El 14 de mayo se cumplen 60 años de la fundación del Estado de Israel, basado en una resolución de la ONU de 1947, ocupando el 55% del territorio del entonces Mandato Británico en Palestina. La leyenda creada por el sionismo afirma que allí se unieron «un pueblo sin tierra» (los judíos) con una «tierra sin […]
El 14 de mayo se cumplen 60 años de la fundación del Estado de Israel, basado en una resolución de la ONU de 1947, ocupando el 55% del territorio del entonces Mandato Británico en Palestina.
La leyenda creada por el sionismo afirma que allí se unieron «un pueblo sin tierra» (los judíos) con una «tierra sin pueblo» (Palestina). La realidad, sin embargo, fue bien diferente. La organización sionista mundial y las potencias imperialistas (EE.UU. e Inglaterra), con el aval de la burocracia estalinista gobernante en la ex URSS, utilizaron como excusa el drama de los miles de refugiados judíos europeos, brutalmente perseguidos por el nazismo, para trasladar una parte de ellos hacia Palestina, de modo totalmente artificial y con mucho respaldo financiero. Fue notorio el apoyo que este proyecto tuvo por parte de varios millonarios judíos europeos, como los banqueros Rothschild. La resolución de la ONU legalizó esta usurpación.
Fue creado así un verdadero enclave imperialista. Es decir, un territorio usurpado a la nación palestina en la que se instalaron miles de inmigrantes, provenientes en especial de Europa Oriental, totalmente dependientes de ese respaldo financiero para sobrevivir y, por lo tanto, dispuestos a defender la política del imperialismo en la región. Ben Gurion, uno de los principales dirigentes sionistas de la época y primer presidente de Israel, expresó con total claridad esta profunda asociación del sionismo con el imperialismo estadounidense: «Nuestra mayor preocupación era la suerte que estaría reservada a Palestina después de la guerra. Ya estaba claro que los ingleses no conservarían su Mandato. Si se tenía todas las razones para creer que Hitler sería vencido, era evidente que la Gran Bretaña, incluso victoriosa, saldría muy debilitada del conflicto. Por eso, yo no tenía duda de que el centro de gravedad de nuestras fuerzas debería pasar del Reino Unido a América del Norte, que estaba en vías de asumir el primer lugar en el mundo»1.
Por otro lado, Palestina no era «una tierra sin pueblo» sino la patria histórica de los árabes palestinos, dentro de la cual había convivido en paz, por muchos siglos, una minoría de judíos de origen árabe. En su propia fundación, Israel no se limitó a usurpar el territorio adjudicado por la ONU: el movimiento sionista planeó y ejecutó una ofensiva para apropiarse de una parte del sector otorgado a los palestinos (un 20% adicional de la superficie total) y expulsar a sus habitantes.
Lo hizo a través de sus organizaciones armadas y con métodos terroristas contra la población civil. En la aldea de Der Yasin, por ejemplo, las milicias sionistas asesinaron 254 de sus 700 habitantes, una masacre que fue un verdadero símbolo de cómo fue creado el Estado de Israel. De esta forma, 800.000 palestinos (un tercio de la población de la época) fueron expulsados de su tierra e iniciaron el drama de los refugiados.
No es casual, entonces, que los palestinos recuerden esa fecha como la nakba (catástrofe) ya que significó el inicio de una dolorosa realidad. Actualmente, el pueblo palestino está dividido entre aquellos que viven dentro de Israel, discriminados y tratados como habitantes de segunda clase; los habitantes de Gaza y Cisjordania, sometidos al cerco y la agresión permanente del sionismo, y los más de seis millones de refugiados en las naciones árabes, que viven en precarios campamentos, muchas veces perseguidos y reprimidos por los propios gobiernos árabes.
Por eso, desde entonces, el pueblo palestino, y también el conjunto de las masas árabes, tienen planteada la necesidad de luchar por la liberación de su tierra expulsando al invasor sionista.
La LIT-CI (Liga Internacional de los trabajadores – Cuarta Internacional) apoya incondicionalmente esta lucha del pueblo palestino contra el Estado sionista. En este sentido, no hacemos más que mantener la histórica posición de la IV Internacional que, en 1948, aprobó una resolución contra la creación del Estado de Israel y respaldó la reivindicación palestina sobre su territorio histórico.
Israel: agente militar del imperialismo en Medio Oriente
El objetivo del imperialismo, especialmente el estadounidense, con la fundación de Israel, fue tener un agente militar directo en Medio Oriente. Una región que, además de poseer las mayores reservas de petróleo del mundo, vivía un fuerte proceso de lucha antiimperialista y contra las corruptas «monarquías petroleras». Se trataba de tener «tropa propia» a su servicio contra el pueblo palestino y las masas árabes.
