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Liquidando la cuestión de los refugiados

¿Por qué Israel quiere acabar con la UNRWA?

Fuentes: Middle East Eye

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.


El campo de refugiados de Al Baqa’a fue uno de los seis campos de «emergencia» creados tras la derrota de Jordania en la guerra de 1967 y acabó convirtiéndose en el más grande en ese país. (Foto: Mohammed Ayash)

La población de Lincoln, en los East Midlands, es de 94.600 habitantes. Añadan North Hykeham y Waddington y la población del área urbana se situará en los 130.200. Hay allí, sólo en esa ciudad catedralicia del Reino Unido, 20 escuelas secundarias e institutos preparatorios para la universidad y 60 escuelas primarias.

La población del campo de refugiados de Al Baqa’a en Jordania está integrada por 140.000 seres. Levantado como uno de los seis campos de «emergencia» tras la derrota de Jordania en la guerra de 1967, se ha convertido en el mayor campo de refugiados palestinos en ese país. Cuenta con 16 colegios, ocho para niños y ocho para niñas.

El colegio principal tiene 16.000 estudiantes, con una ratio de 50 a 54 alumnos por clase. Para poder atender a tantos estudiantes, los colegios han establecido dos turnos.

No sólo una agencia de socorro

La Agencia de las Naciones Unidas para la Ayuda a los Refugiados Palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés), que está al frente de los colegios, cuenta también con dos centros de salud que proporcionan atención primaria y recoge la basura del atestado campo. Baqa’a se hacina en 1,4 kilómetros cuadrados, la 25ª parte del tamaño de Lincoln. Y emplea entre 700 y 800 trabajadores.

Por tanto, cuando el presidente Donald Trump congeló en enero la mitad de su planificado paquete de 125 millones de dólares a la UNRWA, los refugiados de Baqa’a hicieron sus cálculos. Ziad Qutaishat, que dirige la principal ONG en el campo dijo: «Es un cálculo sencillo. Cada trabajador de la UNRWA gana 400 dinares jordanos al mes (565$). Eso significa que si la UNRWA reduce su fuerza de trabajo en Baqa’a, el campo perderá 280.000 dinares jordanos. Eso sería un desastre. La UNRWA no es solo una agencia de socorro. Es el ecosistema que mantiene unido este campo».

Esa es exactamente la razón de que el primer ministro de Israel, Binyamin Netanyahu, quiera desmantelarla. En enero, Netanyahu declaró que la UNRWA pretende perpetuar «la narrativa del llamado ‘derecho al retorno’, con el objetivo de eliminar al Estado de Israel y, por lo tanto, la UNRWA debe desaparecer de este mundo». Netanyahu declaró que su objetivo estratégico era «liquidar» el derecho al retorno de los palestinos.

Durante décadas, las conversaciones de paz entre Israel y Palestina predicaron el retorno de una cifra simbólica de refugiados. Por supuesto que esa cifra simbólica fue disminuyendo, de 11.000, en Camp David, a 5.000, en la última ronda de conversaciones entre Ehud Olmert y el presidente palestino Mahmud Abbas en 2008, pero la cuestión en sí seguía aún sobre la mesa.

Eso fue hasta que Netanyahu volvió al poder como primer ministro. Tras la victoria de conseguir que Trump reconociera Jerusalén como capital de Israel, Netanyahu ha fijado sus objetivos en otro premio estratégico: el fin de la cuestión de los refugiados.

Con Trump y con su consejero nacional de seguridad, John Bolton, el primer ministro israelí cree que tiene una oportunidad perfecta para conseguirlo.

Financiación de la UNRWA en 2017

Los diez principales donantes contribuyeron con el 80% del presupuesto

Estados Unidos – 364.265.585$

Unión Europea – 143.137.340$

  Alemania –  76.177.343$

    Suecia –  61.827.964$

    Reino Unido –  60.302.892$

Arabia Saudí –  51.275.000$

Japón –  43.062.169$

Suiza –  26.938.805$

Noruega –  26.313.359$

Países Bajos –  20.877.507$

 

TOTAL –  874.177.965$

Fuera refugiados, fuera problemas

Pero en medio de su camino se alza la UNRWA, la agencia de las Naciones Unidas creada específicamente para atender a los refugiados palestinos. Es un blanco a abatir no sólo porque proporciona a los palestinos un nivel alto de educación sino porque, a los ojos de Israel, permite que los descendientes de los refugiados de primera generación mantengan su estatus de refugiado en los países que los acogen. Y pretende que la UNRWA traspase sus responsabilidades al ACNUR (Agencia de la ONU para los Refugiados).

Estas declaraciones han puesto en la vanguardia de la campaña palestina la grave situación de cinco millones de refugiados palestinos que habían permanecido inactivos durante décadas. Hace cuatro años, el Día de la Tierra, la fecha en que los palestinos rememoran su derecho al retorno organizando marchas simbólicas hacia sus aldeas natales, fue una celebración de un día. Miles de palestinos se reunieron en Arraba, en el norte de Israel; en Sawawil, un pueblo beduino en el Negev; y unas cuantas docenas en Yabalia, en Gaza. Hubo también unos 70 manifestantes frente a la Puerta de Damasco, en Jerusalén Este, y por la tarde todo había acabado.

En las dos manifestaciones celebradas hasta el momento este mes han participado decenas de miles. 31 palestinos han sido asesinados y cientos de ellos heridos por francotiradores situados junto a la valla fronteriza con Gaza que refuerza la zona de exclusión. Las protestas han llegado hasta 700 metros de la valla fronteriza. No parece que esas protestas vayan a amainar y estamos aún a varias semanas del aniversario de la Nakba en mayo.

