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Palestina, epicentro de las contradicciones mundiales

Fuentes: Rebelión

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

«Si el objetivo de esta emigración de judíos a Palestina hubiera sido vivir a nuestro lado disfrutando de los mismos derechos y con los mismos deberes, les habríamos abierto las puertas en la medida en que pudiera acogerlos nuestro territorio. Este ha sido el caso de los miles de armenios y circasianos que viven entre nosotros como hermanos y ciudadanos que disfrutan de los mismos derechos. Pero nadie nos puede exigir razonablemente que el objetivo de esta emigración sea usurpar nuestra tierra, dispersarnos y convertirnos en ciudadanos de segunda categoría. Por eso desde un principio nuestra revolución no ha estado motivada por factores raciales o religiosos. Nunca se ha dirigido contra personas judías en tanto que tales, sino contra el sionismo racista y la agresión flagrante», Yasser Arafat, discurso del 13 de noviembre 1974 ante la Asamblea General de la ONU.

Si el genocidio perpetrado en Gaza y Cisjordania en 2023-2024 [y gran parte de enero de 2025, n. de la t.] se distingue de los precedentes por su magnitud y su carácter sistemático, en cambio esta lejos de ser algo aislado. Estamos ante una práctica militar de dominación que encontramos desde la creación de las primeras milicias armadas sionistas, es decir, desde principios del siglo XX (Bar-Guiora creada en 1907, la Haganah en 1920, el Irgoun en 1936, el Lehi o Grupo Stern en 1939, etc.). Esta persistencia de las prácticas genocidas es lógica, se desprende del propio proyecto sionista, es decir, del establecimiento por todos los medios posibles y necesarios de un colonialismo de asentamiento. En efecto, cualquier colonialismo de sentamiento tiende a ser genocida, y el ritmo y la magnitud de esta tendencia dependen de la relación de fuerzas local e internacional.

La dimensión internacional de la relación de fuerzas siempre ha sido más importante en Palestina que en los demás contextos de colonización, incluso en las colonizaciones de asentamiento. Los Estados imperialistas practicaron el colonialismo de asentamiento para generar el máximo de beneficios, acceder a las fuentes de materias primas e imponer a sus rivales un monopolio sobre los mercados que constituyen las colonias. Ya en 1916 Lenin definió qué era el imperialismo y su relación lógica con el colonialismo. Recordemos esta definición antigua, pero siempre pertinente del imperialismo: «El imperialismo es el capitalismo en una fase de desarrollo en la que se ha afirmado el dominio de los monopolios y del capital financieros, en la que la exportación de capital ha adquirido una importancia primordial, en la que ha comenzado el reparto del mundo entre los trust internacionales y en la que se ha completado el reparto de todo el territorio del planeta entre los grandes países capitalistas» (1).

El proyecto de creación un Estado judío en Palestina y luego la creación del Estado de Israel en 1948 responden a esta definición, pero no se reducen a ella. Cuando nacen los primeros proyectos de creación de un Estado sionista, Palestina está bajo dominio otomano desde 1516. La Palestina otomana no corresponde a la definición de Lenin de imperialismo, sino que es más un reflejo de un imperio precapitalista que el capitalismo de monopolio que define Lenin. Su lógica es la de la recaudación de un tributo por parte del centro en las periferias y no la de una acaparamiento de tierras por parte del colonizador, y menos aún la de una colonización de asentamiento. En otras palabras, la Sublime Puerta [el gobierno del Imperio otomano, n. de la t.] se contenta con recaudar impuestos y deja mucha autonomía a los diferentes componentes del Imperio, al tiempo que respeta las costumbres y culturas locales. La estructura de su economía también difiere totalmente de la de los países imperialistas occidentales. Mientras que en estos últimos lo que predomina es la industria, el Imperio otomano sigue siendo una economía agrícola hasta sus últimos días, explica Stefania Ecchia, especialista en historia económica: «En lo que concierne a la fiscalidad en el sector agrícola, conviene señalar de entrada que la producción agrícola constituye la principal fuente de ingresos del Tesoro otomano. Durante toda su historia el Imperio otomano siguió siendo una economía agraria y la mayoría de su población, aproximadamente el 80% o 90%, vivía y se alimentaba de la tierra, sobre todo en explotaciones familiares, más que en grandes propiedades» (2).

