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Por un cambio de rumbo en IU

Fuentes: Rebelión

«La verdad de la milanesa es que en IU hay un importante sector que cree que hay soluciones a la crisis dentro del régimen. Son los «posibilistas», los representantes de la izquierda institucionalizada, aquéllos cuyo modelo es gobernar con el PSOE, como lo hacen en Andalucía o abrirle paso al gobierno del PP como lo […]

«La verdad de la milanesa es que en IU hay un importante sector que cree que hay soluciones a la crisis dentro del régimen. Son los «posibilistas», los representantes de la izquierda institucionalizada, aquéllos cuyo modelo es gobernar con el PSOE, como lo hacen en Andalucía o abrirle paso al gobierno del PP como lo hacen en Extremadura»
(Emilio Pizocaro)

Y bajo este panorama, difícilmente tendremos a una Izquierda Unida que vuelva a ser ilusionante, que vuelva a disponer de la credibilidad suficiente como para representar una alternativa real de gobierno a nivel del Estado. Podemos se sitúa ya como tercera fuerza política según la última encuesta del CIS, desbancando a una IU que se resiste a renovar a parte de sus cúpulas directivas, participando de esta forma en un declive de la formación política de izquierdas. Y es que, en los últimos años, se ha hecho bastante daño, desde varios frentes, a la imagen de esta Izquierda Unida, que antaño representara la izquierda real y transformadora de este país. Hoy, una parte de IU, al igual que los sindicatos mayoritarios, se ha integrado en el sistema, se ha acomodado, se ha convertido en parte de él, y ha dejado de responder a los principios de funcionamiento de una fuerza real de izquierdas, y de un movimiento político y social, como fue definida desde 1986, año de su creación. El pasado mes de junio, cinco dirigentes territoriales de IU (de Burgos y Cantabria, sobre todo) lanzaron una campaña para renovar la dirección, reclamando una Asamblea Federal Extraordinaria, y proponiendo una lectura más acertada de lo que supuso el movimiento del 15M, y la necesidad de adecuación social al mismo.

Después de algunas fracasadas experiencias, como el proceso de Refundación de IU, o el Bloque Político y Social, la organización se encuentra desfasada en el plano social, y con una imagen mayoritaria bastante desacreditada. Todo ello, unido a la mala lectura que se ha hecho sobre la irrupción del fenómeno Podemos, han desplazado a la coalición del protagonismo sobre el proceso constituyente que buena parte de la izquierda reclama. En resumidas cuentas, la imagen que se ofrece es que IU no ha sabido adaptarse al momento histórico que vivimos, y ha continuado anclada en prácticas, procesos y discursos del pasado. El núcleo de la organización debe adaptar su dinámica interna y sus procesos a los nuevos escenarios que se vislumbran, si es que quiere volver a constituirse como actor principal en la transformación de este país.

La impresión que da es que IU aún no ha sabido reaccionar a los últimos acontecimientos, que éstos le han sobrepasado, o bien que no ha hecho la lectura más apropiada. No se suele indicar mucho, pero lo cierto es que buena parte del voto a Podemos en las últimas Elecciones al Parlamento Europeo, el dato está estimado en un 25%, procede de anteriores votos a IU. Es la factura que han pasado, sobre todo, los problemas de coherencia entre discurso y práctica política. Falta democracia interna, falta apearse de la institucionalidad, falta la «mirada del tigre» de una organización que ha de representar la rebeldía de la clase trabajadora de este país. Falta valentía para declarar a cielo abierto que nos sobran todos los pactos con el PSOE, recuperando la autoridad política y moral necesarias para que la ciudadanía vuelva a creer en IU. Falta modestia para entender que IU ya no es el único referente de la izquierda en este país (el PSOE dejó de serlo hace décadas), y mucha autocrítica para aceptar que una fuerza política de nuevo cuño haya superado a IU, en varios meses, en la intención de voto. Hace falta altura de miras, y entender, como ha afirmado Alberto Garzón, que las ideas están por encima de las siglas.

