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Una evaluación estadounidense

¿Por qué Vietnam sigue siendo importante? (Parte III)

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

 

En busca de una brillante y luminosa mentira  

 

 La batalla de Ap Bac, en el delta del Mekong, ocupó un lugar destacado en la formación del teniente coronel John Paul Vann y, sobre todo, en el desplome estadounidense en Vietnam.

Matthew Stevenson, en exclusiva para CounterPunch, ha viajado desde Hài Phòng y Hanoi, en lo que antes era Vietnam del Norte, hasta las tierras altas centrales y Ciudad Ho Chi Minh, la antigua Saigón, en búsqueda de los vestigios de la guerra de EE. UU. en Vietnam. Esta es la III Parte de una de serie de ocho (Véase: I Parte , II Parte ).

En este viaje a Vietnam pasé gran parte de mi tiempo en busca del elusivo personaje de John Paul Vann, el sujeto de la premiada historia de Neil Sheehan A Bright Shining Lie [Una brillante y luminosa mentira]. El libro, de alrededor de 800 páginas, se publicó en 1988, y recoge la historia del servicio de Vann en Vietnam, donde empezó a servir en 1962, con el grado de teniente coronel, como asesor de una división vietnamita en el delta del Mekong.

Aunque Vann se retiró del ejército en el verano de 1963, no pudo dejar de lado el país ni la guerra, por lo que volvió allí para trabajar como experto en pacificación civil y otras responsabilidades hasta junio de 1972.

Murió en un accidente de helicóptero justo después de la batalla de Kon Tum, en la que como oficial del servicio exterior de más alto grado había estado al frente de las fuerzas estadounidenses.

Entre una y otra fecha, como se explica en la magistral biografía de Sheehan, Vann se convierte en una metáfora de todas las promesas y decepciones de la intervención estadounidense en Vietnam.

Vann nunca dejó de creer que la guerra podía ganarse, pero estaba en total desacuerdo con tipos como Robert McNamara y el general William Westmorland en que una guerra de desgaste pudiera tener éxito tanto contra el Viet Cong como contra el ejército regular norvietnamita.

La «brillante y luminosa mentira», dependiendo del capítulo del libro, se refiere a la ilusión de EE. UU. respecto a Vietnam o a la del propio John Paul Vann, quien, a pesar de su apariencia de boy scout y su almidonado uniforme caqui, permite que los quebrantos de la guerra tapen una vida personal depravada (amantes menores de edad, hijos ilegítimos, bigamia, abandono de su familia estadounidense, etc.).

Vann murió varios días después de conseguir una magistral victoria en 1972 sobre el ejército norvietnamita en la batalla de Kon Tum, una de las grandes victorias de la guerra, aunque en cuestión de meses hubo que ceder Kon Tum a cambio de un bocado mediático en las conversaciones de paz de París, para que Nixon y Kissinger pudieran presentarse a la reelección tras haber «puesto fin» a la guerra de Vietnam.

Una visita a Ap Bac en el delta del Mekong

Leí la historia y biografía de Sheehan en el invierno de 1993, cuando viajé a Hanoi por primera vez, pero fue sólo en mis últimos viajes, cuando llegué a Ap Bac, el sitio donde tuvo lugar la batalla de 1963, en el delta del Mekong, cuando pude sentar las bases para comprender gran parte de la amargura de Vann respecto a la guerra.

En esa batalla, las fuerzas vietnamitas a las que Vann asesoraba tuvieron la oportunidad de rodear y aniquilar un batallón de fuerzas del Viet Cong que había decidido hacer una parada cerca de una aldea (a la orilla de un arrozal), fuera de la ciudad de My Tho, en el delta.

[Si tratan de llegar allí, lo que les recomiendo, Ap Bac está a unos 80 kilómetros al suroeste de Ciudad Ho Chi Ming o a 25 kilómetros al noroeste de My Tho, es que vayan por caminos rurales y carreteras sin asfaltar hasta el norte de la autopista QL1A, donde puede dejarles el autobús que va a Vinh Long. En el lugar hay un pequeño museo, aunque su personal no tiene ni idea de la batalla.]

