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¿Que no hay guerra cultural de EE.UU. contra Cuba?

Fuentes: Cubarte

Esa fue mi reacción ante la respuesta de un académico y ex diplomático cubano a la pregunta que él mismo se hace: ¿Hay de verdad una «guerra cultural»?, refiriéndose al proceso iniciado el 17D entre Cuba y los EE. UU. Respuesta que se suma a otros varios planteos del entrevistado por un «foro alternativo» cubano, […]

Esa fue mi reacción ante la respuesta de un académico y ex diplomático cubano a la pregunta que él mismo se hace: ¿Hay de verdad una «guerra cultural»?, refiriéndose al proceso iniciado el 17D entre Cuba y los EE. UU. Respuesta que se suma a otros varios planteos del entrevistado por un «foro alternativo» cubano, con los que -modestamente- discrepo.

Aquel día, pensé «comentar» el texto con dos párrafos de nuestro Héroe Nacional que resumieran ideas claramente contrarias a las contenidas en los empleados por el profesor; un intento espontáneo, pero tal vez menos efectivo que las siguientes notas, para «equilibrar» a ese «José Martí Otro» que se nos intenta «des-construir» -deliberativamente-, no tan antimperialista como «lo pintamos» los que recurrimos a Él – una y otra vez-, para no dejarnos engage-tusar.

Ya lo había señalado el intelectual cubano Roberto Fernández Retamar refiriéndose al enemigo: «(…) consciente del alimento espiritual que nos es la labor de Martí, no se cansa de tergiversarla, esta vez con la peor intención, a partir del odio y no del amor, con vistas a privarnos de ese arsenal. Sobran ejemplos…» [1]

Esencialmente, porque -como destaca el Presidente de la Casa de las Américas-, Martí «… supo distinguir, tanto en lo político como en lo cultural, todo lo que el historiador Philip S. Foner llamó ‘los dos rostros de los Estados Unidos'». Y he aquí, la columna vertebral que se nos ataca, en la guerra cultural que se nos hace.

Resulta, que el primer párrafo del que toma el entrevistado las «recomendaciones» de Martí que generan su «optimismo» en la normalización con los Estados Unidos, es también el primer párrafo de un artículo publicado en Patria en 1894 y titulado precisamente, La verdad de los Estados Unidos [2]. En este, el fundador del Partido Revolucionario Cubano, advierte -como todo «hombre honrado» que observa a los Estados Unidos-, que en aquel país en vez de «resolverse los problemas de la humanidad, se reproducen, (…) en vez de robustecerse la democracia y salvarse del odio y la miseria de las monarquías, se corrompe y aminora la democracia, y renacen, amenazantes el odio y la miseria» y que para opinar «con asomos de razón sobre la república autoritaria y codiciosa, y la sensualidad creciente , de los Estados Unidos», no se ha de juzgar por «la sonrisa y lujo del salón de recibir, o por la champaña y el clavel de la mesa del convite». ¿No nos recuerda esta última frase al encantador Obama de La Habana?

Es decir, como sí recomienda Martí, no es posible analizar un tema como este y juzgar a los Estados Unidos bajo los efectos del encantamiento, la seducción y la sensualidad de un marketing político que comparten con el marketing industrial especialistas y como herramientas, los procedimientos manipuladores de los «persuasores».

Bien lo saben los teóricos del poder blando (soft power), definido por Joseph S. Nye-cofundador, junto a Robert Keohane, de la teoría del neoliberalismo de las relaciones internacionales- como «la habilidad de obtener lo que quieres a través de la atracción, antes que a través de la coerción o de las recompensas». Su poder surge, «del atractivo de la cultura de un país, de sus ideales políticos y de sus políticas».Además ha afirmado Nye: «Cultural diplomacy is an important tool in the arsenal of smart power» y «At the personal level, it is the power of attraction and seduction.» [3]

Hillary Clinton, al asumir como Jefa del Departamento de Estado en enero de 2009 expresó: «Debemos usar lo que ha sido llamado smartpower, la gama completa de herramientas a nuestra disposición, tanto diplomáticas, económicas y militares, como políticas y culturales; escogiendo la herramienta más acertada, o la combinación de las mismas, para cada situación. Con el smartpower, la diplomacia será la vanguardia de la política externa» [4].

