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El reconocimiento implicaría su aceptación de que merecen ser tratados como seres infrahumanos

Qué significa para los palestinos «el derecho de Israel a existir»

Fuentes: The Christian Science Monitor

Traducido por S. Seguí

Desde las elecciones palestinas de 2006, Israel y gran parte de los países occidentales vienen afirmando que el principal obstáculo para cualquier progreso de la paz en Oriente Próximo lo constituye el rechazo de Hamás a «reconocer a Israel» o a «reconocer la existencia de Israel» o a «reconocer el derecho de Israel a existir».

Estas tres formulaciones verbales han sido utilizadas por Estados Unidos, Israel y la Unión Europea como un argumento que justifica el castigo colectivo del pueblo palestino. Éstas frases han sido también utilizadas por los medios de comunicación, los políticos, e incluso los diplomáticos -una u otra, de una manera intercambiable- como si quisieran decir la misma cosa. Y no es así.

«Reconocer a Israel» o a cualquier otro Estado constituye un acto de legal y diplomático formal por parte de un Estado en relación con otro. Es inadecuado -hasta desatinado- hablar de que un partido político o un movimiento declare su reconocimiento diplomático de un Estado. Hablar de que Hamás «reconozca a Israel» es utilizar un tipo de discurso impreciso, confuso y engañoso, a fin de enmascarar las demandas reales que se hacen a los palestinos.

«Reconocer la existencia de Israel» parece a simple vista un reconocimiento relativamente correcto de una realidad. Sin embargo, esta frase implica serios problemas prácticos. ¿Qué «Israel»? ¿Dentro de qué fronteras? ¿Estamos hablando del 55% de la Palestina histórica que recomendaba para el Estado judío la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1947? ¿O quizás del 78% de la Palestina histórica ocupada por el movimiento sionista en 1948 y que ahora la mayor parte del mundo considera «Israel»?. ¿O del 100% de la Palestina histórica ocupada por Israel desde junio de 1967 y que figura como «Israel» (sin «líneas verdes») los libros de texto de los escolares israelíes?

Israel nunca ha definido sus propias fronteras, porque para hacerlo habría de establecer límites a las mismas. Sin embargo, si esto fuese todo lo que se pide de Hamás, sería posible que el partido político gobernante reconociese como un hecho real que el Estado de Israel existe hoy dentro de unas determinadas fronteras. De hecho, la dirección de Hamás lo ha hecho así efectivamente en las últimas semanas.

«Reconocer el derecho de Israel a existir», que es lo que ahora se le exige a Hamás y a los palestinos, es un asunto enteramente diferente. Esta formulación no tiene que ver con formalismos diplomáticos, ni siquiera con una simple aceptación de las realidades presentes, sino que impone un juicio moral.

Hay una diferencia enorme entre «reconocer la existencia de Israel» y «reconocer el derecho de Israel a existir». Desde una perspectiva palestina, la diferencia es del mismo orden que la diferencia existente entre pedir a un judío que reconozca que el Holocausto sucedió y pedirle que afirme que el Holocausto estuvo moralmente justificado. Para los palestinos, reconocer la existencia de la Nakba -la expulsión de la gran mayoría de los palestinos de su patria, en los años 1947 y 1949- es una cosa. Sin embargo, reconocer que la Nakba estuvo justificada es un asunto enteramente diferente. Para los pueblos judío y palestino, el Holocausto y la Nakba, respectivamente, representan catástrofes e injusticias de una escala inimaginable, que ni pueden ser olvidadas ni perdonadas.

Pedir que los palestinos reconozcan «el derecho de Israel a existir» es exigir que un pueblo que ha sido tratado como si estuviera formado por seres infrahumanos y despojado de los derechos humanos básicos proclame públicamente que efectivamente es infrahumano. Implicaría la aceptación de los palestinos de que merecen lo que se les ha hecho y se le sigue haciendo cada día. Ni siquiera los gobiernos estadounidenses del siglo XIX exigieron a los indígenas norteamericanos supervivientes que proclamasen públicamente la «justicia» de la limpieza étnica llevada a cabo por los colonialistas europeos, como condición previa hasta a la discusión de qué clase de reservas podían recibir. Tampoco se les impuso a los nativos norteamericanos vivir en condiciones de bloqueo económico y amenaza de muerte por inanición hasta que abandonasen el orgullo que pudiera quedarles y aceptasen la citada «justicia».

Hay quien piensa que Yasser Arafat aceptó el argumento con el fin de salir del ostracismo y de la demonización, y ganarse el derecho a que fuesen los americanos, directamente, quienes le leyesen la cartilla. Pero de hecho, en su famoso discurso de 1988, en Estocolmo, aceptó «el derecho de Israel a existir en paz y seguridad». Este lenguaje, significativamente, se refiere a las condiciones de existencia de un Estado que, de hecho, existe. No tiene nada que ver con la cuestión existencial de la «justicia» del despojo y la dispersión del pueblo palestino de su patria con el fin de crear un espacio para otro pueblo venido del extranjero.

La concepción original de la frase «el derecho de Israel a existir» y su uso como pretexto para no entablar conversaciones con los líderes palestinos que siguen defendiendo los derechos de su pueblo se atribuye al ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger. Es muy probable que los países que siguen empleando esta frase lo hagan con total conocimiento de lo que implica, moral y psicológicamente, para el pueblo palestino.

No obstante, muchas personas de buena voluntad y valores morales pueden ser llevadas a engaño por la simplicidad superficial de la frase «el derecho de Israel a existir» y llegar a pensar que constituye una exigencia razonable. Y si el «derecho a existir» es razonable, entonces su rechazo debe de representar algo perverso, y no la necesidad profundamente sentida por los palestinos de afirmarse en su autorespeto y dignidad como seres humanos a todos los efectos. Que esta necesidad es sentida profundamente es algo que demuestran las encuestas: el porcentaje de población palestina que aprueba el rechazo de Hamás a aceptar esta exigencia excede en gran medida el porcentaje de población que votó por armas en enero de 2006.

Las personas que reconocen la importancia crítica de alcanzar la paz entre israelíes y palestinos, y que desean verdaderamente un futuro decente para ambos pueblos deben reconocer que la exigencia de que Hamás reconozca «el derecho de Israel a existir» no es razonable, es inmoral y es imposible de cumplir. Por consiguiente, deben insistir en que se retire este obstáculo a la paz, se levante el estado de sitio económico de los territorios palestinos y se reanude la búsqueda de una paz basada en algún tipo de justicia con la urgencia que merece.

Fuente: http://www.csmonitor.com/2007/0202/p09s02-coop.html

John Whitbeck es jurista internacional y autor del libro «The World According to Whitbeck». Ha sido asesor de funcionarios palestinos en sus negociaciones con Israel.

S. Seguí es miembro de Rebelión y Cubadebate.