Vann contó, para la batalla y sus soldados survietnamitas, con el respaldo de helicópteros de combate estadounidenses y semiorugas anfibias, que apoyaron el ataque de la infantería a través de un extenso arrozal (véase foto inicial). Pero Vann no pudo librar la batalla por sí solo, y sus soldados survietnamitas convirtieron una potencial victoria en una humillante derrota.

En los combates de Ap Bac se derriban varios helicópteros estadounidenses, se eluden los ataques contra el Viet Cong y se permite que el enemigo escape. Vann está furioso y deja ver su frustración frente a la prensa estadounidense en Saigón, incluido Sheehan, el primer testigo de las acciones posteriores a los combates. Pero ni la postura de Vann ni la de Sheehan respecto a la batalla -el fracaso survietnamita- fue lo que se reprodujo en las informaciones de prensa.

El comandante local estadounidense, el general Paul Harkins, el resto de jefazos militares estadounidenses en Vietnam y la administración Kennedy decidieron todos cerrar filas y proclamar que Ap Bac había sido una gran victoria para el ejército survietnamita. Según cuentan esos relatos de guerra, se confirma la nobleza de la ayuda estadounidense en Vietnam y el coraje de nuestros aliados, aunque muy pocos de ellos se habían enfrentado al enemigo en Ap Bac.

Sin embargo, cuando los periodistas estadounidenses, incluido Sheehan, visitan después el campo de batalla y cuestionan la ausencia de enemigos muertos o la presencia de helicópteros derribados yaciendo de costado sobre la tierra, se les denuncia por ayudar y ser cómplices del enemigo y por no seguir el ritmo de las tonadas de las marchas patrióticas.

En realidad, Ap Bac significó algo más en la guerra de Vietnam que una mera oportunidad perdida para rodear un batallón enemigo vulnerable.

Cuando el ejército y el establishment político de EE. UU. (lejos de los titulares optimistas) evaluaron la actuación del ejército survietnamita, llegaron a la conclusión de que la única vía para ganar la guerra iba a ser la implicación directa de las fuerzas de combate estadounidenses.

Ap Bac -casi más que los encuentros navales de bandera falsa en el Golfo de Tonkin- echó la suerte de las administraciones Kennedy y Johnson al emprender una guerra directa contra Vietnam del Norte y el Viet Cong. Se decidió entonces que la lucha sólo podría ganarse con una implicación directa estadounidense.

En las palabras delirantes del aspirante a político Ronald Reagan, quien en 1965 dijo: «Deberíamos declarar la guerra contra Vietnam del Norte… Podríamos pavimentar todo el país y poner vallas de estacionamiento y estar de vuelta en casa para Navidad».

John Paul Vann va en busca de los corazones y las mentes

Por desgracia para la historia estadounidense, el modelo de batalla que los comandantes de EE. UU. llevaron a Vietnam se sacó del manual de estrategia que derrotó a los alemanes en los páramos del norte de Europa.

Se requería de un ejército mecanizado para avanzar por un frente amplio, apoyado por la artillería, el poder aéreo y los blindados. Pero a diferencia de Europa, donde el objetivo era liberar ciudades y países, el éxito aquí se mediría por el número de enemigos muertos, como en una de nuestras guerras indias.

Si bien Vann era partidario de una guerra santa contra el comunismo en el sudeste asiático, no estaba ansioso por apuntarse a la forma de hacer la guerra de Westmoreland. Vann era más partidario de lo que ahora se denomina contrainsurgencia, de la idea de que a través de las tácticas con unidades pequeñas, en oposición a los bombardeos en alfombra de las ciudades y el campo, podría ganarse a los invasores. Sheehan escribe:

Una de las máximas más famosas de Vann, citada a menudo a lo largo de los años, procedía de esas primeras lecciones: «Esta es una guerra política y exige discriminar a la hora de matar. La mejor arma para matar sería un cuchillo, pero me temo que no podemos hacerlo de esa manera. La peor es un avión. La siguiente peor es la artillería. Si eliminamos el cuchillo, lo mejor es un rifle, así sabes a quien estás matando.»

Sin embargo, la franqueza de Vann, por no mencionar algunos de los escándalos de su vida personal, le obligó a retirarse del ejército como teniente coronel en el verano de 1963, tras veinte años de servicio.

