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Para el supremacista Trump, Palestina es una comarca de pieles rojas a destruir

Fuentes: Rebelión

Desde su llegada al poder financiado por el lobby estadounidense-judío, el inquilino de la Casa Blanca, el presidente Donald Trump, ideólogo del ‘Acuerdo del Siglo’, sueña con ‘La Nueva Palestina’ intentando diezmar a la ancestral tierra que existió mucho antes que EEUU e Israel, para convertirla en una comarca similar a la de los ‘pieles […]

Desde su llegada al poder financiado por el lobby estadounidense-judío, el inquilino de la Casa Blanca, el presidente Donald Trump, ideólogo del ‘Acuerdo del Siglo’, sueña con ‘La Nueva Palestina’ intentando diezmar a la ancestral tierra que existió mucho antes que EEUU e Israel, para convertirla en una comarca similar a la de los ‘pieles rojas’. Masacrados nativos en la Guerra de Secesión y la subyugación de las naciones indias por la supremacía blanca que dio lugar al actual Estados Unidos.

En el caso palestino, los supremacistas europeos-sionistas ashkenazis diseñaron desde 1897, en el primer congreso sionista de Basilea, diezmar y someter la población natural palestina para alcanzar un estado único que llamarían Israel. Preservando a la Argentina como un As en la manga para una eventual reserva, según lo citado por Theodor Herzl en su libro ‘Der Judenstaat (El Estado Judío)’ de 1896.

El presidente mártir Yasser Arafat, solía decir: «No van hacer con nosotros lo que hicieron con los indígenas americanos». Una frase que cavó los cimientos del rutilante colonizador Trump, operador pro sionista y supremacista blanco CEO del premier Benjamín Netanyahu, decididos a abortar el futuro de Palestina y convertir a su pueblo en una figura similar a los pieles rojas para la filmoteca de Hollywood.

Claramente decididos a envenenar la atmósfera, Trump, con palabras que no fulguran por su lucidez, instruyó a su yerno estadounidense-judío, Jared Kushner; al operador político de la Casa Blanca, Janson Greenblatt y a su embajador en Tel Aviv, David Friedman, para diagramar un plan ‘políticamente correcto’ de aniquilación de Palestina mediante el llamado ‘Acuerdo del Siglo’. La moneda de cambio será millones de dólares a los líderes palestinos y árabes en canje de territorio. Permitiendo en una segunda etapa las silenciosas promesas asumidas sobre la tan codiciada expansión sionista de la década del ’60: «Israel tus fronteras del Nilo al Éufrates».

En esta avanzada, a principio de junio, el embajador Friedman, sin un curricular acorde a su cargo y poco avezado en el tablero internacional, le dijo al diario estadounidense New York Times: «Israel tiene el derecho de anexar parte del territorio palestino…Lo último que definitivamente necesita el mundo es un estado palestino fallido entre Israel y Jordania». Una peligrosa semántica, preludio del avance en la anexión de los territorios palestinos ocupados en el ’67 con los robados en 1948.

En su desequilibrado sincericidio, Friedman, agregó: «Trump tiene como objetivo mejorar la calidad de vida de los palestinos a cambio de dinero, pero no alcanzaría a una solución permanente del conflicto». Expresándoles a los comunicólogos: «el plan apoyará financieramente la economía palestina, en gran parte costeada por los estados del Golfo, a cambio cederán concesiones de territorialidad y estabilidad».

De los 15 procesos de paz celebrados, ninguno prosperó, ni evaluó la soberanía, el derecho del retorno y las fronteras seguras de Palestina. Por el contrario, los 28 años transcurridos desde la primera cumbre de paz de Madrid en 1991, además de los shows mediáticos, fueron monopolizados por la potencia ocupante para encumbrar en ‘nombre de la paz’ la erosión de los derechos nacionales palestinos, el avance colonizador y la judaización de Jerusalem, imponiendo la racista teoría darwiniana de la superioridad de raza. Es decir, para el segregacionista clan Trump-Jared, los palestinos no son seres genuinos que puedan gobernarse a sí mismo como sí los son los israelíes descendientes de los europeos ashkenazis llegados a Palestina ilegalmente bajo el paraguas de la ocupación británica en la década del ’40.