No es casual que desde su creación, como verdadero «puesto militar de avanzada», Israel haya vivido siempre en estado de guerra oficial o de hecho. Las acciones y agresiones militares de ese estado, desde 1948 hasta la fecha, han sido las siguientes:
1948: Expulsión con métodos terroristas de 800.000 palestinos. Guerra contra naciones árabes,
1956: Guerra contra Egipto, que había nacionalizado el canal de Suez (alianza secreta con Francia y Gran Bretaña).
1967: «Guerra de los 6 días» contra naciones árabes: ocupación militar de Gaza, Cisjordania, alturas del Golán (Siria) y península del Sinaí (Egipto).
1973: «Guerra de Iom Kipur» contra naciones árabes.
1982: Invasión y ocupación del sur de El Líbano (derrotado después de varios años, Israel se retiraría «oficialmente» en 2000).
1987-1989: Represión a la Primera Intifada (Gaza).
1991: Ataque aéreo a Irak (Primera Guerra del Golfo).
2000: Represión a la Segunda Intifada (Gaza).
2006: Segunda invasión de El Líbano (Israel fue derrotado por la resistencia de Hezbollah).
2006-2008: Amenaza de «ataques aéreos relámpagos» a Irán.
2007-2008: Ataques militares y bloqueo a Gaza.
Un estado militarizado
El objetivo de la creación de Israel, expresado en la anterior cronología, explica por qué la población israelí siempre vive en «pie de guerra». Al cumplir 18 años, todo ciudadano debe cumplir un servicio militar obligatorio, tres años los varones y dos las mujeres. Después, quedan como «reservistas» hasta los 50 años, con un mes de entrenamiento anual obligatorio.
Por estos «servicios militares», EE.UU. envía «oficialmente» 3.000 millones de dólares anuales y 2.000 adicionales llegan de por otros conceptos. A esto, deben agregarse los fondos que recaudan las organizaciones sionistas de todo el mundo. De este, modo, Israel equilibra el déficit de su balanza comercial (10.000 millones de dólares) y su crónico déficit presupuestario.
Al mismo tiempo, la fabricación de armamentos y tecnología militar y de seguridad se ha transformado, desde hace varios años, en la principal actividad económica del país y en el principal rubro de sus exportaciones (12.000 millones de dólares, un 40% del total), disfrazado en las estadísticas como «exportación de alta tecnología».
En otras palabras, la mayoría de la población israelí vive, directa o indirectamente, del presupuesto militar y de la industria armamentística. Por eso, las fuerzas armadas son, en realidad, la institución más importante del estado. No es casual que la mayoría de los líderes políticos más destacados de la historia del país hayan sido previamente jefes militares.
Un estado racista
Otra de las grandes mentiras del sionismo es que Israel es un estado «democrático y progresista». Nada más falso. Desde su fundación, se constituyó como un estado racista, por su ideología y sus leyes destinadas a la expropiación de las casas y las tierras de los palestinos.
Israel es oficialmente un «estado judío». Es decir, no es un estado de todos los que residen en el país o han nacido en él sino que solamente pueden ser ciudadanos aquellos que se consideran de fe o de descendencia judaica. El 90% de las tierras se reservan exclusivamente para los judíos, a través del Fondo Nacional Judío, cuyo estatuto define que esas «tierras de Israel» pertenecen a esta institución y no pueden ser vendidas, arrendadas o, ni siquiera, trabajadas por un «no judío». Los palestinos tienen prohibido comprar o, incluso, arrendar las tierras anexadas por el Estado desde 1948.
Desde la fundación del país, existe un sistema de discriminación racial que domina absolutamente todos los destinos de las vidas palestinas. ¿Qué se podría decir hoy de un país cuya política oficial fuera la expropiación de tierras de los judíos o que simplemente prohibiese que alguien judío se pudiese asentar en él si se casase con una no judía? Obviamente, se diría que trata de un flagrante caso de discriminación antisemita y podría ser comparado con el nazismo o con el apartheid sudafricano. Sin embargo, ese criterio es legal en Israel, a través de una serie de instituciones y leyes que afectan solamente a sus habitantes no judíos.
La Ley de Nacionalidad establece claras diferencias en la obtención da ciudadanía para judíos y no judíos. Por la Ley de Ciudadanía, ningún ciudadano israelí puede casarse con un residente de los territorios palestinos ocupados. En caso de que esto suceda, pierde los derechos de ciudadano israelí y la familia, si no es separada, debe emigrar.