Por consiguiente, solo bajo el Mandato británico, en 1922, Palestina entra en una relación de dependencia y dominación imperialista en el sentido definido por Lenin. El estatuto del Mandato para Siria, Líbano, Mesopotamia, Transjordania y Palestina no es el que desean las dos potencias imperialistas más importantes, Francia y Gran Bretaña. En efecto, ambas potencias se habían puesto de acuerdo a la hora de repartirse los restos del Imperio otomano. Dos factores vinieron a obstaculizar el reparto del festín entre estos dos ladrones.

El primero fue la Revolución bolchevique. El nuevo gobierno bolchevique hace públicos el 23 de noviembre de 1917 los acuerdos secretos entre Francia y Gran Bretaña, lo que se conoce como Acuerdo de Sykes-Picot, que consagra el reparto de la región entre ellas. El segundo factor es el ascenso del nuevo imperialismo estadounidense, que también tiene pretensiones en la región. El punto 12 de su «Programa de paz para Europa», más conocido como «Plan de 14 puntos», presentado por el presidente Woodrow Wilson al Senado el 8 de enero de 1918, afirma lo siguiente: «Se debería garantizar una soberanía indiscutible a las regiones turcas del Imperio otomano, pero a las otras nacionalidades que actualmente están sometidas al yugo turco se les debe garantizar una seguridad absoluta de existencia, la plena posibilidad de desarrollo autónomo y sin trabas» (3).

El punto 1 de este Plan condena los acuerdos secretos y pide acabar con «los acuerdos particulares de cualquier tipo entre naciones» y una «diplomacia que proceda francamente y a la vista de todos». Por último, el punto 14 pide la creación de una Sociedad de Naciones destinada a ofrecer a todos los Estados, «grandes y pequeños por igual garantías mutuas de independencia política y de integridad territorial».

Como ya no era posible la colonización directa, Francia y Gran Bretaña se conforman con el principio del Mandato. Aunque el régimen del Mandato permite a la potencia mandataria mantener sus tropas en estos países, tiene el inconveniente para las potencias de obligarlas a aceptar la posibilidad de la independencia política de los países. En efecto, el Artículo 22 del pacto de la Sociedad de Naciones indica: «Algunas comunidades que antaño pertenecían al Imperio otomano han alcanzado tal grado de desarrollo que se puede reconocer provisionalmente su existencia como naciones independientes, a condición de que los consejos y la ayuda de un mandatario guíen su administración hasta el momento en que sean capaces de desenvolverse por sí mismas» (4).

Gran Bretaña se preparó para el cambio de estrategia impuesto por la imposibilidad de una colonización directa y por la perspectiva más o menos a largo plazo de que Palestina fuera independiente. La idea de una dominación indirecta de la región era una de las dos hipótesis que se habían manejado (la segunda era la colonización directa). Su objetivo era la creación de un Estado vasallo. Este objetivo es lo que llevó a la alianza entre Gran Bretaña y el movimiento sionista, cuya primera concretización importante es la Declaración Blafour, firmada por el ministro británico de Asuntos Exteriores Arthur Balfour el 2 de noviembre de 1917 y que estipula: «El gobierno de Su Majestad considera favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará todo lo que esté en su mano para facilitar la consecución de este objetivo; queda entendido claramente que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías que existen en Palestina, ni los derechos ni el estatus político de los que disponen los judíos en cualquier otro país» (5).

Los británicos utilizan toda su influencia para introducir en el texto del Mandato las promesas de la Declaración Balfour, con vistas a la creación de un Estado vasallo que a largo plazo les permita dominar la región sin su presencia militar directa. Lo consiguen y convierten así a la recién creada Sociedad de Naciones en una institución que viola el derecho internacional: «Considerando que las principales potencias aliadas han acordado además que el Mandatario fuera responsable de poner en práctica la declaración hecha el 2 de noviembre de 1917 por el gobierno británico y adoptada por dichas potencias en favor del establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío… » (6). El especialista en derecho internacional Henry Cattan caracteriza el hecho de integrar la Declaración Balfour en el texto del Mandato simple y llanamente de violación del derecho internacional: «Al consagrar la Declaración Balfour y aceptar la idea de establecer un hogar nacional judío en Palestina, el Mandato atenta contra la soberanía del pueblo de Palestina, y contra sus derechos naturales a la independencia y la autodeterminación. Palestina es el hogar nacional de las y los palestinos desde tiempo inmemorial. Establecer en este país un hogar nacional para un pueblo extranjero constituye una violación de los derechos legítimos y fundamentales de sus habitantes. Ni la Sociedad de Naciones ni el gobierno británico tenían el poder de disponer de Palestina o de conceder a los judíos derechos políticos o territoriales sobre este país. En la medida en que el objetivo del Mandato es reconocer a los judíos extranjeros unos derechos en Palestina, es nulo y sin valor» (7).

