Ochocientos navegantes amenazados por Israel frente a las costas de Gaza, comentó Silvia Cattori el pasado 30 de mayo de 2010. La amenaza de barbarie se convirtió en barbarie. Una vez más. No hay ni siquiera sorpresa, no puede haberla. En la mañana del 31 de mayo un teniente (o capitán) de navío de origen […]
Ochocientos navegantes amenazados por Israel frente a las costas de Gaza, comentó Silvia Cattori el pasado 30 de mayo de 2010. La amenaza de barbarie se convirtió en barbarie. Una vez más. No hay ni siquiera sorpresa, no puede haberla.
En la mañana del 31 de mayo un teniente (o capitán) de navío de origen argentino, un guerrero, talmúdicamente formado, de tono enérgico, alejado años luz de cualquier sombra de duda, que suele representar al Ejército del Estado racista y a su Ministerio de Exteriores ante el área latinoamericana, un oficial que hace un año y medio discutió con Ignacio Escolar en una radio pública española tras la masacre de Gaza [1], el teniente en cuestión, decía, señalaba que nadie tenía derecho a la queja, quejarse no tenía ningún sentido. No había pasado nada que mereciese un comentario. Avisaron de lo que iba a suceder y sucedió lo que habían anunciado.
Debe de ser un argumentario previo. Isaac Rosa [2] recordaba las palabras del embajador de Israel en España, Rapahel Schutz, un diplomático que siempre está a la altura del Estado racista-fascista que tan bien representa: «No hay que engañarse por el nombre de flotilla de la libertad o humanitaria. Los soldados israelíes han sido atacados y han actuado en defensa propia».
Entre los atacantes, cooperantes, pacifistas, voluntarios, un escritor ahora encarcelado y un Premio Nobel de la Paz. Y entre ellos, nueve, diez o más personas que fueron asesinadas. Sin más.
Innecesario es hacerlo pero algunos datos de la situación de Gaza merecen ser recordados para dar más sentido a la admirable acción de estos internacionalistas, de estos miembros de las nuevas brigadas internacionales.
El cirujano Emad Al Masdalawi [3] ha recordado que en el Hospital Shifa de Gaza no tienen ni gasolina para los generadores de emergencia. Las máquinas de diálisis se estropean y no pueden ser reparadas. Necesitan formarse fuera de Palestina, tienen que tratar nuevos casos. A personas quemadas por el fósforo blanco israelí. Los ciudadanos de Gaza sufren cortes de luz entre 35 y 60 horas semanales (Oxfam), entre 5 y casi 9 horas diarias. Tres mil ochocientas empresas palestinas han cerrado en estos últimos años. Sólo funcionan actualmente unas cien. Trabajan en ellas menos de mil personas. El 40% de la población vive sin poder emplearse. Naciones Unidas denuncia que el 80% de la población vive por debajo del umbral de pobreza. En 2009 faltaban en Gaza el 30% de los medicamentos necesarios básicos (OMS). El 46% de los hogares no tiene gas para cocinar. Los ciudadanos queman su ropa para poder hacerlo. Uno de los principales activistas palestinos, Raji Sourani, lo ha resumido así: «Para los niveles de calidad de vida europeos es como si los 1,7 millones de habitantes de Gaza vivieran en una granja [industrial] de animales» [4]. O acaso peor.
La flotilla por la libertad y la solidaridad, atacada en aguas internacionales, no pretendía encender una chispa para incendiar la pradera de la revolución. Ni siquiera pensaba dar apoyo político-militar a unos u otros combatientes. Los brigadistas internacionales republicanos sí lo hicieron. Los admirables combatientes de la flotilla pretendían llevar ayuda humanitaria a Gaza, ayuda que paliase su situación momentáneamente y acaso agitar vientos que moviesen los corazones de la Humanidad que no está dispuesta a naufragar.
El primer ministro turco ha hablado de inhumano acto de terrorismo de Estado. Me empeño pero no logro encontrar ninguna exageración en sus palabras.