Por la Ley de Retorno, cualquier judío del mundo, si se traslada al país, puede ser ciudadano israelí y obtener un sinnúmero de privilegios que los nativos no judíos no poseen. Pero los familiares de los palestinos del Estado de Israel que viven en el extranjero (muchos de ellos expulsados de su tierras en Palestina o sus descendientes) no pueden obtener el mismo beneficio solamente por el hecho de no ser judíos.
La Ley del Ausente permite la expropiación de las tierras que no hayan sido trabajadas durante un tiempo. Pero nunca ha sido expropiada la tierra de un judío. La mayoría de las expropiaciones se realizaron contra refugiados palestinos en el exilio, palestinos habitantes de Israel y todo palestino que resida en la Margen Occidental del río Jordán y tenía tierras en el área ampliada de Jerusalén.
La falsa «democracia israelí»
La prensa occidental, en especial los medios imperialistas, no se cansan de repetir que Israel es la «única democracia de Medio Oriente». Sin embargo, ¿cómo puede llamarse «democracia» a un régimen que persigue personas por su raza o religión? ¿Cómo puede ser llamado «democrático» un régimen en el que los habitantes originales expulsados en 1948 no tienen el derecho de retornar a sus casas y tierras y los habitantes de los territorios ocupados en 1967 no tiene ningún derecho civil?
Donde los pocos diputados de origen árabe no pueden criticar al sionismo, bajo amenaza de largas penas de prisión, o son obligados a salir del país., como ocurrió con Azmi Bishara. En que la pequeña minoría de intelectuales judíos que cuestionan las mentiras sobre el origen de Israel, o se oponen a las atrocidades de los gobiernos sionistas, son intimidados e impedidos de realizar sus investigaciones, como sucedió con Ilan Pappe, que abandonó Israel en 2007 para ejercer la docencia en Inglaterra, por causa de la presión que sufría en la Universidad de Haifa y de las amenazas de muerte por parte de grupos sionistas. Donde el físico Mordechai Vanunu, por el supuesto «crimen» de revelar la existencia de armas nucleares secretas fue secuestrado en Europa y, después de cumplir una pena de más de 20 años de cárcel, tiene prohibido salir del país y hasta dar entrevistas.
En cualquier país del mundo, esta realidad sería calificada como una atroz dictadura apenas disfrazada con una «democracia» para los opresores sionista, del mismo modo que los blancos sudafricanos tenían «democracia» durante el apartheid.
El genocidio de los palestinos
Israel necesita ejercer una permanente violencia contra la población dominada. Para mantener su carácter colonial y racista, no puede tolerar ninguna resistencia interna, ni desafíos en sus fronteras. Su propio carácter lo lleva a ser expansionista y a reprimir cualquier mínimo cuestionamiento a su naturaleza.
Por eso, Israel siempre practicó una política de «limpieza étnica» de los palestinos, arrancándolos de sus tierras ancestrales o reprimiendo con dureza tanto a los que viven dentro de su fronteras como en los territorios de Gaza y Cisjordania.
Alrededor de 11.000 presos políticos palestinos se pudren en las cárceles sionistas, centenares de ellos son menores y mujeres. Una de ellas acaba de dar a luz, esposada, en la prisión, donde permanece con su hijo; 70 presos ya han cumplido más de veinte años de prisión. La tortura es practicada con autorización de la justicia y los «asesinatos selectivos» de luchadores en los territorios son una rutina diaria.
La LIT-CI califica al estado israelí como «nazi» porque cuando se persigue a un pueblo entero, con el objetivo de eliminar su identidad, de volverlo esclavo o expulsarlo de su tierra, no hay otro nombre que exprese mejor esa esencia política. La terrible contradicción histórica es que son los descendientes de los perseguidos en Europa por el nazismo quienes ahora aplican esos mismos métodos contra otro pueblo.
Su población, educada para estar siempre al servicio del ejército, acepta naturalmente, en una abrumadora mayoría, esta realidad de agresiones militares a los palestinos y a los pueblos árabes y esa política genocida, ya que sólo la fuerza de las armas puede garantizar la supervivencia del enclave colonial.
Gaza: territorio palestino independiente
La creciente dificultad del imperialismo e Israel para derrotar la resistencia palestina los llevó a impulsar, en 1993, los Acuerdos de Oslo. En ellos, la organización Al Fatah y la OLP, hasta entonces dirección indiscutida del pueblo palestino, reconocieron la existencia del Estado de Israel y legalizaron su usurpación de la mayoría del territorio palestino. De este modo, abandonaron y traicionaron la lucha de su pueblo. A cambio, recibieron la promesa de permitir en el futuro un «estado palestino» y la creación inmediata, en Gaza y Cisjordania, de la ANP (Administración Nacional Palestina). Se trataba en realidad, de pequeños territorios aislados, similares a los bantustanes sudafricanos de la época del apartheid.