Una semana antes de que se retirara, tenía programado informar a algunos de los Jefes de Estado Mayor de las estrategias alternativas con las que librar la guerra de Vietnam, pero en el último momento la sesión informativa fue cancelada.

Sólo unos años después, cuando ascendió en las filas civiles de los programas de pacificación en el país, Vann pudo aplicar sus teorías tácticas, aunque por entonces la guerra era ya una causa perdida.

Sheehan describe la reacción de Vann en 1965 ante la llegada de fuerzas de combate estadounidenses a Vietnam:

«El soldado estadounidense está únicamente comprando tiempo», advertía Vann. «El principal desafío al que EE. UU. se enfrenta ahora en Vietnam» es a utilizar ese tiempo para romper el monopolio comunista sobre la revolución social.

Vann quiere ganar los mismos corazones y mentes que Westmoreland, pero desea hacerlo conduciendo su jeep por las provincias en disputa y construyendo nuevas escuelas.

Pocos estadounidenses pasaron tanto tiempo «dentro del país» como John Paul Vann, que estuvo allí durante muchos períodos entre 1962 y 1972.

Siguiendo las huellas de Ho Chi Minh a través de las tierras altas centrales

En busca del mayor logro de Vann en Vietnam, como «general civil» que orquestó y ganó la batalla de Kon Tum en 1972, en este viaje decidí viajar a través de las tierras altas centrales.

Mi primer plan era ir en bus y bici desde Dieu Tri, cerca de la costa, hasta Pleiku, a lo largo de la autopista 19, que pasa a través de An Khe y Man Yang Pass, el escenario de una derrota militar francesa en 1954, que implicó el fin de la ocupación francesa de Indochina, así como la Dien Bien Phu a principios del mismo año.

Para llegar a Kon Tum, en vez de seguir a los franceses hasta el escenario de su emboscada, me vi obligado a cambiar de planes y a coger un minibus desde Danang que fue trepando durante seis horas por los promontorios de las tierras altas centrales. ¿Quién hubiera imaginado que Vietnam tiene paisaje alpino?

El minibús paraba aquí y allá para que tomáramos algún tentempié y café, pero sobre todo se dedicaba a jugar a ver quién era el más gallito con el tráfico que se aproximaba, disputándose un lugar en la tortuosa carretera de dos carriles.

Cerca de Kon Tum, una de las ciudades en las tierras altas, el minibús paró en Dak To II y Dak To, pueblos de montaña que durante los años de la guerra se habían extendido junto a la Ruta Ho Chi Minh y habían sido testigos de los combates más intensos en Vietnam, el primero en 1967 y después en 1972, en la Ofensiva de Pascua.

Aunque el sol empezaba a ponerse cuando mi autobús llegó a Dak To, todavía pude disfrutar de una vista clara del paisaje ondulante y montañoso que se extendía desde Dak To hasta las cercanas fronteras con Camboya y Laos.

Aquí, la Ruta Ho Chi Minh podía bien haber sido un camino secundario a través de las montañas Cumberland.

A lo largo de Rocket Ridge, en las tierras altas centrales, hasta Kon Tum

Si los estadounidenses hubieran ganado la guerra en Vietnam, este paisaje se recordaría en la historia en el mismo contexto que Antietam Creek . Pero como fueron expulsados de Vietnam, Kon Tum está tan olvidado como la guerra del Asiento [o de la Oreja de Jenkins].

En estas colinas ahora estériles (un buen número de ellas no han podido recuperarse nunca de la acción de los defoliantes), el ejército estadounidense construyó una serie de bases de apoyo de fuego, tanto para bloquear la Ruta Ho Chi Minh en su camino hacia el sur, como para ayudar en las operaciones de infantería que se lanzaron en dirección a las formaciones enemigas que traspasaban también las cercanas fronteras con Laos y Camboya.

La ladera más distintiva de todas, justo al norte de Kon Tum, recibía el apelativo de «Rocked Ridge». Los estadounidenses la convirtieron en una fortaleza medieval que -en los numerosos ataques contra Dak To y Kon Tum- los norvietnamitas trataban a menudo de escalar como si se tratara de las murallas de un castillo medieval.

