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Por una alternativa verdaderamente socialista a la recesión económica

Fuentes: Rebelión

Propuesta a debate presentada por Izquierda Socialista de Málaga PSOE-A


INDICE:

I.- Introducción.

II.- Situación económica: Análisis y alternativas.

III.- Los Responsables de la Recesión.

IV.- La solución vendrá de la lucha por el Socialismo.

V.- Alternativa de clase para salir de la recesión a favor de los trabajadores.

VI.- Programa alternativo para el verdadero Socialismo.

I.- INTRODUCCIÓN:

El sistema financiero internacional sufrió un terremoto de proporciones históricas en los EEUU, en el verano de 2007, del que todavía no se ha recuperado, cuyos efectos se están notando todavía con fuerza en Europa, llevando a la Unión Europea al borde de la bancarrota, donde países como Islandia, Grecia, Irlanda, Portugal y algunos otros, están en situación muy delicada cercanos al abismo. Desde aquellas fechas, el conjunto de la economía productiva ha rodado abruptamente hacia una recesión simultánea en todas las grandes potencias, que ha puesto en entredicho los fundamentos del sistema y una gran cantidad de los axiomas ideológicos de la clase dominante. Nos encontramos en la recesión económica del capitalismo más profunda desde el crack financiero de 1929.

Los sueños felices de los estrategas del capital han saltado por los aires. La idea de un crecimiento sostenido, alimentado por una gigantesca deuda y una frenética especulación bursátil e inmobiliaria, ha dejado paso a una caída económica con repercusiones en todos los planos. Hasta el momento, las recetas aplicadas por los gobiernos capitalistas, de cualquier signo, incluido los socialdemócratas, han supuesto un sonoro fracaso: los billones de euros dedicados a salvar a la banca, la rebaja de tipos de interés o toda la batería de medidas fiscales adoptadas no han servido más que para engordar los estratosféricos beneficios de un puñado de grandes bancos y multinacionales, generando una deuda pública soberana que ha llegado a límites desconocidos.

La burguesía ha demostrado su impotencia para sacar al mundo del actual atolladero, pero al mismo tiempo pretende que los efectos más dramáticos de esta crisis orgánica del sistema la paguemos los trabajadores, atacando sin piedad las conquistas históricas del movimiento obrero, recortando hasta el hueso los gastos sociales y empobreciendo a la mayoría de la sociedad.

El desconcierto más profundo y la desorientación sobre el camino a seguir es la nota dominante en los foros económicos internacionales, como una confesión descarnada de la completa bancarrota de la ciencia económica burguesa y de sus apologistas. Décadas de ataques rabiosos contra el socialismo y todo lo que oliera a nacionalización de las fuerzas productivas no han impedido que, finalmente, los dogmas de la economía de mercado y del neoliberalismo se hayan venido abajo. Se han quedado sin paradigma.

A principios del siglo XXI y a pesar de todos los intentos por conjurar definitivamente el espectro del socialismo, la gran recesión que vive la economía mundial ha puesto de relieve la validez de las ideas del marxismo y la actualidad de su análisis respecto a las crisis económicas, contenidas en los textos clásicos de Marx como El Capital o Teorías sobre la plusvalía.

La crisis es una amenaza directa contra los trabajadores y sus familias, una amenaza que exige de una respuesta contundente y una bandera política si queremos preservar todos los avances del periodo anterior y acabar con la actual pesadilla que se cierne sobre la humanidad. Tanto la reacción del movimiento obrero en Europa, con una escalada de la lucha de clases y la organización de huelgas generales y movilizaciones de masas en numerosos países, como el movimiento revolucionario que recorre el Magreb, que se ha extendido desde Túnez hasta Yemen, pasando por numerosos países, son una buena prueba de los años turbulentos que nos aguardan, si no sustituimos al modelo capitalista. La crisis ha puesto en evidencia una descarnada lucha por los mercados entre las grandes potencias, azuzando las contradicciones inter-imperialistas y la aplicación de medidas proteccionistas y devaluaciones competitivas. También las relaciones internacionales están sufriendo una poderosa transformación, con el incremento de las tensiones derivadas de la crisis y de la lucha por la hegemonía mundial.

Las condiciones, desde el punto de vista de la técnica y la ciencia aplicadas de una forma racional, están maduras para un avance sin precedentes de las fuerzas productivas, del bienestar y de la cultura. Y, sin embargo, el capitalismo nos hunde en una orgía de destrucción de riqueza, de mutilación de industrias y fábricas en las que millones de personas pierden su único bien: el puesto de trabajo. Cuando esta catástrofe se extiende como una mancha de aceite por el mundo, cabe preguntarse ¿Es esto necesario? ¿Es inevitable? La respuesta es clara: ni es necesario ni es inevitable. La razón de esta sin razón se explica por la existencia de un sistema decrépito y reaccionario, el capitalismo, que merece ser derrocado cuanto antes.

