Cuando Joel Carmel se fue a hacer el servicio militar al ejército israelí, no esperaba que aquello significara estar sentado frente a un ordenador procesando permisos y tecleando números de identificación palestinos todo el día. “Antes de ir al Ejército, me consideraba de centro en términos políticos. Sabía, a grandes rasgos, sobre la ocupación y el combate. Pero era tan aburrido, tan burocrático… Te desgasta”, dice el joven de 29 años.
“No tienes tiempo ni energía para pensar en los palestinos como personas. Son solo números en un ordenador, y haces clic en ‘sí’ o ‘no’ en sus solicitudes de permiso de viaje”, dice.
El extenso sistema de Gobierno militar creado por la ocupación israelí en Cisjordania y la Franja de Gaza es un mundo del que muchos israelíes están enterándose ahora, tras la publicación de testimonios de veteranos que dan a conocer el “régimen de permisos” vigente sobre la población y las tierras palestinas.
Parte fundamental de la opresión
Aunque la ocupación, iniciada hace 55 años, sea quizá el conflicto mejor documentado en la historia moderna, se conoce poco sobre la extensión y la profundidad del poder burocrático ejercido por los organismos militares israelíes.
La unidad del Ministerio de Defensa israelí, conocida como Coordinador de Actividades del Gobierno en los Territorios (COGAT, por sus siglas en inglés), se ocupa primordialmente de la emisión y tramitación de papeles: aprobación de permisos médicos y de trabajo para entrar en Israel o viajar al extranjero, control del flujo de importaciones y exportaciones, planificación de infraestructuras y asignación de recursos naturales.
Las actividades del COGAT rara vez han sido estudiadas en profundidad y no están sujetas a mecanismos de investigación independientes. Junto con el uso de la violencia directa, palestinos y veteranos israelíes dicen que este órgano de Gobierno militar es una parte fundamental de un sistema de opresión.
“En el entrenamiento nos dijeron que todo lo que hacíamos por los palestinos era esencialmente generoso, un favor. No cuestionábamos el panorama general, como por ejemplo por qué no hay hospitales decentes en los territorios, lo que obliga a la gente a viajar”, dice Carmel, que primero sirvió en la oficina de coordinación militar israelí-palestina de Gaza, y después en la agitada ciudad de Yenín, en el norte de Cisjordania.
“El Ejército hace una redada en tu casa a las 2 de la mañana pero más tarde, a las 8, todavía tienes que hacer cola durante horas para obtener un permiso para las cuestiones administrativas más básicas”, dice. “Creo que eso es algo de lo que muchos israelíes no se dan cuenta. No se trata de la zanahoria y el palo, sino del palo y del palo. Son lo mismo”, apunta.
La magnitud de la ocupación
Los testimonios de los reclutas militares, que han servido en las oficinas del COGAT durante la última década, han sido recogidos por primera vez por Breaking The Silence (Romper el silencio), una ONG creada por veteranos de las fuerzas armadas de Israel que durante casi 20 años ha dado a los soldados retirados la oportunidad de relatar confidencialmente sus experiencias y de ofrecer al público israelí una visión sin tapujos de lo que implica reforzar la ocupación.
Los relatos verificados de varias docenas de entrevistados –incluido Carmel, que ahora trabaja para la organización– han sido recopilados en un nuevo documento de acceso abierto titulado Military Rule (Régimen militar). Va acompañado de testimonios de residentes de la bloqueada Franja de Gaza recogidos por Gisha, una ONG que trabaja por la libertad de circulación de los palestinos.
Mientras elaboraban el proyecto, los entrevistadores de Breaking the Silence descubrieron patrones comunes: el uso de castigos colectivos, como la revocación de los permisos de viaje de toda una familia; la amplia red de agentes palestinos que cooperan con la Administración Civil del COGAT, que gobierna partes de Cisjordania; la considerable influencia del movimiento ilegal de colonos israelíes en los procesos de toma de decisiones de la Administración Civil; y los bloqueos arbitrarios o sin fundamento de los bienes que pueden entrar y salir de Gaza.
“El nivel de poder y control que teníamos era difícil de creer”, dice un hombre de 25 años que sirvió en 2020-2021 en la oficina central del COGAT, cerca del asentamiento de Beit El, al norte de Ramallah, en Cisjordania.
“Descubrí que éramos responsables de aprobar los permisos de armas para los Servicios de Seguridad Palestinos. Es uno de esos detalles en los que no piensas realmente hasta que tienes todo el papeleo por delante. Son detalles como ese los que hacen que, día a día, te des cuenta de la magnitud de la ocupación”, apunta.
“Y teníamos acceso a tanta información. No sabía lo profunda y amplia que es la recopilación de datos. A veces me aburría, así que tecleaba números de identificación palestinos al azar y veía lo que aparecía. Podía ver todo sobre sus vidas: familias, detalles de sus viajes, a veces a sus empleadores”, indica.
“Recuerdo que una vez mi oficial al mando tomó la pantalla para mostrarme el expediente de uno de los funcionarios palestinos de más alto rango, solo por diversión. Fue alucinante”, asegura el hombre.
En un comunicado, un portavoz del COGAT rechazó las acusaciones. “Lamentamos todos los intentos de poner en duda el trabajo y la integridad del personal de la organización y rechazamos firmemente todos los intentos de atribuir los esfuerzos de la organización a una u otra agenda política”, dijo. “El COGAT siempre examina y trata concienzudamente los casos que implican desviaciones de los procedimientos, la ley o las órdenes. Estos casos son excepciones y no reflejan las prácticas de la Administración Civil”, indicó.
“Me convertí en parte del sistema”
Otro tema común a los testimonios es el impacto psicológico de la cesión de autonomía a las Fuerzas Armadas, incluso en entornos burocráticos.
“Entré al Ejército pensando: ‘Voy a hacer mi servicio y ayudar a cambiar las cosas para mejor desde dentro’. Pero, en cuanto llegué, me convertí en parte del sistema”, cuenta una mujer de 24 años que prestó servicio en el cuartel general del COGAT en 2017 y 2018.
“A veces, tenía la opción de terminar temprano antes del fin de semana, y a mi superior no le importaba que lo hiciera. O bien, podía quedarme hasta las 5 de la tarde y, de hecho, seguir ayudando a los palestinos que esperaban para entregarme sus papeles. Mis deseos entraban en conflicto con sus necesidades. No puedo precisar cuándo ni por qué, pero mi comportamiento empezó a cambiar”, dice.
“Pensé que Breaking the Silence era solo para combatientes, pero fui a una exposición y vi que había un testimonio de una chica que también sirvió en mi unidad”, apunta.
“En el Ejército únicamente haces lo que te dicen que hagas, pero solo ves pequeños fragmentos del conjunto. Ha sido un largo viaje para entender lo que hice durante mi servicio militar y lo que significó”, asegura.
Traducción de Julián Cnochaert.