La última batalla de John Vann, la de Kon Tum en 1972, fue un combate clásico entre el ejército regular de Vietnam del Norte (EVN) y el ejército de Vietnam del Sur (EVS) en este tramo de carretera de 48 kilómetros entre Dak To y Kon Tum.

Queriendo poner fin a la guerra en 1972, el EVN atacó con tanques y en oleadas humanas contra las posiciones atrincheradas de las fuerzas del EVS de Vann (apoyadas por los asesores militares estadounidenses).

En este punto de la guerra, Nixon había retirado la mayor parte de las fuerzas de combate estadounidenses, lo que explica por qué un civil tenía un alto rango militar en la Región Militar II y por qué la implicación de EE. UU. se limitaba en gran medida al poder aéreo y la artillería.

En los primeros días de la Ofensiva de Pascua de 1972, el EVN invadió Dak To y sitió Kon Tum, de forma muy parecida a como el general Vo Nguyen Giap había rodeado a los franceses en Dien Bien Phu.

Sin embargo, en esta ocasión, gracias a la presencia de Vann y a su sed de batalla, el EVS pudo recurrir a las armas combinadas de las fuerzas aéreas estadounidenses, que arrojaron de todo desde los bombarderos B-52 y los helicópteros Cobra para salvar la rodeada ciudad de Kon Tum.

Con la reputación de Vann en juego, los asesores estadounidenses aconsejaron al ejército survietnamita que mantuviera sus líneas alrededor de Kon Tum, mientras desde el aire miles de bombas rompían el avance norvietnamita y después las líneas de asedio. El resultado fue muy ajustado, pero, finalmente, a primeros de junio, el EVN se retiró.

Si esa victoria se hubiera producido en 1965, cuando las primeras tropas terrestres se enviaron a Vietnam, se habría aclamado como una de las grandes victorias de la guerra. Sin embargo, al tener lugar en el verano de 1972, cuando el público estadounidense había abandonado ya, Kon Tum fue una nota el pie en una situación de desintegración al final de una guerra pérdida. ¿Quién recuerda hoy siquiera su nombre?

La batalla de Kon Tum salva, por un tiempo, a Vietnam del Sur

Esa noche tenía una habitación en un centro de capacitación hotelera, atendido por estudiantes y becarios, todos los cuales tenían buenas intenciones y se esforzaban mucho, aunque el coste de las buenas intenciones fuera una cena incomible en el restaurante.

A la mañana siguiente, antes del desayuno y de la llegada del sol de mediodía, salí con mi bici en busca de lo que en otro tiempo fueron las líneas del asedio de 1972. Pero hacía mucho que habían desaparecido bajo la construcción de una moderna y agradable ciudad vietnamita.

Otro libro que estuve leyendo en mi Kindle era Kontum: The Battle to Save South Vietnam , de Thomas P. McKenna. Es en parte una historia de campaña (con descripciones detalladas de las unidades de la fuerza aérea y de las brigadas de artillería) y en parte una memoria de la guerra de Vietnam, aunque McKenna es uno de los pocos escritores de aquella época que creían que la guerra aún podía ganarse y que luchó con la devoción de un oficial de la caballería confederada: para salvar Kon Tum en esta ocasión. Su valor es encomiable, y escribe con voz positiva y peculiar.

En su libro, McKenna escribe de John Paul Vann, su comandante:

El general de brigada Hill consideraba agresivo y egocéntrico a John Paul Vann, y le vio tratar a patadas a la gente. Sin embargo, durante las seis semanas que pasó con Vann se dio cuenta de lo bueno que era peleando. Vann nunca pidió a sus subordinados que hicieran nada que él mismo no hiciera, y Hill nunca conoció a ningún oficial que obtuviera tanta lealtad de sus tropas. Hill tenía más experiencia militar que Vann, pero no podía igualar la influencia de Vann con los vietnamitas. Vann fue el único estadounidense que llegó, se quedó durante una década y demostró a los vietnamitas que le importaban. Este sentimiento y su buena relación con los vietnamitas le permitieron mirarles a la cara y decir cosas como: «¡Realmente, la habéis cagado!»

A bordo de mi bici, hice varios circuitos por las tiendas del sector centro de la ciudad, que incluso a primera hora de la mañana estaban ya invadiendo las calles.