Aquellos que hablan de la necesidad de reformar el sistema, manteniendo las relaciones de producción y explotación capitalistas, aquellos que sostienen que es posible otro mundo bajo el capitalismo, sólo arrojan arena a los ojos de los oprimidos. No hay vías intermedias posibles. El capitalismo no es un sistema reformable. Por eso, hoy más que en ninguna otra circunstancia de las últimas décadas los militantes obreros, socialdemócratas de izquierdas, socialistas marxistas, comunicas o anarquistas, sobre todo los activistas juveniles y todos aquellos que aspiramos a un mundo mejor, debemos levantar con fuerza la bandera del socialismo, de la lucha por la expropiación de la banca, de los monopolios, de los latifundios bajo el control democrático de la clase trabajadora marchando hacia la Unidad y exigiendo modelos de organizaciones auténticamente democráticas. Planteamos algunos de los puntos por los que hemos venido luchando con el afán de profundizar en la mejora de la participación democrática, para que se conviertan en la norma de actuación de nuestro Partido, que se asuma como norma de los mínimos democráticos de elección por la militancia de los representantes promovidos a cargos electos, sean éstos institucionales y/u orgánicos, con arreglo a los siguientes criterios:

1) Elección y promoción, mediante elecciones internas o PRIMARIAS de los candidatos a cargo público u orgánico representativo por parte del PSOE.

2) Asunción de esta fórmula como de normalidad dentro de la actuación habitual de nuestro partido, sin que para ello sea necesario concitar acuerdos previos, solamente siendo necesarios presentar un número de avales máximo de un 40 % y un mínimo de un 15 % de avales de la militancia, correspondiente al censo de la demarcación que corresponda.

3) Elección de éstos promovidos a cargos por régimen de listas abiertas.

4) Como consecuencia de este proceso de primacía de la militancia en la elección de cargos, capacidad de la propia militancia para la revocación de los mismos aún dentro del período para el que fueron elegidos. Sólo así la militancia mantendrá control sobre estos cargos ya que éstos ostentan su representación orgánica o institucional.

5) Incompatibilidad de cargos en orgánicos e institucionales, evitando la concentración de poder y posibilitando la renovación de responsabilidades.

6) Limitación de mandatos, tanto institucional como orgánico a un máximo de 2 mandatos y 8 años.

Esas y las siguientes son algunas de las conclusiones a la que nos llevó el debate de la I y de la II Conferencia de Andalucía de nuestra corriente Izquierda Socialista, en la que se basa esta ponencia cuyas principales tésis son:

II.- SITUACIÓN ECONÓMICA: ANÁLISIS Y ALTERNATIVAS.

El colapso del sistema financiero mundial es un hecho de tal magnitud, con tantas repercusiones en el plano económico, político, social y militar, que es difícil predecir todas sus consecuencias, aunque algunos insisten en ver brotes verdes por todas partes y otros dicen que habrá un largo periodo de estancamiento. La realidad concreta es que la economía del conjunto del planeta se encuentra al borde del abismo, precipitándose hacia la recesión más profunda desde la Segunda Guerra Mundial. Ese colapso económico está desvelando el auténtico funcionamiento de la llamada «democracia» burguesa, en realidad la dictadura del gran capital. Una dictadura en la que los gobiernos de EEUU y Europa, formados por individuos con sueldos espectaculares que velan por los intereses de la clase dominante, continúan conspirando para que los costes de esta brutal crisis los paguemos las familias trabajadoras de todo el mundo.

Toda la caterva de analistas liberales, con los miles de asesores económicos del mundo de las finanzas que cobran enormes fortunas, han conseguido con sus errores y directrices enfocadas a favor del lucro privado de los capitalistas, que la mayoría de bancos de inversión, aseguradoras y cajas de ahorros de EEUU terminaran en la bancarrota o fuesen colocados al borde de la suspensión de pagos. Para constatar algo semejante hay que remontarse al crac de 1929. Para evitar un colapso aún mayor, el gobierno de EEUU obligó a todos las naciones a realizar una gigantesca operación de rescate, inyectando dinero público para salvar la economía privada, que no evitó el desplome de los mercados durante todo el mes de septiembre de 2007.

Ese tremendo desplome como era inevitable en una economía globalizada y con unos mercados financieros integrados a una escala nunca vista, debemos considerarlo los efectos de la crisis cíclica estructural del sistema capitalista y no la causa. Los activos tóxicos contagiaron también a los mercados financieros de Europa y resto del mundo, que sigue siendo un lastre que nos arrastra hacia el precipicio. Ante el estado de alarma creado, las declaraciones de los gobiernos de Irlanda y Gran Bretaña asegurando por dos años los depósitos de los ahorradores, indicaban la extrema gravedad de la situación, poniendo a algunos Estados al borde de la bancarrota.

En el primer año de la crisis, hasta septiembre de 2008, la administración norteamericana había gastado más de 900.000 millones de dólares en rescates y apoyos al sistema financiero que se les venía abajo. Los resultados fueron escasos. A esta cantidad descomunal se suman las inyecciones de liquidez en el mercado interbancario por parte de la Reserva Federal de EEUU (FED), el Banco Central Europeo (BCE), el Banco de Inglaterra o el Banco Central de Japón, que superan generosamente el billón de euros. Según los últimos cálculos ese terrible agujero negro se ha tragado ya cerca de 20 billones de dólares, lo que representa una tercera parte del PIB mundial.

Todas estas aportaciones de capital no han conseguido ni restaurar la confianza ni evitar el estrangulamiento del crédito. Por un lado, las montañas de deudas bancarias y empresariales acumuladas en estos años de orgía especulativa son muy difíciles de recuperar en un momento en que la economía real, productiva, se desliza con fuerza hacia la recesión. Ahora vemos una contradicción más, porque mientras las bolsas parece que se recuperan, la economía real sigue lanzando a los trabajadores al paro.

