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Testimonio de una inmigrante indocumentada

Post frontera (XII)

Fuentes: Rebelión

País de llegada: Los mil oficios – Primera parte Cuando estamos en el país de origen nos dicen cosas como: en dos años ahorrás y te vas de regreso, en tres años podés juntar para poner tu negocio y te vas, si mucho cuatro años y lográs ahorrar para pagarles la universidad a tus hijos, […]

País de llegada: Los mil oficios – Primera parte

Cuando estamos en el país de origen nos dicen cosas como: en dos años ahorrás y te vas de regreso, en tres años podés juntar para poner tu negocio y te vas, si mucho cuatro años y lográs ahorrar para pagarles la universidad a tus hijos, si trabajás bien en dos años ya juntaste para construir tu casa. Eso no me lo dijo mi hermana porque mi situación de salir fuera del país nada tuvo que ver con dinero, lo mío fue una depresión profunda. Trabajando como maestra y árbitra de fútbol iba al día pero me podía mantener, yo era una de las privilegiadas de la educación, -aunque de haber tenido hijos otra hubiera sido la historia- otra situación es la que viven millones a los que el país de origen les niega toda oportunidad de desarrollo y los arroja fuera de sus fronteras.

Salen entonces las pavadas pensando que es cierto que en Estados Unidos en dos años se logra ahorrar para comprar un terreno y construir una casa. No sé por qué mienten los que están en el país de residencia y sí también descaradamente los frustrados del país de llegada, es como si quisieran vengarse de lo que ellos vivieron y castigar a otros para que el dolor sea compartido.

Pocos son los que dicen que en tres años una persona indocumentada aun no logra conseguir un trabajo estable, que es totalmente desconocedora del sistema, que por recién llegada es la que gana un salario de burla, la que utilizan los mismos indocumentados que ya llevan tiempo viviendo en el país. Nadie dice que apenas se gana para pagar renta, comida, transporte.

Es que pocos mencionan esos gastos básicos cuando están encarretando a otros para que emigren. Lo que tratan es de entusiasmarlos y hablarles de la comodidad del país, ilusionarlos de tal manera que se les caliente la cabeza y agarren camino, pero nadie les dice que se van a llegar a darse de golpes contra la pared.

Yo tuve el privilegio de contar con una hermana-mamá que no me permitió trabajar para latinoamericanos cuando recién llegué, porque es lo peor que le puede suceder a un latino en este país. Por indocumentada y no saber inglés las opciones de trabajo eran las de limpiar casas, aun no de niñera porque para eso hay que tener por lo menos el inglés básico para comunicarse con los niños e interactuar con el ambiente en que ellos se mueven: escuela, parque, entrenos, fiestas infantiles, recordemos que las niñeras somos las mamás suplentes, las que les damos más amor que quienes los parieron, nos pagan para que les cambiemos los pañales y los mantengamos fuera de las casas donde solo les estorban a sus propios padres que en su mayoría no se han percatado de que parieron un ser humano y no un oso de peluche como ellos creen.

El oficio de mucama se encuentra en compañías de limpieza que aceptan a personas sin documentos pero que las explotan con salarios de miseria y horas sobrecargadas de trabajo que no son remuneradas porque al indocumentado no hay ningún código del trabajo que lo ampare. Mi hermana no me dejó trabajar para compañía pero ella sí lo hizo cuando recién llegó, vivió esa experiencia de explotación y no quiso que yo también la sufriera.

El trabajo por compañía funciona de esta manera, la mayoría de personas tiene que llegar a las cuatro de la mañana a la dirección que se le indique que es una especie de oficina, apuntar su nombre en un papel y esperar a que alguien pase y la observe, no hay nada seguro los que se van a trabajar ese día son los más jóvenes y saludables, para la limpieza buscan a las personas rollizas, de huesos gruesos y músculos desarrollados, somos las más aguantadoras para el trabajo pesado, los animales de carga, que si nos lesionamos alguna vértebra no demandaremos a la compañía porque no tenemos las prestaciones laborales y eso de los derechos de los indocumentados es falacia de comercial televisivo.

Cuando ya tienen las que van a utilizar ese día mandan al resto a sus casas y las invitan a llegar al siguiente día para probar suerte. Entonces el grupo que se escogió es transportado en una camioneta tipo panel y comienza el jornal ya sea en casa privada, oficina, centros comerciales.

El dueño de la compañía que por lo general es chino, polaco, ruso o latinoamericano es quien se queda con el 90% del pago que sí corresponde a los beneficios laborales del sistema porque tiene documentos y licencia de trabajo, es así como ellos se vuelven millonarios a costillas del indocumentado. La mayoría de ellos también pasó por ese proceso pero en lugar de ser justos porque ya lo vivieron lo que hacen es desquitarse, utilizar, explotar la carne fresca en el país de llegada que con el tiempo y sin recursos también lo hace en el país de residencia, porque no tener documentos aunque se lleve décadas viviendo en el país no garantiza un progreso económico.

