Este libro nace de un proyecto del ayuntamiento de Oviedo durante la etapa entre 2015 y 2019 en que era regido por un tripartito de izquierdas. El objetivo que se plantea es ayudar a preservar la memoria de los que sufrieron la represión franquista en las cárceles de Asturias y pasar revista al aparato jurídico y penitenciario de la dictadura.
Si cuarenta años de convivencia democrática no han servido aún, lamentablemente, para culminar todo el trabajo necesario en esta línea, es el momento de que las instituciones contribuyan en la medida de sus posibilidades. El volumen se materializó en 2018 y recoge aportaciones de cinco profesionales de la historia, especialistas en aspectos diversos de aquella inmensa prisión que fue la España franquista.
Las cárceles del franquismo
María Concepción Paredes Naves, historiadora y archivera, resume en el capítulo inicial las vicisitudes de la Prisión Provincial de Oviedo, inaugurada en 1907 con la estructura de “panóptico” que se estilaba en la época. Las galerías convergentes en un núcleo central de estas “cárceles modelo” facilitaban el control de los reclusos, al tiempo que con unas instalaciones modernizadas se trataba de dejar atrás los sórdidos escenarios habituales por entonces. La penitenciaría funcionó hasta 1993, y posteriormente fue remodelada para albergar el Archivo Histórico de Asturias, que abrió sus puertas en 2010.
El edificio fue testigo de la turbulenta historia del siglo XX asturiano, de las torturas a los más de mil presos del Octubre del 34 allí hacinados y de la renovación del horror tras la conquista de Asturias por los facciosos a finales del 37. La sobreocupación se ve atenuada luego, hasta que las huelgas mineras de los 60 vuelven a traer los viejos aires. Durante la Transición, la población reclusa era escasa, pero las penosas condiciones de habitabilidad dieron lugar a varios motines, uno en 1978 y otro en 1980 con un muerto por asfixia en una celda.
Irene Díaz Martínez, de la Universidad de Oviedo, pasa revista a la legislación de que se dotó el franquismo para que los juzgados militares, y a partir de 1963 el recién creado Tribunal de Orden Público, pudieran materializar la represión. Nos acerca después a algunos hombres y mujeres entre las decenas de miles que sufrieron reclusión tras la caída de Asturias, en un principio en los campos de concentración que proliferaban por la provincia, y más tarde sobre todo en las cárceles de Oviedo y El Coto (Gijón).
En las terribles historias recogidas vemos cómo el castigo se ceba muchas veces en las familias de combatientes o simpatizantes republicanos. En ocasiones, los que padecieron esto desarrollaron una conciencia política que determinó su comportamiento posterior, mientras que en otros las víctimas prefirieron achacar lo ocurrido a enemistades o conflictos personales y adaptarse al nuevo régimen. También se presentan casos de algunos que sufrieron represión por su militancia ya durante la dictadura.
Trabajos forzados en Asturias
Amaya Caunedo Domínguez, historiadora y antropóloga de la universidad de Oviedo, analiza la explotación de la mano de obra presa a partir de los datos disponibles en archivos y estudios previos. Los combatientes republicanos capturados por los franquistas en Asturias eran internados en campos de concentración en los que se les clasificaba por su grado de afección al nuevo régimen. Los considerados más peligrosos terminaban encarcelados, pero su gran número hizo que ya a partir de 1937 se constituyesen Batallones de Trabajadores para auxiliar en los frentes de Aragón y Levante, en infraestructuras y minería.
También a los encarcelados se les encomendaban labores a través del Sistema de Redención de Penas por el Trabajo, lo que obligaba a veces a trasladarlos a colonias militarizadas. Varias de éstas funcionaron próximas a las explotaciones mineras del valle del Nalón y el Bierzo, y otras albergaron a los que se encargaban de reedificar lo destruido durante la contienda. Mientras tanto, Redención y Reconstrucción, publicaciones periódicas con títulos emblemáticos, sacaban tajada propagandística de la incorporación de los “rojos” a la materialización de la nueva España.
Para concluir, Caunedo aporta algunas cifras: casi trescientos mil cautivos en abril de 1939, de los que dos tercios estaban en campos y uno encarcelado. Los números se incrementan el año siguiente, en el que los trabajadores forzados eran aproximadamente cien mil, la mayor parte en los campos. Esta cantidad iría reduciéndose hasta unas veinte mil personas en 1945, en este caso, la mayoría en las cárceles.
La odisea de las mujeres
La historiadora de la universidad Complutense María Covadonga Fernández repasa el triste destino de las mujeres entre 1937 y 1945 en Asturias. Tras los avances de la era republicana, se impuso por entonces el regreso al ideario tradicional y se crearon los mecanismos represores más convenientes. El primero de éstos fue judicial, con derogamiento de las leyes de divorcio y aborto, y decretando la subordinación al varón de por vida. Los otros medios fueron la educación y la sumisión al código moral de los vencedores.
Para las enemigas del nuevo régimen o reacias a transigir con sus normas, identificadas como “rojas”, los castigos físicos iban del rapado o la obligación de ingerir aceite de ricino, a las más graves vejaciones y torturas, de las que se exponen casos; el robo de niños también estaba a la orden del día. La reclusión en cárceles que sufrieron muchas mujeres se documenta a través de las terribles condiciones de la Prisión Provincial de Oviedo, antro de hambre y tuberculosis. La religión impuesta fue un notable instrumento de todos aquellos ultrajes.
Las cárceles durante el tardofranquismo
Ramón García Piñeiro, historiador, repasa en la contribución que cierra la obra las condiciones carcelarias a partir de los años sesenta, cuando se incrementó el número de reclusos por la represión de la creciente resistencia, huelguística y organizativa. Hay que decir, de todas formas, que la sordidez de las prisiones, descrita en detalle, resultaba muchas veces un alivio tras lo padecido en las comisarías. Las duras condiciones no impidieron en ocasiones desarrollar actividades formativas, de alfabetización, cultura general e incluso clases de ruso, que entretuvieron los largos ocios y mejoraron la vida de muchos.
El poder de la memoria
Todos los capítulos vienen ilustrados con valiosas fotografías de la época, que nos introducen en las penalidades de aquel tiempo y rescatan la memoria de los que las sufrieron. Estos documentos, junto a los nombres e historias que se recogen, homenajean a numerosas víctimas del terror franquista, pero no debemos olvidar que muchas otras aguardan aún una justa reparación. Hay que resaltar por ello la importancia de iniciativas en marcha como la del Archivo de Fuentes Orales para la Historia Social de Asturias (AFOHSA), que desde el año 2000 está empeñado en reunir testimonios sobre los aspectos más oscuros de nuestro pasado reciente.
Todos estos proyectos resultan imprescindibles, pues ignorar el pasado, aparte de un crimen, es la vía más segura para fracasar en la construcción del futuro.
Blog del autor: http://www.jesusaller.com/
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