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Posibles y peligrosos escenarios de guerra en el Cercano Oriente

Fuentes: Rebelión

Ya es evidente que lo que está sucediendo en el Cercano Oriente y el norte de África y que se inició a principios del pasado año en Túnez con manifestaciones populares para protestar contra un corrupto gobierno aliado de EEUU y Occidente, se ha convertido en un nuevo capítulo de la larga lucha por la […]

Ya es evidente que lo que está sucediendo en el Cercano Oriente y el norte de África y que se inició a principios del pasado año en Túnez con manifestaciones populares para protestar contra un corrupto gobierno aliado de EEUU y Occidente, se ha convertido en un nuevo capítulo de la larga lucha por la dominación de una región considerada estratégica por sus enormes recursos energéticos y su posición geográfica.

Debe tenerse en cuenta las características de como se han enfrentado las sublevaciones o protestas en los diferentes países, que aunque han tenido como origen similares males: corrupción, falta de democracia y represión, no han recibido el mismo tratamiento.

En Túnez, Egipto, Yemen, Bahrein, Jordania, Marruecos y Arabia Saudita, donde se han producido y continúan produciéndose, con mayor o menor intensidad manifestaciones y protestas populares, los Estados Unidos y sus aliados han maniobrado para que no se produzcan cambios de régimen, e incluso, como ha sido el caso de Bahrein -sede de la 5ta Flota-, autorizaron la entrada de tropas emiratíes y sauditas para apoyar la represión y salvar el gobierno de la monarquía. En general, los gobiernos de estos países, son aliados de los Estados Unidos y siguen su política, por ello desde Washington y las capitales europeas se trata por todos los medios posibles, de que si es imprescindible hacer cambios para evitar verdaderas revoluciones como han sido los casos de Túnez, Egipto y Yemen, estos sólo sean de forma, destituyendo personas, sin que se altere la estructura de poder clasista: política, económica y militar.

Contra estos gobiernos no se promovieron ni se promueven campañas mediáticas y mucho menos intervenciones otanistas. La represión de las manifestaciones que se han desatado en ellos y continúan produciéndose, más bien han sido ignoradas o tratado de ser acalladas por la gran prensa. Quien quiera creerse que los gobiernos de Estados Unidos y sus aliados de Europa, así como la cofradía de gobiernos reaccionarios árabes tienen alguna preocupación por la situación de los derechos humanos de estos pueblos, es un tonto desinformado o un mal intencionado. Ellos tienen una larga historia de explotación colonial y genocidios y apoyan de forma incondicional las criminales acciones del sionismo israelí contra el pueblo palestino. En Afganistán e Irak han causado cientos de miles de muertes dentro de la población civil. De lo que se trata es simple y llanamente de la continuación de la lucha con intereses hegemónicos y colonialistas.

En Libia , aún con las incoherencias y errores del gobierno de Qadafi, este no era de suficiente confianza para los intereses norteamericanos y occidentales y sus ricos yacimientos energéticos eran un atractivo demasiado grande. Por ello, contra su régimen desataron todo el poderío destructor para imponer en Trípoli un gobierno dispuesto a sometérsele dócilmente. Por el momento y con el falso argumento de proteger los derechos humanos, lo lograron mediante criminales bombardeos, aunque el caos instaurado en el país deja abiertas muchas interrogantes sobre su futuro.

Entonces vino Siria, donde también hubo manifestaciones que fueron reprimidas, el gobierno cometió errores que después ha tratado de subsanar tratando de llevar a cabo un amplio proyecto de reformas. Sin embargo, a diferencia de los otros países mencionados anteriormente, desde hace muchos años los sirios han practicado una política exterior contraria a los intereses de Estados Unidos e Israel, sirviendo de base a las organizaciones de la resistencia palestina y brindando su apoyo a las fuerzas patrióticas libanesas. Siria aparece en las listas negras del Departamento de Estado, es calificado como país que apoya el terrorismo y comete el grave pecado de ser aliado de Irán, ser miembro activo del Movimiento de Países No Alineados y votar en la ONU y otros Organismos Internacionales, al lado de las causas del Tercer Mundo. EEUU, desde hace años venía poniendo en práctica sanciones económicas contra Damasco y conspiraba para desestabilizar su gobierno. A los países reaccionarios y conservadores árabes les causaba molestia el sistema social progresista de Siria. Su posición política y sus criticas a la Liga Árabe ponían en evidencia el sometimiento de estos a Washington, principal soporte del sionismo y de la criminal política de Israel.