Una diplomacia cultural que se constituye en una dimensión más de la política exterior y como término vincula la diplomacia como un modo de hacer y la cultura como contenido, en el campo de la política exterior. Con propósitos y alcances determinados por los mismos intereses de la política exterior, los medios y los actores que la llevan a cabo. Un instrumento que emplean los Estados en la consecución de sus intereses, privilegiando un enfoque más sutil, entiéndase preponderantemente estrategias de soft power e integradas con la diplomacia pública.

En esta modalidad de diplomacia, participan y coordinan sus acciones el Departamento de Estado, la Fundación Nacional de las Artes (NEA), las fundaciones filantrópicas -como la Ford Foundation, o la Open Society – y las multinacionales de la industria cultural, como los emporios de Hollywood, la Universal MusicGroup o la editorial CondéNastPublications Inc. de VanityFair y Vogue, que ya han desembarcado en la capital cubana.

Ante lo que vale preguntarnos: ¿No son evidentes las acciones ingenierilmente consensuadas y sutiles de estos cuatros actores de la diplomacia cultural estadounidense en nuestra Isla? Acciones con resonantes impactos culturales en la Cuba de hoy, particularmente manifiestos y dirigidos en su dimensión simbólica, tal lo han descrito y denunciado varios intelectuales cubanos entre los que destaco a Graziella Pogolotti, Luis Toledo Sande, Fernando Martínez Heredia, Enrique Ubieta y Elier Ramírez.

Vale notar el empleo por El Maestro –al describir la cultura que reproducía masivamente el capitalismo monopolista «revuelto y brutal» que conoció-, de términos como «sensualidad» o «válvula de placer». Así, apenas llegando a la América de Blaine, describe y cuestiona «esa vida de cartón y gacetilla», «ese fluir urbano y disolución del par», como en su crónica Coney Island de 1881: «Lo que asombra allí es el tamaño, la cantidad, el resultado súbito de la actividad humana, esa válvula de placer abierta un pueblo inmenso (…), ese cambio de forma, esa febril rivalidad de la riqueza (…), esa expansividad anonadadora e incontrastable, firme y frenética…» [5].

Martí logró entender la relación dialéctica entre lo que hoy llamamos «cultura material», y «cultura espiritual», entre el ordenamiento (y la dominación) material y espiritual. Interpreta la cultura como un complemento vital de la condición humana, en tanto lo libera de la fragmentación a que lo expone «esa expansividad anonadadora» y lo arraiga a la Humanidad Toda. Porque como también ha demostrado Retamar, Martí «ve la cultura como productor, como creador lo que se vincula con su concepción de la vida humana auténtica, como servicio».

Otro – cual lo ha demostrado profusamente Enrique Ubieta-, de los campos donde se dirime el «¿quién gana a quién?» de Lenin; en el mundo todo y en Cuba especialmente: la «cultura del tener» o la «cultura del ser».

¿No partieron también de su filiación «cultural», las críticas de Martí al Norte político, económico y ético que tan bien conoció?

«El Norte -escribió El Apóstol en 1893-, ha sido injusto y codicioso; ha pensado más en asegurar a unos pocos la fortuna que en crear un pueblo para el bien de todos (…). Aquí se ha montado una máquina más hambrienta que la que puede satisfacer el universo ahíto de productos (…). Aquí se amontonan los ricos de una parte y los desesperados de otra. El Norte se cierra y está lleno de odios» [6].