Para poder ver algo más de la enorme zona de la batalla, decidí alquilar un coche y contratar un conductor y explorar los contornos de los campos de batalla desde el sur de Dak To hasta Pleiku, un frente que tenía casi 100 km. de largo y 32 km. de este a oeste.

Aparte de unos pocos memoriales conmemorativos norvietnamitas, los campos de batalla se habían evaporado en el tiempo. Incluso los monumentos del EVN tenían un aire de abandono. Muchos se alzaban por detrás de unas vallas oxidadas y aparecían cubiertos de hojas caídas.

No es necesario decir que no hay marcadores estadounidenses y el único memorial survietnamita, al lado de una concurrida carretera, insinúa que sus muertos de guerra fueron dispersados al viento, un sacrilegio en la cultura local.

John Vann y la presencia estadounidense en Vietnam se queman en el infierno

Por el camino logré localizar el lugar cercano al Paso de Kon Tum donde John Vann murió la noche del 9 de junio de 1972, volviendo de una reunión en Pleiku.

Durante la batalla de Kon Tum, Vann se aseguró de visitar la ciudad sitiada todos los días. Aunque la batalla había terminado el 8 de junio, al día siguiente mantuvo su rutina de aterrizar en Kon Tum, aunque en esta ocasión implicaba un vuelo nocturno sobre el terreno disputado en unas condiciones climáticas arriesgadas.

Esa noche también estaba volando con un piloto de reemplazo; su piloto habitual sufría fatiga de batalla por tantos vuelos previos con Vann en situaciones de peligro.

Al aproximarse a Kon Tum, aunque todavía no atravesaban el Paso de Chu Pao, Vann (o quizá su piloto de emergencia, no sabemos quién llevaba los mandos) dirigió el helicóptero hacia el terreno, hacia lo que Sheehan describe como el único bosquecillo existente en la línea de Pleiku a Kon Tum.

No puedo estar seguro de haber encontrado el lugar exacto donde Vann murió. Tenía copias de las páginas del libro de Sheehan, más un mapa en su biografía que marcaba el bosquecillo con un «X». Y había subrayado en mi Kindle pasajes de la historia de McKenna sobre la batalla.

Pero el conductor que había contratado esa mañana era alérgico a la información fáctica, a mis mapas o incluso a las coordenadas de Google. Tras divisar los árboles y el terreno elevado en la trayectoria de vuelo hacia Kon Tum, aparcó el coche de cualquier modo al lado de la carretera y me animó a buscar el lugar.

Desde el aparcamiento de una gasolinera cercana, tomé fotos de la zona, frustrado de que la guerra de Vietnam no contara con ninguno de los postes indicadores que suelen señalar los campos de batalla de la guerra civil estadounidense.

(Posteriormente, mi amigo Craig Whitney, que trabajó estrechamente con Sheehan en el New York Times e informó desde Vietnam, me escribió: «¿Están todavía las cifras de muertos Montagnards en el bosque donde Vann se estrelló?» Si están, no pude encontrarlas.)

En su biografía sobre Vann, Sheehan describe ampliamente el entierro militar de Vann en el cementerio nacional de Arlington, alrededor de una semana después del accidente.

Una de las ironías de la vida de Vann es que su muerte reunió a la colección más extraña de dolientes que quepa imaginar. Los generales del ejército con los que se había peleado durante años por el curso de la guerra de Vietnam, allí estaban. También había periodistas y opositores a la guerra.

No muy lejos de allí, y dispuesto a saludar a la familia Vann en la Casa Blanca, estaba el presidente Richard Nixon, que apreciaba que Vann hubiera sido uno de los pocos que creyeron en la vietnamización.

Otro que lamentaba la pérdida de su buen amigo John Paul Vann era el exfuncionario de la Corporación RAND Daniel Ellsberg , quien, en aquel verano de 1972, estaba inmerso en el combate de su vida (contra muchos de los que se reunían alrededor de la tumba de Vann) para salir de la cárcel por haber filtrado los Papeles del Pentágono (a Neil Sheehan, en el New York Times).