Está claro que refinanciar la deuda de empresas en dificultades, cuyas expectativas de negocio van hacia abajo, no es una operación muy rentable. Éste es el caso de todas las grandes multinacionales de la construcción y las inmobiliarias cuyos activos se han depreciado a un ritmo de vértigo y sus valores se derrumban en la bolsa. Al mismo tiempo los grandes bancos de todo el mundo, que están pillados en el apalancamiento generalizado de las últimas décadas, no tienen ninguna garantía de recuperar sus créditos; su pasivo aumenta y la capacidad de obtener liquidez en el mercado interbancario mengua porque nadie se fía de nadie. Los ladrones no se fían de los ladrones.

Los valores bursátiles de las empresas financieras, bancos de inversión, bancos comerciales, constructoras, eléctricas, telecomunicaciones, aeronáuticas, automoción…, es decir, del conjunto de la economía, se han construido sobre una montaña de créditos que ahora son impagables. El frenazo de la economía productiva, el descenso en las ventas, el crecimiento del desempleo y de la morosidad y, por supuesto, el crac financiero, han puesto punto y final a la fiesta. Tan sólo en un año (de agosto de 2007 a septiembre de 2008), las bolsas mundiales perdieron el 22% de su valor, una caída equivalente a 12,4 billones de dólares. Si se suma el desplome acumulado en septiembre la pérdida se acerca a los quince billones. En las bolsas estadounidenses se han evaporado cerca de cinco billones de dólares, una cantidad que supera el PIB de América Latina y el Caribe en 2007. Por más que intenten transmitir confianza, el sistema capitalista está inmerso en un crac de proporciones difícilmente cuantificables.

Tras el derrumbe provocado por el colapso del estalinismo en la URSS y en Europa del Este, la euforia de la burguesía mundial era colosal y se frotaban las manos de contentos. Intoxicados por sus éxitos aparentes, los imperialistas norteamericanos se lanzaron en tromba para imponer su doctrina en todos los rincones del mundo: liberalización económica, privatizaciones, desregulación de los mercados financieros, saqueo de los países pobres, extensión de la precariedad laboral y aumento de la explotación, caída de los salarios, intervenciones militares con «guerras preventivas contra el terrorismo», que eran organizadas como una mentira colosal y asesina por el despreciado «Trío de las Azores» a través de su mercenario aparato de propaganda burguesa.

En un contexto semejante, los «teóricos» de la economía y la sociología burguesa se apresuraron a decretar el fin de todas las crisis y de la historia; los políticos y los gobernadores de los bancos centrales hablaban sin recato de un «círculo virtuoso» de crecimiento sin fin; y los premios Nóbel de economía eran contratados por los grandes bancos de inversión para que aplicasen sus fórmulas matemáticas al negocio del dinero. La confianza lo inundaba todo.

La OCDE en su documento de Perspectivas Económicas Mundiales de 1999 afirmaba: «Estamos en el umbral de una atractiva oportunidad: la posibilidad de un sostenido y largo boom de la economía mundial que se prolongará en las primeras décadas del próximo milenio (…) Una confluencia de factores podrían unirse para propulsar importantes mejoras en la capacidad de creación de riqueza y bienestar a escala mundial…».

Han pasado más de veinte años, un suspiro en la historia de la lucha de clases, y todas las expectativas se han transformado violentamente en su contrario, arrasando con todas las certezas que parecían inexpugnables y barriendo la confianza de la clase dominante. El pesimismo y la incertidumbre son totales.

En medio de la euforia, los socialistas marxistas denunciamos las enormes contradicciones que el boom económico estaba creando en los cimientos del sistema. Nuestros análisis eran considerados con desprecio y altanería por los sabihondos social-liberales, y socialdemócratas, hipnotizados por los magníficos «resultados» de las cuentas de beneficios. También éramos despachados por los ex marxistas que pululan por los intersticios del movimiento obrero, esos escépticos desmoralizados que se impresionaron por los brillos del boom y que culpabilizaron a los trabajadores por su «bajo nivel de conciencia».

Los hechos han respondido con claridad a todos estos elementos que abandonaron un punto de vista de clase. Durante estos años, los socialistas marxistas hemos señalado que este boom económico no podía comparase, en ningún caso, con la época dorada del auge capitalista de la posguerra. Desde 1945 hasta 1970 los países capitalistas avanzados, especialmente EEUU y Europa Occidental, registraron tasas de crecimiento asombrosas, impulsando un desarrollo espectacular de las fuerzas productivas, del comercio mundial y de la división internacional del trabajo sin parangón en ningún otro periodo de la historia del capitalismo.

El motor de este crecimiento fue, sin lugar a dudas, las grandes inversiones en capital que hicieron aparecer nuevas ramas de la producción y multiplicaron la capacidad de crear manufacturas en masa. La extracción de las plusvalías, tanto relativas como absolutas fue en aumento, haciendo crecer vertiginosamente la tasa de ganancia y estancando los niveles salariales a la baja a la vez que se alargaban las hipotecas hasta dos vidas laborales. A diferencia de lo que plantean ahora los defensores de la «regulación», no fue la intervención del Estado en la economía lo que movió el sistema hacia adelante, sino la reinversión masiva en el proceso productivo de la plusvalía acumulada y la especulación. Pero esta fase de ascenso también fue liquidada por las contradicciones insalvables del capitalismo, dando paso a la recesión de los años setenta y sus consecuencias revolucionarias en todo el mundo. El descrédito de las teorías keynesianas, teorías que por otro lado no ponían en riesgo la propiedad capitalista, fueron reemplazadas por las viejas ideas del liberalismo y el monetarismo.