Es de esta interpretación martiana de la cultura, que brota su oposición a la disyuntiva occidental de «civilización o barbarie», con la que se ha intentado separar a los hombres y a los pueblos hasta hoy. Separación hegemónica y «universalmente aceptada» como «democracia» y descritas por Jean-Paul Sartre en el prefacio a Los condenados de la tierra, de FrantzFanon, y por Noam Chomsky en su ilustrativo Fabricando el Consenso [7]: De un lado, la «clase especializada» que ejerce «la función ejecutiva» y planifica «los intereses comunes», que haciendo uso de esa «atracción» distrae al «rebaño desconcertado». Del otro, los «estúpidos» que hay que asegurar como «espectadores», porque si trataran de participar en la «gestión de los asuntos que les afectan o interesan», lo único que harían sería «provocar líos». Por eso, «el espectador», cada 4 años goza del favor de «liberarse de ciertas cargas en la persona de algún miembro de la clase especializada», al permitírsele decir «queremos que seas nuestro líder», «porque estamos en una democracia y no en un estado totalitario».

A propósito, el padre de la propaganda Edward L. Bernays Freud, asesor tanto de presidentes estadounidenses como de grandes empresarios, dijo que la «ingeniería del consenso» es «la verdadera esencia del proceso democrático» es decir, la «libertad» -de los elegidos o poderosos- de «persuadir y sugerir», mediante «la manipulación consciente e inteligente de los hábitos organizados y las opiniones de las masas».

Frente a lo que es pertinente preguntarnos, ¿el Hegemón imperial, se cruzará de brazos frente a la cultura de resistencia de Calibán?, ¿les conviene al Capital y a las industrias culturales hegemónicas en específico, un mercado donde los potenciales consumidores se comporten bajo el apego de lo autóctono o afiliados a esa visión martiana de la cultura y por tanto del mundo?, ¿les dará la cuenta, como decimos aquí?

¿En qué medida la buena voluntad de un presidente -cual lo advertía Fidel en unas de sus reflexiones a finales de 2009-, previamente elegido por esa «clase especializada» de hombres, puede cambiar el tan arraigado «excepcionalismo» del «elegido» pueblo estadounidense, que desde su imaginario imperial observa a Cuba como la sedimentación arenosa del río Mississippi y a todos los cubanos como un «rebaño desconcertado» más?; credo y comportamiento que motivó la forja en 1889 – desde las mismas entrañas del monstruo-, de esa poderosa espada martiana que es Vindicación a Cuba.

Ya se dicho que una de las acciones tácticas de las Guerras de Cuarta Generación (4GW), tienen como objetivo la cultura del enemigo. Por ello, dos días después de los anuncios del 17D, el propio Obama confesaba que la efectividad de su nueva política hacia Cuba, con el uso combinado del «palo y la zanahoria», dependería de la cultura, «it’s culturally specific» -dijo el presidente [8]. Por tanto, si la atracción es ingenierilmente consensuada para sus objetivos geoestratégicos de dominación mundial, con clara incidencia en la Isla, y contándose además con 30 millones al año para la «promoción democrática» en Cuba, ¿es descartable un programa específico «ingenierilmente consensuado» para con la cultura cubana?

¿No forma parte de esta guerra proyectos subversivos como la Fundación del Alma Cubana, financiado por la NED [9] para la «ayuda económica a artistas independientes para que puedan crear y producir su trabajo crítico a la sociedad que limita sus libertades y la democracia» y «colaborar con grupos de músicos para que organicen sus propios estudios y eventos donde puedan mostrar creaciones artísticas no acordes con la línea oficial»?

La diplomacia cultural diseñada para Cuba tuvo como primer indicio público la visita- solo un mes después de la del Dr. Obama a La Habana-, de una gran «comitiva cultural» presidida por el Comité Presidencial de Artes y Humanidades (PCAH) [10]. Con un programa y composición que combinó el intercambio con las instituciones culturales y el MINCULTbilateralmente beneficioso-, con acciones consecuentes con el «cambio de política», pero no de objetivos.

Dicha comitiva fue patrocinada por varias empresas posicionadas o con interés en la Isla y por la Ford Fundation, entidad con estrechos vínculos con la Agencia Central de Inteligencia (CIA), entre ellas el Congreso por la Libertad Cultural. Vínculo histórico iniciado en los años cincuenta, cuando la CIA– al decir de Michael P. Rogin- «cumplía las funciones que luego desempeñaría la National Endomnets of Art«[11]. El Centro para Democracia en las Américas (CDA) trabajó junto con el PCAH, en el desarrollo y organización del itinerario de la misión cultural. Entre los que financian los proyectos del CDA– como puede verificarse en su web [12]-, figuran la Ford Foundation y la Open SocietyFoundations de George Soros.

