediendo algo importante, cuando en realidad no tienen ningún interés en Gaza. Lo que pretendían es fortalecer su dominio de Cisjordania, que es la cuestión decisiva.
Los israelíes han continuado sin descanso construyendo el monstruoso muro que divide el territorio palestino en Cisjordania, arrebatando grandes pedazos de tierra con el pretexto de la «defensa». Los colonos cada vez son más audaces e insolentes. Después de los incidentes en Gaza, ningún gobierno israelí querrá enfrentarse a los colonos en Cisjordania.
Después está el pequeño problema de Jerusalén, que tanto judíos como árabes pretenden que es su capital natural entregada por Dios. En cuanto al derecho a regresar de los palestinos expulsados de sus hogares desde 1948, Israel no acepta bajo ningún concepto su regreso, ya que alteraría completamente el equilibrio demográfico del «estado judío».
Por estas razones, las «discusiones» de Annapolis terminaron de forma no concluyente. Rice tuvo que conformarse con menos de lo que esperaba. Los palestinos e israelíes sólo estaba de acuerdo en dos cosas: nuevas conversaciones, éstas comenzarán el 12 de diciembre. Pero la pregunta es: ¿de qué van a hablar? Tel Aviv no está dispuesta a hacer concesiones en ninguna de las cuestiones fundamentales y Washington no está dispuesto a presionar en serio a Tel Aviv.
Estas reuniones no sirven para ningún propósito útil, excepto proporcionar al presidente Bush y a Condoleeza Rice oportunidades de fotografiarse y demostrar al mundo entero que se «hace algo» para resolver la cuestión palestina. Mientras tanto, EEUU se supone que debe vigilar que ambas partes cumplan la «hoja de ruta» del plan de paz de 2003, en el que se establecía que Israel congelaría la construcción de asentamientos en Cisjordania y, al mismo tiempo, la Autoridad Palestina (AP) emprendería acciones contra los militantes que atacan Israel.
Esto significa que EEUU tiene el papel de árbitro en el conflicto con el consentimiento mutuo de las dos partes opuestas. EEUU ha aceptado supervisar que ambas partes cumplan la hoja de ruta, este hecho ha sido presentado como una victoria para los palestinos porque en el pasado Israel había sido de facto el árbitro de seguir el cumplimiento. Pero lo que puede conseguir en la situación dada es muy limitado. El árbitro en un partido de fútbol se supone que debe ser neutral y ahí reside su autoridad para decidir los problemas. Pero si este árbitro está claramente inclinado hacia uno de los lados, entonces este «arbitraje» no vale mucho.
Una «mala percepción conveniente»
La primera prueba está clara: ¿qué hará Olmert con los aproximadamente más de 100 puestos de control no «autorizados» creados por los colonos más intransigentes? La hoja de ruta establece que debe desmantelar unos 60. Pero los intentos anteriores de hacerlo han provocado enfrentamientos violentos entre la policía y los colonos, que se están reagrupando para un enfrentamiento total después de perder en 2005 su lucha por quedarse en Gaza.
Es posible que pueda presionar algo a los colonos (éstos sólo son peones en el juego de ajedrez y los peones siempre se pueden sacrificar para ganar objetivos más importantes. Pero lo que es impensable es una liquidación total de los asentamientos judíos en Cisjordania. Los colonos son fanáticos bastante capaces de provocar serios disturbios tanto en Cisjordania como en el propio Israel, y ningún gobierno israelí querría arriesgarse a tal desestabilización. El problema de los colonos, por tanto, seguirá presente como una provocación permanente a los palestinos. Es difícil ver qué papel de «árbitro» se puede jugar en esta cuestión.
EEUU ha nombrado a un general, James Jones, como enviado de seguridad a la Autoridad Palestina. Este acto no significa demasiado. Y está claro que Israel no hará su trabajo fácil. Un funcionario israelí dice que cualquier impresión de que Olmert planea una congelación total de la construcción de nuevos asentamientos, como estipula la hoja de ruta, es una «mala percepción conveniente». Este es un pequeño detalle pero muy significativo. Desvela la falsedad de la diplomacia norteamericana, en realidad, sólo es eso: una mala percepción conveniente.
