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Fuentes: Página12

Encuestas de Zogby International, el Pew Research Center, CNN/USA Today y el Departamento de Estado norteamericano registraron «una gran animadversión contra EE.UU. y sus políticas. Un año y medio después de entrar en guerra con Irak, se ha intensificado el odio árabe/musulmán». – EE.UU. es visto con malos ojos «por mayorías aplastantes en Egipto (98 […]

Encuestas de Zogby International, el Pew Research Center, CNN/USA Today y el Departamento de Estado norteamericano registraron «una gran animadversión contra EE.UU. y sus políticas. Un año y medio después de entrar en guerra con Irak, se ha intensificado el odio árabe/musulmán».

– EE.UU. es visto con malos ojos «por mayorías aplastantes en Egipto (98 por ciento), Arabia Saudita (94 por ciento), Marruecos (88 por ciento) y Jordania (78 por ciento). La guerra incrementó en Europa la desconfianza hacia EE.UU., debilitó el apoyo a la lucha contra el terrorismo y socavó la credibilidad de EE.UU. en todo el mundo». En Medio Oriente «simplemente no tiene ninguna».

– «La abrumadora mayoría (de los árabes) cuestiona lo que considera un apoyo unilateral (de Washington) a Israel, así como el sostén prolongado y creciente que presta a regímenes que los musulmanes perciben como tiranías, en especial Egipto, Arabia Saudita, Jordania, Pakistán y los estados del Golfo».

– El mundo árabe «juzga que cuando la diplomacia estadounidense habla de llevar la democracia a las sociedades islamitas, sólo se trata de una actitud hipócrita».

– «Los musulmanes opinan que la ocupación norteamericana de Afganistán e Irak no ha promovido la democracia en esos países, sino aumentado el caos y el sufrimiento».

– Un examen, del Departamento de Estado, de los artículos de opinión y editoriales publicados en los periódicos de 72 países desde la invasión a Iraq reveló que «el 82,5 por ciento de los comentarios eran negativos» para EE.UU.

Estos y otros conceptos aún más duros no se encuentran en algún análisis político o proclama de Al Qaida o la Jihad Islámica. Fueron acuñados por la muy oficial Junta de Ciencias de la Defensa (DSB por sus siglas en inglés), un organismo de alto nivel encargado de asesorar al Pentágono en cuestiones científicas y tecnológicas atinentes a la guerra. El diagnóstico puede leerse en el informe del Equipo de trabajo sobre comunicación estratégica de la DSB, uno de los seis paneles que Donald Rumsfeld organizó a mediados del 2004 para analizar la situación mundial desde la invasión a Iraq. ( www.acq.osd.mil/dsb/reports/2004-09-Strategic_Communication.pdf ). Veinte expertos en diplomacia, medios y guerra psicológica pertenecientes al Consejo Nacional de Seguridad, la Casa Blanca, los Departamentos de Estado y de Defensa, diversas universidades y empresas privadas integraron dicho equipo y su informe fue desclasificado hace un par de semanas.

Dizque la Junta de marras es independiente, aunque sus miembros -designados por el Pentágono- no ocultan una decidida inclinación neoconservadora. El informe de 111 páginas no critica la política belicista de la Casa Blanca: más bien procura atenuar sus inevitables repercusiones contrarias en los países árabes -y no sólo- y recomponer la agrietada imagen estadounidense; con ese fin, el equipo de la DSB formula recomendaciones destinadas a «acrecentar de manera extraordinaria la capacidad de comunicación de EE.UU. con la opinión pública mundial y, por ende, la posibilidad de influir en ella». Señala que los islamitas radicales están ganando la guerra propagandística y culpa de ello a la incapacidad raigal del gobierno Bush de entender al mundo árabe, así como a la falta de una aplicación imaginativa de los nuevas tecnologías mediáticas. En las antípodas de la Casa Blanca -«el mundo es más seguro desde que derrocamos a Saddam Hussein», repite W.-, el informe de la DSB subraya que «el logro de los objetivos más amplios de la estrategia de EE.UU. (léase petróleo) depende de separar a la mayoría de los musulmanes no violentos de los militantes radicales islamitas y de la Jihad. Pero los esfuerzos estadounidenses en este sentido no sólo han fracasado: es probable que hayan provocado lo contrario de lo que se proponían». Es decir, la propagación de atentados terroristas en el mundo, como bien saben los españoles que sufrieron el 11 de marzo, y el consenso o el silencio resignado de sectores árabes, como bien saben los iraquíes.

La diplomacia estadounidense «no emite el mensaje correcto», puntualiza el informe. «Inevitablemente, todo lo que los norteamericanos dicen y hacen sólo sirve al partido que da en voz alta un mensaje claro: el enemigo». Califica de «error estratégico» la insistencia del gobierno Bush y de los neoconservadores en describir «la guerra contra el terrorismo» como una guerra «contra otro mal totalitario», tic heredado de la guerra fría. «En agudo contraste con la guerra fría -precisa-, EE.UU. no procura hoy contener a un estado-imperio amenazador, sino alentar un vasto movimiento en el seno de la civilización islámica a fin de que ésta acepte la modernidad occidental, un programa que la prédica oficial en torno a ‘una guerra contra el terrorismo’ oculta». Hay otras contradicciones en el informe: sus redactores habían escrito en un párrafo anterior al citado que «decir que ‘la libertad es el futuro de Medio Oriente’ suena a paternalismo, porque sugiere que los árabes son como los pueblos esclavos del viejo mundo comunista». En fin.

El equipo de la DSB propone invertir muchos millones de dólares en este empeño y, entre otras cosas, utilizar técnicas modernas «para tranquilizar a los musulmanes» no violentos: el e-mail, el chat y los juegos interactivos por Internet y en video. También programas infantiles de TV en árabe «para difundir mensajes cortos». En un viejo museo de Berlín se exhibe un juego de ajedrez para niños de la época nazi. El rey, la reina, las torres, los alfiles, caballos y peones son figuras humanas que visten uniformes de la Gestapo y de las SS.