Las protestas iniciadas en la sureña ciudad de Deraa y que se extendieron a otros lugares, duramente reprimidas, fueron aprovechadas para implementar el plan de «cambio de régimen» preparado desde mucho antes, fomentando las infiltraciones armadas, dando entrenamiento militar a opositores y desatando una aplastante campaña mediática como pocas veces antes se ha visto.

La ciudad de Homs, a pocos kilómetros de la frontera con Líbano, se escogió para tratar de crear allí la Benghazi siria, aplicar el mismo esquema de Libia, y establecer un gobierno de la oposición con nombre similar al Consejo de Transición ya conocido. Un acuerdo de la Liga Árabe, se prestaría para aprobar una resolución del Consejo de Seguridad que permitiera la intervención militar de la OTAN.

Sin embargo, Siria no es Libia. El gobierno del partido Baas cuenta con apoyo interno suficiente para resistir y tiene aliados que no están dispuestos a perder un amigo con una posición geográfica muy importante. China y Rusia esta vez vetaron la resolución en el Consejo de Seguridad y han declarado su oposición a cualquier intervención extranjera. Adicionalmente, el gobierno de Damasco, aunque reaccionó tardíamente, ha logrado pasar a la ofensiva militar y ya tomó el control de Homs y mejora la seguridad en sus fronteras, aunque el peligro de un ataque desde el exterior no ha desaparecido. En el orden político ya celebró un referéndum e implementa reformas para satisfacer viejas demandas de la población.

Lo que la machacona maquinaria de prensa occidental ha presentado como una represión criminal e indiscriminada contra barrios de Homs, en realidad ha sido una batalla entre las fuerzas del gobierno legítimo de Siria, contra bandas armadas desde el exterior y mercenarios infiltrados, que tratan, en coordinación con potencias extranjeras, de producir el cambio de régimen. En esta también han muerto cientos de miembros de los cuerpos armados fieles al gobierno.

El gobierno de EEUU, ante el hecho de que hasta el momento no ha podido alcanzar sus objetivos como lo hizo en Libia, ha reaccionado redoblando sus amenazas y posiblemente incrementando planes de acciones subversivas, para lo que cuenta con fieles seguidores en la región. Turquía, país miembro de la OTAN, con una larga frontera en el norte y unas poderosas fuerzas armadas, puede ser un gran peligro, aunque el gobierno de Ankara debe meditar muy bien las consecuencias que podría traerle una guerra con Siria, especialmente por sus repercusiones regionales y para sus importantes relaciones con Irán, Irak y Rusia.

En Líbano, Siria tiene poderosos amigos -como Hizbulá- pero también enemigos, como los seguidores del multimillonario y reaccionario Clan Hariri, representante de un sector sunita, y con vínculos muy fuertes con Francia y Arabia Saudita, que ya han estado prestando importantes servicios a los del Consejo de Cooperación del Golfo, especialmente a Qatar y Arabia Saudita, para introducir mercenarios y armas hacia la zona de Homs, distante solo pocos kilómetros de su frontera, lo cual ha elevado las tensiones en el país de los cedros. El intento de nuevas infiltraciones o provocaciones fronterizas podrían tener consecuencias graves y una guerra en territorio sirio por ataques que provengan desde el exterior, muy probablemente se extendería a territorio libanés, donde la correlación favorece a las fuerzas patrióticas lideradas por Hizbulá.