En estas compañías la tranza es no pagar la primera semana laboral a quien llegó a pedir trabajo, y por ser el nuevo y más fresco es quien hace el doble del jornal, según sea la necesidad del indocumentado se queda a laborar o se busca otro trabajo que realmente no ofrece tampoco mejores opciones.

Por compañía también se busca trabajo de niñera, se supone que no aceptan personas que no tengan seguro social, pero se las arreglan para explotarlas porque no tienen cómo defenderse.

El trabajo de niñera es más complicado de conseguir para las latinas, las familias que piden estos servicios por lo general están en una muy cómoda situación económica que pueden pagarse estos lujos, -lujos para ellos pero triste relego para los niños que se crían en manos de una total extraña- entonces las buscan acorde a la apariencia familiar: altas, delgadas, ojos claros, blancas y rubias, con cierto garbo y modales que sepan cómo representar a la familia para la cual trabajan.

En esta labor encajan muy bien las europeas. Las latinas que trabajamos de niñeras es por puro golpe de suerte y más las que somos rollizas, bajitas y morenas. La familia que las contrata tiene que tener mucha necesidad o ser muy consciente y humana para entender que somos una diversidad. Las mejor remuneradas son las que tienen documentos porque pueden viajar alrededor del país y del mundo con las familias, las indocumentadas que hacemos inclusive mejor el trabajo no ganamos igual por la simple diferencia de un papel, donde los empleadores millonarios se apocan pagando lo que se les da la gana y guardando el salario justo en su cuenta bancaria para gastarlos en cualquier antojo.

¿Cómo se llega a estos trabajos cuando no es por compañía? Bueno, es por recomendación. Por lo general los empleadores cuando se enteran que un amigo o familiar necesita una mucama, niñera, jardinero, un albañil, le preguntan a las personas que trabajan en el mantenimiento de sus casas u oficinas, y es así como a base de recomendación se van abriendo las puertas, cuando los trabajos terminan el empleador que es consciente ofrece una carta de recomendación y el número telefónico para cualquier referencia, hay otros delicados y temerosos de que se sepa que contrataron a un indocumentado y prefieren que sea éste quien vea cómo se las arregla para conseguir trabajo.

En las fábricas y maquiladores la mayoría trabaja con número de seguro social falso, van a un lugar donde compran la tarjetita y les colocan una fotografía suya y listo, ya pueden trabajar. Los empresarios lo saben pero los contratan porque hay cómo explotarlos y generar grandes ganancias para sus anaqueles. Desde cualquier punto los indocumentados somos explotados.

En Estados industrializados no hay trabajo en campos de cultivo, en los que el invierno los topa de nieve, tampoco. Todo es en fábricas, maquilas, en estos Estados la vida es más cara, pagan mejor pero se gasta más. Es distinto el modo de vida de un jornalero que trabaja cortando uvas en California al de corta manzanas en Washington, o al que corta naranjas en Florida. Distinto el albañil en Atlanta y el Nueva York. Todo varía dependiendo el Estado en el que reside. Qué decir del que trabaja en plantas procesadoras de carne en Iowa y en Nebraska.

Y el trabajo de los jornaleros que se paran en las esquinas de las avenidas para que cualquiera que pase ofreciéndoles trabajo se los lleve, los utilice y termine echándolos sin pagarles y aun con la amenaza de denunciarlos con migración.

La vida del indocumentado da para escribir libros y libros y libros y nada tiene que ver con las parcas estadísticas con las que se refieren a nosotros en las ponencias en universidad y en las noticias que nada tienen de última hora. Nadie, absolutamente nadie que no haya vivido la migración indocumentada tiene el mérito de colgarse títulos y conocimientos que se inventa porque tuvo la oportunidad de viajar al país y percibir lo que cree que es en su propia visión la vida del indocumentado. Para hablar del trabajo y la vida del indocumentado, venga a partirse el lomo cortando brócoli, espinaca, cebollas, venga a limpiar esas mansiones y restriegue el piso de madera, arrodillado. Se agradece a quien trata de visibilizar lo que vive el indocumentado pero que no trate de colgarse de nuestra desgracia para beneficios personales. Como sucede con los mequetrefes autonombrados defensores de migrantes que en su mayoría solo buscan ascender a un puesto en el gobierno del país de origen o entrar al sistema en el país de residencia.

¿Quién es capaz de hablar de estas realidades cuando anda encampanando a otros para que emigren? ¿Quién es capaz de contar que es explotado laboralmente en el país de los rascacielos? ¿Quién se atreve a decir que duerme en el suelo de un apartamento donde rentan otras quince personas? ¿Quién tiene la capacidad, decencia y entereza de decir que este país no es para nada la ensoñación que nos contaron?

Esta nación tan poderosa que con una mano nos da y con la otra nos quita. Hay cosas buenas no se puede negar, pero en el país de llegada son invisibles, se logra percibirlas tal vez en el país de residencia cuando las emociones cambian, cuando se aprende a luchar para defender los fugaces momentos de felicidad.

(Continúa)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.