Aunque no disponemos de espacio para analizar en detalle la historia económica de estos últimos veinte años, un hecho sobresalía por encima de todos. En contraste con los años dorados de la posguerra, la rentabilidad que ofrecía la inversión productiva durante las últimas dos décadas se hacía cada vez menos atractiva para el capital. A pesar de la aparición de mercados como China, que atrajeron fuertes inversiones occidentales y suavizaron los efectos negativos de la recesión del sudeste asiático a mediados de los años noventa, la acumulación chocaba con los límites de un mercado mundial que reflejaba la tendencia a la sobreproducción.

El fortalecimiento de China como potencia exportadora de manufacturas baratas agudizaba esta tendencia. Así, la sobre-acumulación de capitales fortaleció el movimiento ascendente hacia la especulación y forzó una desregulación absoluta del mercado financiero. Como en su momento reconoció Alan Greenspan se trataba de un fenómeno imposible de parar en un sistema que se basa en la obtención del máximo beneficio.

III.- LOS RESPONSABLES DE LA RECESIÓN:

La euforia en la que ha vivido la burguesía internacional creó, dialécticamente, las condiciones para el desastre. Miles de millones de dólares que no encontraban una colocación rentable en la producción de mercancías fluyeron con fuerza hacia el sector inmobiliario y provocaron un alza espectacular de los precios, que era sostenido a su vez por una masa de créditos baratos concedidos indiscriminadamente a particulares y empresas. A pesar de los serios avisos de entonces (la crisis asiática, el estancamiento de Japón o el hundimiento de los valores tecnológicos y de las empresas punto.com en el 2000), la gigantesca deuda hipotecaria que se iba generando era vendida como un «activo» sólido en el mercado bancario y bursátil, gracias a la intervención de la «ingeniería financiera creativa» (subprime y demás fondos basura).

Se trataba de una dinámica enloquecida: la espectacular burbuja inmobiliaria responsable de una cuarta parte del PIB norteamericano, de cuatro de cada diez empleos creados en EEUU en la última década, de la mitad del consumo doméstico y de una parte sustanciosa de los beneficios capitalistas, espoleaba la especulación bursátil y un endeudamiento empresarial y bancario sin precedentes en la historia. Desde finales de la década de los noventa y de manera cada vez más intensiva, el crédito y el endeudamiento se convirtieron en el factor decisivo para garantizar y sostener la producción y el consumo, a la vez que creaban las condiciones para el estallido actual.

El capital ficticio se hizo omnipresente dando cumplido sentido a la máxima aspiración de todo capitalista: obtener capital del capital sin tener que pasar por la experiencia dolorosa de invertir en el proceso productivo. Esta masa flotante de billones de dólares de capital ficticio se elevó de tal manera por encima de la economía real que, finalmente, se ha transformado en una pesada losa justo en el momento en que la sobreproducción se ha hecho presente. Debido a esto no hay ninguna duda de que la recesión adquirirá una dureza, extensión y profundidad formidable.

Todos los análisis de la prensa burguesa intentan presentar, como causa de la crisis, a la codicia de algunos banqueros sin escrúpulos y la ausencia de controles y de regulaciones en el mercado. Pero esta forma de envolver las cosas forma parte de toda una campaña para crear una cortina de humo que disculpe al conjunto del sistema.

La burbuja especulativa que estalló fue animada y celebrada por Wall Street , que ordenó al gobierno de EEUU (a través de la Trilateral y el Club Bilderbeg, que es el verdadero gobierno mundial del capitalismo en la sombra) que facilitara una desregulación generalizada del sistema financiero internacional. El sumiso gobierno norteamericano y su brazo económico que es la Reserva Federal, con Greenspan al frente, fueron imitados, a su vez, por todos los gobiernos europeos, ya fueran conservadores o socialdemócratas.

Todos los gobiernos defensores del libre mercado apoyaron sin fisuras la política de desmantelamiento de empresas públicas vendidas a precio de saldo a los grandes monopolios (gas, agua, electricidad, telefonía, autopistas, siderurgias, minas, textil); han aplaudido entusiastamente la privatización de servicios sociales esenciales, como la sanidad y la educación, que se han transformado en un negocio lucrativo para los capitalistas.

El conjunto de ellos han aprobado reformas del mercado laboral, de las pensiones, y propiciado el hundimiento de los salarios; durante años se han vanagloriado de los pelotazos inmobiliarios y las megafusiones empresariales, aunque supusieran la destrucción de miles de empleos… Y todos ellos recibían en los palacios, sedes del gobierno, parlamentos y celebraciones oficiales a delegaciones nutridas de banqueros y empresarios que se han llenado los bolsillos en esta orgía sin fin.

