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Un inocente cuento no apto para tiernos infantes

¡Qué viene el lobo!

Fuentes:

«Los líderes mundiales tienen que hacer todo lo posible para emitir una llamada de alerta a nuestras poblaciones. El cambio climático es uno de los grandes retos del siglo XXI».   Ángela Merkel.   Érase una vez un lejano y cada vez más recalentado país, dominado por un grupo de ocho grandes pastores que hacían […]

«Los líderes mundiales tienen que hacer todo
lo posible para emitir una llamada de alerta
a nuestras poblaciones.
El cambio climático es uno
de los grandes retos del siglo XXI».

 

Ángela Merkel.

 

Érase una vez un lejano y cada vez más recalentado país, dominado por un grupo de ocho grandes pastores que hacían y deshacían a su antojo. Cada día, cuando comenzaba a caer el crepúsculo, los ocho pastores, con el objetivo de mantener acojonado permanentemente al rebaño y así poder continuar con sus planes, se reunían y gritaban al unísono: «¡Qué viene el lobo, qué viene el lobo!» Después, su portavoz, en tono solemne, afirmaba: «Pero debéis confiar en nosotros, estamos haciendo día a día todo lo posible para que su ataque sea lo menos pernicioso posible».

Cómo podréis imaginar, en ese momento, todos los corderos se juntaban muy apretujados en un rincón del redil, donde pasaban toda la noche en vela, circunstancia que era aprovechada por los ocho pastores para construir grandes urbanizaciones de lujo y las centrales eléctricas necesarias para surtirlas de la energía que derrochaban, así como enormes autopistas que les permitían acceder rápidamente, en sus momentos de asueto, a los locales nocturnos a donde se iban de putas -y de putos, que en el grupo también había pastoras-, pues era tanta su maldad que era el único y triste sucedáneo al que podían acudir para suplir su manifiesta falta de afectos y de de sentimientos.

Con el paso del tiempo, también comenzaron a desarrollar sus planes en los territorios habitados por los lobos, para lo cual no dudaron en arrasar muchas de las granjas de pollos gestionadas por el Consejo Lupino, las cuales constituían el modo que tenían de procurarse sustento alimenticio tan pavorosas y desalmadas alimañas. De este modo, el riesgo que con cada ocaso proclamaban al viento los ocho pastores, comenzó sentirse entre ellos mismos como más probable e inminente.

Así, se creo el Panel Interpastoril de Riesgo Ubicuo Lupino Inminente (PIRULÍ), formado por los más prestigiosos científicos del lugar, el cual, cada cierto tiempo presentaba al rebaño un informe sobre los efectos, cada vez más preocupantes, que acarrearía la ya indudable llegada de la voraz jauría. Esas solemnes ocasiones eran utilizadas por los ocho pastores para proferir su sempiterno grito de alarma con más fuerza que nunca. Pero en lugar de preocuparse por reforzar los vallados del aprisco, marchaban de nuevo a seguir poniendo en práctica sus malévolos planes de conquista y tierra quemada.

Y así fue pasando el tiempo. Hasta que, una lúgubre noche sin luna ni estrellas, llegó la jauría de lobos y acabó con todo. No obstante, el rebaño, a pesar de saberse el siguiente plato del menú lupino, pudo tener la pequeña satisfacción de ver como los primeros en ser devorados -con una metódica lentitud que no hubiera podido ser igualada ni por el mismísimo Hannibal Lecter- fueron uno a uno, entre gritos y gemidos aterradores, los ocho pastores.

Pero bueno, esto, aunque no chino, no deja de ser un cuento, y el día en que finalmente lleguen los lobos, los ocho pastores se habrán preocupado de establecer suficientemente las medidas necesarias para no ser pasto de las fauces de la jauría o, en cualquier caso -y será lo más probable, que ya lo ha reflejado el PIRULÍ en un informe «Top Secret»-, sólo serlo a los postres.

Y colorín, acalorado… este cuento ha comenzado.