Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Flotilla de la Libertad III (Viñeta de Carlos Latuff/Middle East Monitor)
Cuando Mike Treen, director nacional de la Unite Union en Nueva Zelanda llegó el 1 de agosto al aeropuerto de la capital, Auckland, un grupo de personas le esperaban anhelosamente en la terminal con banderas palestinas y flores. Le abrazaron, dieron vivas por la libertad de Palestina e interpretaron la danza nativa tradicional del Haka.
Para ellos, Mike, al igual que todos los que navegaron hacia Gaza a bordo de la Flotilla de la Libertad el pasado julio, era un héroe.
Pero la verdad es que Mike Treen y sus camaradas no fueron los únicos héroes que desafiaron al mar con el objetivo de romper el hermético bloqueo militar israelí contra la empobrecidad y aislada Franja de Gaza. Sin todos aquellos que estaban presentes en el aeropuerto de Auckland, tras la llegada de Mike, y sin los miles de simpatizantes por todo el mundo que se han movilizado como comunidad -organizando numerosas reuniones, recaudando fondos, creando un potente discurso en los medios, etc.-, no hubiera sido posible, para empezar, el empeño de Treen de llegar hasta Gaza.
Los primeros barcos que consiguieron romper el bloqueo de Gaza, en octubre de 2008, fueron el Free Gaza y el Liberty. Llevaban 44 personas de 17 países. Los activistas querían presionar a sus países para que reconocieran la ilegalidad del asedio israelí contra Gaza y, finalmente, desafiarlo.
Su llegada triunfal a Gaza hace diez años marcó un momento histórico para el movimiento internacional de solidaridad, quizá un momento sin parangón. Desde entonces, Israel ha lanzado varias guerras letales y masivas contra Gaza. La primera se produjo apenas semanas después de la llegada de los primeros barcos, seguida de otra guerra en 2012 y de la más mortífera de todas en 2014. Y el asedio ha seguido estrechándose más y más.
Desde entonces, se han hecho también muchos intentos para romper el bloqueo. Entre 2008 y 2016, 31 barcos han navegado hacia Gaza desde muchos puertos, todos ellos interceptados, saqueando su cargamento y maltratando a sus pasajeros. El más trágico de esos incidentes se produjo en mayo de 2010, cuando un navío israelí atacó el buque Mavi Marmara, que navegaba junto a otros barcos, matando a diez activistas e hiriendo a muchos más.
Incluso entonces, la corriente de barcos de solidaridad siguió navegando hacia la Franja, no sólo sin temer al castigo israelí sino cada vez más firmes en su resolución. Los palestinos consideran mártires a los activistas asesinados y como tales los incorporan a su propia lista de seres sacrificados.
No obstante, ninguno de los barcos ha conseguido llegar a Gaza; por tanto, ¿por qué seguir intentándolo?
El pasado mayo llegué a Nueva Zelanda como parte de una gira de promoción de un libro que me llevó también a otros países. Sin embargo, en Nueva Zelanda, una isla relativamente pequeña del Pacífico, con una población que no supera los cinco millones de habitantes, la solidaridad con Palestina es excepcional.
Al coordinador de Kia Ora Gaza, Roger Fowler, que en aquel momento estaba muy ocupado con los últimos preparativos de la Flotilla de la Libertad, le pregunté por el decidido apoyo de solidaridad con Palestina existente en Nueva Zelanda.
En Nueva Zelanda, me dijo, «se estuvo percibiendo a menudo durante muchos años que la lucha palestina era algo demasiado distante y demasiado complicado. Pero la indignación global por el ataque asesino al Mavi Marmara, que encabezaba la flotilla humanitaria a Gaza en 2010, supuso un gran punto de inflexión que hizo que todo cambiara».
El mismo Fowler, junto con otros activistas neozelandeses, se incorporó al convoy Salvavidas para Gaza poco después del ataque contra el Mavi Marmara, logrando llegar a Gaza con tres ambulancias llenas de las medicinas más necesarias, porque el bloqueo israelí también impedía la llegada a la Franja de equipamiento médico y de las medicinas más urgentemente necesitadas. Coordinar todo esto no fue una tarea sencilla ya que también era necesario racionalizar los esfuerzos mundiales respecto al convoy, que incluía el envío de otras 140 ambulancias y 300 activistas que llegaban de 30 países.
Fowler me contó que hubo muchas escenas conmovedoras mientras los palestinos averiguaban de qué rincón del planeta llegaban para ofrecer solidaridad: los mandos supremos israelíes les habían estado repitiendo durante años que ellos no le importaban a nadie.
También hablé con Mike Treen tras su regreso de este viaje por mar a Gaza. Treen es un activista experimentado que trabaja a diario para defender los derechos de los trabajadores de todo el país. Considera también su lucha por los derechos de los trabajadores en Nueva Zelanda como parte integral de su perspectiva de solidaridad global.
«En mi rol como integrante del movimiento sindical en este país, también pude explicar [a los neozelandeses] que personas trabajadoras inocentes [en Gaza] son las víctimas de este asedio, y que las acciones de Israel han provocado un desempleo de más del 50% entre los trabajadores gazatíes, una de las tasas más altas del mundo», me dijo.
Treen, al igual que Fowler, entiende que con los buques de la solidaridad no se trata sólo de proporcionar los suministros urgentemente necesitados sino de un esfuerzo bien coordinado para denunciar las perversiones del bloqueo israelí.
«A menos que Israel esté bombardeando directamente a Gaza, el asedio y sus terribles implicaciones a nivel humano se escapan del radar de la conciencia pública», dijo.
Y esa es precisamente la verdadera misión de las flotillas a Gaza: mientras que Israel quiere normalizar el asedio a Gaza al igual que hace actualmente con sus regímenes de ocupación y apartheid, el movimiento de solidaridad ha creado un contradiscurso que frustra constantemente los planes israelíes.
En otras palabras, que los barcos consigan llegar a la costa de Gaza o sean secuestrados por la Marina israelí no tiene mucha importancia porque el poder y eficacia de este tipo de solidaridad va más allá de Gaza y Palestina.
Fowler me dijo, tan pronto como Treen regresó a Nueva Zelanda:
«Nuestra implicación en iniciativas de solidaridad internacional, como las Flotillas de la Libertad, ha propiciado a su vez el resurgimiento de otros elementos importantes que fortalecen el movimiento mundial por la justicia.»
Mike Treen tiene ahora mucho trabajo por delante y se está ocupando de involucrar a los medios de comunicación y a diversas comunidades de su propio país, compartiendo las experiencias en el barco que llevaron a su arresto, donde le golpearon y sometieron a descargas con una pistola eléctrica antes de deportarle.
Y, al igual que el horrendo régimen del apartheid en Sudáfrica, el apartheid israelí también se vendrá abajo porque los palestinos continúan resistiendo y porque millones de personas, como Mike y Roger, están a su lado.
Ramzy Baroud es periodista, escritor y director de The Palestine Chronicle. Su último libro es The Last Earth: A Palestinian Story (Pluto Press, Londres, 2018). Baroud es doctor en Estudios Palestinos por la Universidad de Exeter y profesor no residente del Orfalea Center for Global and International Studies, Universidad de Santa Barbara, California.
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