El papel más esperpéntico en todo esto, lo han jugado los dirigentes socialdemócratas que afirmaban, un día sí y otro también, que los cimientos estaban sólidos y que no había que preocuparse porque el capitalismo era el mejor sistema de los posibles. Según su esquema, los beneficios insultantes que acumulaban las grandes corporaciones, la gran banca y los especuladores eran la garantía de las inversiones de mañana y los puestos de trabajo de pasado mañana.

Ahora que pintan bastos, muchos de ellos intentan ocultar el rastro de sus actos y se presentan cual inocentes corderitos. Tenemos que reconocer su descarada hipocresía pues ha sido bajo el mandato de esos gobiernos cuando se protagonizó la liquidación de cientos de empresas públicas en el Estado español, que alentaba a las multinacionales españolas para que no dejaran pasar las oportunidades que brindaba la globalización, que aconsejó a sus colegas en Latinoamérica que se desprendiesen de sus prejuicios ideológicos y privatizaran a precio de saldo el sector estatal para mayor beneficio de bancos, multinacionales y especuladores de toda ralea, cuando con esa política socia-liberal ha quedado demostrado la acumulación de plusvalías que ha atesorado la burguesía, con el beneplácito de algunos gobiernos socialdemócratas, lo que demuestra el agotamiento también de este modelo de centro izquierda.

El compañero Zapatero, hizo una reunión en la Moncloa convocando a los «sabios» de entre los más «sabios» a la que asisten Solbes, Delors y Felipe González, pero lo que no quieren comprender es que sus consejos anteriores han estado plagados de errores de perspectivas, no comprenden que sus consejos, tan escuchados por la oligarquía latinoamericana, pusieron su granito, al debilitar a los estados y éstos atacar a los trabajadores, produciendo la explosión revolucionaria que recorre Venezuela, Bolivia, Ecuador, México… De hecho, desde el inicio del nuevo siglo, las decisiones estratégicas de la burguesía mundial han roto cualquier equilibrio político y social, espoleando una escalada de la lucha de clases en todo el mundo: huelgas generales en Europa, el movimiento de decenas de millones contra la guerra imperialista, la polarización social y política en EEUU y la mayoría de los estados europeos, el No francés e irlandés en los referéndum sobre la constitución europea.

En definitiva, el hundimiento de la economía sólo ha confirmado el profundo cambio que ha experimentado toda la situación mundial. Siguiendo con otros propagandistas del «capitalismo de rostro humano», hay una buena cantidad de economistas «progresistas» que sacan pecho con la actual crisis. Para ellos, la intervención de la FED y el Tesoro norteamericano intentando salvar Wall Street, confirma que el capitalismo tiene que «regularse». Lo que no dicen estos tecnócratas es que la intervención del gobierno estadounidense, como la de los gobiernos europeos, tiene como único beneficiario a los capitalistas, a los cuales se les está cambiando sus bonos «tóxicos», es decir, insolventes, por dinero constante y sonante. Un dinero que saldrá del bolsillo de las familias trabajadoras, del recorte de los gastos sociales, de la sanidad y la educación pública, del seguro de desempleo…, y que no evitará la destrucción masiva de puestos de trabajo en todos los sectores productivos o el desahucio de millones de familias que no pueden hacer frente a sus hipotecas.

Una vez que se desvela el truco de estas «nacionalizaciones», que sólo pretenden salvar a los poderosos inversores a costa del dinero de todos, es explicable que la rabia y la furia de la población ocupen espontáneamente las calles, «Tomen la Plaza» con el maravilloso Movimiento del 15-M y la enorme presión que existe sobre sus señorías en la cámara de representantes que empiezan a perder apoyos de forma masiva, incluso haciendo el ridículo en la Cumbre Climática de Copenhague que resultó un tremendo fracaso.

Pero quienes se llevan la orla en el cuadro de honor de los defensores del capitalismo de «rostro humano», son los dirigentes de los sindicatos. Hace algo más de un año, en el programa de TV «Tengo una pregunta para usted» el Secretario General de CCOO, el compañero Toxo, reclamó una «concertación social a la Alemana», dentro del modelo social europeo de mercado lo que indica que estos dirigentes no se han enterado bien de la profundidad de la crisis, no les llegan las noticias sobre los recortes en el gasto social que aprueban los gobiernos europeos, sean burgueses o socialdemócratas. Si están pidiendo un «capitalismo productivo» de los años sesenta están reclamando algo que no llegará. En medio de una caída general de las ventas, ¿qué puede empujar a los capitalistas a invertir en aumentar la producción o contratar a más trabajadores? No, los capitalistas tienen guardados sus capitales a buen recaudo, sobre todo en paraísos fiscales y los dedicarán a fines más lucrativos iniciando el ciclo de la especulación bursátil que inflará otra burbuja financiera cuyos efectos serán aún más perniciosos que la anterior.

Las estadísticas recientes mostradas por la Administración expresando los datos de la evolución del paro son aterradores, tras los cuales se esconden millones de dramas familiares. El mercado laboral ha visto cómo se han batido casi todos los récords negativos durante más de tres años. El paro forzoso ha crecido hasta alcanzar los cerca de cinco millones de parados más y la Seguridad Social ha perdido cientos de miles de cotizantes. El índice de paro sobrepasa el 21 %.

Si queremos encontrar un responsable de la crisis no es difícil: es el propio capitalismo, la propiedad privada de los medios de producción y distribución, la dictadura tiránica del capital financiero, que impide que la inmensa riqueza creada con el trabajo de miles de millones de hombres y mujeres en todo el mundo se utilice para resolver las necesidades de la mayoría.