¿Por qué ha atacado Israel consciente de las seguras repercusiones diplomáticas de su acto fascista? Sin duda porque se cree un Estado impune [5]. Con el apoyo inquebrantable de la dominatrix Clinton [6] y sus aliados (recuérdese el pacto con el ministro Moratinos y el cambio de ley sobre jurisdicción universal con el apoyo servil y ciego de los diputados del PSOE), el Estado de Israel piensa que el mundo cercano (y a veces algo lejano) es suyo, sin límite en sus actuaciones. Con total impunidad. Por si hubiera algún problema, el arsenal nuclear está en lugar seguro y siempre en estado de alerta [7].
¿Por qué ahora precisamente? Para probar, marginalmente, que nadie tiene derecho a poner sus manos humanas sobre Gaza, el dominio es suyo, y, tal vez, por provocar y tirar abajo el acuerdo entre Turquía y Brasil con Irán. Es obvio que para la política exterior del Estado racista todo lo que no pase por atacar a Irán es un acuerdo que transita por un sendero inadecuado, un acuerdo que debe torpedearse. Lo están intentando, no deberían conseguirlo.
Más allá de todo ello, volvamos a Lenin. ¿Qué hacer? ¿Cómo avanzar en la lucha contra el Estado de Israel y sus numerosos tentáculos? Sin negar la existencia de muchas otras, pensando en términos internacionales externos y en situaciones similares, se me ocurren dos líneas nada originales. La primera: la información paciente que no da nada por supuesto porque, desgraciadamente, la industria cultural del holocausto ha devenido en cosmovisión universal y velo para encubrir desmanes inadmisibles. Las izquierdas y los sectores humanistas deberían ser los primeros, de hecho lo son, sin dudas ni confusiones ni chistes torpes, en denunciar y recordar lo ocurrido en los campos de exterminio nazis, sin olvidar a un tiempo, como a veces se hace para privilegiar un recuerdo, de otras víctimas y de otros resistentes. Hay que insistir contra un lugar común: el holocausto no ha sido un caso único. No ha sido LA barbarie, sino una barbarie inadmisible cometida en el corazón de Europa. La aniquilación de Palestina y de su ciudadanía, objetivo último del Estado racista sionista, abona idéntico sendero de barbarie. Eso es lo que debería quedar claro en las mentes de millones de ciudadanos.
Más allá de apoyos a tal o cual fuerza política, como ocurrió en España durante la II República, más allá de nuestras legítimas simpatías políticas, queda en mi opinión lo esencial. Aunar a todas las fuerzas democráticas del mundo en pro de una finalidad que cada día es más sentida y admitida por las ciudadanías del mundo. El boicot general al Estado de Israel. Casi lo mismo que se hizo para romper el racismo en Sudáfrica. La situación, como señalara Edward Said (¡cuánto notamos su ausencia!), tiene miles puntos de similitud.
Necesitamos también un Peter Gabriel que componga un Biko para la resistencia palestina y unos documentalistas y cineastas que hablen y filmen a los detenidos y digan al mundo con sus imágenes la verdad de lo sucedido. Una barbarie con rostros fascistas contra humanistas internacionalistas.
Notas:
[1] Ignacio Escolar era entonces director de Público. Poco después fue defenestrado. No sugiero una relación de causa-efecto entre ambos hechos pero tampoco creo que sea una conjetura imposible.
[2] Isaac Rosa, «Si es que van provocando (a Israel». Público, 1 de junio de 2010, p. 10.
[3] Oscar Abou-Kassem, «Un implacable castigo colectivo». Ibidem, p. 6.
[4] Ibidem.
[5] Gonzalo Boyé, «un Estado que se considera impune». Público, 1 de junio de 2010, p. 4.
[6] El hallazgo es de Pepe Escobar.
[7] Y a disposición de Estados dictatoriales y asesinados. Recuérdense las negociaciones sobre armamento nuclear entre Simon Peres, el actual presidente de Israel, y la Sudáfrica del apartheid en 1975.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR