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Por una España alejada de proyectos de guerra

Fuentes: Rebelión

Para Santiago Alba Rico, para Olga Rodríguez, para Mercedes Iglesias Serrano   «España’ como proyecto de guerra» [1] es otro de los artículos imprescindibles que nos ha regalado generosamente el escritor, activista, traductor y filósofo Santiago Alba Rico [SAR]. Gracias. Una vez más, muchas gracias. Uno de los medios fundamentales de este proyecto de guerra […]

Para Santiago Alba Rico, para Olga Rodríguez, para Mercedes Iglesias Serrano

 

«España’ como proyecto de guerra» [1] es otro de los artículos imprescindibles que nos ha regalado generosamente el escritor, activista, traductor y filósofo Santiago Alba Rico [SAR]. Gracias. Una vez más, muchas gracias.

Uno de los medios fundamentales de este proyecto de guerra llamado «España», señala el autor, «es la Audiencia Nacional y la doctrina Garzón, que permite extender el «entorno» (¿el entorno de qué?) hasta el infinito para condenar por «terroristas» (con penas de vértigo) a cualquiera que no quiera la guerra». Pero, ¿de qué España como proyecto de guerra nos está hablado Alba Rico? Olga Rodríguez [OR], otra autora no menos imprescindible, nos lo ha recordado recientemente [2].

Un grupo de personas se reunieron el pasado 12 de octubre (no existe mejor día para invertir hacia el rojo la tradición rancio-españolista) en el cementerio de León para celebrar la inauguración de un monumento a las víctimas del franquismo de la zona (más de 1.500 luchadores y ciudadanos). Entre ellos, el bisabuelo de Olga, «el abuelo Santos». Santos Francisco Díaz, herrador de Mansilla de las Mulas, padre de 7 hijos, fue fusilado y enterrado en una fosa común en octubre de 1936. Es uno de los más de 100.000 desaparecidos (no sabemos exactamente cuántos, no lo sabremos probablemente nunca) por el franquismo. Como fue el caso del abuelo (desaparecido) de mi compañera: trabajador agrícola, en agosto de 1936, en Algámitas, un pueblo de Sevilla. Más o menos como el caso mi abuelo, un cenetista acusado de «rebelión militar», y fusilado en Barcelona, en el Camp de la Bota en mayo de 1939.

Nunca tuvieron una tumba donde llorarle, nunca un lugar en el que colocar unas flores. «A pesar de que la historia oficial, mutilada y falseada, presenta lo ocurrido en 1936 con insultante equidistancia, lo cierto es que en este país se produjo una persecución sistemática contra todos aquellos que pensaban de forma diferente a los golpistas». Su familia, prosigue Olga, «recuerda cómo aún en los años cincuenta los fascistas del pueblo lamentaban a voces, al paso de algunos jóvenes, no haber acabado también con los hijos de los rojos. Fueron años de terror y humillaciones en los que nadie pudo reivindicar ni el cuerpo ni la memoria de sus desaparecidos». Nadie; tampoco nosotros.

Quienes creen que hablar del franquismo, señala Olga Rodríguez, es reabrir heridas irresponsable y vengativamente «olvidan que el pasado construye parte de nuestro presente y contiene valiosos aprendizajes». No es seguro que sea un caso de olvido. También de mirada cegada, interesada, poco digna, escasamente humana.

Retorno al artículo de Santiago Alba Rico.

Sería muy bueno, apunta el autor de Capitalismo y nihilismo, que la izquierda comprendiera «»egoístamente» lo que está en juego: «El proyecto «España» no sólo no incluye los derechos de los vascos, los catalanes o los gallegos; tampoco incluye los derechos de los españoles: España no cabe en «España»», en esa España en guerra. Estemos o no de acuerdo con la independencia de Euskal Herria o de Catalunya, señala el autor, «deberíamos comprender que, mientras no haya una verdadera democracia y un verdadero Estado de Derecho, mientras no se garantice el derecho a la autodeterminación, mientras se sigan censurando, persiguiendo y criminalizando ciertos programas políticos, mientras se siga «exterminando» a «la vanguardia de la anti-España», todos los descontentos estamos de hecho… en «libertad provisional».

El proyecto de guerra llamado «España» tiene, en opinión de Alba Rico, dos ejes esenciales: la denominada e impuesta «unidad de la Patria» y la economía capitalista de mercado. Deberíamos entender de una vez, señala con razones más que atendibles, que ninguno de esos dos ejes puede defenderse democráticamente. Por lo tanto, concluye, «los enemigos de la Patria y los enemigos del capitalismo, los partidarios -es decir- de la democracia, estamos todos amenazados por igual». Pero también, advierte con lucidez, disociar derecho a la autodeterminación y anticapitalismo, abriendo la distancia entre la izquierda independentista y la de ámbito estatal, entraña otro peligro: el de acabar por convertir a los sectores independentistas en simples «nacional-capitalistas» y a los anti-capitalistas en simples «españoles», en españoles de guerra.

No es insustantivo lo señalado, no es una simple y olvidada nota a pie de página de un libro nunca consultado. El peligro que nos acecha está magníficamente indicado y descrito. ¿La solución?

Una propuesta, un intento que pretende unir y no separar, y aspira a dar sosiego a la casa de las izquierdas, de todas las izquierdas que no hayan abandonado motivaciones básicas, centrales: la solución puede pasar por cuidar, abonar y desarrollar la que ha sido arista fundamental de la izquierda transformadora, la de ámbito estatal y también de la que ha sido partidaria de la independencia de sus pueblos ante el uniformismo opresor del Estado central: el anticapitalismo de orientación socialista debe ser consistente, y hacer praxis efectiva de ello, con la lucha contraria a la opresión de las tradiciones, culturas, lenguas, deseos de autonomía y soberanía de los pueblos de una España que no quiere seguir estando en guerra, de una España que quiere, aquí y allá, al este y al Oeste, al norte, al sur y más al sur, vivir fraternalmente, uniendo democráticamente identidades y diversidades (con numerosas aristas en común), en libertad real, no de la aparente y en manos de grandes corporaciones; en justicia real, para todos y no clasista, y en una democracia no menos sustantiva que merezca el nombre de gobierno del pueblo, de gobierno de los sectores más desfavorecidos y explotados. En su interior, en todos los rincones y territorios de esa España ya en paz, y con el resto de pueblos del mundo. Religando Cernuda, Machado y García Lorca, con Espriu, Aresti y Castelao. Y también, por supuesto, con Pavese, Eluard y Brecht.

Porque el género humano es la Internacional y la fraternidad de los pueblos.

Notas:

[1] http://gara.naiz.info/paperezkoa/20131018/428204/es/Espana—-proyecto-guerra

[2] http://www.eldiario.es/zonacritica/abuelo-Santos_6_186241397.html

Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.