Pero frente a una corriente de la Comisión Ejecutiva Federal que está de acuerdo con estos planteamientos, representada entre otros por nombres como Montserraz Muñoz, Diosdado Toledano, Antonio Cortés o José Antonio Mesa, surge una corriente enfrentada, anclada en el pasado, que reivindica los viejos planteamientos, representada en el Manifiesto SOMOSIU, donde algunos dirigentes madrileños vuelven a colocar a la coalición en una grave encrucijada. Firman el manifiesto nombres históricos como Ángel Pérez o Gregorio Gordo, destacados defensores de José Antonio Moral Santín, el que fuera mano derecha de Miguel Blesa. Se trata por tanto de la corriente institucionalizada, de la corriente que sólo apuesta por una «presencia» de IU en los cargos públicos, por los que apuestan por ese «mando en plaza» que afirmara Diego Valderas. Y se equivocan quienes quieren ver la revolución democrática por ese conjunto de sillones a corto plazo, porque de esta forma no se construye el auténtico contrapoder ciudadano que rompa los engranajes del régimen constituido en 1978.

Y es una lástima, porque desde IU se está echando a perder una estupenda oportunidad de confluencia con la formación política de Pablo Iglesias (así como con otras fuerzas de izquierdas, tales como EQUO, Compromís, etc.), que pudiera representar de cara a las próximas citas electorales de 2015 una fuerte alternativa al bipartidismo reinante, que ya va de capa caída. No obstante, la inmensa mayoría de los militantes de IU, estamos seguros de ello, están a favor de dicha convergencia, incluso electoral, porque entienden que es vital para impedir que se termine de instalar la segunda restauración borbónica, a la que estamos asistiendo paso a paso, de forma inexorable. Pero se está minando la credibilidad de IU a marchas forzadas, por mucho que quieran lavar la cara explotando la imagen pública del joven Alberto Garzón, como figura líder de la supuesta renovación de la coalición. En efecto, se ha encargado al joven economista la organización de un proceso de transformación social liderado por IU, al que se ha invitado a cualesquiera otras fuerzas políticas que deseen participar del mismo, y sería un auténtico fracaso de toda la izquierda real y transformadora de este país que no pudieran confluir todas ellas en este proceso.

Pero mientras se lanza esta iniciativa, IU en Andalucía continúa su coalición de gobierno con el PSOE de Susana Díaz, declarando que apuesta por agotar dicho pacto de legislatura, y difundiendo una penosa imagen pública de algunos de sus líderes, como Diego Valderas, actual Vicepresidente de la Junta. Pero además, el PSOE de Andalucía ha jugado algunas tretas a la formación de izquierdas, como votar por separado en algunas iniciativas, o retirar temporalmente las competencias a la Consejería de Fomento y Vivienda, precisamente aquélla que ha jugado un papel más determinante dentro de la política de la Junta. De esta forma, la imagen de IU-CA es sencillamente lamentable, intentando jugar el papel de un pepito grillo de izquierdas para el PSOE andaluz, y aceptando «por imperativo legal» todas las limitaciones, imposiciones y restricciones que llegan desde el Gobierno central.

Decididamente, si IU no reacciona de una vez por todas, vuelve a sus orígenes, retoma sus postulados, y lleva a cabo una profunda reestructuración de sus dirigentes, entrará en una espiral de desconfianza definitiva de cara a su posible electorado, y renunciará a su histórica posibilidad de plasmar un gobierno de izquierdas en este país. Es una lástima, porque de hecho, en torno a un 90% de los programas electorales de IU y Podemos coinciden, luego lo más lógico, de cara a la posible concentración del voto a la izquierda del PSOE, sería que ambas fuerzas políticas, y todas las demás que coincidan en gran parte con este ideario, se presentaran en coalición a todas las siguientes citas electorales. Pero para ello, IU debe volver a la coherencia política, ha llegado la hora de barrer los personalismos, los liderazgos, los protagonismos, y entender que lo que nuestra sociedad demanda es una confluencia, una convergencia de todas las fuerzas y movimientos sociales y políticos que aspiran a un contexto de mayor democracia y a todos los niveles, acudan en masa, codo con codo, para constituir, con la fuerza de la propia ciudadanía indignada y rebelada, ese contrapoder hegemónico que necesitamos para levantar el nuevo Proceso Constituyente.

Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.es

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.