De hecho, la ONU se ve obligada a reconoce la violación del derecho de autodeterminación del pueblo palestino justificándola por medio de lo específico de la situación. Leemos lo siguiente en uno de sus documentos dedicados a la «historia de la situación en Palestina» y publicado en su página web: «En 1922 la Sociedad de Naciones sitúa a Palestina bajo Mandato británico, lo mismo que una serie de antiguos territorios otomanos. A continuación todos estos territorios se convertirán en Estados plenamente independientes, con excepción de Palestina, donde la potencia mandataria, además de proporcionar “asistencia y consejos de orden administrativo”, actúa como se anunció en la Declaración Balfour de 1917, en la que [Gran Bretaña] declara considerar favorablemente “el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”» (8).

Por consiguiente, es en violación del derecho internacional como se pone en marcha el proceso de creación de un Estado sionista que en 1948 tomará el nombre Israel. Anteriormente el movimiento sionista no tenían ninguna posibilidad de lograr sus fines. Solo se empezaron a reunir estas posibilidades cuando el imperialismo que dominaba el momento histórico necesitó instaurar un Estado vasallo en la región para poder dominarla. El imperialismo hegemónico de la época, Gran Bretaña, entabla entonces negociaciones con sus rivales, que son los demás imperialismos vencedores en la Primera Guerra Mundial, sobre todo Francia y Estados Unidos. Se trata, efectivamente, de «tratados de ladrones coloniales» y la Sociedad de Naciones que los avala es sin duda una «cueva de ladrones imperialistas», por retomar las palabras de Lenin a propósito del Acuerdo de Sykes-Picot y de la Sociedad de Naciones.

Si en esta introducción nos detenemos por extenso en este primer período de la marcha hacia un Estado sionista vasallo del imperialismo, es porque ilustra la especificidad de la colonización sufrida por el pueblo palestino. Es indudable que esta colonización en concreto no es inédita, pero sí es, en cambio, particular y poco común. La colonización como proceso de convertir a una economía nacional en dependiente de otra adopta formas diferentes que están determinadas por los elementos del contexto (relación de fuerzas nacional y mundial en el momento de la conquista colonial, magnitud de la resistencia de la nación y del pueblo colonizados, contexto social y político de la sociedad colonizadora, etc.). La forma que adopta una colonización concreta también varía históricamente debido a una serie de factores (esencialmente la lucha del pueblo colonizado por emanciparse, pero también las evoluciones y los cambios de las relaciones de fuerza internacionales).

El siglo XX, que fue la edad de oro de la colonización, pone de relieve al menos cuatro tipos de colonización. En primer lugar, una colonización de explotación cuyo principal objetivo es saquear los recursos de la nación colonizada y explotar a su población activa. Este tipo de colonización fue el más frecuente en forma de una pequeña cantidad de colonos que dominaban a una población indígena mucho mayor. La segunda forma de colonización es la de asentamiento, cuyo objetivo es, además de el objetivo de la colonización de explotación, el asentamiento de personas europeas en la colonia.

Este tipo de colonización tiende a ser genocida y tiene unas contratendencias que, según su peso, pueden llevar a un «éxito» total (Australia, Estados Unidos) o parcial (Namibia, Argelia). La tercera forma de colonización es el neocolonialismo, que surge de la imposibilidad de mantener las formas anteriores debido a la resistencia de los pueblos colonizados o para anticiparse a una revuelta radical de estos que lleve a una ruptura total con el colonizador. Este fue el caso en la década de 1960 de la mayoría de las colonias inglesas y francesas que, aunque habían accedido a la soberanía política, estaban encerradas en una casi total dependencia económica.