IV.- LA SOLUCIÓN VENDRÁ DE LA LUCHA POR EL SOCIALISMO.

El problema es de un sistema que, para asegurar el lujo obsceno en el que vive un puñado de multimillonarios que acumulan un patrimonio equivalente a los ingresos de dos terceras partes de la humanidad, no duda en destruir planificadamente la riqueza del mundo amputando una parte considerable de la capacidad productiva de la industria.

Un sistema que provoca la barbarie saqueando continentes o iniciando guerras de rapiña en las que mueren cientos de miles de inocentes, si con eso se garantizan los sacrosantos beneficios de las grandes corporaciones. La auténtica causa de la crisis está claramente identificada: es la búsqueda del máximo beneficio en el espacio de tiempo más corto posible.

Estamos ante acontecimientos históricos. La crisis del capitalismo norteamericano se ha convertido en una crisis global, y nada ha impedido que se extienda hasta el último rincón del planeta. Los sueños de que China o la India podrían sacar del atolladero al sistema y evitar la recesión se han esfumado con la rapidez con que se disipa el humo de un cigarro. La depresión del consumo en EEUU y Europa prepara un escenario de pesadilla para China, y esto profundizará a su vez la caída general.

La recesión en que hemos entrado hará temblar los cimientos del capitalismo. Millones de trabajadores, de jóvenes, de campesinos se están preguntando hoy, ahora mismo, qué sentido tiene mantener este sistema decrépito. La crisis abrirá paso a las ideas socialistas más firmes, a la necesidad de girar hacia la izquierda con la idea de derrocar a la oligarquía financiera que nos gobierna y sus instituciones corruptas. Y, por supuesto, fortalecerá a la revolución allí donde ya se ha iniciado, como en el caso de América Latina, el Norte de África e incluso en la vieja Europa, como vemos el caso de Grecia.

Las ideas del socialismo científico han demostrado ser cien veces correctas. SI, existe una solución a esta crisis, pero no es la de un capitalismo de rostro humano ¡Tal cosa no la vamos a encontrar, y menos en recesión, es una vana utopía reaccionaria! Si los compañeros que han estado en la dirección del PSOE, cuyas tesis han fracasado, buscan el fantasma del «capitalismo de rostro humano» o la Tercera Vía ya en bancarrota, cometerán otro tremendo error. La alternativa está en la lucha organizada de la clase trabajadora y la juventud, de todos los oprimidos, hasta conseguir la expropiación de los banqueros, de los grandes monopolios, de los terratenientes, y colocar la riqueza del mundo bajo el control democrático de la mayoría de la sociedad.

Ésta es la única alternativa realista, expropiar a los expropiadores, especuladores y corruptos para construir las bases de una economía planificada y socialista, donde la lucha por el máximo beneficio y la propiedad privada de los medios de producción sea enviada al basurero de la historia. En estas condiciones sería absolutamente viable garantizar el pleno empleo, el derecho a una vivienda, a una sanidad y a una educación pública de calidad y, por supuesto, a la auténtica democracia, la democracia obrera.

Con el control de las palancas fundamentales de la economía en manos de la clase trabajadora, la pesadilla de trabajar sesenta horas a la semana, tal como exigen ahora los capitalistas, sería eliminada de un plumazo. La reducción de la jornada, sin merma del salario, nos permitiría a la mayoría de la población poder participar de manera real en la vida social, controlando la política, la economía y la cultura, que dejarían de ser el monopolio de la clase dominante.

El PSOE tiene que reconocer la realidad que ha sustentado una gran e insana parte del crecimiento de la economía española en las anteriores décadas que, simplificando, podemos sintetizar en la política mancomunada de bancos, constructoras e inmobiliarias con la aquiescencia y/o ceguera de los poderes públicos que permitió, todo ello, la formación de la enorme burbuja especulativa en el terreno inmobiliario. Ahora vamos a pagar las consecuencias:

1. Aunque la deuda pública de la economía española sea relativamente pequeña (poco más del 60 % del PIB) respecto a otros países, no es así, si consideramos la deuda española en general, incluyendo la de la Banca, las empresas, las diferentes administraciones y las familias. La deuda total alcanza la impagable cifra del 390 % del PIB, una de las más altas del mundo y apenas ha disminuido a pesar de los recortes impulsados por el gobierno.

2. El hecho de que los capitalistas se lanzaran a perseguir el «becerro del oro» enterrando billones en el ladrillo en vez de dedicarlo a inversiones más productivas ha «anclado» la débil competitividad de la economía española, lo que está haciendo que el proceso de destrucción industrial que sobreviene tras toda crisis de sobreproducción es más duro y duradero en la economía española. Evidentemente esto significa que en los próximos años, en bases capitalista, el capital privado (ya de por sí bastante endeudado) va a invertir poco o nada en nueva industria o empleo.

3. El espectacular auge del paro y de los impagos de empresa y familias está originando una tendencia a la insolvencia de la banca que posiblemente pueda originar el colapso del conjunto del sistema financiero, a pesar de todo el dinero que el Estado regale a la misma, del intento de saneamiento de las Cajas de Ahorros, sobre todo, si se nacionalizan las pérdidas y se privatizan las ganancias, como se está intentando.