Donde el «árbitro» será implacable es en el punto de tomar medidas enérgicas contra los militantes. Las enormes cantidades de dinero que los norteamericanos están enviando a la Autoridad Palestina no es gratis. Esperan algo a cambio. Esperan que Abbas aplaste a los militantes palestinos y así preparar el camino para un acuerdo que acaba con las aspiraciones palestinas. Por eso desde hace muchos meses Washington ha estado armando a la Autoridad Palestina y entrenando a sus fuerzas de seguridad. Es la preparación para una guerra civil que saben llegará.
La lectura israelí de la hoja de ruta es que la AP debe desmantelar totalmente a los grupos terroristas antes de llegar a un acuerdo sobre el estatus final que deben alcanzar las dos partes y que exigirá cumplimiento total antes de que se consideren nuevos pasos. Pero esta medida va más allá de las posibilidades reales de Abbas, quien teme que un conflicto serio con Hamás pueda llevar al colapso completo de sus fuerzas armadas. Por esa razón, los palestinos insisten en que necesitan sólo comenzar la tarea de «restaurar el orden».
Sin embargo, tanto Israel como EEUU tienen interés en llegar a algún tipo de acuerdo sobre la cuestión palestina. Para tal efecto ellos pueden hablar y hablar otra vez., pero cualquiera que sea el acuerdo al que lleguen, éste irá en contra de los intereses de los palestinos.
Ellos han estado cultivando al «líder» palestino, Mahmoud Abbas, como un títere sumiso para poner su sello sobre cualquiera que sea el acuerdo al que lleguen entre ellos. ¡Pero no es fácil! A Abbas, como a la mayoría de las personas, le gustaría llegar a muy viejo, pero también teme perder aún más apoyo entre las masas palestinas del que ya ha perdido. No puede permitirse ser visto como alguien que capitula abiertamente a las exigencias de Washington y Tel Aviv. Pero al final no tendrá otra opción.
Después de la división abierta con Hamás, Abbas ha recibido un apoyo generoso de EEUU. Washington es su banquero y pagador, depende de ellos totalmente. Todo lo que puede hacer es arrastrar los pies y quejarse lo más alto que pueda para silenciar las críticas que (correctamente) le caracterizan como un títere norteamericano. Ya ha habido furiosas protestas de Teherán, Hezbolá y Hamás. Pero la amenaza más seria para Abbas está entre los propios palestinos.
Annapolis no ha solucionado nada
Por lo tanto, las actuales conversaciones no han solucionado nada, ni tampoco podían resolver nada. Este conflicto es tan profundo y está tan enconado que no se puede solucionar con conversaciones. Incluso cuando se reanuden éstas en diciembre, ¿cómo podrán solucionar cuestiones importantes como las fronteras del estado palestino, la división de Jerusalén, el destino de los 4,5 millones de refugiados palestinos en el extranjero, el reparto del agua y otras cuestiones ardientes?
El objetivo declarado es concluir con un «acuerdo final» dentro de un año. Pero no es posible llegar a ningún acuerdo que pueda ser aceptado por los palestinos e Israel. Olmert está seguro de que Tel Aviv tiene todas las cartas en la mano. Por esa razón, está bastante contento con seguir adelante con esta farsa diplomática. En Annapolis le han dado instrucciones para que mantenga conversaciones privadas con Abbas. Pero no está claro qué tienen que hablar estos dos hombres.
Abbas está desesperado por que los israelíes hagan concesiones, Olmert sólo dará lo suficiente para mantener en marcha el proceso de paz, así no molestará a los estadounidenses. Pero no dará demasiado para no provocar a los partidos de derechas y que éstos abandonen la coalición. Estos últimos han dejado claro que no están dispuestos a dar concesiones sobre las cuestiones clave. Por ejemplo, han presentado una ley parlamentaria que dificultaría mucho más a Israel conceder algo a la AP relacionado con Jerusalén.