La otra señal pública de la preponderancia de este componente en el engagement, fue el Meridian’s Cuba Cultural Diplomacy Forum [13], celebrado en junio pasado en el Centro Internacional Meridian, en la capital del Imperio. Forum patrocinado por el sector privado y el cuerpo diplomático acreditado, presidido por la parte estadounidense por Ben Rhodes -el enviado por Obama para las negociaciones previas al 17D-, y que tuvo como apertura un discurso sobre las perspectivas de las relaciones entre EE.UU. y Cuba por Carlos Gutiérrez, quien se recordará, al ser el Secretario de Comercio de EE.UU. durante en el gobierno de George W. Bush, fue copresidente de la Comisión de Asistencia a una Cuba Libre.

Precisamente en el Centro Internacional Meridian, bajo los auspicios del Departamento de Estado, organizó en el 2013 la exposición Jam Session, con instantáneas en varias ciudades del mundo de lo que fue el más importante precedente de la diplomacia cultural estadounidense, me refiero a la «Diplomacia del Jazz». El empleo de cientos de músicos de la talla de Dizzy Gillespie, Louis Armstrong y Dave Brubeck, convocados por el Departamento de Estado, para participar en la «ingeniería del consenso mundial» a través del Jazz Ambassador Program [14]. Programa, orquestado secretamente por Edward L. Bernays y Allen W. Dulles, por orientación del presidente Thomas Woodrow Wilson; antecedente histórico de otro que no es descabellado imaginar en «pleno desarrollo» para Cuba como ya he descrito [15], mediante la instrumentalización de atractivas y «sexualizadas» figuras del pop y de la pasarela.

Por otro lado, ¿ha cesado, después del 17D, la manipulación de acontecimientos culturales o «artísticos» relacionados con Cuba para sus campañas difamatorias contra el Gobierno, las instituciones y la cultura misma, en clara oposición a la del estrechamiento de relaciones?

David Brooks, columnista especializado en política del New York Times y del programa televisivo PBS News Hour, fue uno de los integrantes de la comitiva cultural de Obama y escribió desde La Habana, su artículo José Martí, the national poet [16], publicado el 22 de abril en el NYT. En este, repite Brooks lo que se planteó en el libro Transiciones desde un gobierno autoritario, promovido por el Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson: «Muchos países han tratado de la transición del socialismo revolucionario hacia alguna forma de capitalismo democrático; Cuba sólo pasa a ser el último». O lo que el propio Obama señaló, pocas horas después de su visita a la Isla, «las personas de edad que llevan este esfuerzo están detenidas y congeladas. El mundo está cambiando a Cuba más rápido que lo que el estado cubano puede afrontarlo». Comentó, además, que sus interlocutores apenas mencionaron las ideas de Fidel Castro. Evidencia de que David Brooks cita a Martí, pero no lo interpreta.

En agosto pasado, semanas después del anuncio de la donación a Cuba -con la contribución significativa de la Ford Foundation y el Museo del Bronx– de la copia de la estatua ecuestre de José Martí del Central Park de Nueva York; el NYT publicó un artículo donde se informaba que dicha donación y el intercambio con el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, habían generado la renuncia de dos ejecutivas y cuatro miembros de la junta directiva del Museo del Bronx, en Nueva York, porque dichos proyectos, al decir de las ejecutivas, «han traicionado la misión local del museo.» [17]

Un mes después, la «Dama Gris» publicó otro, Dos jóvenes tratan de subvertir el significado de disidente en Cuba [18], que generó otros titulares en los neoplattistas medios de desinformación también financiados por la NED: NYT elogia intento de redefinir concepto de disidencia en Cuba y La directora de Revolución y Cultura rechaza hablar con The New York Times. El artículo, de Ernesto Londoño, se refiere dos proyectos «artísticos», con títulos tan «comerciales» como «Museo de la Disidencia en Cuba» y «Museo del Arte Políticamente Incómodo». Más engendros de propaganda política que proyectos artísticos como tal y donde entre otras inconsecuencias meten en «un mismo saco» a Hatuey, Martí, Fidel y Payá. [19]

Sirvan estos ejemplos para transparentar, además, las acciones concertadas de los actores de la diplomacia cultural y de los emporios mediáticos, como parte del ordenamiento mediático y cultural que impone el Capital, basada en la asimetría por su poderío tecnológico.

