Human Rights Watch (HRW), una de las organizaciones de derechos humanos más respetadas, ha dicho que Israel había cruzado la línea roja y era culpable de crímenes contra la humanidad y el establecimiento de un régimen de apartheid1/.
Por supuesto, es posible debatir sin cesar sobre Benjamin Netanyahu, advertir emocionadamente sobre el terrible daño hecho a la famosa democracia israelí y su Estado de derecho. Podemos seguir engañándonos, disfrutar de la vida y mentir como queramos. Pero cuando los informes se acumulan, (en enero era un informe de la organización israelí B’Tselem, y ahora el de la organización estadounidense HRW), no podemos seguir fingiendo que el escupitajo que nos arrojan a la cara es lluvia. Un escupitajo es un escupitajo. Obliga a las y los israelíes conscientes a pensar en el país en el que viven y obliga a los diferentes gobiernos a preguntarse si seguirán aceptando a un país dotado de un régimen así.
El Ministerio de Relaciones Exteriores puede denunciar el informe publicado el martes 27 de abril tanto como quiera: acusar a HRW de ser antiisraelí y antisemita y calificar sus afirmaciones de «grotescas y falsas». Puede seguir haciendo preguntas sobre Siria, olvidando que nadie apoya a Siria de la forma en que Israel es apoyado. Los medios israelíes pueden seguir minimizando el valor del informe o ignorando su existencia para satisfacer a sus clientelas. Pero a fin de cuentas, algo sucede delante de nuestros ojos cerrados. La ilusión del carácter efímero de la ocupación [desde 1967] se está desvaneciendo, y el falso encanto de Israel como democracia va a acabar hecho añicos.
Ya no hay forma de discutir el diagnóstico de apartheid. Solo las y los propagandistas mentirosos pueden afirmar que Israel es una democracia cuando millones de personas están viviendo aquí desde hace décadas bajo uno de los regímenes militares más tiránicos del mundo. Tampoco hay forma de evitar el hecho de que los tres elementos del apartheid según el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional [véase el artículo 7, párr. 2h, que incluye la definición de crímenes de lesa humanidad] que se describen en el informe de HRW, existen en Israel: dominio continuo de un grupo racial sobre otro, opresión sistemática del grupo marginado y actos inhumanos.
¿Qué es exactamente lo que no existe en el régimen de supremacía judía en la Tierra de Israel? ¿No existe una opresión sistemática? ¿No hay dominación? ¿No hay actos inhumanos? Ocurren todas las noches, aunque no haya nadie que lo señale ni nadie que quiera saberlo. ¿Y quién puede sostener todavía, sin estallar en carcajadas, que la ocupación es simplemente defensiva y que su fin está en el horizonte? Si no es temporal ni justo, ¿qué es sino apartheid? No necesitamos a B’Tselem o HRW para averiguarlo.
Pero el mundo las necesita. Alguien necesita despertar al mundo de su letargo moral y sacarle de su zona de confort, en la que Israel es su niño mimado que nunca puede ser herido, el puesto de avanzada de Occidente contra los bárbaros islámicos.
Los Estados Unidos de Joe Biden están comenzando a mostrar signos de distanciamiento de Israel, pero podría ser que solo fuera un distanciamiento de Netanyahu. Cuando Satanás se vaya, Estados Unidos podría volver a abrazar a Israel y llevarlo a otro «proceso de paz» inútil. Europa occidental, cuyos gobiernos esperan ansiosamente la luz verde de los Estados Unidos para implementar lo que gran parte de su opinión pública quiere, es decir, hacer respetar el derecho internacional y castigar a quienes lo violan, sigue abrumada por sentimientos de culpa y cede a la nueva definición de antisemitismo del lobby sionista, que criminaliza cualquier crítica fuerte a la ocupación2.
Pero cuando importantes organizaciones internacionales afirman lo que es una realidad desde hace mucho tiempo, que Israel es de hecho un estado de apartheid, ya no se puede apartar la mirada de Washington, Berlín, París y Londres. Alguien allí también debe estar preguntándose: ¿tenemos autorización para tratar al segundo Estado de apartheid con las mismas herramientas que se usaron contra el primero [Sudáfrica]? ¿Porque no? ¿Porque la población blanca es aquí judía? ¿Porque hubo un Holocausto? ¿Qué diferencia hay?
B’tselem y HRW son las golondrinas que anuncian la llegada del otoño, o más bien la primavera. Que llegará cuando se entienda en Tel Aviv que vivimos en un estado de apartheid y cuando Washington saque las conclusiones inevitables de todo ello.
Traducido de A l’Encontre por Faustino Eguberri para viento sur
Notas
1/ Se puede leer el comunicado de HRW en castellano aquí: https://www.hrw.org/es/news/2021/04/27/las-practicas-abusivas-de-israel-constituyen-crimenes-de-apartheid-y-persecucion y el informe en varios idiomas (aunque no en castellano) aquí: https://www.hrw.org/report/2021/04/27/threshold-crossed/israeli-authorities-and-crimes-apartheid-and-persecution ndt.
2/ Frente a la difusión de la posición que equipara cualquier crítica al estado hebreo con el antisemitismo, se puede consultar la Declaración de Jerusalén sobre el antisemitismo que es “una herramienta para identificar, confrontar y crear conciencia sobre el antisemitismo tal como se manifiesta en países de todo el mundo hoy en día. Incluye un preámbulo, una definición y un conjunto de 15 directrices que proporcionan orientación detallada para quienes buscan reconocer el antisemitismo con el fin de elaborar respuestas. Fue desarrollada por un grupo de académicos y académicas en los campos de la historia del Holocausto, los estudios judíos y los estudios de Oriente Medio para hacer frente a lo que se ha convertido en un desafío creciente: proporcionar una orientación clara para identificar y combatir el antisemitismo mientras se protege la libertad de expresión. Tiene más de 200 firmantes”. Se puede leer en https://jerusalemdeclaration.org (Red. A l´Encontre)