Por su parte, Abbas ha conseguido mucho menos de lo que esperaba en Annapolis. Cada vez depende más de las buenas intenciones (y dólares) de Washington para mantenerse. Esta relación incómoda ayuda a las acusaciones de capitulación que cobran más fuerza según pasan los días. Las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina han reprimido con violencia las manifestaciones anti-Annapolis que se han celebrado en Cisjordania.
Esta es una advertencia de lo que está por venir. Lejos de conseguir un verdadero acuerdo de paz para la creación de un estado palestino, Annapolis sólo traerá más conflictos, caos y derramamiento de sangre. Los imperialistas están preparados para ello y envían a Abbas armas, dinero y entrenamiento de sus fuerzas armadas. Quieren que actúe como un policía que aplaste a los militantes palestinas, no sólo de Hamás, sino también a trabajadores, estudiantes y militantes de izquierda.
La situación es una pesadilla para las masas palestinas que no ven una salida. La táctica de Hamás no resuelve nada sino que sólo refuerza la posición de los imperialistas israelíes, les proporcionan una excusa para más actos de agresión y represión sin ni siquiera provocar una abolladura en su armadura. Cada cohete de Hamás que toca suelo israelí es otro argumento para los sionistas que dicen: «los palestinos están decididos a matarnos a todos».
Estos cohetes son un instrumento desafilado. No son precisos y pueden caer en cualquier parte. Tarde o temprano uno de ellos impactará sobre una escuela, hospital mercado o cualquier lugar israelí lleno de gente. Entonces, el ejército israelí responderá con una fuerza devastadora. No se puede descartar que incluso reocupen Gaza, aunque probablemente permanecerían sólo lo suficiente para provocar mucho daño y salir lo antes posible.
El hecho de que los imperialistas hayan elegido a Tony Blair como enviado para Oriente Medio es en sí mismo una prueba elocuente de que no tienen la más mínima idea de cómo resolver el problema palestino. Pero ni la OLP ni Hamás pueden mostrar una salida al callejón sin salida que, claramente, tienden a convertirse en una guerra civil entre palestinos, dejando un legado de amargura que durará mucho tiempo. Si los palestinos luchan entre sí, los únicos ganadores serán los imperialistas israelíes, que se frotarán las manos regocijo.
To da la región desestabilizada
Como un elefante en una tienda porcelana, el imperialismo norteamericano ha enloquecido toda la región, destruido totalmente los elementos de estabilidad que antes existían. Ahora, rodeado por pedazos de vajillas roas y con miedo a romper otros platos más valiosos, el presidente George Bush convoca una conferencia con la esperanza de pegar los pedazos rotos.
George W. Bush y Condoleezza Rice sinceramente desean la paz en Oriente Medio, una paz bajo el control de EEUU. El problema es que los dos objetivos son mutuamente excluyentes: o tienes la paz o tiene el dominio norteamericano, pero no puedes tener ambas cosas.
El imperialismo norteamericano busca el fortalecimiento de su dominio en la región como una parte clave de su política general de dominación mundial. La invasión criminal de Iraq pretendía, entre otras cosas, establecer una cabeza de playa norteamericana fiable y firme en Oriente Medio. No ha conseguido su objetivo sino que sólo ha logrado provocar una oleada de inestabilidad por toda la región.
La «diplomacia» de George Bush
El fracaso de Annapolis es otra manifestación del absoluto fracaso de la política estadounidense en Oriente Medio. Han ido tumbos de un desastre a otro, de una metedura diplomática y militar a otra. Esta situación ha tenido un efecto profundo en EEUU, no sólo en el conjunto de la población sino también en la propia clase dominante. George Bush no sólo ha perdido el apoyo de la población, también la propia clase dominante norteamericana comienza a mostrar signos de impaciencia.
Hace un año, el establishment norteamericano intentó ejercer algún control sobre la política exterior de George Bush, que ahora ven que es un desastre. Crearon el Grupo de Estudios Iraquíes, al frente pusieron a un veterano político y diplomático: James Baker. Dentro de los límites impuestos por el caos general, ellos hicieron propuestas razonablemente sensatas. En primer lugar, admitir que EEUU ha perdido la guerra en Iraq y retirarse lo antes posible. En segundo lugar, negociar con Siria e Irán para cubrir la retirada de EEUU a cambio de concesiones que sirvieran a sus intereses en Iraq.
