Ilustración: Pompeo, de Nathaniel St. Clair
Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Michael Richard Pompeo se está volviendo casi tan convincente como Donald Trump. Lo que le falta de locura lo compensa con la ignorancia voluntaria o simplemente con la vieja hipocresía.
Se puede culpar a Trump por su incapacidad mental cuando entrega el Medio Oriente a su estúpido yerno. Sin embargo, Pompeo sabe lo que está haciendo. Así que allí estuvo nuevamente esta semana, sugiriendo que los iraníes estaban rompiendo una resolución solemne de la ONU al lanzar un misil balístico, mientras ignoraba una resolución de la ONU mucho más histórica pero igualmente solemne que exige la retirada de las tropas israelíes del territorio palestino ocupado. Al ver su actuación oportunista, sabía que Pompeo se saldría con la suya.
Ningún periodista dio la más mínima indicación de que podría haber un pequeño doble rasero en la repentina preocupación del secretario de Estado de Estados Unidos por la adhesión a las normas de la ONU a las pocas horas de declarar alegremente que es «una decisión israelí» si quiere anexar grandes partes del Cisjordania ocupada. Además, la Resolución 2231 de la ONU, que insta a Irán a abstenerse hasta ocho años de trabajar en misiles balísticos diseñados para lanzar armas nucleares, tiene solo cinco años. La resolución 242 de la ONU, aprobada inmediatamente después de la guerra de Oriente Medio de 1967, en la que Israel capturó el este de Jerusalén, Cisjordania, Gaza, los Altos del Golán y la península del Sinaí, tiene más de medio siglo de antigüedad. Polvo. Telarañas.
No es que Pompeo no entienda las implicaciones de todo esto. El inútil «Acuerdo del siglo» inventado por la Administración de Trump permite a Israel anexarse el Valle del Jordán, el 30 por ciento de Cisjordania y acepta la soberanía israelí sobre todas las colonias israelíes ilegales construidas en tierra árabe a cambio de un fajo de dinero en efectivo para los palestinos Permite más robos de tierras después de cuatro años y acepta la soberanía israelí sobre toda Jerusalén, garantizada por el traslado de la embajada de EE.UU.de Tel Aviv a Jerusalén hace dos años.
La escuálida nueva «coalición» israelí, en la que Benny Gantz traicionó a sus propios partidarios y votantes al acordar una presidencia con Benjamin Netanyahu cual juego de sillas, simplemente proporciona el mecanismo a través del cual el liderazgo israelí puede promulgar la ejecución final de la solución de dos estados . En julio, a ambos hombres se les permitirá reclamar vastas áreas del territorio árabe destinadas al Estado palestino. La espina dorsal de la aspiración palestina a un Estado finalmente se romperá.
Siempre suponiendo que tal «columna vertebral» todavía exista cuando su líder anciano y enfermo Mahmoud Abbas, de 84 años -cuya «presidencia» continua e ilegal debería haber expirado hace 11 años- cuya respuesta a este ultraje territorial es que tomará las «medidas apropiadas» si la anexión continúa. Su lamentable respuesta, su aparición en su escritorio presidencial de madera en Ramallah con un traductor adecuadamente lúgubre, proporcionó una cápsula del tiempo distorsionada de cada dictador árabe que pretendía ser el Rey Lear.
Pero incluso
la decrépita amenaza de venganza del viejo monarca shakesperiano -«lo que son, sin embargo,
no sé, pero ellos serán
los terrores de la tierra”- es más elocuente que la respuesta «apropiada» de Abbas, que sin
duda los hará temblar de miedo en Jerusalén y Washington.
Gantz, más Fausto que Lear, ha dicho en repetidas ocasiones que las futuras apropiaciones de tierras deben tener «consentimiento internacional», ahora reducido a «discusiones internacionales». Y todos sabemos lo que eso significa.
Adiós a la Resolución 242 de la ONU. Adiós al Acuerdo de Oslo. Adiós a la solución de dos estados, a las «hojas de ruta» y las iniciativas de la UE, a todos los «planes de paz» de Tony Blair, ¿lo recuerdan? Y especialmente adiós a décadas de llamamientos de “moderación” de los presidentes de Estados Unidos a Israel.
Aun cuando incluso Hanan Ashrawi, una brillante graduada en literatura por la Universidad Americana de Beirut y única representante sobreviviente y obstinadamente inspiradora de su pueblo, solo habla de la «determinación inquebrantable» de los palestinos para «confrontar» la agenda israelí-estadounidense de anexión, sabemos que Netanyahu, Gantz, Trump y Kushner y por supuesto Pompeo, van a salirse con la suya.
Me encantó la discreción de Pompeo, cuando habló de «el entorno privado» [sic] en el que «trabajaremos estrechamente con ellos [los israelíes] para compartir nuestros puntos de vista sobre esto [la anexión]». Lo que quiso decir es que los gemelos políticos israelíes algún día aparecerán en Washington con un conjunto de mapas de su proyecto colonial continuo en Cisjordania y la nación más poderosa del mundo dará -humildemente- su aprobación.
Porque eso es exactamente lo que dijo Pompeo en palabras nunca pronunciadas por un presidente de los Estados Unidos y mucho menos por un secretario de Estado. Palabras suaves, traviesas y aburridas que pasarán a la historia para siempre como la abolición de toda responsabilidad de Estados Unidos en la paz en el Medio Oriente.
«En cuanto a la anexión de Cisjordania, los israelíes finalmente toman esas decisiones, así que esa es una decisión israelí». Eso es lo que dijo Pompeo. Y la palabra clave fue «finalmente». Los israelíes siempre tendrán la última palabra. Siempre lo han hecho, por supuesto. Pero ahora sabemos que siempre lo harán.
Olvídense de la «coalición» israelí y el sí o no elecciones israelíes ahora y olviden los pequeños problemas legales de Bibi. Olviden incluso, por una vez, el coronavirus. Este ni siquiera es el clavo proverbial en el ataúd de la paz palestino israelí. Apropiadamente para nuestro tiempo, toda la aspiración palestina de dignidad, libertad y condición de Estado ha sido sellada en una bolsa como un bacilo y rápidamente enterrada. En adelante nunca se podrá abrir. No habrá resurrección. Por razones de salud y seguridad, la sola mención de una solución de dos estados está enterrada para siempre. No hay dolientes en la tumba, al parecer.
Y en medio de todo esto, se supone que debemos preocuparnos por las amenazas tuiteadas de Trump contra las cañoneras iraníes y tomar en serio el dictado imperial de Pompeo por el cual el lanzamiento de un misil por parte de Irán para poner un satélite -sí, estoy seguro de que era un satélite militar- en el espacio es una probable violación de la Resolución 2231 de la ONU. Pero esta resolución fue paralela, tal como suena, con un acuerdo nuclear del que luego Trump personalmente renegó.
¿Y acaso la resolución 242 de la ONU después del conflicto de Oriente Medio de 1967 no enfatizó específicamente «la inadmisibilidad de la adquisición de territorio por la guerra» y la necesidad de trabajar por «una paz justa y duradera en la que todos los estados del área puedan vivir en seguridad»? Pues claro que sí. Pero en 1967 no había un Estado llamado Palestina. Y todavía no lo hay. Hay personas llamadas palestinas, por supuesto. Pero ¿y su tierra? Bueno, esa es ahora «una decisión israelí». Punto final.
Robert Fisk escribe para The Independent , donde apareció originalmente esta columna.
Fuente: https://www.counterpunch.org/2020/04/27/pompeo-gantz-and-the-end-of-the-two-state-solution/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión.org como fuente de la traducción.