En este sentido, un aspecto especialmente importante para millones de familias trabajadoras que han accedido a una vivienda en los últimos años, consiste en la creciente imposibilidad de hacer frente al pago de sus hipotecas, merced al drástico incremento del paro y al deterioro de las condiciones laborales y salariales que se está dando y que va a empeorar si no hay un cambio urgente en la acción de nuestro gobierno. Esta es la base que sustenta el estallido de lo que puede ser la «subprime hispana».

Desgraciadamente, el programa del Gobierno está consistiendo en apuntalar el valor artificial creado en el último boom inmobiliario, que va a colapsar irremediablemente siguiendo las leyes propias de la economía capitalista, con lo que se están tirando decenas de miles de millones de euros de nuestros impuestos a un «agujero negro», todo ello en beneficio de unos pocos. Si no se revierte esta situación, lo mínimo que va a pasar para la inmensa mayoría de este país que en nada tenemos responsabilidad de todo este estado de cosas generado, es que nos vamos a ver obligados a sostener durante décadas el pago de una gigantesca Deuda Pública que se va a crear para apuntalar las jugadas especulativas de unos pocos capitalistas.

El «ciego mercado» dominado por el capital financiero ha demostrado en los hechos que su única estrategia de construcción económica reside en asegurar sus beneficios «de hoy» sin preocuparse de la solvencia, bienestar y un futuro digno para la inmensa mayoría «el día de mañana». Hay que llamar a las cosas por su nombre: sólo con una auténtica política socialista que concentre lo fundamental de los recursos económicos se pueden planificar las inversiones, la producción, la enseñanza y el bienestar del mañana para la inmensa mayoría.

V.- ALTERNATIVA DE CLASE PARA SALIR DE LA RECESIÓN A FAVOR DE LOS TRABAJADORES.

Es necesario, por tanto, sobre todo un Partido Socialista como el del PSOE, si quiere mantener el apoyo de la mayoría de la sociedad, tenemos que plantear luchar por un sistema único de créditos e inversiones, siguiendo una planificación científica y racional que corresponda a la defensa democrática de los intereses de la inmensa mayoría de la población y de los pequeños y medianos ahorradores e impositores de la banca. Para ello, es urgente cambiar la política económica y monetaria practicada hasta ahora. No es posible salir de la crisis utilizando los mismos mecanismos liberales que han llevado al colapso a la economía, por lo que la única política correcta sería utilizar todos los recursos financieros disponibles para la creación de un «BANCO PÚBLICO ESTATAL ÚNICO», (con la unificación de las Cajas de Ahorros), para poner la economía al servicio de la producción y ésta al servicio de los seres humanos.

Es completamente inviable que el gobierno intente convencer a la Banca Privada de que conceda créditos, cuando el sistema está completamente colapsado. A los jefes de la banca privada sólo les interesa obtener gratis los fondos del Estado para mantener sus insultantes beneficios. El BBVA y BSCH, están entre los cuatro bancos con más beneficios en el mundo. Consideramos que es urgente decretar asimismo la expropiación de los bancos privados con el objetivo de concentrar todo el crédito en manos del Estado, para gestionarlos democráticamente entre el Gobierno, los sindicatos de clase, los propios empleados de la Banca, y el conjunto de las organizaciones obreras, como la mejor forma de democratizar los recursos financieros, evitar la corrupción y la especulación y exigir el desmantelamiento de los paraísos fiscales.

De hecho, la nacionalización en la práctica de la banca se está llevando a cabo de una u otra manera por gobiernos de todo signo político en todo el planeta. Desgraciadamente, se está llevando a cabo poniendo los recursos públicos al servicio de la burguesía y salvando los intereses del capital privado con los dineros de toda la población. Nosotros defendemos el paso de estos recursos al servicio democrático de la ciudadanía y bajo su control. Esta segunda modalidad, no significa ni mucho menos la expropiación de los pequeños ahorradores, depositarios, ni clientes de la banca. Es más bien al contrario, para los clientes del banco, una vez nacionalizado y democratizado esos recursos dinerarios, todos los depositantes de la Banca Pública tendrán la garantía del Estado y podrán crearse las condiciones necesarias más favorables que incluso tienen hoy y que pueden ofrecer los bancos privados que tienen totalmente atascado el funcionamiento de la economía.

De esa forma, una BANCA PÚBLICA ESTATAL ÚNICA, puede establecer condiciones más favorables para otorgar apoyos a los pequeños y medianos empresarios, a los agricultores, a los pequeños comerciantes, a los pensionistas, a los ahorradores, a la vez que se permitiría la inversión en los gastos sociales, vivienda, sanidad, educación e infraestructuras públicas tan necesarias dando empleo a millones de jóvenes y trabajadores.

Por tanto, proponemos el siguiente

VI.- PROGRAMA ALTERNATIVO:

 1) PLAN DE INVERSIONES Y MEJORAS SOCIALES.

