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Paz, pero no a cualquier precio

Fuentes: El Mundo

El incontestable triunfo de Hamas, en las elecciones palestinas, tiene muchas lecturas. Una de ellas, quizás la más relevante, es que los palestinos quieren la paz con Israel, pero no a cualquier precio. En otras palabras, que la deriva de obediencia respecto de EEUU -e Israel- por parte de Abu Mazen y Al Fatah, no […]

El incontestable triunfo de Hamas, en las elecciones palestinas, tiene muchas lecturas. Una de ellas, quizás la más relevante, es que los palestinos quieren la paz con Israel, pero no a cualquier precio. En otras palabras, que la deriva de obediencia respecto de EEUU -e Israel- por parte de Abu Mazen y Al Fatah, no han producido los resultados esperados, sino todo lo contrario. Aunque Israel haya abandonado la franja de Gaza, sigue construyendo colonias judías en Cisjordania y continúa expandiendo el muro infame que, además de arruinar la ya precaria economía de los palestinos y de constituir una humillación para todo un pueblo, impone una frontera que les arrebata nuevos trozos a su ya mermado territorio. Con sus votos, una mayoría amplia de palestinos quiere decir que no es ese el camino. Que la lucha por un Estado independiente no puede lograrse acatando simplemente las directrices que llegan de Tel Aviv y Washington.

La reacción occidental está siendo la previsible. En vez de intentar comprender el mensaje del pueblo palestino, se enrocan y hace una piña con Israel, exigiendo al victorioso Hamas que renuncie a ser lo que es -y que le permitió ganar por mayoría absoluta- y asuma la línea representada por Abu Mazen y derrotada en las elecciones. Imposible más prepotencia, falta de realismo e irrespeto a los valores esenciales del juego democrático.

Antes que detenerse a escuchar la voz mayoritaria de un pueblo y buscar explicaciones a su voto, Occidente opta por exigir, una vez más, que sean los oprimidos, expoliados y pisoteados palestinos quienes tengan que ceder en beneficio del opresor. Es obvio que Hamas debe aceptar la existencia de Israel, pero no es menos obvio que Israel debe respetar las fronteras reconocidas internacionalmente e indemnizar a Palestina por los innumerables atropellos y la enorme destrucción material y humana sufrida.

La victoria de Hamas ha estado precedida de la de Hahmadineya en Irán y por el notable avance de los Hermanos Musulmanes en Egipto, en unas condiciones de persecución y represión inimaginables en un Estado democrático. También por la concluyente derrota, en las elecciones en Iraq, de la lista apadrinada por EEUU. Si en países como Egipto o Paquistán las elecciones fueran verdaderamente libres, con mucha seguridad hubieran triunfado fuerzas islámicas. El juego democrático está operando contra Occidente, no a su favor.

La cuestión no es para tomarla a broma o reducirla a chascarrillo. Allí donde las fuerzas vivas de una sociedad islámica pueden competir en libertad, los adversarios de Occidente ganan y sus partidarios pierden. A menos que se opte por el autoengaño, no cabe cerrar la cuestión con amenazas, represalias económicas o desplantes militares. Oriente Medio es, cada vez más, una caldera a presión, a causa de la ceguera occidental -sobre todo de EEUU- empeñada tanto en sostener el indefendible extremismo israelí como en imponer sus intereses a cualquier costo, incluyendo las guerras de agresión, la violación masiva de derechos humanos y la amenaza de más guerras.

Los resultados de esa política saltan a la vista con cada elección. La victoria de Hamas es una nueva y enérgica llamada de atención contra los abusos de poder y el integrismo imperial aplicado por Occidente. No son los palestinos quienes deben cambiar, sino EEUU y la pasiva y aquiescente Europa. La región necesita soluciones, no imposiciones. Presionando de verdad a Israel para que acepte la paz por la única vía posible: volviendo a las fronteras de 1967; paz por la vía de de aceptar un Estado palestino libre y soberano. Paz, en fin, sobre la célebre afirmación de Benito Juárez, de que el respeto al derecho ajeno es la paz. Esa sería la mejor reacción ante el resultado de las elecciones en Palestina.

Augusto Zamora es profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid [email protected]