Queda la cuarta forma, que fue, por ejemplo, la del Congo. Atañe a regiones que son esenciales para todos los imperialismos rivales por razones económicas y geoestratégicas. Como ninguno puede permitir, debido a sus intereses, que uno de sus rivales se instale ahí, el «tratado del ladrón» adopta la forma de un Mandato otorgado a uno de ellos (generalmente un imperialismo de segunda fila para evitar que tenga veleidades de ir por libre) para que gestione esta colonia en nombre y en interés de todos. En cierto modo se trata de un gestor local del sistema imperialista mundial. Así, si los capitales autorizados a invertir en Argelia o Senegal eran exclusivamente franceses, los capitales autorizados a invertir en el Congo eran de origen múltiple. En este caso concreto el pueblo colonizado se enfrenta al conjunto del sistema imperialista mundial. El apoyo de los demás países imperialistas a este Estado es incondicional, sean cuales sean sus prácticas. Esa es la razón por la que el conjunto de los países imperialistas apoyaron hasta el ultimo momento a Sudáfrica o Portugal.

Israel pertenece a esta última forma, aunque tiene una particularidad distintiva que lo convierte en un caso casi único y nuevo de colonización (aunque Sudáfrica tiene muchos rasgos en común). En el caso de la colonización de Palestina, la gestión local de los intereses de todas las potencias imperialistas no se confía a una de ellas, sino a un Estado vasallo creado artificialmente. También en este caso este Estado recibe un apoyo incondicional. En nuestra opinión, esa es la razón de la impunidad de Israel a pesar de violar de forma permanente las decisiones de la ONU y actualmente a pesar del mayor genocidio en Palestina desde 1948.

Por supuesto, las características económicas y geoestratégicas de la región explican esta forma específica de colonización. En el ámbito económico, el petróleo, que a principios del siglo XX se convirtió en una materia estratégica, es la primera causa de la importancia estratégica de la región y de la voluntad de controlarla de cerca, primero por parte de Gran Bretaña y luego por Estados Unidos, en alianza con los demás países imperialistas. Es lo que ocurre desde 1908, es decir, desde que se descubre el primer yacimiento de petróleo iraní, Masjed Soleyman, lo que lleva inmediatamente a crear la Anglo-Persian Oil Co. Desde 1912 el 80% de la flota británica navega gracias al petróleo suministrado por esta compañía. En 1913 esta empresa petrolera construida en el yacimiento de Masjed Soleyman es la mayor refinería del mundo. A partir de 1927 el descubrimiento de yacimientos explotables en Iraq lleva a la construcción del primer oleoducto para poder transportar el petróleo al Mediterráneo.

No dejarán de descubrirse yacimientos de petróleo: en Arabia Saudí (el 17,2% de las reservas mundiales en 2020), en Irán (el 9,1%), en Iraq (el 8,4%), en Kuwait (el 5,9 %), en los Emiratos Árabes Unidos (el 5,6%) y en Qatar (en 1,5%). Asia Occidental contiene el 48,3% de las reservas del planeta (9).

Aunque en el caso del gas la región tiene menos importancia que en el del petróleo, sin embargo sigue teniendo su importancia ya que en 2022 contenía el 17,1% de la producción mundial. El descubrimiento en 1999 de yacimientos [de gas] en la costa de Gaza y después, en 2010, en la de Haifa no deja de tener relación con el genocidio actual. Estos nuevos yacimientos pueden hacer a Israel no solo independiente desde el punto de vista energético, sino también transformarlo en un exportador de esta energía, en particular a Europa, a la que la guerra de Ucrania ha dejado sin acceso al gas ruso.

Controlar la producción del petróleo y del gas de la región no basta para hacerla accesible a los distintos Estados consumidores, sino que para ello también es preciso controlar su transporte, ya sea por oleoducto o por mar, lo que requiere controlar el conjunto de Asia Occidental y, para ello, tener un Estado gestor fiable.

A esta importancia mundial de la región en el ámbito de los hidrocarburos se añade una dimensión estratégica aún más antigua. En efecto, Asia Occidental une África a Asia y Europa, y controlar Asia Occidental es, de hecho, controlar una parte muy importante del comercio mundial. En la época de las Cruzadas ya era una realidad patente su importancia geoestratégica y las consecuencias económicas de ello. El doctor en ciencias políticas Ali Laïdi resume así dicha importancia: «La conquista de Oriente es también la historia de un enfrentamiento económico monumental entre cristianos y musulmanes, y también entre los propios cristianos. Al invadir Oriente en nombre de Dios, los latinos parten también a la conquista de las riquezas de la región. Al tomar Jerusalén y construir ciudades latinas en Oriente, se hacen con el inmenso mercado de los productos asiáticos. Las Cruzadas permiten eliminar un intermediario (los comerciantes árabes) en la ruta de las especies y en la del seda» (10).