El autor intelectual del ‘Robo del Siglo’, mal armonizado ‘Acuerdo del Siglo’, Jared, sionista proclive a Israel, anticipó que no incluirá la teoría de los 2 estados. Más evolucionado y con ropaje de mesías, su suegro Trump, bautizó la comarca como ‘La Nueva Palestina’, parte del aberrante plan de borrar las antiguas raíces cananeas-palestinas basado en la teoría hitleriana de la ‘solución final’.

En la suma de lo aberrante. Peligrosamente firmó decretos presidenciales violatorios a las leyes jurídicas internacionales de reconocer con frívolos argumentos a Jerusalem como capital sionista (7/12/2017) y reubicar en la misma su embajada el 15 de mayo de 2018. Otros decretos refrendados en marzo de 2019, osaron eliminar la palabra ‘ocupados’ a los territorios palestinos de 1967, llamándolos ‘controlados’, al igual que audazmente destinó las ocupadas alturas del Golán sirio a la mal llamada soberanía israelí.

Con codicia enfermiza, Greenblatt, en su precipitado afán por el ‘Acuerdo del Siglo’, dijo: «Hamas ha dejado a Gaza en ruinas», omitiendo el terrorismo de Estado israelí, el criminal bloqueo de 12 años y la masacre de niños en la Franja. En su raciocinio del mal, Greenblatt, atropelló el derecho palestino de vivir seguros y le manifestó al Canal Fox News TV: «La administración Trump no comprometerá la seguridad de Israel».

En el aumento de las perversidades, Trump cortó la ayuda económica a la ‘Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos-UNRWA’, como medida de presión no solo contra las distintas autoridades palestinas, sino, para dañar al vapuleado pueblo comprometido con la Marcha del Retorno y la Intifada para recuperar su libertad.

A finales de agosto de 2018, Heather Nauert, portavoz del Departamento de Estado, afirmó: «Estados Unidos ya no dedicará más fondos para esta operación irremediablemente defectuosa». Degradando y llamando ‘defectuosa’ la alta labor humanitaria de la UNRWA hacia un pueblo desposeído de dignidad en un contexto jurídico internacional nulo.

Ávidamente esperado por Israel, el ‘Acuerdo del Siglo’ supuestamente lleva consigo la no formación del Estado Palestino a cambio de una reducida autonomía, sin control del agua, las fronteras y el cielo, sería presentado el próximo 25/26 de junio en la programada conferencia económica ‘Paz y Prosperidad’ en Manama, capital árabe de Bahréin.

En medio de un recóndito silencio embretado de dudas por el apócrifo rechazo de la Autoridad Palestina, con cinismo, confirmaron su presencia el anfitrión Bahrein, Egipto, Qatar, Arabia Saudita, Jordania, Marruecos y Emiratos Árabes, quienes se presupone deberán luego del acuerdo reconocer plenamente a Israel y éste a su vez, reconocerá socarronamente una autónoma ‘Nueva Palestina’.

En el campo palestino el rechazo popular y de los grupos de resistencia al ‘Acuerdo del Siglo’ y a sus adeptos, es unánime. Al igual que lo es con el incomprensible apolillado compromiso de 2 estados que sigue mendigando el jefe de la AP, Mahmoud Abbas. Cediendo gran parte de la legitima tierra de los antepasados al impostor judío-sionista que vino de Europa para aniquilar y quedarse con todo, a costa de todo.

En el berenjenal de la distorsión, la frustrada estrategia de la Autoridad Palestina caló con poco éxito en el intento de apropiación de la causa, la abdicación de la revolución palestina y la eliminación de los referentes de la resistencia y la oposición mediante la espuria cooperación de seguridad de la AP con la del enemigo israelí.

La respuesta palestina al ‘Acuerdo del Siglo’ o bien llamado ‘Robo del Siglo’, la exteriorizó oportunamente el niño Sahel de 11 años, del campamento de refugiados Duheisheh en Belén ocupada, quien, consultado durante su participación en la Intifada de 1987, señaló: «No le tiro piedras a los pájaros, solo a los soldados israelíes de la ocupación». Sahel, pocos meses después las balas israelíes lo convirtieron en mártir, pero las piedras de la Intifada siguieron y seguirán sonando contra la ocupación y los espurios acuerdos.

 

Suhail Hani Daher Akel fue el primer Embajador del Estado de Palestina en la Argentina; fue el primer Representante de la OLP en la Argentina.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.