El trágico enfrentamiento armado en la franja de Gaza entre fuerzas palestinas del Movimiento de Resistencia Islámica(Hamás) y de Fatah debe analizarse en su contexto histórico para entenderlo. La maquinaria mediática presenta el conflicto, sin más antecedente que los estereotipos previamente machacados, como un golpe de Estado de los islamitas «fundamentalistas» y «terroristas» de Hamás, […]
El trágico enfrentamiento armado en la franja de Gaza entre fuerzas palestinas del Movimiento de Resistencia Islámica(Hamás) y de Fatah debe analizarse en su contexto histórico para entenderlo. La maquinaria mediática presenta el conflicto, sin más antecedente que los estereotipos previamente machacados, como un golpe de Estado de los islamitas «fundamentalistas» y «terroristas» de Hamás, -los «malos»- contra los «moderados» y «responsables» de Fatah, que, de repente, son los «buenos». El asunto, como siempre, es mucho más complejo que la propaganda made in USA.
Estados Unidos y los otros tres «grandes» surgidos de la Segunda Guerra Mundial impusieron al pueblo de Palestina en 1948 la arbitraria e injusta creación del Estado de Israel, contraria al derecho internacional y a la misma Carta de la ONU, únicamente justificable por un supuesto mandato bíblico del judío como «pueblo elegido» por la Providencia.
Tras la decisión no había ningún elevado sentimiento religioso ni de justicia histórica. Simplemente se trataba de establecer un portaviones fijo del imperialismo en Medio Oriente, zona de gran importancia geoestratégica por su posición en el mapamundi y sus ubérrimos yacimientos de petróleo, función cumplida con inigualable celo por todos los gobiernos de Israel a costa del despojo territorial, la expulsión y el genocidio por etapas de los palestinos.
Washington y Tel Aviv, con la complicidad de sus aliados europeos y de los regímenes árabes subordinados, han arbitrado hasta hoy, por consiguiente, el destino de Palestina. El territorio asignado por los «grandes» a los palestinos a través de un bochornoso acuerdo de la Asamblea General de la ONU sigue desde 1967 -no debe olvidarse- ocupado por el ejército sionista y sometido a la acción de sus leyes, tribunales y servicios de inteligencia. Todo ello en violación de resoluciones posteriores del propio organismo internacional. La llamada Autoridad Nacional Palestina es por eso un ente sin facultades devenido un obstáculo insuperable para el movimiento de liberación palestino al desviar la atención, con una políticamente costosa ficción de autogobierno pluripartidista, del tema central de la lucha contra la ocupación.
Esa es una de las causas del lamentable choque fratricida, culminado con la división en dos de los territorios ocupados por el sionismo en 1967: la minúscula pero muy populosa Gaza, donde se ha hecho fuerte Hamás, y Cisjordania, confederación de pequeños bantustanes de población palestina divididos por el muro y controlados por el ejército israelí, administrada por Fatah bajo las reglas del ocupante.
Surgen preguntas inevitables. Por que Hamás arrasó limpiamente a Fatah en las elecciones municipales y luego en las parlamentarias de febrero de 2006. Por qué el legendario y laico Fatah, fundado por Yasser Arafat, perdió tanto de su prestigio entre su pueblo, ganado al actuar durante décadas como protagonista y vocero principal de la resistencia palestina. Por qué Estados Unidos, que dejó de reconocer al extinto Arafat como interlocutor y exigía elecciones, decretó, conjuntamente con Europa e Israel, un feroz bloqueo económico a los paupérrimos territorios ocupados a partir de la sorpresiva y arrolladora victoria comicial de Hamás, cuya administración se negaron a reconocer.
Medios israelíes han informado que sus servicios secretos y los estadunidenses armaron y entrenaron a las unidades de seguridad de Fatah, cuyos corruptos e impopulares jefes aceptaron la encomienda de exterminar la fuerza militar de Hamás en la franja. Todo indica que la organización islámica desató a su pesar la fulminante ofensiva con el propósito de evitar su aniquilamiento y una sangrienta guerra civil en Gaza.
Es muy extraño que Mohamud Abbas, presidente palestino y líder de Fatah, se haya convertido de la noche a la mañana en el niño mimado de Estados Unidos e Israel. Recibirá de este todo el dinero robado de los impuestos palestinos y mucho armamento, obviamente no para liberar a Palestina. Al parecer, Abbas tampoco deseaba el enfrentamiento. Aceptó el proyecto saudita de gobierno de unidad nacional, pero no hay duda, torpedeó y arrinconó a Hamás por todos los medios, haciendo objetivamente el juego a Estados Unidos.
El pueblo palestino posee una inagotable reserva moral. No ha dejado de combatir un día contra la ocupación, incluyendo a una mayoría de militantes de Fatah, y eso al final decidirá la partida.