En 2006, la organización Hamas ganó las elecciones de la ANP. Su triunfo se debió a que aún mantenía en su programa la propuesta del fin del Estado de Israel y el llamado a luchar contra él. La victoria electoral de Hamas puso en crisis la política de los acuerdos de Oslo y mostró el mayoritario rechazo del pueblo palestino a ellos. También evidenció el profundo desgaste de la dirección de Mahmud Abbas y Al Fatah, transformada ahora en agente incondicional de Israel y el imperialismo.
A pesar de los intentos conciliadores del Hamas, que llamó a formar un «gobierno de unidad nacional» con Al Fatah, a mediados de 2007, la situación derivo en enfrentamientos abiertos entre ambas fuerzas y en un golpe de Estado organizado por Abbas para desplazar al Hamas y tomar el control total del gobierno. La reacción de las masas de Gaza impulsó a Hamas a expulsar de ese territorio al aparato militar de Abbas y a la policia de Al Fatah, Fue un gran triunfo de las masas palestinas porque liberaron a Gaza del control de Israel y sus agentes, transformándola así, en los hechos, en un territorio palestino independiente, aunque en condiciones de asilamiento muy difíciles.
Derrotar a Gaza a cualquier precio
Esta situación era totalmente intolerable para un estado como Israel, que comenzó una acción combinada de ataques militares, primero para destruir su infraestructura de generación de electricidad y suministro de agua y luego con bombardeos directo sobre la población civil, y un cerrado bloqueo para impedir el ingreso de alimentos, medicamentos y combustibles. Había que derrotar a cualquier costo la resistencia del pueblo de Gaza y obligarlo a rendirse.
La extrema crueldad de esta política israelí, su bloqueo y sus ataques genocidas, no son mas que la continuidad de los numerosos crímenes que los sionistas han cometido en los 60 anos de existencia de Israel. Esta política recuerda, en varios aspectos, la que los nazis tuvieron contra los judíos, durante la Segunda Guerra Mundial, especialmente la creación del Gueto de Varsovia que, en 1943, se levantó contra la ocupación nazi. Incluso, un ministro del gobierno israelí de Ehmed Olmert, llegó a hablar de hacer un «holocausto» en Gaza.
Pero si el levantamiento del Gueto de Varsovia fue violentamente aplastado, la resistencia de las masas de Gaza se mantiene con toda su fuerza. Pocos meses atrás, llegaron a derribar los muros de una parte de la frontera con Egipto y obligaron al gobierno de este país, la dictadura proimperialista de Hosni Mubarak, a dejar pasar, por un tiempo, a la población palestina para que se abasteciera de comida y medicamentos. Al mismo tiempo, esa resistencia también mantiene un ataque con misiles caseros sobre territorio israelí y logra enfrentar algunas incursiones de las fuerzas militares sionistas, como la emboscada que mató a tres soldados israelíes.
60 años después, la única solución sigue siendo una Palestina Única, Laica, Democrática y No Racista
La LIT-CI reivindica que la única solución real a la situación de permanente conflicto de la región es la construcción de una Palestina Laica, Democrática y No Racista, consigna fundacional de la OLP, en la década de 1970.
Nos oponemos a la propuesta de la ONU de los «dos estados», uno judío y otro palestino, reivindicada, con variantes, por varias organizaciones de izquierda. En primer lugar, tal «estado palestino», limitado a la Franja de Gaza y a una parte de la Cisjordania, no tendría ninguna posibilidad real de autonomía económica o política. La aceptación de ese «mini-estado» significaría, además, negar el «derecho de retorno» a su patria de los millones refugiados ya que sus casas y tierras expropiadas permanecerían en Israel. Desde el punto de vista militar, ese pequeño estado viviría rodeado de una permanente amenaza de agresión por parte de un enemigo armado hasta los dientes.
A esa Palestina Unida, Laica, Democrática y No Racista, sin muros ni campos de concentración, podrán retornar los millones de refugiados expulsados de su tierra y recuperarán sus plenos derechos los millones que permanecieron y hoy son oprimidos.
