Recomiendo:
0

¿Quién envidia a Abu Mazen?

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis

Ahora es oficial: «la primera democracia del Mundo Árabe» o » la Segunda Democracia en Medio Oriente» ha nacido.

Las elecciones palestinas han impresionado al mundo. Hasta ahora, si las elecciones se hubieran celebrado en cualquier otro país árabe, hubiera habido un único candidato, y habría recibido el 99,62% de los votos. Aquí han habido siete candidatos, hubo una animada campaña electoral y el candidato vencedor obtuvo sólo el 62%.

La verdad es, por supuesto, que la democracia palestina ya existía. En 1996, los palestinos celebraron elecciones presidenciales y al parlamento, monitorizadas por observadores internacionales. Yasser Arafat, el líder de la lucha por la liberación palestina, no fue el único en presentarse; otra candidata, Samikha Khalil, una mujer respetada, obtuvo casi el 10% de los votos. Pero debido a la dominante personalidad de Arafat, la insuficiente separación de los órganos de gobierno y a la implacable campaña israelí de difamación contra él, mucha gente en el mundo no reconocía la democracia palestina.

Ahora la situación es diferente. Nadie puede negar que lo que ha sucedido se acerca al milagro: la clara transición de la era Arafat a la era de sus sucesores y unas elecciones justas celebradas bajo una estricta supervisión internacional. Y, lo más importante, la democracia no ha sido impuesta desde fuera, al antojo de un presidente extranjero, sino cultivada desde dentro. Y no bajo unas condiciones normales, sino bajo una brutal ocupación.

El mundo entero reconoce la democracia palestina. Esto, por si mismo, crea una nueva situación política.

Ahora mucho depende de la personalidad de Abu-Mazen. Está propuesta bajo la sombra de su gran predecesor. Aquellos que suceden a un Padre Fundador siempre tienen un problema al principio, como los herederos de Bismarck o Ben-Gurion.

Sólo pensemos en el hombre que sucedió a Gamal Abd-al-Nasser, el fundador del Egipto moderno e ídolo de todo el mundo árabe. Cuando Nasser murió, le pregunté a mi amigo, Henry Curiel, que clase de persona era su casi desconocido sucesor.

Curiel, que fundó el primer Partido Comunista egipcio (principalmente con judíos), tenía una mente aguda. En Paris había puesto en marcha una especie de centro internacional de asistencia para los movimientos de liberación de todo el mundo, al tiempo que mantenía estrechos lazos con su patria: «Sadat es un simplón.»

No era el único que tenía esta visión. Los egipcios acostumbraban a hacer un chiste sobre la oscura mancha de la frente de Sadat: «En cada reunión del Comité Libre de Oficiales (que estaba entonces gobernando el país), Nasser pedía a sus colegas que expresaran su opinión. Uno tras otro se pusieron de pie y hablaron. Al final, Sadat también se dispuso a hablar. Nasser puso su dedo en la frente de Sadat empujándolo gentilmente hacia su asiento, diciendo: ¡Oh! siéntate, Anwar ¡»

Una vez hubo asumido la presidencia, Sadat sorprendió al mundo. Envió a su ejercito cruzando el canal de Suez, y consiguió la primera victoria militar significativa sobre el ejercito israelí. Su visita a Jerusalén fue un acto brillante sin precedente en la historia. Jamás antes había visitado un líder la capital del enemigo mientras permanecía el estado de guerra.

Abu-Mazen ha vivido toda su vida a la sombra de Arafat. No fue un líder militar, al contrario que el adorado Abu-Jihad, que fue asesinado por Israel. No estuvo al mando del aparato de seguridad, como lo fue Abu-Iyad, que fue asesinado por Abu-Nidal. Desde 1974, estuvo estrechamente ligado a los esfuerzos históricos de Arafat por llegar a un acuerdo político con Israel y al cargo de los contactos con las fuerzas israelíes de la paz. Yo mismo me reuní con él por tercera vez en Túnez, en 1983.

No me sorprendería, si Abu Mazen, como presidente del Estado Palestino en construcción, exhibiera talento y atributos que no hubieran hallado su apropiada expresión durante la era Arafat. Puede incluso convertirse en el Sadat palestino.

Por supuesto, Abu Mazen es muy diferente a Sadat. El líder egipcio tenía un don dramático (como Menajem Begin), amaba los grandes gestos (como Arafat). El estilo de Abu Mazen es muy opuesto.

Y otra gran diferencia: Sadat tenía el control absoluto de un gran país. Podía afrontar el ignorar diferentes puntos de vista. Abu Mazen no disfruta de este lujo.

Él trae consigo a su trabajo una valiosa dote: su relación con el presidente de los Estados Unidos.

