Por fin Israel ha sufrido un contratiempo como nunca antes a escala internacional. Debido a la continua campaña de limpieza étnica –ejemplificada en la expulsión de familias palestinas de sus hogares en Sheikh Jarrah–, a sus ataques contra los fieles en uno de los lugares más sagrados del islam, la mezquita Al Aqsa, durante su fiesta más sagrada, y a su ataque criminal contra la población cautiva de Gaza, Israel se ha colocado bajo un foco muy incómodo. Pero la clave para desmantelar su arraigado sistema de apartheid es mantener vivo ese foco, especialmente una vez logrado un alto el fuego. Si Israel logra desviar esa atención, algo que necesita con desesperación, su postura se hará aún más intransigente, especialmente porque el gobierno de Biden mantiene su relación preferente con Israel como si nada hubiera pasado.
Afortunadamente, la opinión pública ha cambiado de forma perceptible. Incluso muchos judíos estadounidenses se sienten cada vez más incómodos al ser asociados a un régimen colonial tan claramente beligerante y sádico. Gran parte de este cambio de actitud se debe al incansable trabajo de organizaciones como Jews Voice for Peace (Voz Judía por la Paz). Los recientes informes de Human Rights Watch (Observatorio de Derechos Humanos) y de la organización israelí de derechos humanos B’Tselem con abundantes detalles sobre el apartheid israelí han contribuido también en buena medida para proporcionar un marco que sirve para comprender y hacer frente a esta injusticia que dura decenas de años. Además hay que resaltar la labor del movimiento Black Lives Matter que ha focalizado la indignación pública tras el brutal asesinato policial de George Floyd. El paralelismo entre el racismo sistémico en Estados Unidos y el intrincado sistema de apartheid existente en Israel-Palestina está más que justificado. Y, en ambos casos, la excusa de la defensa propia ha dejado de tener significado para cualquiera con algo de conciencia.
Durante años Israel ha justificado sus periódicos bombardeos criminales sobre Gaza invocando su derecho a la “autodefensa”. Pero este discurso empieza a parecerse demasiado al de la policía estadounidense cuando dice a los negros que “dejen de resistirse” mientras les oprimen el cuello con la rodilla. Se viene abajo cuando se examina con atención lo que ocurre sobre el terreno. Como en el caso de la policía, no puedes decir que temes por la propia vida cuando eres el que tiene el arma y has esposado en el suelo a tu supuesto atacante. Gaza y los territorios ocupados de Cisjordania y Jerusalén recuerdan a los bantustanes de la Sudáfrica del apartheid. Son poblaciones cautivas y encadenadas, que no pueden opinar sobre cómo quieren ser gobernadas y están constantemente sometidas a castigos violentos y arbitrarios por el Estado de Israel.
Tras los fuertes bombardeos sufridos por la población cautiva de Gaza el mes pasado se produjeron grandes manifestaciones en todo el mundo. Pero, no nos equivoquemos, Israel va a reactivar inmediatamente su campaña de relaciones públicas. Es consciente de que su presunción de ser “la única democracia” de Oriente Próximo ha demostrado una vez más ser toda una farsa gracias a los videos que han circulado por las redes sociales en los que se veía a las familias palestinas desalojadas violentamente de sus hogares en Sheikh Jarrah, para que los ocuparan colonos judíos, muchos de los cuales ni siquiera habían nacido allí y procedían de Estados Unidos y de Rusia.
Estas campañas para influir en la percepción internacional de Israel, conocidas como hasbará, no son nada nuevo y tampoco son exclusivas de Israel. La Sudáfrica del apartheid hizo tremendos esfuerzos para restaurar su imagen en la escena mundial mientras oprimía violentamente a la población negra. El tristemente famoso [complejo hotelero] Sun City cortejaba a las celebridades internacionales para que fueran a actuar en su único enclave “integrado”. Y durante los años de segregación en Estados Unidos el gobierno promovía regularmente giras internacionales de relaciones públicas con artistas negros para ocultar la cruel realidad de la segregación de las leyes Jim Crow y crear el espejismo de la integración.
Es importante recordar esto cuando los defensores del apartheid de Israel afirman cosas como: “En Israel no existe apartheid porque los ciudadanos árabes pueden votar y hay un árabe en el tribunal supremo”. Los sistemas opresivos suelen utilizar lo que se conoce como “participación simbólica” o tokenismo para distraer la atención. Este mecanismo supone situar a algunos miembros de la población oprimida en puestos de autoridad o de alta consideración, como jueces, directores de departamento o celebridades.
