Recomiendo:
0

Por qué somos militantes (en nuestro caso)

Fuentes: Rebelión

A Julio Antonio Somos militantes por ser revolucionarios, porque creemos en la libertad política, la solidaridad y la justicia social, en la esperanza, el bien común y la dignidad de todos. Somos militantes porque pensamos con cabeza propia aunque nos equivoquemos, porque nos duele la injusticia que se comete contra cualquiera, venga de donde venga, […]


A Julio Antonio

Somos militantes por ser revolucionarios, porque creemos en la libertad política, la solidaridad y la justicia social, en la esperanza, el bien común y la dignidad de todos.

Somos militantes porque pensamos con cabeza propia aunque nos equivoquemos, porque nos duele la injusticia que se comete contra cualquiera, venga de donde venga, porque no dudamos defender al pequeño frente al grande, al débil frente al fuerte, porque sintiendo miedo, no una, sino muchas veces, escogimos arriesgar, arriesgar, incluso todo, sin esperar recompensa, porque exponemos el pellejo por lo que creemos.

Somos militantes, es verdad, porque no hemos renunciado a ser románticos, aunque otros nos lo restrieguen en la cara cada día desde el otro lado en que se vive mejor, y no porque seamos tontos, es que conocemos el precio que ellos han pagado y no sabemos vivir así.

Somos militantes porque aprendimos una vez -bastó con una vez- que los imposibles eran posibles, y porque entendemos que podemos ser derrotados pero no vencidos, que nada es capaz de vencer la obstinación de un hombre o una mujer que cree en sus ideas, porque aun sabiendo que sólo poseemos una vida, no claudicamos.

Somos militantes porque no nos avergonzamos de los sueños de nuestros abuelos, de nuestros padres, de nuestros hijos, porque no cejamos, porque sentimos, irremediablemente, el dolor ajeno como propio, porque sabemos que nuestra tristeza es posible sólo cuando el otro es triste, y que la soledad, la auténtica soledad, es del que renuncia a amar.

Somos militantes porque siendo tan imperfectos hacemos nuestra parte, nuestra pequeña parte, no porque sea suficiente, ni porque alcance, más bien por decencia, más bien por ternura, porque tomamos el camino largo, porque no tememos a las magulladuras, las pretericiones y el olvido.

Somos militantes porque miramos a los iguales como iguales, a los ojos, como hacen los iguales, pero también porque sabemos quién es el enemigo y sobre lo que se cierne, lo que está en peligro.

Somos militantes porque el poder no nos interesa sino para hacer la Revolución, porque tenerlo, sin hacerla, es solo eso, descarnadamente poder.

Somos militantes porque nuestras críticas, así, en plural, son una auténtica y pura rebelión por nosotros mismos, por la Revolución, y para que lo siga siendo, es que mantenemos la herejía continuada, indócil e irreverente de sus militantes dentro de ella.

Somos militantes porque firmamos con nuestro nombre, porque levantamos la mano donde da la luz para votar a favor, o en contra, sin otear la dirección del viento, porque hacemos sin que nadie nos mande lo que la razón, la justicia y el decoro obliga, porque hemos hecho de la pasión un método y de la fe en el ser humano la firmeza y el mejoramiento propio.

Somos militantes no porque hablemos a nombre de otros, o representándolos, o por ellos, somos, y es obvio de tan terrible obviedad, porque hemos sido siempre más que unos pocos y porque seguiremos militando incluso aunque nos quedemos solos, mientras exista algo digno que defender.

Somos militantes, debemos de advertirlo en nuestro caso, porque somos anticapitalistas, o dicho de otro modo, porque no hemos olvidado que la riqueza de unos es siempre resultado de la pobreza de otros cuando el hombre se vuelve lobo del hombre, y saber eso basta, quizás, para ser militante -digámoslo con precisión milimétrica- del Socialismo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.