George Bush ignoró este consejo sensato. En lugar de retirarse de Iraq lanzó la «oleada», enviando a 21.000 soldados a Bagdad. Fue como los generales en la Primera Guerra Mundial que siempre estaban planificando «el último empuja» para romper el punto muerto. En cada caso llevó a una masacre. En lugar de abrir líneas de comunicación con Damasco y Teherán, intensificó sus ataques belicosos contra ambos.
Bush tenía otra posibilidad para mejorar las relaciones por lo menos con los sirios. Estos últimos no desean contrariar a Washington. ¡No quieren ser bombardeados ni invadidos! La decisión siria de enviar a su viceministro de exteriores, inferior a un negociador completo pero más que sólo una presencia testimonial, a cambio de una simple discusión simbólica en Annapolis sobre la paz siria-israelí, parecía indicar que Siria desea llegar a algún acuerdo con Washington.
Si el inquilino actual de la Casa Blanca tuviera el más mínimo asomo de inteligencia, aprovecharía la oportunidad para poner a Siria de su parte, haciendo concesiones o al menos absteniéndose de hacer nuevos ataques. ¿Qué hizo George W. Bush? Acató en público a siria, en lugar de invitar a entrar a los sirios les dio con la puerta en las narices.
Los estadounidenses pensaban que eran inteligentes cuando diseñaron el derrocamiento del régimen pro-sirio en Líbano. Pero todo lo que consiguieron hacer es hundir al país en el caos y la guerra, creando las condiciones para el resurgimiento del enfrentamiento civil. Ahora Líbano está en un punto muerto en la elección de su presidente. Con retraso, algunas personas en Washington se han dado cuenta de que el papel de Siria es crucial. Es posible que la decisión de invitar a Damasco para que enviara un representante a Annapolis sea un reconocimiento de este hecho.
Los norteamericanos necesitan a Siria para evitar que Líbano explote en una guerra civil abierta. Pero George Bush es demasiado estúpido y miope para comprender las realidades de la diplomacia mundial. No ha ofrecido a Siria ninguna concesión para garantizar su apoyo, en su lugar dio a Damasco un golpe en los nudillos con su discurso. Hizo una referencia innecesaria a la necesidad que tenía el Líbano de tener unas elecciones «libres de la interferencia e intimidación externas». Así es como la Casa Blanca comprende el «arte discreto de hacer amigos e influir en la gente».
Revolución: la única solución
En medio de todo esto, aparecieron revelaciones alarmantes en la prensa relacionadas con Irán, el otro «estado pícaro» favorito del presidente. Fuentes anónimas revelaron que la inteligencia norteamericana había establecido desde hace algún tiempo que Irán no tenía posibilidad inmediata de conseguir capacidad militar nuclear. Eso era exactamente lo contrario de lo que Bush ha estado diciendo estos últimos meses. En realidad, ha estado diciendo que era necesario emprender acciones inmediatas contra Irán porque en cualquier momento podría adquirir armas nucleares.
¿Quién estaba detrás de estas revelaciones? Quienquiera que sea, era alguien en una posición elevada y con acceso privilegiado a información sensible de inteligencia. Parece muy probable que un sector del establishment haya decidido impedir una nueva aventura militar en Oriente Medio mediante la liberación de información que deja al descubierto toda la propaganda de la administración sobre este tema, como ocurrió con las viejas mentiras sobre las «armas de destrucción masiva» de Iraq.
¿Cómo reaccionó Bush? ¿Corrigió la propaganda engañosa sobre el imaginario arsenal nuclear de Teherán? ¿Anunció inmediatamente el abandono de cualquier plan de atacar militarmente a Irán? No, no lo hizo. Repitió las mismas viejas amenazas sin sentido contra Irán y las redobló. Y Tel Aviv se unió afirmando que su propia inteligencia contradecía los informes de Washington. Evidentemente, los halcones de Israel están entusiasmados con la perspectiva de dar un escarmiento sangriento a Irán y no quieren que nadie les estropee su diversión.