Más cerca de nosotros, a partir principios del siglo XIX el control de la ruta hacia la India es la preocupación fundamental de la política exterior del capitalismo más poderoso, Inglaterra. En 1935 el historiador naval René La Bruyère describe de la siguiente manera la importancia que tiene la región para Inglaterra: «Muchos acontecimientos actuales se explican si nos preocupamos de examinar la estrategia de Gran Bretaña en Asia Occidental. Desde el siglo XVII toda la política inglesa se dirige a garantizar la seguridad de la ruta de las Indias, es decir, las comunicaciones entre Reino Unido y las posesiones de Su Majestad allende los mares. […] El acuerdo con Francia que nos proporcionó Marruecos le permitió tener las manos libres sobre todos los territorios vecinos del istmo de Suez, es decir, Egipto, el mar Rojo, Arabia, Palestina, Transjordania, etc.» (11).

En un momento en que China despliega metódicamente su gran proyecto de nuevas rutas de la seda, el proyecto «la Iniciativa del Cinturón y la Ruta», que ella misma califica de «proyecto del siglo», es todavía mayor lo que hay en juego en Asia Occidental desde el punto de vista geoestratégico. En este proyecto «la ruta» une China con Europa por mar a través del océano Índico, mientras que «el cinturón» terrestre la une a este continente a través de Asia Central. La construcción de carreteras, autopistas, puertos, infraestructuras energéticas y enlaces ferroviarios se multiplican en Asia y África. Por supuesto, Asia Occidental es un elemento esencial del proyecto.

Estados Unidos, consciente de la importancia de lo que está en juego, ha desarrollado un proyecto rival llamado «Asociación para la Infraestructura e Inversión Global», que está dotado de un presupuesto de 600.000 millones de dólares en cinco años. Este proyecto, que se presentó con los demás miembros del G7, fue elogiado de la siguiente manera por el primer ministro Benyamin Netanyahu en la 78ª Asamblea General de las Naciones Unidas, el 22 de septiembre de 2023, apenas dos semanas antes de cometer el mayor genocidio de población palestina desde 1948: «Hace dos semanas asistimos a otra bendición, que ya está a la vista de todos. En la conferencia del G20 el presidente Biden, el primer ministro Modi, y dirigentes europeos y árabes anunciaron un proyecto visionario de corredor que se extenderá desde la península arábiga hasta Israel. Conectará India con Europa por medio de conexiones marítimas y ferroviarias, de oleoductos, cables ópticos. ¡Y eso supone un cambio histórico para mi país! La tierra de Israel está situada en una encrucijada entre África, Asia y Europa» (12). Resulta significativo que mientras decía estas palabras, Netanyahu exhibió un mapa en el que no figuraba ningún Estado palestino.

Debido a esta situación geoestratégica Asia Occidental condensa las contradicciones del mundo y el control de esta región es una prioridad para el imperialismo hegemónico, Estados Unidos, y para sus aliados. Por esa razón hemos titulado esta obra «Manual estratégico de Palestina y Asia Occidental». Esta realidad geoestratégica explica la alianza entre el movimiento sionista y el imperialismo británico a principios del siglo pasado y también es la causa de la alianza entre este mismo movimiento sionista y Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos se convierte en el imperialismo hegemónico. También está en el origen de las muchas guerras y desestabilizaciones que sacuden la región: la contención de Irán, la guerra de Iraq, de Siria y de Yemen. Aclara igualmente el apoyo indefectible del campo occidental bajo la hegemonía estadounidense a Israel, incluso cuando este último comete un genocidio a gran escala como el de 2023-2024 [y gran parte de enero de 2025, n. de la t.]. Por último, explica las dificultades de la lucha del pueblo palestino y la evolución de las tácticas de sus organizaciones de resistencia.

El pueblo palestino debe librar su lucha por la independencia nacional no solo contra un Estado colonizador, sino contra todo el sistema imperialista mundial y, en particular, contra el imperialismo hegemónico estadounidense. Eso es lo que constituye, tanto ayer como hoy, el drama del pueblo palestino, pero también la grandeza ejemplar de su resistencia. Es también lo que confiere a la lucha del pueblo palestino un lugar fundamental en la lucha antiimperialista mundial.