También podrán permanecer en ella todos los judíos que estén dispuestos a convivir en paz y con igualdad. En este sentido, llamamos a los trabajadores y al pueblo israelí a sumarse a esta lucha contra el estado racista y gendarme de Israel. Aunque sabemos que, por el carácter de la mayoría de la población judía israelí que hemos señalado, lo más probable es que solo una minoría acepte esta posibilidad y que la gran mayoría estará dispuesta a defender hasta el final, con armas en la mano, al actual Estado sionista.
Pero la construcción de esta Palestina unida, basada en la recuperación de su territorio histórico, tiene su principal obstáculo en la existencia del Estado de Israel, como enclave colonial y estado gendarme del imperialismo. Por eso, la LIT-CI afirma que no habrá paz en Medio Oriente ni una verdadera solución para el pueblo palestino hasta que no se derrote definitivamente y se destruya el Estado de Israel. Es decir, hasta que el cáncer imperialista que corroe la región no sea extirpado de modo definitivo. Cualquier otra solución significa la supervivencia del ‘cáncer’ y la continuación de su acción letal y destructiva. Esa tarea histórica, equivalente a lo que fueron la destrucción del estado nazi alemán o al estado del apartheid sudafricano, esta hoy a la orden del día.
Al mismo, la LIT-CI afirma que la lucha por una Palestina Laica, Democrática y no Racista es una parte fundamental de las luchas de las masas árabes y un paso en la construcción de una Federación Socialista de Repúblicas Árabes.
Es posible derrotar a Israel
Hasta algunos años atrás, la tarea de derrotar a Israel parecía imposible, luego de sus contundentes victorias militares hasta 1973. Esa fue la excusa que utilizaron muchos gobierno árabes y la dirección de Al Fatal para justificar su capitulación a Israel y su traición a la causa palestina.
Sabemos que la lucha contra una usurpación colonial siempre es muy dura. Por ejemplo, la independencia de Argelia demando años de rebelión popular, acciones guerrilleras y una campaña mundial de apoyo para lograr vencer no sólo al ejército francés sino a los grupos fascistas, como la OAS, y obligar a los colonos imperialistas franceses a aceptar su derrota.
Pero la realidad ha cambiado mucho desde 1973: las dos intifadas palestinas y la retirada del Líbano, en 2000, fueron los primeros síntomas de su debilitamiento. De modo mucho más evidente, la derrota de las tropas sionistas en el Líbano frente a la resistencia encabezada por Hezbollah, en 2006, puso la derrota y el fin al Estado de Israel como una tarea posible y presente.
Un debilitamiento que también se expresó en la reacción de la población israelí y la profunda crisis política que se abrió en el país. Por primera vez, el ejército sionista salió claramente derrotado y desgastado por su fracaso, poniendo en dudas la hasta entonces absoluta seguridad de que era «invencible» para enfrentar posibles insurrecciones y ataques armados de los pueblos árabes.
Al mismo tiempo, la imagen mundial del sionismo, como un movimiento «progresista» e, incluso «socialista», se cae a pedazos, desnudando su verdadero carácter. La destrucción causada en El Líbano y la acción genocida en Gaza hicieron que cada vez más intelectuales y sectores medios, que antes simpatizaban con Israel, ahora lo critiquen y denuncien con dureza. Esto permitió campañas de boicot mucho más fuertes, como en Inglaterra, y acciones exitosas, en España, contra conciertos de músicos promovidos por Israel. El aislamiento del sionismo es cada vez mayor en el mundo, especialmente en los sectores obreros y en los movimientos sociales.
Este debilitamiento, además, se da en el marco de una creciente crisis de la política de Bush en la región (la «guerra contra el terror»), empantanada en Irak y Afganistán y profundamente cuestionada dentro mismo de los EE.UU. Israel es una pieza clave del dispositivo militar imperialista en Medio Oriente y, como tal, será defendido hasta las últimas instancias por EE.UU. Pero esta situación de conjunto abre un nuevo momento en la región, incluso en el terreno militar.
El apoyo de la población egipcia a los palestinos que buscaban abastecerse y la imposibilidad del ejército egipcio de reprimirlos; la utilización de tácticas y armas como las usadas con éxito por Hezbollah en Líbano, por parte de los grupos de la resistencia palestina en Gaza, muestran que la situación se agudiza en toda la región.
Estos hechos plantean como posible y presente la tarea histórica de derrotar al estado racista de Israel, a 60 años de su creación. La condición para ello, es el desarrollo de una lucha política y militar unificada del pueblo palestino y del conjunto de las masas árabes y musulmanas. La LIT-CI compromete todas sus fuerzas en apoyo de esta tarea.
San Pablo, 12 de mayo de 2008
Secretariado Internacional de la LIT-CI