Se trata de una táctica insidiosa utilizada desde hace tiempo por la clase dominante de EE.UU. La elección del gabinete presidencial de Biden es buen reflejo de ello. Un cubano-estadounidense dirige el Departamento de Seguridad Nacional. Un negro ocupa la Secretaría de Defensa. Una mujer dirige el Departamento del Tesoro. El tokenismo es una maniobra de ofuscamiento. Ofrece la ilusión de la inclusión y el cambio cuando, en realidad, es mera apariencia. Nada cambia lo más mínimo en cuanto a la política de fondo.
Israel no se diferencia en nada a este respecto. Sitúa a la comunidad LGTBI y a los israelíes negros en la escena mundial para intentar ofuscar su sistema de apartheid completamente discriminatorio y opresivo. Es un enfoque cínico que, por desgracia, a menudo funciona. Pero, afortunadamente, está empezando a perder su ventaja en este juego.
No es difícil demostrar a las personas razonables la existencia del apartheid cuando se les presenta la realidad sobre el terreno. Las ciudades y barrios de Israel cuentan con comités que tienen el derecho a excluir a cualquier persona en función de su etnia o religión. Aquellos lugares que cuentan con una mayoría judía pueden prohibir a los no judíos que vivan allí, repitiendo las prácticas que impedían a los afroamericanos comprar propiedades en barrios predominantemente blancos de clase media. Muchas comunidades palestinas y beduinas son discriminadas a la hora de conseguir permisos de construcción y a menudo no pueden conectarse a servicios básicos como el agua o la recogida de basuras. De hecho, existen más de 65 leyes discriminatorias contra los ciudadanos palestinos de Israel y apenas una pequeña parte de su presupuesto se asigna a los consejos palestino-israelíes.
Además de esto, casi tres millones de palestinos en Cisjordania y Jerusalén Este viven bajo la ocupación israelí. Los defensores de Israel aducen que es la Autoridad Palestina quien los gobierna cuando, en verdad, esta no es sino un gobierno delegado de la ocupación. Gracias a los corruptos Acuerdos de Oslo, Israel ha conseguido dividir la Cisjordania ocupada en tres áreas administrativas. En dos de ellas Israel posee el control absoluto. Los palestinos del área restante siguen sometidos a la ocupación israelí a través de su representante, la Autoridad Palestina.
Todos los palestinos de Cisjordania y Jerusalén Este tienen se enfrentan a diario a demoliciones de casas, muros, barreras, carreteras separadas, decenas de puestos de control inhumanos, violencia de los colonos israelíes (que incluye disparos y quema de olivos), y tribunales militares en lugar de civiles. Los niños y niñas palestinos son rutinariamente secuestrados en terroríficas incursiones nocturnas y trasladados a centros de detención, muchas veces sin informar a sus padres de su paradero, donde muchas veces sufren malos tratos y abandono.
Y más de dos millones de palestinos en Gaza, sometida a una asedio y bloqueo desde hace casi 15 años, no tienen absolutamente nada que decir sobre su injustificado encarcelamiento o los rutinarios castigos colectivos a los que les somete el ejército israelí. Sufren bombardeos indiscriminados y no pueden salir de la Franja por Israel ni por Egipto. La ONU ha advertido en múltiples ocasiones que Gaza en un lugar invivible debido a la pobreza, el escaso acceso al agua potable y la vigilancia y bombardeos constantes mediante drones.
Al igual que la condena a [el policía que asesinó a George Floyd] Derrick Chauvin no soluciona la violencia estatal que practica la policía de Estados Unidos, el alto el fuego entre Israel y Gaza no soluciona la limpieza étnica y el apartheid que imperan en Israel. Puede aportar cierto alivio, especialmente para la población de Gaza, aterrorizada sin piedad durante 11 días por una de las potencias militares más sofisticadas del mundo. Y puede tranquilizar la conciencia de quienes están cansados de la noticia que ha dominado los informativos y las redes sociales durante días. Pero no hace nada por resolver el arraigado problema. Los sistemas solo pueden cambiarse mediante una continuada presión pública y manifestaciones masivas. Ahora más que nunca es crucial que no se desvanezca el foco sobre el apartheid israelí.
Kenn Orpahn es artista, socióloga, amante de la naturaleza y una activista cansada pero comprometida. Se puede contactar con ella en kennorphan.com.
Fuente: https://www.counterpunch.org/2021/05/27/the-spotlight-on-israel-apartheid-must-not-fade/
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