El objetivo de este manual no es presentar toda la historia de Palestina y de la resistencia de su pueblo, sino centrar la mirada en la interacción entre los factores nacionales e internacionales, entre la relación de fuerzas nacional e internacional, entre las formas y las tácticas adoptadas por la resistencia palestina y la situación geoestratégica. Por supuesto, para logar ese objetivo tendremos que recordar las grandes líneas de la cuestión palestina y la historia de sus mutaciones, así como los principales aspectos del proyecto sionista y sus relaciones históricas con el imperialismo en general y con el imperialismo hegemónico de cada secuencia histórica en particular.

Nos parece que esta mirada sobre la larga historia de opresión y resistencia del pueblo palestino es imprescindible para comprender lo que hay en juego actualmente en la prueba dramática e histórica que vive el pueblo palestino. Lejos de no concernir más que al pueblo palestino, el futuro de nuestro mundo se juega en gran parte en Palestina. En efecto, hoy más que nunca Palestina ocupa un lugar fundamental en las contradicciones entre los intereses y las relaciones de fuerza mundiales. Después de una fase de euforia provocada por la desaparición de la URSS y con ella del conjunto de equilibrios surgidos de la Segunda Guerra Mundial, la hegemonía occidental en general y la estadounidense en particular se enfrentan a una serie de resistencias que ponen en peligro que pueda seguir saqueando el mundo, que es sobre lo que se basa su modelo económico. Teniendo en cuenta el lugar que Palestina ocupa desde el punto de vista geoestratégico, vuelve a ser uno de los núcleos fundamentales de esta lucha global.

Me sentiré satisfecho si esta obra contribuye, aunque sea modestamente, a concienciar sobre lo que está en juego en todo el mundo con la cuestión palestina.

Este texto es el prólogo de Manuel stratégique de la Palestine et du Moyen-Orient, Saïd Bouamana, Investig’Action, 2024.

Notas:

(1) Lénine, L’impérialisme, stade suprême du capitalisme (1916), Éditions sociales, París, p. 80. [en castellano hay diferentes traducciones de esta obra de Lenin, en general traducida como El imperialismo, fase superior del capitalismo].

(2) Stefania Ecchia, «La politique économique à la fin de l’Empire ottoman (1876-1922), Partie 2», revue Anatolie, 5/2014, pp. 98-99.

(3) W. Wilson, Messages, discours, documents diplomatiques relatifs à la guerre mondiale, 18 août 1914-8 janvier 1918, tomo 1, traducción [del inglés al francés] de Désiré Roustan, Bossard, París, 1919, p. 239.

(4) Pacte de la Société des Nations, Journal officiel de la SDN, febrero 1920, p. 9., se puede consultar en la página web de la ONU.

(5) Arthur James Balfour, «Lettre adressée à Lord Rothschild le 2 novembre 1917», en «Le statut international du peuple palestinien», Naciones Unidas, Nueva York, 1980, p. 2.

(6) «Société Des Nations, Palestine-Mandat Britannique, Communiqué au Conseil et aux membres de la Société du 12 août 1922», página 3, se puede consultar en la página web de la ONU.

(7) Henry Cattan, Palestine and International Law: the Legal Aspects of the Arab-Israeli Conflict, 2ª ed., Londres y Nueva York, Longman, 1976, p. 30.

(8) «Histoire de la question de Palestine», se puede consultar en la página web de la ONU, https://www.un.org/unispal/fr/histoire-de-la-question-de-palestine/, consultado el 22 de diciembre 2023.

(9) «Histoire de la question de Palestine», se puede consultar en la página web de la ONU, https://www.un.org/unispal/fr/histoire-de-la-question-de-palestine/, consultado el 22 de diciembre de 2023.

(10) Ali Laïdi, Histoire mondiale de la guerre économique, Perrin, París, 2016, p. 81.

(11) René La Bruyère, «Les routes des Indes», Revue des deux mondes, Vol. 30, N° 3 diciembre de 1935, p. 556.

(12) Discurso íntegro de Benyamin Netanyahu ante la 78 Asamblea General de la ONU, se puede consultar en la página web de la ONU.

Texto original: https://investigaction.net/la-palestine-au-coeur-des-contradictions-mondiales/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.