Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Un aire de incertidumbre se cierne sobre la mayoría de las cuestiones relacionadas con Egipto. Desde que empezó la revuelta egipcia hace más de dos años, el país sigue siendo rehén de una lucha descarnada por el poder con muchas implicaciones destructivas que han polarizado la sociedad quizá de una forma sin precedentes en toda la historia moderna de Egipto. Y aunque en el mismo Egipto no hay nada sagrado ni nada está a salvo de las campañas masivas de difamación, demonización y descaradas mentiras que cada bando político está lanzando contra el otro, los palestinos se hallan en una posición aún más precaria.
Los palestinos de la Franja de Gaza son particularmente los que más dependen de sus vecinos egipcios. Seis años de asedio israelí, impuesto originalmente para castigar a los palestinos por elegir a Hamas en una elección considerada transparente y justa por muy amplios sectores, han culminado en un drama de dimensiones internacionales. Por supuesto que este drama ha afectado a los palestinos, pero también a los tradicionales benefactores de Israel -dirigidos, como siempre, por Estados Unidos-, a los países árabes, a Irán, a Turquía y a varios más. Además de la naturaleza viciada de un asedio impuesto para castigar a una población civil por asumir opciones democráticas, el asedio se ha transformado hasta adquirir múltiples significados. Por una parte, ha reforzado aún más la división entre las elites políticas palestinas, con la Autoridad Palestina, con sede en Ramala, dedicándose a apuntalar aún más el aislamiento de sus oponentes políticos en Hamas. Esto se intensificó especialmente tras los breves pero sangrientos enfrentamientos entre ambos en Gaza en 2007. Por otra parte, el asedio ha posicionado forzosamente a Hamas, cuya supervivencia estaba en juego, en un campo regional que incluía a Irán, Siria y el grupo de la resistencia libanesa Hizbulá.
Israel explotó especialmente este último desarrollo de todas las formas posibles, desde luego sin mucho contexto, para atacar posteriormente Gaza a voluntad, matando e hiriendo a miles de palestinos en el curso de pocos años y alegando luchar contra los radicales de Oriente Medio que se empeñan en borrar a Israel del mapa.
Bajo el derrocado presidente Hosni Mubarak, Egipto sirvió de zona tampón para que Israel y EEUU aislaran a Hamas del resto del mundo. El dictador egipcio tenía también sus propias razones para aislar a Gaza. Cualquier éxito de los islamistas, palestinos u otros en los alrededores de Mubarak, habría constituido una amenaza y habría envalentonado a los propios islamistas de Egipto para esperar o luchar por un mayor papel en las antidemocráticas instituciones de Egipto. Además, al tensar más aún el nudo, el régimen egipcio de entonces confiaba en fortalecer su papel como actor importante en el campo de los árabes moderados de EEUU, a cambio de beneficios financieros y políticos.
El régimen de Mubarak justificó la encarcelación de Gaza como su intento de preservar la unidad palestina. La lógica era equivocada pero también inteligente. Bajo los auspicios del gobierno de George W. Bush y la total implicación egipcia, Israel y Mahmud Abbas de la AP habían llegado a un acuerdo en 2005 acerca del Movimiento y Acceso en la Frontera entre Egipto y Gaza. Como era de prever, el acuerdo favorecía en todos los aspectos necesarios a Israel respecto a sus muchas preocupaciones por la seguridad. Se desplegó velozmente una misión europea, la Misión de Ayuda Fronteriza de la UE en el Cruce de Rafah (EUBAM Rafah, por sus siglas en inglés), para que controlara la frontera. Todos aquellos a quienes Israel incluía en su lista de «sospechosos» tenían que volver atrás o eran detenidos. Fue una operación israelí dirigida por la UE y la AP, con total colaboración egipcia. El régimen de Mubarak sostenía que abrir la frontera bajo la autoridad de Hamas era una violación del acuerdo que habría dividido aún más a los palestinos.
Cuando los militantes palestinos se enfrentaron en Gaza en 2007, lo que acabó con la eliminación de todos los leales a Abbas de Fatah de todo el aparato de seguridad de la Franja, el mismo Abbas empezó a exigir medidas más drásticas en la frontera de Gaza, especialmente con Egipto. Y éste accedió entusiasmado. Cuando Mubarak levantó una barrera y un muro subterráneo alrededor de los doce kilómetros de la frontera de Gaza, Abbas le jaleó. «Apoyo el muro», la frase apareció citada en el Guardian el 31 de enero de 2010. «Es el derecho soberano de los egipcios en su propio país. Los suministros legítimos tienen que entrar a través de los cruces legales».
Desde luego que Abbas era plenamente consciente de que los «cruces legales» entre Gaza e Israel significaban racionar los alimentos y el combustible a los palestinos de la depauperada Gaza de forma coherente con la posición de Israel, como reiteró el entonces influyente funcionario israelí Dov Weissglass: «La idea es poner a los palestinos a dieta, pero no hacerles morir de hambre». En cuanto al otro «cruce legal» con Egipto, no tenía uso comercial y estaba estrictamente limitado a las personas con problemas de salud y a los estudiantes.