Sin embargo, parece que la perspectiva de un ataque aéreo contra Irán ha disminuido, al menos por ahora. Esta circunstancia no conviene en absoluto a Admadinejad. Su apoyo se erosiona rápidamente dentro de Irán, y su única esperanza era seguir tocando los tambores de guerra sobre el peligro de una invasión norteamericana para desviar la atención de las masas de sus problemas más apremiantes y, de esta manera, salvar su régimen. Ha hecho una declaración pública al efecto, dice que las nuevas revelaciones desenmascaran a Bush como un mentiroso (que lo hacen) y justifica totalmente la política de su régimen (que no lo hace).
Este hecho facilitará el desarrollo de un movimiento amplio de oposición de los trabajadores y estudiantes iraníes, que ya ha comenzado y está destinado a transformar toda la vida política de la región en el próximo período. La revolución iraní cortará la atmósfera estancada e irrespirable de reacción que asola la región. Romperá el yugo del fundamentalismo religioso y emprenderá decididamente el camino del socialismo y el poder obrero.
En muchos países la clase obrera, después de años de desaliento y agotamiento, está emprendiendo el camino de la lucha. Lo vemos en la impresionante oleada huelguística en Egipto, pero también en Marruecos, Jordania, Líbano y en el mismo Israel. Es necesario poner en el orden del día la lucha por una política de la clase obrera, por la solidaridad proletaria internacional y la lucha por el socialismo como la única solución duradera para los problemas de las masas.
Es esencial que la juventud revolucionaria de Palestina comprenda esto. Si aceptamos el argumento de que la sociedad israelí es sólo una masa reaccionaria, entonces la causa del pueblo palestino estaría perdida para siempre. ¡Pero no es verdad! En Israel hay ricos y pobres, explotadores y explotados, como en cualquier otro país. Es necesario trabajar para forjar vínculos entre los revolucionarios de Palestina y las masas en Israel, tanto judíos como árabes. Ese es el único camino para poner una cuña entre la reaccionaria clase dominante sionista y las masas.
Nos dicen que esto es imposible. ¡No es verdad! En más de una ocasión en el pasado, ha habido pruebas claras de que el mensaje de los territorios ocupados encontró eco en las masas de Israel. Cuando la masacre de palestinos en Líbano, hubo una enorme manifestación de protesta en Israel y en la primera Intifada, hubo señales claras de descontento en Israel, incluidas las fuerzas armadas.
Tácticas como los atentados suicidas y los lanzamientos de cohetes sobre objetivos civiles son equivocadas porque son contraproducentes. Por cada ciudadano israelí asesinado ellos matarán a muchos más palestinos. No hacen ningún daño a la maquinaria militar israelí sino que son una ayuda extraordinaria para la clase dominante y el Estado israelíes. Pero al empujar a las masas hacia el estado sionista, estas tácticas fortalecen precisamente lo que ellos pretenden destruir.
Luchas por la revolución socialista en todo Oriente Medio e Irán, el Golfo y el norte de África. Luchamos contra el imperialismo, el principal enemigo de todos los pueblos. Pero también luchamos contra el latifundismo y el capitalismo, los principales agentes del imperialismo. Nos oponemos al fundamentalismo religioso, que intenta desviar los sanos instintos antiimperialistas de las masas hacia el callejón sin salida del fanatismo religioso y el oscurantismo reaccionario. Defendemos el poder obrero y el socialismo, un nuevo orden social que exprese los intereses de las masas. Defendemos la creación de una Federación Socialista de Oriente Medio, donde árabes y judíos tengan garantizada su territorio en república socialistas autónomas. ¡Esa es la única alternativa real!
No hay solución posible a la cuestión palestina sobre la base de trapicheos y chanchullos con el imperialismo. La única solución posible es dividir Israel en líneas de clase: romper el dominio total del sionismo reaccionario. Pero esto exige una posición de clase. Es difícil defender esta posición en las circunstancias actuales, pero los acontecimientos proporcionarán a los marxistas las oportunidades para que las masas sean conscientes de la inutilidad de los viejos métodos. Mientras tanto, es necesario explicar pacientemente nuestras ideas a los elementos más avanzados, en el futuro, nuestras ideas encontrarán un eco de masas.