Si esto sucede, una posible intervención, de tropas francesas y/o estadounidenses dirigidas a destruir el poderío de Hizbulá e imponer un gobierno pro-occidental en Beirut (ya ha ocurrido antes y por cierto con desastrosas consecuencias para ambos), no podría descartarse, dándole a la guerra una dimensión aún mayor y características de conflicto confesional. También podrían involucrarse fuerzas del Consejo de Cooperación del Golfo mandatadas por su ahora instrumento político, la Liga Árabe.

Tal vez previendo esto, el canciller ruso, Serguei Lavrov, viajó este fin de semana a El Cairo para solicitarle a la Liga no apoye la intervención armada en Siria y ayude a buscar una solución negociada interna, evitando la ampliación del peligroso conflicto. El ruso subrayó de paso que Moscú se acoge a los principios de la Carta de las NNUU, y actuará para que estos se respeten.

La extensión del la guerra en Siria podría ampliarse a otros escenarios. Con Irak también tiene una larga frontera y allí, donde ya está repercutiendo lo que sucede en el vecino territorio, las contradicciones entre chiitas y sunitas se están agudizando. Los primeros, mayoritarios en población y en el gobierno, mantienen vínculos privilegiados e históricos con Teherán y ya han dado señales de apoyo al gobierno de Damasco. La fuerza político-militar más aguerrida y poderosa del país, es el llamado «Ejército del Mahdi», dirigida por el popular líder religioso Moqtada al Sadr, quien mantiene relaciones especiales tanto con sectores políticos iraníes como con el Hizbulá libanés. Ellos, que fueron determinantes en impedir un acuerdo con EEUU para que las tropas yankis permanecieran en el país, podrían participar en el conflicto armado tanto dentro de Irak, como en territorio sirio. El viejo plan sionista-estadounidense de dividir el país amenaza con reactivarse. Los sunitas, mayoritarios en el centro oeste, están demandando la autonomía de la provincia de Ambar, tal como hacen los kurdos en las tres provincias norteñas.

Dentro de los sunitas iraquíes trabajan por ganar influencia desde hace tiempo, los turcos y los sauditas. Estos últimos patrocinan grupos salafistas, islámicos extremistas, pero Siria también cuenta con sectores seculares que la apoyan, especialmente en la estructura clandestina remanente del antiguo partido Baas, muchos de los cuales buscaron refugio en este país durante la ocupación yanki. Se calcula en más de dos millones los iraquíes que se refugiaron en Siria, quienes en buena medida ya han regresado.

Otras fuerzas beligerantes en la región son las organizaciones kurdas, la más conocida de las cuales es el Partido del Trabajo del Kurdistán, que desde hace años lleva a cabo una lucha de guerrillas contra el gobierno central turco, con aspiraciones de lograr la independencia de una parte del sureste de Anatolia, o al menos una amplia autonomía. Ellos tienen relaciones con los kurdos iraquíes, quienes le ofrecen refugio y apoyo, así como con los kurdos de Siria, que habitan fundamentalmente a lo largo de la frontera noreste con Turquía.

Estados Unidos e Israel ha tratado de utilizar la condición no árabe de los kurdos en función de sus intereses, en ocasiones les han ofrecido protección, entrenamiento y abastecimiento, pero la heterogénea composición política de esta población no les ofrece absoluta confianza y habría que ver las posiciones que adoptan frente a un conflicto armado que se extienda por toda la región.

Y es en este complicadísimo panorama que los sionistas de Israel y los políticos más aventureros de los EEUU intensifican sus amenazas de guerra contra Irán y el tema de un posible ataque ha estado esta semana sobre la mesa en las reuniones de Natanyahu y Obama en Washington. Desde Teherán, también observan con gran preocupación la posibilidad de perder a dos de sus aliados estratégicos: Siria e Hizbulá. Ante ello, es de esperar que los persas no se queden con los brazos cruzados.