Tras la letal guerra israelí contra Gaza de diciembre 2008-enero 2009, conocida por su nombre israelí Operación Plomo Fundido, Egipto se acercó aún más a Israel y a la posición de la AP de tratar de asfixiar a Gaza. Los gazatíes no esperaban que Mubarak permitiera que el lugar, tan gravemente dañado, pudiera recuperarse completamente de una guerra unilateral que mató a más de 1.400 personas e hirió a varios miles más, destruyendo asimismo gran parte de la infraestructura que aún quedaba en el lugar; sin embargo, confiaban en que Mubarak abriera el cruce de frontera a partir de una base más previsible. Pero observaron con consternación como expertos occidentales en seguridad acudían a Egipto para reforzar aún más la frontera de Gaza aún antes de que se hubieran acabado de contar las víctimas.
Las cosas no siempre han ido tan mal entre Gaza y Egipto. De hecho, en las últimas décadas, los habitantes de Gaza sintieron fuertes conexiones, incluso vínculos, con las dimensiones históricas, políticas, culturales y religiosas que les hicieron considerar en algunos aspectos a Egipto como su respiro, sus últimas líneas de defensa. A nivel histórico, Egipto, que combatió amargas guerras contra Israel, mientras otros países árabes conspiraban o capitulaban, se encargó del control de Gaza entre 1948 y 1956, y de nuevo entre 1957 y 1967. Incluso después de la ocupación israelí de lo que quedaba de la Palestina histórica, la relación política no se cortó nunca hasta 1978, cuando el Presidente Anwar Sadat firmó los Acuerdos de Camp David. Una segunda fase de esos Acuerdos puso en vigor una «estructura» que convertiría Gaza, junto con Cisjordania, en una región autónoma.
Aunque muchos en Egipto comprendan bien que es urgente hallar una resolución duradera y digna a la humillación sufrida por los palestinos en Gaza, mientras siguen confinados en un espacio diminuto sin horizonte político alguno a la vista, algunos expertos de los medios están avivando cruelmente las llamas contra la población de Gaza y su gobierno. Puede que hayan olvidado que fueron los habitantes de Gaza quienes más celebraron la Revolución del 25 de Enero en Egipto y fue su resistencia la que mantuvo a raya al ejército israelí todos estos años. Entonces, nadie sabía realmente qué tipo de resultado político traería la revolución. La mayoría de los palestinos parecían felices de que los egipcios estuvieran saboreando el aire de la libertad y creían de corazón que lo que era bueno para Egipto era igualmente bueno para Palestina.
Resulta obvio que ni los habitantes de Gaza ni su gobierno tienen interés alguno en desestabilizar Egipto. Los palestinos comprenden que un Egipto fuerte y estable trataría de atender de inmediato algunas cuestiones pendientes, una de ellas sería el bloqueo de Gaza, y la otra equilibrar la incontrolada arrogancia militar de Israel en esa zona. Sí, Gaza tiene sus fanáticos religiosos, como cualquier otro lugar, pero confundir ese aspecto con un complot de Hamas y los Hermanos Musulmanes para socavar la presencia del ejército en el Sinaí es otra afirmación sin fundamento que sólo busca fomentar el odio contra los palestinos.
Cuando los medios informaron de la liberación de siete soldados egipcios secuestrados en el Sinaí que fueron recibidos por el Presidente Mohamed Mursi en el aeropuerto de Almaza el 22 de mayo, fueron los palestinos de Gaza quienes se hicieron eco de la alegría de sus hermanos en Egipto. Además de una verdadera satisfacción por su liberación, los gazatíes estaban también felices de ver que a miles de pasajeros retenidos se les permitía cruzar la frontera después de haber pasado seis días luchando con los elementos y durmiendo sobre cartones.
Los palestinos de Gaza se sienten humillados y profundamente frustrados de estar pagando el precio de la prolongada crisis política de Egipto. Es hora ya de que el gobierno de la Hermandad Musulmana de Mursi haga un serio examen de conciencia y entienda que los palestinos seguirán cavando túneles para sobrevivir si El Cairo no llega a un acuerdo con el gobierno de Gaza que permita los intercambios comerciales y la ayuda humanitaria.
Sí, Egipto tiene todo el derecho a asegurar su frontera, pero no a expensas de un pueblo asediado y harto de que le sometan a «castigos colectivos» o de que le utilicen a nivel político como carne de cañón. Además, están realmente más que cansados de tener que cavar túneles para sobrevivir.
Ramzy Baroud ( www.ramzybaroud.net ) es editor de PalestineChronicle.com . Es autor de los libros: The Second Palestinian Intifada: A Chronicle of a People’s Struggle y My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press, London).
Fuente: http://www.ramzybaroud.net/