George Bush es un compañero simple. Le gusta alguna gente y odia a otra, y esto decide la política de la mayor potencia de la tierra. A él le gusta Ariel Sharon y le adula. Puesto que nunca ha estado en una batalla, admira el rico combate general israelí. Sharon personifica para él el mito americano; la aniquilación de los indios y la conquista de territorios. Arafat, por otra parte, le recordaba a un jefe indio, cuyo lenguaje era incomprensible y cuyas estratagemas eran satánicas.

Cuando Bush vio a Abu Mazen en Aqaba como una persona respetable con un traje de negocios sin barba ni kefya, le gusto a la vista. Es por lo que le felicitó esta semana y le invitó a la Casa Blanca. La cuestión es si Abu Mazen podrá traducir rápidamente esta actitud en logros políticos.

La situación presenta a Sharon un difícil dilema. Su natural inclinación es hacerle a Abu Mazen lo que le hizo con éxito a Arafat: demonizarlo y cortar sus lazos con los Estados Unidos. Ya está mutando sombriamente sobre la falta de voluntad de Abu Mazen para destruir las «organizaciones terroristas».

Pero Sharon sabe que debe comportarse con el máximo cuidado, para no hacer que Bush se enfade. Mientras Bush piense que Abu Mazen es O.K., Sharon no debe ser visto minándolo. Esto, también, da a Abu Mazen una oportunidad.

Así, ¿qué puede hacer él?

Su primera tarea es llegar a acuerdos con las organizaciones recusantes. Ningún líder puede conducir la política nacional con facciones armadas disparando en la dirección opuesta.

Ben Gurion estaba en una situación similar antes de la fundación de Israel, cuando se enfrentó con Irgun y el Grupo Stern que actuaban independientemente. Una vez intentando integrarlos en un unificado » Movimiento Hebreo Rebelde», otras veces entregando a sus combatientes a la policía británica. Pero es esencial recordar: Ben Gurion inició la confrontación decisiva – bombardeando el buque del Irgún Altalena – solamente tras haberse dado ya la realidad del Estado de Israel. Entonces las dos organizaciones fueron incorporadas en el nuevo ejército israelí.

Cualquiera que diga que Abu Mazen está preparado o es capaz de empezar una guerra civil contra Hamas no sabe de lo que está hablando. La opinión pública palestina no va por ahí. La mayoría de palestinos creen que sin la lucha armada, Sharon no hubiera hablado de retirarse de Gaza. Están listos para un alto el fuego para dar a Abu Mazen una oportunidad. Pero no quieren la liquidación de las organizaciones combatientes porque pueden ser necesarias para reanudar la lucha armada si Abu Mazen no puede convencer a americanos e israelíes de que permitan a los palestinos realizar sus aspiraciones nacionales.

En sus tratos con Hamas, Abu Mazen, como Arafat, preferirá una combinación de negociaciones, presión política y movilización de la opinión pública. Tendrá que convencer a las facciones armadas que acepten la estrategia nacional que sea adoptada por el liderazgo. A cambio, él dará la bienvenida a Hamas en el sistema político, la OLP y el parlamento.

El ataque al paso de Harni esta semana pasada, fue una demostración de fuerza de las facciones armadas. Fue una acción clásica de la guerrilla, como la de la reciente destrucción de un puesto del ejército en el «Eje de Filadelfia». Las Organizaciones querían probar que no han sido derrotadas, sino más bien que han logrado un empate con el ejército israelí. Si se acuerda un alto el fuego, no será un signo de debilidad por su parte. Del mismo modo, el ataque del Yom Kippur precedió a la paz egipcio-israelí, y la guerrilla de Hizbullah precedió la retirada del Líbano.

Si Abu Mazen logra tal alto el fuego, será capaz de conducir su tarea principal: ganarse a la opinión pública israelí e internacional y cambiar la política de los Estados Unidos.

Sadat tuvo éxito en ambas. Pero Sadat trataba con Menajem Begin, que tenía la voluntad de soltar el territorio egipcio para continuar su lucha contra los palestinos y evitar la creación del Estado Palestino. Sharon también se opone a la creación del Estado Palestino en toda Cisjordania y en la Franja de Gaza, con su capital en Jerusalén Este. Pero Abu-Mazen, como Arafat, ni puede ni quedará satisfecho con menos de lo que ahora es una aspiración sagrada.

Esta es otra gran diferencia entre Sadat y Abu Mazen: Sadat vino a Jerusalén solamente cuando se le aseguró secretamente que Begin estaba preparado para devolver todo el Sinaí. Sharon por otra parte no le está prometiendo a Abu Mazen nada de nada.

Abu-Mazen ha sido investido hoy. Muchas esperanzas en sus éxitos, poca envidia por él.

15.1.05