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Puntualizaciones para un artículo de Aldo M. Santos en el Caimán Barbudo

Fuentes: Rebelión

Días atrás leí un interesante artículo de Aldo M. Santos en El Caimán Barbudo titulado « Cerebros en fuga: entre las pérdidas y el desperdicio «. Coincido bastante con lo que dice, pero me gustaría matizar o añadir algunas cosas. Es verdad que las personas nunca son ni deberían ser propiedad del Estado, pero, aclarado […]

Días atrás leí un interesante artículo de Aldo M. Santos en El Caimán Barbudo titulado « Cerebros en fuga: entre las pérdidas y el desperdicio «. Coincido bastante con lo que dice, pero me gustaría matizar o añadir algunas cosas.

Es verdad que las personas nunca son ni deberían ser propiedad del Estado, pero, aclarado esto, deberíamos admitir que sí, sin embargo, podemos llegar a ser o somos producto de ellos, de modo que, aunque otros Estados no nos puedan literalmente «robar», como apunta Aldo M. Santos, sí que pueden dañar seriamente el buen desarrollo de un país -cuando triunfó la Revolución, por ejemplo, existían 6.000 médicos en Cuba; vía talonario, el gobierno yanqui se encargó de restar 3.000.

Otro ejemplo de que fundamentalmente somos producto de los Estados es que si los deportistas de élite de la Isla hubieran nacido con las mismas condiciones físicas en Zambia, por citar un país, difícilmente hubiesen llegado tan alto en su carrera deportiva, es más, probablemente ni siquiera hubiesen sido deportistas. Lo mismo sucede con los músicos, literatos etc. formados y, sobre todo, promocionados en el territorio nacional -vía Estado y sus medios de comunicación- con el dinero de todos los cubanos y cubanas -recordemos que la sociedad socialista no es igual que la capitalista, donde, de manera notable, también interviene el dinero privado .

Personalmente, por enriquecedor en todos los sentidos, me parece muy bien que salgan a mostrar y desarrollar sus trabajos fuera de la Isla, aunque para crear no sea necesario vivir fuera de ella. Coincido también con el compañero Aldo M. Santos cuando dice lo importante que son sus actividades en el exterior para la captación de divisas, y estas para la economía del país. La cuestión es si, siendo producto de un Estado socialista y lo que ello supone, los «captadores de divisas», por el mero hecho de serlo, deben gozar de los privilegios económicos -captan divisas para el Estado, pero también para sus propios bolsillos- que, regresados a la Isla, les sitúa no pocos peldaños más elevados que al resto de la población. Sé que el Estado cubano no hace distinción entre «los captadores de divisas» y el resto de la población a la hora ofrecer sus servicios -las mismas escuelas los mismos hospitales etc. son para unos que para otros-, pero es obvio que unos pasan el mes mucho más holgados que los otros debido, precisamente, al privilegio económico que les aporta sus salidas y estancias en el exterior; la película Habanastatión de Ian Padrón refleja muy bien lo que digo. Premiar está bien, pero tanto…

No creo, por ejemplo, que Pablo Milanés haya pasado el Periodo Especial u otra época menos complicada en las mismas condiciones que un trabajador de la Fábrica de Níquel Comandante René Ramos Latour de Nicaro . Como holguinero que al parecer es, el compañero Aldo debe saber que, independiente de los altibajos en los precios del níquel, los trabajadores de dicha fábrica, dañando seriamente su salud debido al polvo rojo, han contribuido enormemente a la captación de divisas. El único «privilegio» que reciben por su importante trabajo se resume a unos pocos pesos convertibles añadidos a su sueldo mensual; eso si cumplen con el plan establecido, de lo contrario tampoco. Sinceramente, si yo fuera uno de esos trabajadores -conozco a muchos de ellos-, escuchar «Amo esta isla» en la voz de su autor me produciría nauseas y tristeza.

No es que me quiera cebar con Milanés, pero ya que lo he nombrado añadiré que él es un ejemplo claro de lo que he apuntado unas líneas más arriba. Es cierto que ha escrito hermosas canciones, pero para ser conocido en el exterior primero hubo de ser conocido en su propio país a través de los medios de un Estado socialista, es decir del pueblo -por mucho que se queje (y se queja bastante), esta es una verdad que no se puede negar-. ¿Es justo, pues, que viva tan por encima de un cartero? A mi la escucha de una buena canción me produce enorme satisfacción, pero recibir la carta manuscrita de una novia o un amigo lejano tampoco me deja indiferente.

Como dice el compañero Aldo, bien sean artistas, intelectuales u otra cosa, es importante canalizar las potencialidades de la gente y no desaprovecharlas, pero sin que ello implique privilegiarlas en exceso. De lo contrario, además de incurrir en lo obsceno -nadar en la abundancia cuando el vecino de al lado se levanta todos los días temprano para cumplir con su trabajo y, a pesar de ello, tiene dificultades para comprar a su hijo unos zapatos es obsceno-, estaremos pasando por alto las acertadas e importantes palabras de Julio Antonio Mella cuando dijo que «debe justificarse con hechos que la Universidad es un órgano social de utilidad colectiva y no una fábrica donde vamos a buscar la riqueza privada con el título«.

Para terminar, diré que no tengo dudas del compromiso o el sentido patriótico de muchos cubanos y cubanas que viven en todo el mundo, aunque hay de todo. En cuanto a Félix Varela y José Martí, decir que es verdad que vivieron fuera muchos años y sin embargo nunca dejaron de ser cubanos hasta la muerte. Pero añadamos algo muy importante: ninguno de los dos abandonó la Isla por voluntad propia, sino porque eran perseguidos por la Corona española a la que, como se sabe, de una u otra manera ambos combatían.

 

Blog del autor: http://baragua.wordpress.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.