El posible ataque a Irán para impedir que este desarrolle un potencial atómico ocupa cada vez más espacio en la prensa occidental y tal como ocurrió con las supuestas armas de destrucción masiva que sirvieron de pretexto para atacar a Irak, esta campaña podría intoxicar de tal modo las mentes de la opinión pública en Europa y Estados Unidos, que los lleve a aceptar una acción dirigida a destruir las instalaciones nucleares persas, a pesar de que se reconoce que en ellas no se trabaja con fines militares.

Descartando de inicio una invasión terrestre sobre Irán, imposible de llevar a cabo, se impondría un golpe aéreo masivo, pues no podría ser quirúrgico. Este último término conlleva un carácter limitado dirigido a destruir un grupo pequeño de industrias y centros vinculados al desarrollo nuclear. Sin embargo, dada la capacidad militar de respuesta que han desarrollado las fuerzas armadas iranies, cualquier operación tendría que perseguir también la destrucción de cientos de sitios de interés militar, para evitar que lluevan sobre Israel los cohetes persas, que aunque se dice no poseen gran precisión, si tienen el alcance suficiente para golpear cualquier lugar del estado hebreo. Los Sajjil 2 pueden alcanzar objetivos hasta a 2,200 kms.

Israel no tiene capacidad militar convencional para sostener una guerra de destrucción masiva sobre Irán, solo los Estados Unidos posee esta capacidad, por lo que los fanáticos sionistas de Tel Aviv, podrían verse tentados a utilizar armamento atómico, bien lanzados con misiles tipo Harpoon desde su flota de submarinos o utilizando sus aviones F-15 y F-16, aunque estos últimos enfrentan la dificultad de que tendrían que reabastecerse en el aire y hacer una ruta sobre territorio árabe (Jordania, Arabia Saudita o Irak). Aunque no se excluye la posible complicidad de alguno de estos.

Pero el peligro de respuesta sobre Israel podría no venir solo desde Irán. Se estima que Hizbulá en el Líbano posee unos 10 mil cohetes, que van desde Katiushkas, con 25 kms. de alcance, hasta los Scud D, que pueden llegar a cualquier parte de Israel. Siria posee aún un arsenal más sofisticado y poderoso.

Irán ha dicho que si lo atacan, responderá cerrando el Estrecho de Ormuz y golpeando los objetivos militares estadounidenses en la zona y si destruyen sus instalaciones petroleras, podría responder destruyendo las de otros países de la región desde donde se lancen agresiones contra su territorio. ¿Qué precio alcanzaría el barril de petróleo? ¿La crisis económica que ya afecta al mundo, especialmente a Occidente, hasta que punto se profundizaría?

Cabe preguntarse también si Rusia permanecerá indiferente ante una guerra que se extienda por todo el Medio Oriente, rodeando sus fronteras con propósitos de hegemonía mundial y que tendría entre sus objetivos destruir y someter a países que considera aliados y contra los cuales se pueda utilizar incluso el arma nuclear.

Analistas consideran que si esto sucede, podrían entrar en escena la última generación de sus misiles cruceros Sunburn y Onix, que vuelan a más de dos veces la velocidad del sonido y son capaces de burlar el «escudo antimisiles» yanki portando cabezas nucleares con un tremendo poder de destrucción.

¡Sería el holocausto, el verdadero holocausto!

Quienes deciden el inicio de las guerras o estimulan estas, por lo general no calculan bien como pueden terminar. La historia lo ha demostrado. Por ello es imprescindible que se movilicen todas las fuerzas progresistas del mundo en contra de la intervención extranjera; en favor del respeto a la soberanía de los países; por la solución negociada de los conflictos; en fin, a favor de la paz.

Fidel Castro viene alertando hace tiempo sobre este peligro. Háganle caso, ha demostrado ser un visionario. 

 

Ernesto Gómez Abascal es ex embajador cubano en varios países del Cercano Oriente. Escritor y periodista miembro de la Sección de Corresponsales de Guerra de la Unión de Periodistas de Cuba. Ha publicado varios libros sobre la región, entre ellos: «Misión en Bagdad» y «Palestina: ¿Crucificada la Justicia ?»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.