Al principio, el ejército israelí se quedó sorprendido al ver a 30.000 manifestantes desarmados marchando hacia la valla fronteriza. En un tweet capturado por B’Tselem antes de que lo borraran, el ejército israelí decía que sabían «adónde iba a parar cada bala». Ese día mataron a 773 palestinos con fuego real.

Un historial de crímenes de guerra

La historia de este conflicto está plagada de crímenes de guerra. La diferencia en esta ocasión es que destacados ministros israelíes no sólo sienten que no tienen nada por lo que disculparse, sino que se regocijan activamente también por la matanza.

El ministro de defensa israelí, Avigdor Lieberman, resumió la actitud de su gobierno hacia los palestinos de Gaza -y uno sospecha que hacia los palestinos en general- cuando dijo: «No hay nadie inocente en Gaza. Todos están vinculados con Hamas, todos obtienen un salario de Hamas y todos los activistas que tratan de desafiarnos y romper la frontera son activistas del ala militar de Hamas.

Cuando se proyectó en el Canal 10 un video grabado el 22 de diciembre, se puso en evidencia la misma respuesta. El video recogía cómo uno de los soldados gritaba de emoción al acertar con un disparo en la cabeza de un palestino: «¡Guau, vaya video!… ¡SÍ!

¡Ese hijo de puta!»

Naftali Bennett, ministro de educación, declaró en Ynet: «¿Desde cuándo juzgamos a un soldado por la elegancia de su discurso? Prefiero un soldado alegre que un padre afligido».

El ministro de seguridad pública, Gilad Erdan, del partido Likud de Netanyahu, dijo en Ynet: «Creo en la pureza de las armas de los soldados y en su ética de combate. Por tanto, mis principios me llevan a defender siempre a los soldados que están en el campo de batalla».

Nueva forma de protesta

Por la parte palestina, hay nuevos elementos en esta forma de protesta, hasta ahora completamente pacífica, a diferencia de la segunda e incluso de la primera intifada. Nadie disparó contra un soldado israelí, ninguno resultó tampoco herido. El arsenal de armas caseras de Gaza se quedó en casa.

Tampoco hay liderazgos. Hamas se mostró reacio inicialmente a involucrarse, aunque reconoció que habían asesinado a algunos de sus miembros. Lejos de apoyar las manifestaciones en Gaza, Mahmud Abbas, el presidente palestino que se enfrenta al aislamiento de Washington por su oposición al reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, ha seguido negándose a pagar los salarios de los trabajadores públicos en Gaza.

Escolares palestinas sentadas tras una bandera de la UNRWA mientras asisten al Festival Vida y Esperanza en una escuela de la Agencia en el campo de refugiados de Rafah, al sur de la Franja de Gaza, cerca de la frontera con Egipto (AFP)

Dicho de otra manera, mientras miles de palestinos de Gaza intentan, simbólicamente, romper el asedio, Abbas sigue reforzándolo. Ni Hamas ni Fatah tienen influencia en lo que sucederá después. Esta protesta es genuinamente popular.

El tercer elemento de la táctica desarrollada en la protesta es que es contagioso. Si continúa, se producirán reacciones en Cisjordania. Hay también conversaciones en la diáspora palestina en Jordania respecto a organizar también manifestaciones en la frontera con Israel allí.

En mayo, Israel podía encontrarse ante la situación de tener que enfrentarse a manifestaciones en todas sus fronteras, razón por la cual quiere liquidar esta forma de protesta ya.

El cuarto elemento es que esta acción es una bofetada en el rostro de los aliados árabes de Israel. Dos meses antes de la ofensiva de Israel, el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman le había dicho a Abbas que los palestinos no iban a conseguir que Jerusalén Este fuera su capital y que no habría derecho al retorno para los refugiados palestinos ni para sus descendientes.

Consecuencias imprevistas

Además de Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto intentaron respaldar los planes de Israel y EE. UU. en lo que Trump ha llamado «el acuerdo del siglo», socavando aún más la causa palestina y distanciándose de los sentimientos más espontáneos de la calle árabe.

De una forma u otra, la consecuencia imprevista de todas estas estratagemas es «la liquidación de la cuestión de los refugiados» por el papel central recuperado en el conflicto.

Kazim Ayesh ha sido durante 27 años profesor de la UNRWA en Jordania. Me dijo: «La UNRWA es un testigo internacional de los crímenes contra el pueblo palestino. Por esta razón quieren acabar con ella y quieren enseñar a la siguiente generación de palestinos que Jerusalén no es la capital de Palestina y que la Palestina ocupada no es su país».

«Todos los palestinos animan a sus hijos para que aprendan. Saben que es el único camino para continuar con sus vidas y que pueda irse por miles a los países del Golfo. Pero para mí, como profesor en la UNRWA, no es esa mi motivación.

«Tienen que aprender a recuperar sus derechos. Su motivación es alta. Los campos seguirán siendo un símbolo de la cuestión de los refugiados, intenten o no expulsarlos. Nos aseguraremos de que no pierdan su identidad palestina y de que es posible planear el regreso a su tierra natal».

David Hearst es redactor-jefe en el Middle East Eye. Con anterioridad trabajó en The Guardian y The Scotsman.

Fuente: http://www.middleeasteye.net/columns/put-refugees-bed-why-israel-wants-kill-unrwa-1795570864

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.