Frente a esa guerra cultural que se nos hace, frente a la «yanquimanía» cultural de «los de excesivo amor al Norte»-como «expresión, explicable e imprudente, de un deseo de progreso tan vivaz y fogoso»-; tengamos más «AK» el arsenal martiano, sus ideas de «larga raíz» y de «suelo afín». Su visión de los EE. UU. y las «verdades útiles a Nuestra América» y plenas de vigencia que nos legó El Maestro en sus textos y a través de Fina, Cintio, Hart y Retamar.

Y concluyo con otra pregunta, hija de aquella de Retamar hecha en la década del ´60 a Rodríguez Monegal, «el flamante director» de ese instrumento de la CIA y la Fundación Ford para la «Guerra Fría Cultural» contra la Revolución Cubana que fue la revista Mundo Nuevo, y recordada años después por Néstor Koham en su esclarecedor texto La pluma y el dólar. La guerra cultural y la fabricación industrial del consenso [20]: ¿O debemos creer que el imperialismo norteamericano, al margen de ciertas hazañas en Yemén, Siria, Libia, Irak, Afganistán, o en Argentina, Brasil, Venezuela y Colombia; se ha entregado de repente al patrocinio desinteresado de las puras tareas del espíritu en el mundo, sobre todo en nuestro mundo, y nos llama a «cambiar», sin cambiar el sistema político cubano y la cultura de resistencia que nos identifica?

Notas:

1. Ver de Roberto Fernández Retamar, Conferencia inaugural del Primer Congreso Internacional Cultura y Desarrollo, Palacio de Convenciones de La Habana (junio de 1999).

2. Ver de José Martí, O. C. t.28, pp.290-294.

3. http://publicdiplomacymagazine.com/soft-power-and-cultural-diplomacy/ .

4. Ver de Hillary Clinton, Use «Smart Power» In Diplomacy, CBS News, enero 13 de 2009.

5. Ver de José Martí, O. C. t. 9, p. 125.

6. Ver de José Martí, O. C., t.2, p. 367- 368.

7. http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Chomsky/Chomsky_ManufacturandoConsenso.htm#c10 .

8. https://www.whitehouse.gov/the-press-office/2014/12/19/remarks-president-year-end-press-conference .

9. http://razonesdecuba.cubadebate.cu/articulos/el-plan-de-obama-contra-cuba-utilizando-la-ned/

10. Ver de mi autoría: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=212930&titular=tras-las-rayas-ocultas-del-tigre- .

11. http://www.thenation.com/article/when-cia-was-nea/ .

12. http://democracyinamericas.org/ .

13. http://www.meridian.org/project/cuba-cultural-diplomacy-forum/ .

14. http://iipdigital.usembassy.gov/st/spanish/pamphlet/2013/03/20130325144759.html#axzz4I5hFZbIg

15 Ver de mi autoría: http://rebelion.org/noticia.php?id=216434 .

16. http://www.nytimes.com/2016/04/22/opinion/jose-marti-the-national-poet.html?_r=0

17. http://www.nytimes.com/2016/08/27/arts/design/resignations-at-the-bronx-museum-protesting-an-expensive-international-push.html?mtrref=t.co&_r=0NYT .

18. http://www.nytimes.com/es/2016/09/07/dos-jovenes-tratan-de-subvertir-el-significado-de-disidente-en-.NYT MDC.

19. Ver de mi autoría: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=215147 .

20. Ver de Néstor Kohan, La pluma y el dólar, http://www.lahaine.org/b2-img13/kohan_CIA_FORD.pdf .

Fuente: http://www.cubarte.cult.cu/es/article/47489

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.