Recomiendo:
0

¿Qué hay de malo en el discurso sobre el lanzamiento de piedras?

Fuentes: The Daily Beast

Traducido para Rebelión por J. M.

La primera vez que vi la demolición de una casa en el pueblo Al-Khalayleh, en Cisjordania, quise tomar un piedra y lanzársela a la excavadora. La primera vez que fui a una manifestación en Nabi Saleh, una semana después de que Mustafa Tamimi recibiera un disparo a corta distancia de una granada de gas lacrimógeno que le rompió el ojo y el cerebro y finalmente le quitó la vida, quise lanzar una piedra a los jeeps del ejército israelí. Yo no conocía a la familia de la pequeña aldea palestina cuya casa se estaba demoliendo por culpa de la arbitrariedad administrativa de Israel. Solo los vi allí de pie mirando en silencio, un niño pequeño con un muñeco de Spiderman en la mano casi tan grande como él. Nunca conocí a Mustafa Tamimi. Sólo vi fotos en Facebook de un hombre joven, de mi edad, tendido en la carretera con la sangre saliendo de donde antes estaba el ojo. Soy un israelí orgulloso y un judío religioso observador y pacifista. Y la primera vez que vi demoler una casa quise lanzar una piedra.

Un manifestante palestino lanza piedras hacia una excavadora israelí durante los enfrentamientos en una protesta contra la expropiación de tierras palestinas por Israel el 24 de mayo de 2013 en la aldea de Kafr Qaddum, cerca de la ocupada ciudad de Nablús, en Cisjordania. (Jaafar ASHTIYEH / AFP / Getty Images)

El debate sobre el lanzamiento de piedra fue revitalizado recientemente por Jodi Rudoren en un artículo de New York Times sobre la «cultura del lanzamiento de piedras» de los palestinos. Como Noam Sheizaf escrbio en su crítica, en 972 , el artículo de Rudoren era una extraña pieza de periodismo no contextualizada que se centró en el acto del lanzamiento de piedras sin explicar la violencia sistemática que provoca dicho lanzamiento. Implica que encuadró a los jóvenes palestinos como «culturalmente violentos», ignorando en gran medida las acciones (y la cultura) del actor más violento de la arena: el Estado de Israel y su brazo ejecutor, el ejército israelí.

Me opongo a tirar piedras a las personas o a los coches en movimiento, porque este tipo de acciones pueden dañar, han herido a personas y en algunas ocasiones incluso han matado. En otras palabras, estoy en contra de actos que hieren y matan a la gente, es decir, de «la violencia». Ciertamente hay un lugar para el debate franco sobre el lanzamiento de piedras en el contexto de un discurso más amplio sobre la violencia, el pacifismo y la ética de ambos. Pero ese no es el contexto en el se discute el lanzamiento de piedras en general. En cambio a menudo se considera el lanzamiento de piedras un fenómeno exclusivamente palestino. Se ha esgrimido como parte de un discurso que considera la violencia palestina contra judíos categóricamente inaceptable y en cambio acepta e incluso elogia la violencia judía contra los palestinos cuando la perpetran el Estado y el ejército israelí.

En Open Zion, Micah Stein -con quien tuve excelentes y relevantes intercambios en estas páginas el año pasado con respecto a mi negativa a servir en el ejército israelí– repondió a Rudoren con un artículo titulado, «¿Qué tiene de malo tirar piedras?» Alli, Stein escribe que la cultura palestina «alienta el comportamiento violento y peligroso de los niños» y que el lanzamiento de piedras de los palestinos se debe a una» mentalidad que pasa de padres a hijos». Quizá tenga razón: por lo que he visto y experimentado hay sectores de la cultura palestina que glorifican totalmente la violencia. Pero, ¿es allí donde reside el problema? ¿Stein se opone a la violencia palestina porque es violenta o porque es palestina?

Nosotros, como escritores y buscadores la paz nos referimos a una «cultura de violencia» que «alienta el comportamiento violento y peligroso ocasionado por los niños». Empecemos por criticar a los elementos de la cultura judía israelí que no sólo tolera, sino que además se regocija con el reclutamiento del ejército de cientos de miles de niños con el fin de luchar y matar. La violencia que se hace con uniforme no es menos mortal y brutal que la violencia ocasionada con pantalones vaqueros y una camiseta. Y la violencia hecha con tanques y aviones de combate y M16 es mucho más mortal y brutal que la violencia ocasionada por rocas y piedras. O, podríamos empezar incluso más cerca de casa: comencemos por la crítica a los campamentos de verano judíos estadounidenses en Wisconsin y Carolina del Norte, donde los soldados israelíes instruyen a jóvenes judíos estadounidenses con ejercicios militares simulados, o las vacaciones en Israel, adonde envían a jóvenes judíos estadounidenses en un proyecto combinado con el ejército durante un mes, o la cultura militarista que impregna los viajes en el proyecto Birthright; u organizaciones como la existente en Nueva York sin fines de lucro «Amigos del ejército israelí», que envía millones de dólares libres de impuestos para apoyo militar a Israel, o lo que ocurre en nuestra cultura general que ovaciona a los judíos estadounidenses, especialmente a los jóvenes que se trasladan a Israel para unirse al ejército.

Un manifestante palestino se prepara para lanzar una piedra a fuerzas de seguridad israelíes durante los enfrentamientos en la entrada del puesto de control de Jalama, cerca de la ciudad cisjordana de Jenin, el 24 de febrero de 2013. (Saif Dahlah / AFP / Getty Images)

Si un escritor quiere criticar la violencia en el contexto palestino-israelí, estoy totalmente de acuerdo. Pero debe ser una crítica honesta y proporcional (considerando que es una obscenidad el hecho de que un niño palestino de 12 años pueda ser condenadoa a meses de prisión por lanzar piedras mientras que un hombre responsable de la masacre de la población civil puede convertirse en Primer Ministro). Una crítica de la violencia en Israel y Palestina sin duda puede incorporar la crítica por el lanzamiento de piedras, pero debe reconocer que una cultura no es menos violenta por sus uniformes de fantasía ni por el permiso «oficial» para matar y mutilar. Si no se tiene en cuenta y no se abordan las acciones constantes violentas y mortales llevadas a cabo por el ejército israelí, entonces esto no hay realmente una crítica de la violencia. Más bien, es una crítica de la violencia palestina. ¿Cuánto nos atrevemos a transitar ese camino? ¿Cómo nos atrevemos a catalogar de criminal a un niño palestino que arroja una piedra y llamamos héroe a un niño israelí (o estadounidense) que lanza bombas sobre un pueblo? ¿Cómo nos atrevemos a instruir a los palestinos sobre la adopción de la no violencia mientras animamos a los jóvenes a adoptar la violencia? ¿Cómo nos atrevemos a pegarles el término sagrado a «su» cultura de la violencia, mientras que pretendemos estar ajenos a la nuestra? ¿Cómo nos atrevemos?

Fuente: http://www.thedailybeast.com/articles/2013/08/09/what-s-wron-with-the-discourse-about-throwing-rocks.html

rCR