Recomiendo:
0

«Pijos» en La Habana

Fuentes: Rebelión

Esta Habana de mi amor tiene de todo. Por no carecer, no le falta ni una de las raleas más protegidas en Europa, que buscan febrilmente la perpetuación de la especie; una tribu, eso sí, urbana y acomodada, que uno ha tenido que padecer en otros países como España, territorio comanche de donde viene el […]

Esta Habana de mi amor tiene de todo. Por no carecer, no le falta ni una de las raleas más protegidas en Europa, que buscan febrilmente la perpetuación de la especie; una tribu, eso sí, urbana y acomodada, que uno ha tenido que padecer en otros países como España, territorio comanche de donde viene el nombre científico con el que se conoce a esta clase de ciudadan@: pijo, o pija. Para el lector latino aclararé que con tal apelativo se define a un tipo de persona dotada de características similares al llamado moderno, al snob, al cursi (en su fase más terminal), que trata simiescamente de imitar a los habitantes del primer mundo, sobre todo en aquellos tics que consideren virtudes elementales para, en su día, llegar a formar parte de ansiada civilización estadounidense o europea.

Posee una cultura media, lo suficientemente ecléctica como para mantener dos minutos de charla sobre el pintor y cineasta Julian Schnabel, tres acerca del CD Encore de Eminem, cuatro sobre los últimos héroes del hip hop negro, o cinco alrededor de la última producción cinematográfica de Quentin Tarantino. Habla un mediocre inglés con lejano aire del Bronx y sonríe de lado enarcando la ceja izquierda. Aunque sea de noche lleva enormes gafas de sol y masca chicle. Luce tatuajes diversos, tiene su santo, lleva adornos varios, algo de oro auténtico y si me apuran, son capaces de bailar al compás del reggaetón.

Como es natural, esta clase de espécimen tiene sus propias características vitales, como salir a buscar alimento espiritual y material por la noche (hay entomólogos que opinan que son nictálopes, ya que su amanecer está marcado por la hora en la que los demás se levantan para ir al trabajo.); simulan un gozo orgásmico con toda la música foránea, menos con la que sus ancestros han legado a la historia; rehusan con gesto despectivo una conversación sobre asuntos políticos; rebuscan en las páginas de Internet todas las novedades de la cultura independiente estadounidense y/o europea; ironizan de manera despectiva acerca de los logros sociales de la Revolución y, cómo no, son fans absolutos de los filmes de Pedro Almodóvar.

Por otro lado, el compromiso laboral no suele hacerles gracia, tema que sustituyen por unas cuantas clases de peripato (la filosofía que prefieren es la de Aristóteles, pero en versión light), vegetando en casa de mamá o papá (a veces tienen la suerte de contar con madrastra o padrastro), que además alquilan habitaciones a turistas, con lo que el acceso al peso convertible (sustituto del dólar) está casi asegurado. Son, ante todo, seguidores de Epicuro. Y si algun@ trabaja, es, oh cielos, en el exquisito ámbito de las bellas artes, territorio en el que campan a sus anchas gracias a algunos amigos que ya están situados. Y así pasan las semanas, en espera de que llegue un millonario yanqui, un productor europeo, un marido rico o una esposa adinerada, que será su descubridor y mecenas. Porque, eso sí, se saben estrellas por descubrir. Y esa espera no crean que se hace en la parada de la guagua o en la cola del Copelia, no. Para eso también tienen muy buen ojo, ya que se suelen reunir en las grandes y lujosas mansiones de Miramar, Vedado o Siboney, pertenecientes a actores, actrices, cantantes y pintores renombrados, donde celebran partys y discotembas* en las que dan a entender que su liberación vendrá con la muerte de Fidel Castro, o la invasión del ejército de George W. Bush. Con ellos no valen ni Céspedes, Maceo, Martí o el Ché.

Pero su rostro se torna cómico cuando contemplan atónitos cómo un grupo musical cual es Ojos de Brujo (modernos, avanzados, locos por la fusión), muestra su rebeldía ante el Imperio con imágenes durísimas del tal Bush y sus desmanes, mientras interpretan una rumba electrónica con aire cubano. En esos momentos permanecen callados, ya que saben utilizar el silencio o guataquenr* mejor que los habituales lameculos del primer mundo, y se preguntan: ¿Cómo se puede ser moderno y al mismo tiempo comprender un sistema de gobierno como el cubano? Esto no es lo que opina Fernando Trueba, musitan entre ellos. Y cuando alguno de los componentes de una banda como Orishas es preguntado por Cuba, leen la respuesta con ojos de rana toro porque la contestación no es la esperada: «La gente tiene problemas cotidianos, pero más o menos está contenta«.

No creen en los contestatarios del primer mundo, pero sí en el descontento propio. E ignoran que en aquel, la mayor parte de los intelectuales se han rendido, y en este, sin embargo, muchos resisten. Iguales en la claudicación, l@s pij@s cuban@s y l@s intelectuales europe@s a sueldo son prim@s herman@s.

Lo más curioso de esta raza urbana es que cuanto más dinero manejan, más se sienten maltratados por la Revolución. Son jóvenes infortunados que no quisieron hacer una carrera universitaria, visten ropa de marca, van a clubs donde se paga en peso convertible, tienen carro, buena casa y no trabajan. No sienten en su carne el bloqueo. Ni les embarga la pena. Pero eso sí, son las víctimas del socialismo. Qué pena me dan…

* Hacer la pelota, en argot cubano.
* En Cuba fiesta con música bailable de los años 70 y 80 del pasado siglo.