La única persona que reunió a todos estos hombres, al menos en su muerte, fue Vann; aunque no está aún claro si fue el último creyente o el primer cínico.

El Estado profundo se estrena en Vietnam

Otra de las presencias en las vidas de Neil Sheehan, Daniel Ellsberg y John Paul Vann fue el experiodista del Times David Halberstam, quien en 1972 publicaría The Best and the Brightest .

Halberstam había estado con Sheehan y Vann durante la época de Ap Bac y fue el único que cuestionó, de todo el grupo de periodistas, la historia oficial de la batalla como una victoria survietnamita.

En su libro, Halberstam, en relación con el momento del enterramiento de Vann -quizá teniendo en mente la presencia de los dolientes reunidos alrededor de su tumba-, cita extensamente a Sheehan al describir lo que parece una especie de primera edición del Estado profundo. Escribe así:

Estos hombres, en gran medida secretamente, se movían en un nivel diferente de la política pública de Estados Unidos, y años más tarde, cuando el periodista del New York Time, Neil Sheehan, revisó toda la historia documental de la guerra, esa historia conocida como los Papeles del Pentágono, se quedaría sobre todo con una impresión: que el gobierno de EE. UU. no era el que había pensado que era; como si hubiera un gobierno estadounidense interno, lo que él llamaba «un Estado centralizado, mucho más poderoso que cualquier otra cosa, para el que el enemigo no son sólo los comunistas sino todo lo demás, su propia prensa, su propio poder judicial, su propio Congreso, gobiernos extranjeros y gobiernos amigos; todos son potencialmente hostiles. Había sobrevivido y se perpetuaba a sí mismo», continuaba Sheehan, «utilizando a menudo la cuestión del anticomunismo como arma contra las otras ramas del gobierno y la prensa y, por último, no actúa necesariamente en beneficio de la República sino más bien en función de sus propios fines, de su propia perpetuación; tiene sus códigos propios, que son muy diferentes de los códigos públicos. El secretismo es una forma de protegerse a sí mismo, no tanto de las amenazas de gobiernos extranjeros sino de que su propia población, por su propia competencia y sabiduría, sea capaz de descubrirles».

Sheehan dedicó unos dieciséis años de su vida adulta, por no mencionar todos sus años como periodista en Vietnam, a descifrar y relatar la vida de John Paul Vann. A Bright Shining Lie se merece ese esfuerzo.

Aunque ya he leído el libro dos veces, todavía me cuesta entender si Sheehan admira a Vann, a pesar de todos sus defectos, o si cree que encarna todas las equivocaciones de la experiencia estadounidense en Vietnam.

La sensación que tengo es que Sheehan admira a Vann como soldado profesional y como amigo. Sin embargo, posteriormente, ni Vann ni los esfuerzos bélicos iban a valorarse del mismo modo que en los primeros y optimistas comunicados de prensa de 1962-1963.

Para ahuyentar estos demonios, Sheehan se pasa todos esos años escribiendo A Bright Shining Lie, para acabar descubriendo que había malinterpretado a Vann y que el gobierno estadounidense había actuado desastrosamente en Vietnam.

El libro de Sheehan es una de las pocas cosas buenas que salen de una guerra mala, y en mi bici disfruté siguiendo sus capítulos y prosa en torno a Vietnam, que se vive de forma menos sombría cuando tienes un buen libro en las manos. (Me sentí como si estuviera leyendo Ulises: «Una pesadilla de la que trato de despertar», mientras pedaleo por Dublín.)

Por lo demás, en muchos lugares, Vietnam bien podría ser el paraíso pavimentado de Reagan, donde la guerra ha acabado en gran medida olvidada y todo lo que queda, además de los recuerdos dolorosos de quienes la vivieron (como en la canción Big yellow taxi: Don’t it always seem to go / That you don’t know what you’ve got / ‘Till it’s gone ), es un aparcamiento vaciado del alma estadounidense.

Matthew Stevenson es redactor colaborador de Harper’s Magazine y autor de varios libros, el más reciente de ellos Reading the Rails . Su próximo libro es Appalachia Spring. Vive en Suiza.

 Fuente: http://www.counterpunch.org/2018/03/09/why-vietnam-still-matters-in-search-of-its-bright-shining-lie/

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.