1.1. PLAN DE VIVIENDAS PARA TODOS. Poner en marcha un plan de construcción de UN MILLÓN de viviendas sociales; municipalización del suelo urbano para liberar suelo barato. Nacionalización de las grandes empresas constructoras, fuertemente endeudadas, para gestionarlas democráticamente bajo control obrero. La Vivienda es un Derecho de la ciudadanía, no un negocio de especuladores y corruptos. Impuestos progresivos sobre los especuladores que poseen gran cantidad de viviendas vacías, para forzar a sacar estas viviendas en alquiler y evitar que la vivienda sea un medio de especulación. El Gobierno debe desconocer el valor actual de las deudas hipotecarias de las familias obreras, que están ligadas al valor artificial del suelo originado en el boom inmobiliario, que ahora se está derrumbando. Ninguna familia obrera debe pagar más del 20% de su Salario Familiar en vivienda. Plan de alquiler estatal con ofertas habitacionales que no sobrepasen el 20% del Salario familiar.

1.2. EDUCACION: Incorporación de los centros concertados a la Educación Pública, que será única, gratuita, laica, de calidad y científica, incrementando hasta un 7 % del PIB los presupuestos.

1.3. SANIDAD: Incremento de un 20 % de los presupuestos de la Sanidad Pública, con el objetivo a corto plazo de eliminar las listas de espera y mejorar la atención sanitaria global. Plan de inversiones en Hospitales y medios sanitarios. Desarrollo real de la Ley de Dependencia e incremento de los puestos de trabajo del personal dedicado a la salud pública para atender dignamente a todos los enfermos.

1.4. LUCHA CONTRA LA ESPECULACIÓN Y LA CORRUPCIÓN. Frente a la crisis económica, intervención del gobierno en la economía. Que no se cubran las pérdidas de las empresas privadas con dinero público. Nacionalización sin indemnización de todos los especuladores que ahora declaran pérdidas y presentan Expedientes de Regulación de Empleo, poniendo en peligro miles de empleos entregando esas empresas en manos de los trabajadores con apoyo financiero y técnico por parte del Estado. Los representantes del Partido en las Instituciones no deberán cobrar más de la media del sueldo de un trabajador cualificado.

1.5. INVERSIONES PÚBLICAS: Contra la huelga de capitales y la caída brusca de las inversiones privadas y dado que los capitalistas españoles no invierten, se procederá a incrementar la inversión por parte del Estado en I+D+i. Introducción de la robótica y las nuevas tecnologías para garantizar los puestos de trabajo en cada empresa social que lo requiera, bajo una planificación racional de los recursos y bajo control democrático de la gestión por los trabajadores.

2) PLAN SOCIAL DE CHOQUE CONTRA EL PARO.

2.1. Jornada laboral de 35 horas semanales sin reducción salarial con el objetivo de repartir el trabajo como un bien escaso.

2.2. Para dar paso a la juventud, jubilación a los 60 años, con contratos de relevo y fomento del contrato de aprendizaje.

2.3. Contra la eventualidad y la precariedad, fijo a los 15 días en puestos fijos y contratos de fijos discontinuos en puestos eventuales.

2.4. Plenos derechos laborales como ciudadanos, para los inmigrantes, por lo que es necesario derogar la actual Ley de Extranjería, introduciendo también cambios que favorezcan el asilo político. Alta de oficio a todo trabajador que esté prestando servicios y no esté de alta pasando a contrato fijo de plantilla.

3) FORTALECIMIENTO DE DERECHOS SOCIALES Y FOMENTO DE LA PRODUCCIÓN.

3.1. Reestructuración de las Oficinas de empleo; un puesto de trabajo o subsidio de desempleo indefinido igual al Salario Mínimo, eliminando los subsidios paulatinamente al ofrecer la Administración un trabajo en base a la creación de empresas públicas.

3.2. Lucha contra la inflación. Escala móvil precios-salarios, con subidas y revisiones cada 3 meses bajo control de comités sindicales, asociaciones de consumidores y gobierno para evitar la inflación descontrolada.

3.3. Salario mínimo de 1.100 euros para todo trabajador a partir de los 16 años y salario máximo de altos cargos públicos y privados que no superen cuatro veces el salario mínimo, regulados a través del IRPF a través de una reforma impositiva progresiva y justa.

3.4. Lucha firme contra la discriminación de la mujer, exigiendo el cumplimiento por Ley de «a igual salario, igual trabajo», sin excepción con fuertes sanciones para los patronos que infrinjan esa legislación.

3.5 Poner la economía al servicio del ser humano y no del lucro de una minoría. Nacionalización de la banca, de los latifundios de más de 200 Ha. y de los monopolios, indemnizando a los pequeños accionistas necesitados y poniendo estos recursos productivos bajo control de los trabajadores, para evitar la corrupción y los despilfarros. Así se planificaría democrática y científicamente la producción poniendo la economía al servicio de la sociedad, cumpliendo la aspiración del programa inicial del PSOE, que es «la completa emancipación de la clase trabajadora; es decir, la abolición de todas las clases sociales y su declaración y conversión en una sola clase de trabajadores, dueños del fruto de su trabajo, libres, iguales, honrados e inteligentes», como defendían Pablo Iglesias y los fundadores del PSOE y UGT.

Consideramos que SÍ existe una alternativa para utilizar toda la creatividad maravillosa de la que es capaz el género humano y esa alternativa se llama SOCIALISMO por lo que merece la pena seguir luchando para la conquista de un programa verdaderamente socialista que ponga las bases para la transformación de la sociedad. Te proponemos que te unas al debate y a la lucha, en defensa, y para poder llevar a cabo este programa que nos permitirá marchar con decisión hacia el verdadero socialismo, porque bajo el capitalismo no hay salida para la Humanidad.